Capítulo 26 Entre el amor y el control

La tarde avanzaba en la mansión del campo, envuelta en un aire de calma poco usual para el estilo de vida de Enzo Bourth. Sentado en el sofá, Enzo observaba a Amatista mientras ella recogía los restos del almuerzo que él apenas había podido terminar, más por insistencia de ella que por apetito propio. —Gatita, no hace falta que hagas todo por mí —dijo con una voz que, aunque recuperaba su firmeza habitual, todavía tenía un deje de cansancio. Amatista, ignorando su comentario, dejó el tazón vacío sobre la bandeja y lo miró con una sonrisa suave. —Amor, no empiezas. ¿Qué ganamos con que te pongas terco? —respondió mientras se sentaba a su lado, acomodándole el cabello. Enzo suspiró, apoyando la cabeza contra el respaldo del sofá. No podía evitar sonreír al escuchar ese tono dulce y protector en la voz de Amatista. Ella era su refugio, pero su naturaleza dominante lo empujaba a recuperar el control. Sin embargo, con Amatista, todo era diferente; era la única persona que podía desafiarlo sin temor, y eso lo desarmaba por completo. —Está bien, gatita, como quieras. Pero sabes que no puedes tenerme así por mucho tiempo. Todavía hay demasiadas cosas que hacer —murmuró, cerrando los ojos por un momento. Amatista rió suavemente y se inclinó hacia él, dejando un beso en su frente. —Tú lo que necesitas es descansar y dejar de preocuparte por todo. Por ahora, soy yo quien manda, ¿de acuerdo? Enzo abrió un ojo, observándola con esa mezcla de diversión y adoración que solo ella podía inspirarle. —Lo que tú digas, gatita. En el otro extremo del espectro de emociones, Daphne estaba sumida en una tormenta personal en la mansión Bourth. Encerrada en su habitación, caminaba de un lado a otro con una mezcla de frustración y determinación. —¿Gatita? ¿Quién demonios es esa? —murmuró para sí misma, con el ceño fruncido y la mandíbula apretada. Había pasado la noche anterior enfurecida. Enzo no solo la había dejado sola, sino que había sido evidente que algo, o mejor dicho, alguien, ocupaba su mente. Aunque su "compromiso" con Enzo era solo una fachada, Daphne estaba decidida a mantener su lugar en la familia Bourth, sin importar el costo. —Nadie aquí me dirá nada. Ni Alicia, ni Alessandra, ni Roque. Mucho menos Enzo —se dijo, cruzándose de brazos mientras intentaba planear su siguiente movimiento. Daphne sabía que tenía que ser inteligente. La única opción viable era dirigirse a los guardias, quienes siempre parecían estar al tanto de lo que sucedía en los rincones más privados de las propiedades Bourth. —Si logro convencer a alguno de ellos, podré descubrir quién es esa tal "gatita". Y cuando lo haga, me aseguraré de que no vuelva a interponerse —susurró, sonriendo con malicia al observar su reflejo en el espejo. Convencida de su plan, se sentó frente a su tocador, arreglándose con esmero para asegurarse de que ningún hombre pudiera resistirse a su encanto. Mientras tanto, en el despacho de Emilio, un grupo de hombres se encontraba reunido para discutir negocios. Emilio, Paolo, Mateo y Massimo estaban cómodamente instalados en sillones de cuero, con copas de whisky y cigarros que llenaban el ambiente con un aire informal, casi festivo. —Entonces, ¿qué piensan de nuestra nueva adquisición? —preguntó Emilio, refiriéndose a la compra de un lote estratégico que abriría nuevas oportunidades para el grupo. —Es un movimiento brillante, como siempre. Pero tengo que decir que hay algo que me intriga más que los terrenos —dijo Paolo, apoyándose en el respaldo de su silla con una sonrisa divertida. —Déjame adivinar, "gatita" —intervino Mateo, provocando risas en los demás. Massimo asintió, levantando su vaso como si brindara. —No puedo creer que Enzo haya pronunciado esa palabra. Y lo más sorprendente es que, por lo visto, quien sea esta "gatita", lo tiene completamente controlado. —Controlado no creo —respondió Emilio, con una sonrisa astuta—. Pero definitivamente influenciado. ¿Cuándo fue la última vez que vieron a Enzo aceptar órdenes de alguien? —Nunca —respondió Paolo sin dudar—. Pero, por lo que vimos esta mañana, parece que la cosa ha cambiado. Y honestamente, no creo