Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día

El sol se filtraba suavemente por las cortinas de la suite, bañando la habitación con una luz cálida y dorada. Amatista se removió entre las sábanas, sintiendo el peso de un brazo fuerte alrededor de su cintura. Abrió los ojos lentamente, topándose con la mirada intensa de Enzo, quien la observaba con una sonrisa satisfecha. —Buenos días, Gatita. —Murmuró con voz ronca. Amatista sonrió con suavidad, estirándose con pereza antes de girarse completamente hacia él. —Buenos días, amor. Enzo deslizó sus dedos por su espalda desnuda, disfrutando de la sensación de su piel cálida contra la suya. —Mandé a que nos trajeran ropa. —Le informó con tranquilidad. Amatista se rió suavemente, enredando sus piernas con las de él bajo las sábanas. —¿Ya estás planeando nuestra escapada? —Solo quiero que estés cómoda cuando volvamos a la mansión. Ella apoyó su cabeza en su pecho, dibujando círculos perezosos en su piel con la yema de sus dedos. —Podemos quedarnos un poco más… —Susurró, disfrutando de la sensación de estar envuelta en su calor. Enzo soltó una risa baja, deslizando su mano hasta su cintura y acercándola más a él. —No me hagás propuestas peligrosas, Gatita. Sabés que si me lo pedís, no salimos de esta cama en todo el día. Amatista sonrió contra su piel, sintiendo la tentación en sus palabras. Se quedaron así, envueltos en el calor del otro, sin prisa alguna por moverse. Finalmente, cuando la ropa llegó, ambos se vistieron y bajaron al restaurante del hotel para desayunar. La atmósfera era tranquila, con pocas personas en el lugar. Amatista pidió un café y un croissant, mientras que Enzo optó por un espresso y huevos revueltos. La conversación fluyó con naturalidad hasta que Enzo, con una expresión calculadora, dejó su taza sobre el plato y la miró fijamente. —Gatita… ¿te acordás de algo importante? Amatista frunció el ceño, intrigada. —¿Importante? Enzo sonrió de lado, inclinándose un poco hacia ella. —Lo hicimos sin protección. Amatista se detuvo por un momento, su mente procesando sus palabras. Luego, soltó una risa suave y negó con la cabeza. —Sí, amor, lo recuerdo. Enzo arqueó una ceja, divertido. —¿Y? Amatista bebió un sorbo de su café antes de mirarlo con una sonrisa traviesa. —Y ahora toca esperar. Enzo apoyó un codo en la mesa y pasó los dedos por su mandíbula, evaluándola. —Te encanta jugar con mi paciencia. Amatista rió con descaro. —Me encanta verte así de ansioso. Enzo entrecerró los ojos, con una mirada oscura y peligrosa. —No te preocupes, Gatita. Vamos a ver quién termina más ansioso. El desayuno continuó entre bromas y miradas cargadas de promesas silenciosas. Después de terminar de comer, salieron del hotel y se dirigieron a la mansión. Cuando llegaron, Amatista no tardó en ver a los niños en el jardín junto a Ester y Alicia. Apenas bajó del auto, Renata y Abraham extendieron sus brazos hacia ella con entusiasmo. —¡Mis bebés! —Exclamó con ternura, recogiéndolos en sus brazos y llenándolos de besos. Enzo se acercó con una sonrisa, tomando a Abraham y levantándolo en el aire, haciéndolo reír. —Crecen demasiado rápido. —Comentó, observando con orgullo a sus hijos. Alicia se acercó con una sonrisa cálida. —Parece que pasaron una buena noche. Amatista le dedicó una mirada divertida. —Digamos que fue… inolvidable. Alicia rió suavemente, pero no hizo más comentarios. El resto de la tarde fue tranquila y en familia. Amatista y Enzo jugaron con los niños en el jardín, los llevaron de paseo dentro de la mansión y se turnaron para darles la merienda. A medida que el día avanzaba, Amatista se acomodó junto a Enzo en uno de los sofás, con Renata en su regazo y Abraham acurrucado contra su padre. Fue en ese momento que decidió contarle algo. —Amor… Enzo la miró con curiosidad. —¿Qué pasa, Gatita? Amatista sonrió con entusiasmo. —Mañana tengo mi prueba de manejo. Enzo arqueó una ceja, claramente complacido con la noticia. —¿Ya estás lista? Ella asintió con determinación. —Creo que sí. Practiqué lo suficiente y estudié la parte teórica. Enzo sonrió con orgullo, pasando un brazo alrededor de su cintura. —Sabía que lo harías bien. Amatista lo miró con diversión. —¿Y si no apruebo? Enzo le dedicó una mirada intensa. —Entonces practicamos