«Tiene razón. Debo controlarme, dado que mi actitud no puede cambiar aquí. Tengo que seguir siendo digna. También debo mantener mi imagen habitual. Tengo que terminar la discusión por mi madre». Cuando Linda pensó al respecto, dejó de lado todos sus sentimientos negativos. Miró a Elisa con impotencia y una culpa indescriptible.
—Eli, sé que estás molesta, pero, a veces, los mayores tienen sus propios deseos. Tu padre ya se encontraba en esa etapa. ¿No me digas que habrías dejado que tu padre sufriera hasta la muerte?
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