que eso sea malo. Ese hombre necesita relajarse, aunque sea un poco. La conversación continuó, llenándose de bromas y especulaciones. —Lo que es seguro es que Daphne no es "gatita". ¿Vieron cómo la ignoró en la fiesta? —agregó Mateo, riendo mientras los demás asentían. —Tal vez sea alguien fuera del círculo. ¿Una nueva adquisición, tal vez? —sugirió Massimo, provocando carcajadas. Aunque ninguno de los hombres tenía idea de quién era "gatita", todos coincidían en que la influencia que ejercía sobre Enzo parecía ser positiva. De vuelta en la mansión del campo, Amatista había terminado de limpiar el baño y ahora se encontraba con Enzo en el sofá. Él estaba recostado, con la cabeza apoyada en sus piernas, mientras ella le acariciaba el cabello con movimientos suaves y rítmicos. —Amor, creo que ya no tienes fiebre —murmuró Amatista, colocando la mano en su frente para confirmar. —Te lo dije, gatita. Estoy bien —respondió él, aunque no hizo ningún intento por moverse de su posición. Amatista lo miró con una sonrisa. Sabía que, aunque Enzo insistiera en recuperar el control, disfrutaba de esos momentos en los que podía dejarse cuidar por ella. —Eso no significa que ya puedas volver a tus cosas. Necesitas descansar un poco más para no recaer. Enzo suspiró, cerrando los ojos mientras sentía las caricias de Amatista en su cabello. —No puedo quedarme mucho más tiempo aquí, gatita. Hay cosas que necesitan mi atención. Amatista dejó escapar una risa suave y juguetona. —Amor, sé que crees que el mundo no puede girar sin ti, pero te aseguro que un día más de descanso no lo va a detener. Aunque Enzo quería refutarla, sabía que Amatista tenía razón. La fiebre lo había debilitado más de lo que quería admitir, y esos momentos de tranquilidad con ella eran un lujo que rara vez podía permitirse. —Está bien, gatita. Pero solo porque tú lo dices. Amatista sonrió, inclinándose para besar su frente antes de continuar acariciándolo. Enzo cerró los ojos de nuevo, dejándose llevar por el confort que solo Amatista podía brindarle. Por un momento, todos sus problemas quedaron en segundo plano, reemplazados por la certeza de que, pase lo que pase, siempre tendría a su gatita a su lado. La noche había llegado, cubriendo la mansión del campo con su habitual calma. El aroma del guiso que Amatista preparaba en la cocina llenaba cada rincón, una mezcla cálida que prometía recuperar a Enzo por completo. A pesar de su recuperación, Enzo permanecía en el sofá, dejando que su cuerpo aún debilitado descansara. Pero su mente no tenía esa misma pausa. Desde su lugar, sus ojos seguían cada movimiento de Amatista. Observaba cómo el fuego de la cocina iluminaba su rostro concentrado, cómo su amor y dedicación hacia él se reflejaban en cada detalle de lo que hacía. Pero esa dulzura también lo golpeaba con la fuerza de la culpa. Recordó las veces que le había mentido. Le había prometido sacarla de la mansión del campo, pero en el fondo sabía que nunca quiso hacerlo. También pensó en Daniel, el hombre al que Amatista sabía que era su padre pero que nunca había conocido. Le había dicho que lo estaba buscando, pero no era más que otra de sus mentiras para evitar preguntas difíciles. Esa noche, sin embargo, algo en él cambió. Una decisión se forjó en su mente. Haría lo necesario para darle a Amatista aquello que merecía. No sólo la felicidad que ella buscaba, sino también la seguridad de que su vida seguiría siendo suya. Contactaría a Daniel, pero bajo sus términos. Se aseguraría de que el hombre entendiera que Amatista pertenecía a él, y que no toleraría ningún intento de alejarla de su lado. La determinación también se trasladó a sus planes. El proyecto del casino debía avanzar más rápido. El poder y la lealtad de todos sus socios serían fundamentales para garantizar que nadie se atreviera a cuestionar o poner en riesgo el lugar de Amatista en su vida. Perdido en estos pensamientos, Enzo fue sacado de su ensimismamiento cuando sintió el peso de Amatista acomodándose sobre sus piernas. Su mirada clara y una sonrisa suave lo devolvieron al presente. —Amor, ¿en qué piensas? Estás muy callado —preguntó mientras acariciaba con suavidad el