—Volveremos a casa juntos. Te lo prometo. —Gabriel miró a Elisa con firmeza. Sus palabras no eran solo para consolarla, sino para animarse a sí mismo.
Elisa quiso decir algo, pero cambió de opinión, no volvió a continuar con el tema, después de ese día, continuaron con sus vidas como de costumbre. Ana y Solón nunca volvieron a aparecer, porque la Señora Keila les impidió entrar, por lo tanto, nadie volvió a molestarlos.
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