Español

Capítulo 197 Aniversario inagotable

La camioneta se deslizó suavemente por el camino de entrada de la Mansión Bourth, iluminada tenuemente por las luces del exterior. La noche había sido larga, llena de conversaciones, risas y confesiones, pero al final, tanto Amatista como Enzo sabían que lo mejor del día los esperaba en casa. Los niños dormían profundamente en sus sillitas, con los rostros relajados y sus pequeñas manos aún cerradas en puños. Amatista los observó con ternura antes de suspirar. —Fue un buen día —murmuró, con una sonrisa suave. Enzo la miró de reojo y asintió. —Sí, pero aún no terminó, Gatita. Amatista rodó los ojos con diversión antes de desabrocharse el cinturón y bajarse de la camioneta. Con cuidado, sacó a Renata, acomodándola contra su pecho mientras Enzo hacía lo mismo con Abraham. Caminaron en silencio hacia el interior de la mansión, subiendo las escaleras con la precaución de no despertarlos. La habitación de los niños, que compartían desde hacía algunos meses, tenía un ambiente cálido y acogedor, con las cunas ubicadas a cada lado de la ventana y decoraciones suaves en tonos neutros y pasteles. Amatista colocó a Renata con delicadeza en su cuna, arropándola con cuidado antes de acariciar su cabecita. Enzo hizo lo mismo con Abraham, asegurándose de que estuviera cómodo antes de quedarse unos segundos observándolo. Se quedaron allí por un momento, disfrutando de la tranquilidad de ver a sus hijos descansar. —Son hermosos —susurró Amatista, abrazándose a sí misma. Enzo deslizó una mano por su espalda y la atrajo hacia él. —Salieron a vos —murmuró con una sonrisa de lado. Amatista bostezó suavemente y se frotó un ojo con la mano. —Deberíamos ir a dormir, amor. Estoy agotada. Pero en lugar de soltarla, Enzo la sostuvo por la cintura y la atrajo más cerca, inclinándose hasta que sus labios quedaron a centímetros de los suyos. —Tengo otra idea… —susurró con voz ronca—. Podríamos seguir festejando nuestro aniversario en la ducha. Amatista abrió los ojos con sorpresa antes de reír suavemente. —Me encanta la idea —admitió, deslizando las manos por su pecho—. Pero prometeme que no extenderemos demasiado la celebración… o no voy a despertar mañana. Enzo sonrió de manera traviesa y la tomó de la mano, guiándola fuera de la habitación de los niños. —Eso… no puedo prometerlo, Gatita. Amatista soltó una risa baja mientras lo seguía, sintiendo cómo la expectativa de la noche aún no terminaba. El sonido del agua al caer llenaba el baño con un eco suave, creando un ambiente íntimo, casi hipnótico. El vapor comenzaba a nublar el gran espejo, mientras Amatista y Enzo se deshacían lentamente de la poca ropa que aún los cubría. Enzo la observaba con esa intensidad oscura y poseedora que siempre la había desarmado. No había prisa en sus movimientos, pero sí una certeza absoluta de lo que venía después. Amatista, con una sonrisa ligera y traviesa, dio un paso hacia atrás, internándose en la ducha, dejando que el agua caliente resbalara por su piel. Su cabello comenzó a humedecerse, las gotas trazaban caminos por sus curvas mientras ella lo miraba con descaro. —¿Vas a quedarte ahí mirándome o vas a unirte? La sonrisa de Enzo se ensanchó antes de avanzar sin titubeos. Su cuerpo, fuerte y marcado, se fundió con el suyo en cuanto la atrapó entre sus brazos, pegándola contra la pared de mármol cálido. El agua golpeaba sus espaldas, pero ellos estaban atrapados en otro tipo de calor. Sus manos recorrieron su cintura con lentitud antes de bajar por sus caderas, tomándose el tiempo de explorar cada centímetro de piel como si intentara memorizarla. Amatista exhaló con placer, sus uñas deslizándose por los músculos de su espalda mientras sus cuerpos se encontraban con una sincronía que no necesitaba palabras. Las gotas resbalaban entre ellos, pero la humedad más intensa no provenía del agua. Las respiraciones