otra vez… —Murmuró, con una sonrisa sugerente. Amatista rodó los ojos con diversión, dándole un beso en la mejilla. —Sos imposible. —Y te encanta. Amatista no podía discutir eso. El día siguió transcurriendo con tranquilidad, con los Bourth disfrutando de un momento de paz en su hogar. Pero sabían que el siguiente día traería nuevos retos, nuevas emociones y, quizás, nuevas sorpresas. El sol brillaba con intensidad aquella mañana, anunciando un nuevo día lleno de expectativas. Enzo miró de reojo a Amatista mientras conducía hacia el centro de exámenes de manejo. Ella parecía tranquila, pero él la conocía demasiado bien. El leve movimiento de su pierna, el modo en que jugueteaba con el anillo en su dedo, eran signos de su ansiedad. —¿Estás lista, Gatita? —Preguntó con una sonrisa, deteniéndose frente al edificio. Amatista soltó un suspiro y asintió. —Sí, amor. No creo que sea tan difícil. Enzo arqueó una ceja, divertido. —¿No eras la que decía que ya era toda una experta? Ella lo fulminó con la mirada. —No me pongas más nerviosa. Enzo soltó una risa baja y se inclinó para besarle la frente. —Dale, Gatita. Hacelo bien y salí con una licencia en la mano. Amatista respiró hondo, salió del auto y caminó con determinación hacia la entrada. Enzo la vio desaparecer dentro del edificio y sonrió para sí mismo. Sabía que podía hacerlo. El tiempo pasó lentamente. Enzo esperó pacientemente dentro del auto, revisando algunos mensajes en su teléfono mientras el sol avanzaba en el cielo. Pasó una hora, y finalmente vio la figura de Amatista salir del edificio. Pero su expresión no era la que esperaba. No había sonrisa, no había ese brillo de satisfacción en sus ojos. En cambio, tenía el ceño fruncido y sus labios apretados en una línea tensa. Enzo bajó del auto inmediatamente. Apenas dio unos pasos hacia ella, vio sus ojos vidriosos y comprendió lo que había pasado. —Gatita… Amatista apretó los puños, frustrada. —Me desaprobaron. —Dijo con la voz temblorosa, conteniendo las lágrimas. Enzo frunció el ceño. No era algo tan grave, pero sabía cuánto se había esforzado, cuánto quería obtener esa licencia. —¿Por qué? —Preguntó con calma. Amatista bufó, su frustración evidente. —Porque, según el examinador, tomé una curva muy rápido y después no frené bien en un cruce. Enzo suspiró y acarició su mejilla con suavidad. —No es el fin del mundo, Gatita. Pero Amatista no lo veía así. Ella sintió que falló, que todo el esfuerzo no sirvió de nada. —Pero practiqué tanto… —Murmuró con un puchero. Enzo sonrió con ternura y tomó su rostro entre sus manos. —Y lo vas a seguir haciendo. Amatista lo miró con ojos brillantes, mordiéndose el labio. —Quería llegar a casa y decirles a los bebés que su mamá aprobó. Enzo soltó una risa baja y besó la punta de su nariz. —No te preocupes, Gatita. Cuando la apruebes, va a ser más especial. Ella lo miró fijamente, todavía molesta consigo misma. —¿Y si la próxima vez también la fallo? Enzo le dedicó una mirada intensa. —No la vas a fallar. —¿Cómo podés estar tan seguro? Él sonrió con arrogancia. —Porque te conozco, Amatista. Cuando querés algo, lo conseguís. Amatista suspiró y apoyó la cabeza contra su pecho. La calidez de Enzo siempre tenía la capacidad de calmarla. —¿Qué haría sin vos? —Murmuró contra su camisa. Enzo rió suavemente, acariciando su cabello. —Seguirías siendo increíble… Pero un poco más frustrada. Ella se rió con él, sintiéndose un poco mejor. Después de unos minutos, Enzo la llevó de regreso a la camioneta. Mientras conducía, le lanzó una mirada de reojo. —Así que… practicamos más el fin de semana. Amatista frunció los labios, pero asintió. —Está bien. Pero esta vez me tomás en serio. Enzo sonrió con diversión. —Si eso querés, Gatita. Aunque ya sabemos cómo terminan nuestras prácticas. Ella lo miró de reojo, fingiendo indignación. —¡Por eso desaprobé! Me distraés demasiado. Enzo rió con descaro. —No te distraigo, amor. Solo te motivo. Amatista resopló, pero no pudo evitar sonreír. Al menos, sabía que no estaba sola en esto. Y, con Enzo a su lado, sabía que lo lograría. El fin de semana llegó rápidamente, trayendo consigo un nuevo intento de Amatista por perfeccionar su manejo. Enzo la llevó a la mansión del campo, un lugar amplio y tranquilo, ideal para que