Elisa no contestó, ya que no quería abrirle la puerta. Sin embargo, le preocupaba que pudiera hacer alguna locura. Aunque sabía cómo pelear, se dio cuenta de que no era más que otra mujer sumisa que no podía desafiarlo. Él era capaz de predecir sus movimientos a la perfección, lo cual la dejaba indefensa.
«¿Soy demasiado débil o él es demasiado fuerte?». Elisa estaba tan molesta que no quería hablar con él. Al final, puso el dedo en el picaporte y en cuanto su huella fue reconocida, la puerta se abrió.
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