se volvieron irregulares, los movimientos más profundos, y en ese instante solo existía la sensación del otro. Las manos de Enzo la sujetaron con firmeza, guiándola con precisión, conociendo exactamente cómo hacerla perderse en él. El mármol frío detrás de su espalda contrastaba con el calor abrasador que se extendía entre ambos. El sonido del agua se mezcló con sus jadeos entrecortados, con el choque rítmico de piel contra piel, con la manera en que cada uno buscaba prolongar el placer sin apresurarlo. Cuando finalmente la intensidad alcanzó su punto máximo, Amatista inclinó la cabeza hacia atrás, sintiendo cómo su cuerpo se estremecía con la ola de sensaciones. Enzo la siguió segundos después, aferrándola contra él, asegurándose de que no existiera distancia entre sus cuerpos. El agua continuó cayendo sobre ellos, como si intentara apaciguar el fuego que habían desatado. Finalmente, Amatista dejó caer la cabeza contra su pecho, con los párpados pesados y la respiración aún agitada. Enzo pasó una mano por su espalda en un gesto posesivo antes de inclinarse para besar su hombro con lentitud. —Definitivamente, la mejor manera de terminar el día. Amatista soltó una risa baja y lo miró con diversión antes de apartarse solo lo suficiente para buscar la esponja con calma. —Y ahora, ya que estamos aquí… lávame el cabello. Enzo dejó escapar una carcajada ronca antes de tomar el champú. —Mimada —murmuró, pero con una sonrisa satisfecha en los labios. El agua siguió cayendo, envolviéndolos en un último momento de intimidad antes de que la noche finalmente los alcanzara. El agua seguía resbalando por sus cuerpos mientras Enzo enredaba sus dedos en el cabello de Amatista, masajeando su cuero cabelludo con movimientos firmes y lentos. Amatista cerró los ojos, disfrutando la sensación. —Si sigues así, me voy a dormir parada —murmuró con voz adormilada. Enzo sonrió con arrogancia, sin detenerse. —No sería la primera vez que te dejo sin fuerzas. Amatista abrió un ojo y le dio un leve codazo en el abdomen, aunque no tenía mucha fuerza después del encuentro de hace unos minutos. —Presumido. Enzo dejó escapar una risa baja antes de enjuagar el champú de su cabello. Luego, deslizó sus manos por su espalda con una ternura inusual en él, asegurándose de retirar cualquier rastro de espuma. Cuando terminaron, Amatista salió de la ducha envuelta en una toalla y caminó hasta el tocador. Se secó el cabello con calma mientras Enzo se ponía una bata negra y se apoyaba en el umbral de la puerta, observándola. —Deberías dormir, Gatita. Mañana tienes tu reunión en Lune. Amatista suspiró mientras terminaba de peinarse. —Lo sé. Y también iremos al club con los niños en la tarde. —Exactamente. Así que no me hagas despertarte a la fuerza. Amatista le lanzó una mirada desafiante a través del espejo. —¿Y qué harías? Enzo se apartó del umbral y caminó con calma hacia ella. Se inclinó hasta que su boca quedó cerca de su oído, su aliento cálido contra su piel. —No te gustaría averiguarlo. Amatista sintió un leve escalofrío recorrer su espalda, pero no se dejó intimidar. En cambio, se giró y apoyó las manos en su pecho, empujándolo suavemente hacia la cama. —Vení, amor. Vamos a dormir. Enzo sonrió con suficiencia y la dejó guiarlo. Se acomodaron en la cama, ella enredándose en su pecho con naturalidad, como si ese fuera el único lugar al que pertenecía. Enzo le besó la frente y apagó la lámpara de la mesita de noche. —Dulces sueños, Gatita. —Mmm… —fue lo único que Amatista murmuró antes de quedarse dormida en cuestión de segundos. Enzo la observó por un momento, disfrutando de la tranquilidad del momento. Luego, cerró los ojos, dejando que la madrugada los envolviera en un descanso merecido. El amanecer se filtraba a través de las cortinas de la habitación, bañando todo con una luz tenue y dorada. Enzo ya estaba despierto desde hacía un