Capítulo 110 Jugando con el poder

La tarde comenzaba a ceder ante la penumbra del atardecer, y el club de golf se llenaba de una atmósfera solemne, donde los grandes negocios se tejían entre conversaciones tensas y miradas calculadoras. Enzo, sentado al final de la larga mesa, observaba la reunión con una expresión tan fría como las paredes de la mansión que aún gobernaba. A su alrededor, hombres de poder —Massimo, Mateo, Paolo, Emilio, Santino y Albertina— intercambiaban opiniones sobre los próximos pasos en un proyecto que no solo involucraba dinero, sino prestigio. El tema del día era la renovación de un antiguo edificio que se encontraba en el centro de la ciudad. Santino, como siempre, fue el primero en hablar con su tono firme pero diplomático. —La estructura está en condiciones cuestionables —comentó, mirando los planos sobre la mesa—. No es el mejor lugar para una inversión, pero con algunas reformas podríamos salvarla. Enzo desvió la mirada hacia el plano, apenas interesado. No estaba buscando soluciones a medias, ni compromisos. Sabía lo que quería. —Reformarla no sirve —respondió con una frialdad que heló la habitación—. Derribamos todo y construimos de nuevo. Algo exclusivo, algo que refleje nuestra visión. Un edificio que sea una declaración de lo que somos, no una reconstrucción de lo que fue. Santino levantó una ceja, sopesando las palabras de Enzo, mientras Emilio y los demás escuchaban en silencio. —Eso aumentaría los costos significativamente —comentó Santino, consciente de las implicaciones financieras. Enzo no tardó en dejar claro lo que pensaba. —El dinero no es un problema —sentenció con voz grave y tajante—. Lo que importa es lo que dejemos atrás y lo que construyamos a partir de ahora. Eso tiene que ser único. Algo que sea nuestro, sin concesiones. Hubo una pausa mientras los demás intercambiaban miradas de aprobación. Ninguno se atrevió a desafiar la propuesta. Paolo y Mateo, siempre leales a Enzo, asintieron casi al unísono, compartiendo la visión de crear algo que dejara huella, no solo por el dinero, sino por la exclusividad que podrían imponer. Pero mientras los hombres discutían sobre costos y detalles, había una presencia que no pasaba desapercibida: Albertina. Su mirada no se apartaba de Enzo, con una mezcla de fascinación y deseo en los ojos. A cada palabra que él pronunciaba, ella lo observaba con un interés casi palpable. Para ella, no era solo el negocio lo que la atraía, sino la figura de Enzo, su control absoluto, su dominio sobre cada situación. Había algo en él que la deslumbraba, y sin duda, estaba dispuesta a acercarse lo suficiente para conseguir lo que deseaba. Cuando la reunión concluyó y los demás comenzaron a levantarse, Albertina no hizo movimiento de irse. En lugar de eso, se quedó atrás, acercándose lentamente a Enzo, quien ya comenzaba a guardar sus documentos, indiferente a la atención que había capturado. —Tu control en estos asuntos es impresionante —dijo con una sonrisa cargada de admiración, su tono suave y melódico. Enzo la miró sin una pizca de emoción, su rostro implacable. —Gracias —respondió cortante, sin siquiera levantarse—. Pero el control es solo parte del juego. Albertina, sin intimidarse por la frialdad de Enzo, dio un paso más cerca, su perfume envolvente llenando el espacio entre ambos. —Me gustaría aprender más de ti —dijo, su voz apenas un susurro, como si intentara seducir no solo a su mente, sino a su voluntad. Enzo la observó con una leve ceja alzada, como si estuviera evaluando si valía la pena perder el tiempo. Un silencio pesado se instaló entre ellos, antes de que Enzo, con un gesto casi impersonal, hablara. —Acompáñame esta noche —dijo de forma fría, pero firme—. Cena, solo nosotros dos. A las nueve. Albertina se quedó un segundo en silencio, como si procesara la invitación. En ese tiempo, su sonrisa se expandió, satisfecha, mientras sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y desafío. Había logrado lo que quería: captar la atención de Enzo. Y no pensaba dejarlo ir tan fácilmente. Mientras ambos se alejaban, Emilio y Massimo, que habían permanecido en la sala, se