practicara sin distracciones. Ella estaba decidida. Esta vez, no iba a cometer errores. Con las manos firmes en el volante, comenzó a realizar los ejercicios que Enzo le indicaba. —Eso es, Gatita. Controlá la dirección con suavidad. —Dijo, observándola con atención. Amatista mordió su labio, concentrada en cada maniobra. Las curvas, los frenos, las aceleraciones… Todo le salía perfectamente. —Vas bien, amor. Si manejás así en el examen, lo aprobás. Amatista sonrió con orgullo. —¿Viste? Te dije que esta vez lo haría perfecto. Enzo rió con diversión. —No te confíes demasiado. La última vez estabas igual de segura. Ella le lanzó una mirada desafiante. —Pero ahora no hay forma de que falle. Después de una hora más de práctica, Enzo le indicó que detuviera el auto. —Listo, Gatita. Creo que es suficiente por hoy. Amatista exhaló con satisfacción, sintiendo el orgullo hincharle el pecho. —Me merezco una recompensa, ¿no creés? Enzo arqueó una ceja, divertido. —¿Qué querés? Ella se deslizó del asiento del conductor al del copiloto, sentándose sobre él con una sonrisa provocadora. —Creo que ya lo sabés. Enzo apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de sentir los labios de Amatista devorando los suyos. Las manos de ella se deslizaron por su pecho, desabrochando los primeros botones de su camisa con una paciencia exasperante. —Gatita… —Murmuró él contra su boca. —¿Sí, amor? —Respondió con voz inocente, mientras deslizaba sus labios hasta su cuello. Él dejó escapar un suspiro pesado, aferrándola por la cintura. —Sabés que así nunca terminamos una práctica sin distracciones. Amatista sonrió con picardía. —Pero ya terminamos. ¿No puedo celebrar un poco? Sin darle tiempo a responder, se movió sobre él de una manera que lo dejó sin aliento. El auto se convirtió en un escenario de deseo contenido, donde cada movimiento de Amatista lo llevaba más cerca de la locura. Las manos de Enzo se deslizaron por su espalda, guiándola con la precisión de alguien que la conocía a la perfección. Los jadeos y susurros llenaron el aire, mientras sus cuerpos se movían con un ritmo febril, desesperado. Finalmente, cuando ambos llegaron al clímax, Amatista se dejó caer sobre su pecho, con el corazón latiendo con fuerza. —Definitivamente, este es el mejor incentivo. —Susurró con una risa perezosa. Enzo rió, besando su frente. —Si lo hacés tan bien en el examen como lo hacés conmigo, lo aprobás sin problemas. Ella se rió, confiada. —Voy a aprobarlo, amor. No tengo dudas. Una semana después, llegó el día del nuevo examen. Amatista se sentía más segura que nunca. Había practicado, sabía lo que debía hacer, y esta vez no iba a cometer errores. Sin embargo, cuando salió del edificio de exámenes, su expresión era completamente diferente a la seguridad con la que había entrado. Sus ojos estaban brillosos de frustración, y su boca se apretaba en una línea tensa. Enzo, que la esperaba en la camioneta, alzó una ceja al verla. —¿Cómo te fue, Gatita? Ella apretó los labios con fuerza y se cruzó de brazos. —Lo volví a reprobar. El silencio cayó entre ambos por unos segundos. Enzo parpadeó, procesando sus palabras. —¿Otra vez? —¡Sí! —Explotó Amatista, subiendo a la camioneta de un portazo. Enzo trató de contener la risa, pero fue imposible. —Bueno, parece que no sos tan experta como pensabas. Amatista lo fulminó con la mirada. —¡No te rías! Esto es un desastre. Él suspiró, poniéndose serio. —¿Qué pasó ahora? Ella resopló, frustrada. —Dijeron que giré demasiado tarde en una intersección y que no usé bien los espejos en reversa. Enzo negó con la cabeza y tomó su mano. —No pasa nada, amor. Lo vamos a seguir intentando. Amatista bufó. —Me siento una inútil. —No digas tonterías. —Le dijo con firmeza. Ella suspiró, recostando su cabeza contra el asiento. —¿Cuándo puedo volver a intentarlo? Enzo sonrió. —En dos semanas. Así que ya sabés qué significa eso… Amatista entrecerró los ojos. —¿Más prácticas? Él le guiñó un ojo. —Y más celebraciones en el auto. A pesar de su frustración, Amatista no pudo evitar reír. Sabía que fallar otra vez no era el fin del mundo. Especialmente, cuando tenía a Enzo a su lado para recordárselo.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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