rato, recostado sobre un codo mientras observaba a Amatista, quien aún descansaba con total tranquilidad. Era una de las pocas veces en que podía verla completamente relajada, sin preocupaciones dibujadas en su rostro. Le encantaba cuando era perezosa. Pero, aunque disfrutaba ese momento, sabía que no podía dejarla dormir todo el día. Se inclinó y deslizó una mano por su cintura, acercándose lo suficiente para murmurarle al oído con su voz grave y adormilada: —Gatita, es hora de despertar. Amatista solo se removió ligeramente y enterró más el rostro en la almohada. Enzo sonrió con diversión antes de besarle el hombro. —Me encanta cuando sos perezosa… pero recordá que tenés una reunión. Amatista gruñó bajo y se cubrió la cabeza con la sábana. —Cinco minutos más… —No. Arriba —insistió Enzo con firmeza, pero sin perder el tono divertido. Ella suspiró resignada antes de estirarse con pereza. Se frotó los ojos y, finalmente, se incorporó con un bostezo. —Está bien, amor… ya estoy despierta. —Eso espero —respondió Enzo, dejando un último beso en su sien antes de levantarse junto con ella. Se vistieron con calma y bajaron a la sala principal, donde el aroma del café y el pan recién horneado impregnaban el ambiente. En el comedor, Alicia y Alessandra ya estaban sentadas, junto a Renata y Abraham, que jugaban en sus sillitas. —Buenos días —saludó Amatista con una sonrisa mientras se acercaba a besar a los niños en la cabeza. —Buenos días, dormilones —respondió Alessandra con diversión. —¿Cómo durmieron? —preguntó Alicia mientras servía café en una taza. —Muy bien —respondió Enzo, tomando asiento junto a Amatista. La conversación fluyó con naturalidad mientras todos desayunaban, hasta que Alessandra, visiblemente emocionada, comenzó a hablar con entusiasmo. —Hoy voy a ver universidades —anunció con una gran sonrisa—. Quiero empezar a prepararme para mi futuro. —Eso es excelente, Alessandra —dijo Amatista con sinceridad. Pero entonces, Alessandra la miró con brillo en los ojos y soltó su verdadera confesión. —Quiero estudiar diseño de joyas, como vos. Amatista parpadeó con sorpresa antes de sonreír. —¿De verdad? —Sí, me encanta lo que hacés. Siempre lo admiré —dijo Alessandra con emoción—. Quiero aprender de vos. Amatista pensó por un momento y, con una sonrisa cómplice, le ofreció: —Si realmente querés hacerlo, podés empezar con pasantías en Lune. Alessandra abrió los ojos con incredulidad. —¿Hablas en serio? —Por supuesto —respondió Amatista, estirando una mano para acariciarle la cabeza con ternura—. No hay nada que no haría por mi hermanita. Alessandra sonrió ampliamente, pero Amatista levantó un dedo en advertencia. —Pero eso sí… te voy a exigir al máximo. Tenemos que dejar el apellido Bourth en alto. Alessandra asintió con determinación. —¡No te voy a decepcionar! La emoción de Alessandra era palpable. Sus ojos brillaban con entusiasmo mientras imaginaba todo lo que vendría con su nueva oportunidad en Lune. —Bueno, entonces, cuando termines de visitar las universidades, pasá por la empresa y te presentaré al equipo —dijo Amatista, dándole un sorbo a su café. —¡Sí! —exclamó Alessandra con una sonrisa radiante. Luego miró a su madre—. ¡Mamá, ¿podés creerlo?! Alicia sonrió con ternura y le acarició la mejilla. —Claro que sí, hija. Estoy muy orgullosa de vos. Enzo, que hasta ese momento se mantenía en silencio, observando con una leve sonrisa de lado, finalmente habló: —Espero que estés lista, Alessandra. Amatista no se anda con juegos cuando se trata de trabajo. Alessandra bufó con confianza. —Puedo manejarlo. Amatista soltó una risa baja y cruzó una pierna sobre la otra, mirándola con diversión. —Eso ya lo veremos. El desayuno continuó con charlas amenas mientras Renata y Abraham jugaban con sus pequeños cubiertos, golpeando la mesa con entusiasmo. Cuando terminaron, Amatista se puso de pie y miró su teléfono. —Ya es