miraron de reojo. Sabían perfectamente que lo que había sucedido no era un simple juego de negocios. Enzo había dejado claro que se disponía a ocupar a alguien en su vida para reemplazar a Amatista. Sin embargo, lo que no esperaban era que fuera tan rápido. Massimo, con su característica mirada perspicaz, no pudo evitar comentar. —Parece que Enzo no pierde el tiempo. Emilio asintió, observando cómo Enzo y Albertina se retiraban hacia la salida, una imagen de control y poder. Pero en el fondo, ambos sabían que las cosas con Amatista no estaban tan cerradas como Enzo pensaba. Y este nuevo interés de Enzo, tan evidente y tan superficial, no iba a ser más que una distracción por lo que realmente le inquietaba. Mientras tanto, Albertina caminaba junto a Enzo, disfrutando de la idea de que la cena no era solo un compromiso de negocios. Ella sabía lo que quería, y estaba dispuesta a conseguirlo. Y Enzo, tan distante, tan calculador, no parecía tener intenciones de negárselo. Mientras Enzo preparaba cuidadosamente su próxima jugada, lejos del exclusivo club de golf, Amatista, Santiago y Alejo exploraban un pequeño edificio en un barrio tranquilo de la ciudad. Era un lugar modesto, con paredes que evidenciaban los años y un techo que necesitaba algunas reparaciones. A pesar de todo, tenía un aire acogedor que los tres podían ver como el inicio de algo prometedor. —No es perfecto, pero creo que podría funcionar —comentó Alejo, pasando la mano por una pared, como evaluando la estructura. Amatista, de pie en el centro de lo que sería la oficina principal, observaba a su alrededor con ojos soñadores, ya visualizando cómo ese espacio cobraría vida con su primera colección. —Estoy de acuerdo —dijo ella, su voz llena de una mezcla de ilusión y nerviosismo—. No necesitamos algo lujoso ahora. Lo importante es que podamos empezar y usar el capital para los diseños. Santiago, con las manos en los bolsillos y una sonrisa tranquila, asintió. —Sí, además, este lugar tiene su encanto. Y con un poco de trabajo, puede ser exactamente lo que necesitamos. El nombre de su nueva empresa, Lune, ya estaba decidido. Había algo en ese nombre que resonaba con todos ellos: la luna como símbolo de elegancia, misterio y renacimiento. Para Amatista, representaba el comienzo de una nueva etapa en su vida, algo que construía por sí misma. Sin embargo, justo cuando empezaban a discutir sobre los detalles prácticos del contrato, el teléfono de Santiago vibró en su bolsillo. Se apartó un poco para responder. —¿Ethan? —dijo, con cierta sorpresa en su tono. Amatista y Alejo intercambiaron miradas, curiosos. Desde su posición, podían escuchar la voz de Santiago, aunque no distinguían las palabras exactas de quien estaba al otro lado de la llamada. —¿En serio? —respondió Santiago, con evidente interés—. Sí, claro, mándame la ubicación. Podemos ir ahora mismo. Cuando colgó, volvió hacia los otros dos con una expresión que mezclaba emoción y expectativa. —Parece que hay otra opción —les dijo—. Ethan, un contacto que tengo, me habló de un edificio bien equipado que está disponible de inmediato. Podríamos verlo hoy. —¿Y cómo es? —preguntó Amatista, con una mezcla de curiosidad y prudencia. —No tengo muchos detalles, pero si está tan equipado como dice, puede ahorrarnos mucho dinero al principio. Vale la pena echarle un vistazo. Alejo y Amatista asintieron, confiando en el juicio de Santiago. Era evidente que él quería lo mejor para Lune, y su entusiasmo era contagioso. —Entonces vayamos —dijo Amatista—. No perdemos nada con mirar. En otro rincón de la ciudad, Ethan guardó su teléfono en el bolsillo mientras alzaba la vista hacia Enzo, que estaba sentado al otro lado del escritorio en la oficina principal de su inmobiliaria. El espacio estaba impecablemente ordenado, con muebles modernos y grandes ventanales que dejaban entrar la luz de la tarde, aunque el ambiente dentro seguía siendo opresivo bajo la mirada fría de Enzo. —Está hecho —dijo Ethan, intentando mantener la compostura—. Santiago y su grupo van a ver el lugar. Parecen interesados, pero aún no puedo garantizar que lo acepten. Enzo inclinó la cabeza