Lo superaron y aceptaron de manera voluntaria que tenían mala suerte. Lo único que podían decir era que no estaban a la altura de ella; no podían compararse con Elisa. ¡No eran dignos!
Poco después, ambos se marcharon en el auto de Guillermo. Cada vez que estaba con Elisa, él no dejaba que nadie más condujera. Se convertía en el chofer personal de la muchacha, dado que no quería que nadie más arruinara el ambiente.
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