hora. Tengo que ir a la reunión. Enzo también se levantó y la tomó de la cintura. —Te llevo. —No hace falta, amor. Puedo ir con el chofer. Enzo la miró fijamente. —No estoy preguntando, Gatita. Amatista rodó los ojos con una sonrisa. —Está bien. Vamos. Alessandra las observó con una sonrisa cómplice mientras Alicia negaba con la cabeza, divertida por la dinámica de ambos. —Nos vemos después —se despidió Amatista, dejando un beso en la frente de los niños antes de salir con Enzo. Amatista y Enzo se subieron a la camioneta, acomodándose con la naturalidad de quienes llevaban años compartiendo el mismo espacio. Enzo encendió el motor y dirigió la camioneta hacia la salida de la mansión, pero mientras conducía, no pudo evitar notar la expresión pensativa de Amatista. Ella estaba mirando por la ventana, jugando distraídamente con los anillos en sus dedos, como si estuviera debatiendo internamente si decir algo o no. Con una sonrisa de lado, Enzo aprovechó un semáforo para girarse un poco hacia ella. —Gatita, si vas a pedirme algo, mejor decímelo de una vez. Amatista lo miró de reojo, fingiendo desinterés. —¿Quién dice que quiero pedirte algo? —Te conozco. Lo estás pensando demasiado —afirmó con seguridad—. Decime qué es. Amatista suspiró, cruzó las piernas y finalmente lo soltó: —Quiero sacar el registro de conducir y comprar un auto. Enzo arqueó una ceja, claramente interesado. —¿Y por qué ahora? —Porque ya es hora —respondió con simpleza—. Manejar sin registro no es la mejor idea, y tampoco puedo depender de que siempre haya alguien que me lleve. Enzo dejó escapar una risa baja, recordando todas las veces que ella había conducido sin permiso, la mayoría de las veces escapando de él o llevándolo al borde de la paciencia. —Está bien. Te ayudaré. Amatista sonrió, satisfecha. —Gracias, amor. Pero necesito que me ayudes en serio. Aunque ya manejé antes, quiero practicar más para el examen. Además, no sé nada de autos, así que quiero que me acompañes a comprar uno. Enzo asintió sin dudar. —El fin de semana iremos a la mansión del campo. Practicarás todo lo que necesites y estudiaremos para el examen. Cuando lo apruebes, compraremos el auto. —Me parece perfecto —dijo Amatista, relajándose en el asiento. Pero entonces, Enzo desvió la mirada de la carretera para observarla con una sonrisa astuta. —Solo hay una condición. —¿Cuál? —preguntó ella, con desconfianza. —Yo pago el auto. Amatista soltó una carcajada divertida. —Eso ya lo tenía contado, amor. Ahora que legalmente soy tu esposa, tenés que complacer todos mis caprichos. Enzo entrecerró los ojos, su sonrisa volviéndose aún más marcada. —Cada capricho que mi esposa desee será cumplido… o voy a dejar de llamarte Gatita. Amatista le lanzó una mirada fingidamente ofendida. —Eso sería una amenaza muy seria, Bourth. —No es una amenaza, es un trato —murmuró Enzo, con ese tono bajo y provocador que siempre la hacía temblar. Amatista se rió suavemente, pero su mente no pudo evitar recordar algo. Cada vez que Enzo intentó enseñarle a manejar, habían terminado teniendo intimidad en el auto. Lo miró de reojo y mordió su labio, imaginando cómo iba a terminar todo esto cuando estuvieran en la mansión del campo. —No sé si esto es una buena idea —murmuró, fingiendo estar pensativa. Enzo notó su expresión y dejó escapar una carcajada baja y peligrosa. —Demasiado tarde, Gatita. Ahora vas a aprender a manejar… y yo me voy a encargar de que esta vez, realmente sea una lección. Amatista rió, sin creerse ni por un segundo sus palabras. Porque ambos sabían exactamente cómo iba a terminar todo.
Ajustes
Fondo
Tamaño de letra
-18
Desbloquear el siguiente capítulo automáticamente
Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
Añadir a mi biblioteca
Joyread Español
FINLINKER TECHNOLOGY LIMITED
69 ABERDEEN AVENUE CAMBRIDGE ENGLAND CB2 8DL
Copyright © Joyread. Todos los derechos reservados