ligeramente, sus ojos afilados como navajas. El silencio que siguió fue más pesado que cualquier palabra, hasta que finalmente habló, con su tono bajo y calculador. —No parece suficiente, Ethan. Necesito más que interés. Necesito que lo acepten, sin dudas y sin reservas. Ethan tragó saliva, sintiendo cómo la temperatura de la habitación parecía bajar unos grados. Aunque estaba acostumbrado a tratar con clientes exigentes, Enzo era otra cosa. Este no era un hombre al que se pudiera satisfacer con promesas vacías. —Entiendo, señor Bourth —respondió rápidamente—. Haré todo lo necesario. Puedo ajustar las condiciones, quizás una rebaja en el alquiler o un periodo de prueba. Lo que haga falta para que firmen. Enzo, con un leve movimiento de su cabeza, se acomodó en el respaldo de la silla, cruzando las piernas con un aire de control absoluto. —Eso es mejor. Pero no quiero que piensen que es una oportunidad demasiado buena para ser verdad. Asegúrate de presentar todo como si fuera su elección, no una concesión. Quiero que crean que encontraron el lugar perfecto por sí mismos. —Por supuesto —contestó Ethan, apresurándose a anotar mentalmente cada instrucción. —Y una cosa más —continuó Enzo, inclinándose hacia adelante, con los codos apoyados en las rodillas—. Bajo ninguna circunstancia deben saber que estoy detrás de esto. Ni Santiago, ni Amatista, ni nadie. Si sospechan algo, será tu responsabilidad. Ethan asintió rápidamente, aunque sentía cómo una gota de sudor le resbalaba por la sien. —Entendido, señor Bourth. Haré que funcione. Enzo observó a Ethan durante un largo momento, evaluándolo como un jugador que analiza cada ficha en el tablero antes de hacer su movimiento final. —Espero que así sea. No estoy interesado en excusas, solo en resultados. Con esas palabras, se levantó, ajustándose la chaqueta con movimientos precisos y elegantes. Su presencia dominaba la oficina, y su salida fue igual de imponente, dejando tras de sí un aire de tensión que parecía impregnarse en las paredes. Ethan se dejó caer en su silla apenas la puerta se cerró. Sabía que estaba jugando un juego peligroso, pero también sabía que no había opción. Con Enzo Bourth, o cumplías sus órdenes o enfrentabas las consecuencias. Y él no tenía ninguna intención de averiguar cómo se veían esas consecuencias. La tarde avanzaba cuando Amatista y Santiago llegaron al lugar indicado por Ethan. Desde afuera, el edificio ya mostraba su elegancia. Las líneas modernas y los acabados impecables lo destacaban entre las demás construcciones de la zona. Al cruzar las puertas de vidrio, ambos quedaron impresionados con lo que encontraron. El vestíbulo, amplio y luminoso, daba paso a un taller completamente equipado, con máquinas de última generación y estaciones de trabajo perfectamente organizadas. En el segundo piso, las oficinas estaban impecablemente amuebladas, con salas de reuniones que parecían listas para recibir a los más exigentes clientes. Santiago estaba encantado. Sus ojos brillaban mientras inspeccionaba cada detalle. —Esto es increíble, Amatista. Todo está listo para empezar, no podríamos haber encontrado un lugar mejor. Sin embargo, Amatista se quedó en silencio, observando a su alrededor con una expresión seria. Algo en todo esto no le cuadraba. —Es demasiado bueno para ser cierto —dijo finalmente, rompiendo el entusiasmo de Santiago. Ethan, que los acompañaba, se apresuró a intervenir, mostrando su mejor sonrisa de vendedor. —Entiendo que pueda parecer sorprendente, pero los dueños son una pareja de personas mayores que prefieren tener el lugar ocupado a que se deteriore o lo vandalicen. El precio reducido es su manera de garantizar que alguien lo utilice de inmediato. Santiago asintió, aceptando la explicación con facilidad. —A veces pasa, Amatista. Hay personas que tienen tanto dinero que no se preocupan por estas cosas. Prefieren mantener sus propiedades en uso. Amatista lo miró con escepticismo. —Lo entiendo, pero aun así... este lugar es perfecto. La ubicación, el taller completamente equipado, y todo parece ser nuevo. ¿Por qué lo alquilarían tan barato? Ethan se esforzó por mantener