cabello de Enzo, un gesto que le transmitía calma. Enzo la miró, su mano encontrando su rostro con ternura. —Nada, gatita… Sólo pensaba en lo hermosa que te ves esta noche —respondió con sinceridad, su voz baja, pero cargada de emociones. Amatista soltó una risa suave y dejó un beso ligero sobre sus labios. Pero Enzo no podía conformarse con tan poco. Su mano se deslizó por la cintura de Amatista, atrayéndola hacia él, y su beso se volvió más profundo, apasionado. Era su forma de recordarle a ella, y a sí mismo, que era todo lo que necesitaba. Mientras sus manos exploraban las piernas de Amatista, ella se apartó un momento, riendo suavemente. —Amor… estoy en mi periodo, ¿lo olvidaste? —dijo con una mezcla de diversión y ternura. Enzo esbozó una pequeña sonrisa, acariciando su mejilla. —Lo olvidé, gatita. Pero no quita que quiera tenerte cerca —dijo con sinceridad, su tono bajo y posesivo. Amatista se levantó con una sonrisa, arreglando su ropa antes de regresar a la cocina. —Deberías pensar más en cenar que en distraerme, lobito —bromeó, pero su voz delataba que estaba disfrutando de su atención. Enzo no tardó en seguirla. Se acercó detrás de ella mientras terminaba de cortar unas verduras, y sus manos se posaron suavemente en su cintura. —¿Quién dice que no puedo hacer ambas cosas? —murmuró contra su cuello antes de dejar un rastro de besos que bajaron hasta sus hombros. Amatista lo miró de reojo, divertida pero con una advertencia suave en su tono. —Si sigues así, no habrá cena. Y necesitas descansar para terminar de recuperarte. En la mansión Bourth, Daphne estaba encerrada en su habitación, pero su mente trabajaba a toda máquina. Su enojo por la actitud distante de Enzo y las referencias a la misteriosa "gatita" en los últimos días no hacían más que aumentar su obsesión por obtener respuestas. No podía perder su lugar, aunque fuera como la falsa prometida de Enzo. Estaba segura de que, con tiempo y estrategia, podría ganar su atención y desplazar a esa tal "gatita". Tras un rato de deliberación, decidió que no podía ir directamente a Enzo, ni a Roque o a las hermanas Alicia y Alessandra. Era obvio que ninguno de ellos diría una palabra. En cambio, optó por observar a los guardias. Ellos podían ser más vulnerables, y Daphne confiaba en sus habilidades para manipular. Después de pasar la tarde evaluándolos, sus ojos se detuvieron en Carlos, un hombre de unos cuarenta años, serio y de apariencia reservada. Era un reto, pero Daphne estaba convencida de que con un enfoque sutil y coqueto, podría hacerlo hablar. En el patio trasero, aprovechó la tranquilidad de la noche para acercarse a él con una sonrisa ligera. —Carlos, ¿siempre eres tan serio? —preguntó, jugueteando con un mechón de su cabello mientras adoptaba una pose casual. El hombre la miró con cierta desconfianza, pero respondió de manera cortés. —Hago lo que se me asigna, señorita. Daphne rió suavemente. —Y lo haces muy bien, no lo dudo. Pero debe ser aburrido pasar tanto tiempo vigilando. Yo estoy aburrida… ¿y tú? Carlos no respondió de inmediato, aunque su postura rígida se relajó ligeramente. Daphne aprovechó para seguir lanzando comentarios inofensivos, una conversación trivial diseñada para romper cualquier barrera. Después de un rato, Daphne decidió dejarlo ahí. Sabía que tenía que avanzar con cuidado. —Espero que podamos hablar más tarde. Me hace bien charlar un rato —dijo con una sonrisa encantadora antes de marcharse, satisfecha con su progreso inicial. De vuelta en la mansión del campo, la cena estaba lista. Amatista sirvió los platos con una dedicación que Enzo observaba con una mezcla de ternura y orgullo. No podía evitar pensar en lo afortunado que era de tenerla. Mientras cenaban, Enzo mantenía sus ojos puestos en ella, sus pensamientos girando en torno a su plan. Daniel aparecería en sus vidas pronto, pero sería bajo las reglas de Enzo. Nadie iba a quitarle a Amatista. Al contrario, este paso sería una prueba más de que podía darle todo lo que ella necesitaba sin perder el control que siempre había ejercido.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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