Cualquiera que dijera eso parecería bastante coqueto, pero sonaba halagador de su parte. Hablar con él era cómodo y no era ofensivo. Elisa arqueó una ceja, pero guardó silencio. Ambos continuaron comiendo y conversando. Era sencillo hablar con Guillermo, dado que era muy conocedor sobre cualquier tema. No hubo pausas en su conversación, ya que sus intereses eran amplios y no hacía que se sintiera como si fuera tonta por no saber algo. Elisa no pudo evitar admitir que ese era uno de los puntos fuertes de Guillermo que Gabriel carecía.
Cuando terminaron de comer, Elisa miró seria a Guillermo.
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