la calma, aunque claramente estaba nervioso. —Si quieren, puedo organizar una reunión con los dueños. Así pueden hablar directamente con ellos y aclarar cualquier duda. Santiago sonrió tranquilizadoramente y tomó a Amatista del brazo para apartarla un poco, alejándola de Ethan. —Mira, entiendo tus dudas, pero creo que deberíamos aprovechar esta oportunidad. Si firmamos el contrato y luego notamos algo raro, simplemente lo rompemos y nos largamos. Pero sería una lástima dejar pasar algo así. Amatista bajó la mirada, aún pensativa. Sus instintos le decían que algo estaba fuera de lugar, pero la lógica de Santiago tenía sentido. —Está bien —suspiró finalmente—. Pero no quiero que firmemos nada hoy. Quiero leer el contrato con calma antes de tomar una decisión. —Por supuesto, tú mandas —respondió Santiago con una sonrisa, aliviado. Cuando regresaron junto a Ethan, Amatista anunció su decisión. —Aceptaremos, pero primero queremos revisar el contrato en detalle. Ethan asintió rápidamente, su alivio apenas perceptible. —Por supuesto. Les enviaré el contrato esta misma noche para que lo revisen con calma. Estoy seguro de que estarán satisfechos. Amatista echó un último vistazo al lugar antes de salir. Aunque el acuerdo parecía perfecto, no podía sacudirse la sensación de que había algo más detrás de todo esto. Cuando Amatista y Santiago se despidieron de Ethan, este les devolvió el gesto con una sonrisa profesional, asegurándoles que el contrato estaría en sus manos esa misma noche. Santiago, aún emocionado, agradeció varias veces mientras conducía a Amatista hacia la salida. —Gracias por todo, Ethan. Estoy seguro de que este será el comienzo de algo increíble —dijo Santiago antes de girarse para seguir a Amatista, quien caminaba con pasos calculados, todavía analizando todo lo que habían visto. Una vez que la pareja estuvo fuera de vista, la sonrisa de Ethan se desvaneció. Cerró la puerta principal con un chasquido seco y sacó su teléfono. Marcó un número rápidamente y esperó, caminando de un lado a otro en el lujoso vestíbulo. —¿Sí? —La voz de Enzo Bourth se escuchó del otro lado, firme y directa. —Ya se fueron. Revisarán el contrato y, con suerte, lo firmarán pronto —informó Ethan, manteniendo el tono profesional. —¿Hubo algún problema? —preguntó Enzo con una calma calculada, pero con un trasfondo de interés. —Amatista se mostró desconfiada, señor. Parece que no es fácil de convencer. Mencionó que el precio, la maquinaria nueva y la ubicación le parecían demasiado buenos para ser reales. Por un momento pensé que rechazarían la oferta. Enzo dejó escapar una breve exhalación, casi una risa seca. —Eso suena a ella. Siempre analizando todo, siempre buscando lo que está oculto. ¿Lograste calmar sus dudas? —Parcialmente, señor. Le dije que los dueños eran personas mayores que preferían alquilar barato antes de que el lugar se deteriorara. Santiago pareció comprar la historia, pero Amatista aún tiene reservas. No firmaron de inmediato, quieren leer el contrato primero. —Bien. Que lo lean. No hay nada en el contrato que los haga sospechar de mi implicación —respondió Enzo con tono cortante. Hizo una pausa breve y luego añadió—. Asegúrate de que acepten, Ethan. No hay margen para errores. —Lo entiendo, señor. Haré lo necesario. —Y recuerda —dijo Enzo, su tono más frío que antes—, nadie debe saber que estoy detrás de esto. Si algo se filtra, será tu responsabilidad. —No se preocupe, señor Bourth. Todo está bajo control. Enzo no respondió, solo colgó. Ethan observó el edificio una última vez antes de cerrar la puerta principal con un leve golpe. Su mirada se desvió por la fachada elegante y las grandes ventanas que reflejaban el cielo despejado, todo tan impecable y ordenado, que resultaba casi irreal. Su mente, siempre alerta, no podía evitar la sensación incómoda que lo acechaba desde que había entrado allí por primera vez. —Es difícil no desconfiar... esto parece tan perfecto —murmuró para sí mismo, sus ojos recorriendo una vez más los detalles de la estructura.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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