Español

Capítulo 190 Sorpresas en la mañana

El amanecer apenas asomaba cuando Amatista despertó con una punzada de hambre. Se estiró en la cama y giró un poco para ver a Enzo aún dormido a su lado. Se veía relajado, su respiración era pausada, y por primera vez en días, no tenía el ceño fruncido. Lo observó un momento, con una ligera sonrisa, y luego intentó moverse con cuidado para no despertarlo. Sin embargo, Enzo soltó un gruñido somnoliento y, sin abrir los ojos, murmuró: —Gatita, vuelve a la cama… —Tengo hambre —respondió ella en un susurro, acariciándole el cabello. —Cinco minutos más… —pidió él con voz ronca. Amatista rodó los ojos, divertida, y le dejó un beso en la mejilla antes de levantarse. Se puso una bata ligera y salió de la habitación en busca de algo para comer. Bajó las escaleras con calma, ajustándose la bata mientras avanzaba por el pasillo hasta la cocina. Sin embargo, antes de llegar, se detuvo al notar que Alan, Joel y Facundo estaban cerca de una de las habitaciones, murmurando entre ellos con evidente diversión. Frunció el ceño, curiosa, y se acercó. —¿Qué hacen tan temprano? —preguntó, cruzándose de brazos. Alan giró con una sonrisa socarrona. —Dentro de la habitación están teniendo un encuentro apasionado —dijo en tono burlón—. Pensamos que eran tú y Enzo. Amatista arqueó una ceja, incrédula. —¿Y qué, se quedaron a escuchar? Joel se encogió de hombros, divertido. —No nos culpes, los sonidos son bastante claros. En ese momento, un gemido más fuerte traspasó la puerta, y los cuatro casi al mismo tiempo dijeron: —¡Emilio! Alan, Joel y Facundo se miraron entre sí, conteniendo la risa. Amatista parpadeó y luego sonrió con diversión. —Apuesto que está con Samara. —¿Quieres apostar? —preguntó Joel, con una sonrisa traviesa. —No, gracias —respondió Amatista, riéndose—. Muero de hambre. Pero cuando terminen, quiero que me cuenten si acerté. Los tres hombres rieron mientras la observaban alejarse rumbo a la cocina, dejando la incógnita en el aire sobre lo que sucedía dentro de la habitación. Amatista tomó un par de rebanadas de pan y las puso en la tostadora mientras sacaba algo de mermelada. Luego, puso en marcha la cafetera, aunque ella no bebía café. Sabía que en cualquier momento los hombres bajarían con la primicia del día, y no se equivocaba. Apenas unos minutos después, Alan, Joel y Facundo entraron a la cocina, todavía riéndose entre ellos. —Aunque no quisiste apostar, te daremos la primicia —anunció Alan con una sonrisa divertida. —Efectivamente, era Samara —agregó Joel, tomando asiento. Amatista, sin sorprenderse, dejó escapar una risa ligera mientras servía el café. —Lo sabía. —Entonces, si tienes tan buen ojo, consígueme una conquista —dijo Joel, alzando una ceja con falsa seriedad. Amatista negó con la cabeza, riéndose. —Lo siento, pero no hago milagros. Todos rieron con la respuesta, mientras Amatista servía las tazas de café y les pasaba una a cada uno. —¿Creen que sea algo serio? —preguntó Alan, apoyando el codo en la mesa con interés. —Nah —respondió Facundo, encogiéndose de hombros. —Lo dudo mucho —añadió Joel. Amatista, sin embargo, se encogió de hombros con una pequeña sonrisa. —Creo que Emilio lo intentará, pero todo dependerá de Samara. Los hombres se miraron entre sí, divertidos, hasta que estallaron en carcajadas. Fue en ese momento que la puerta de la cocina se abrió, y Emilio apareció con el cabello algo desordenado y una evidente marca en el cuello. —¿Se puede saber qué hacían en la puerta de la habitación? —preguntó, cruzándose de brazos con fingida indignación. Amatista le sirvió una taza de café y le extendió la mano con una sonrisa traviesa. —Toma, para que se te pase el mal genio. Emilio tomó la taza y, justo cuando iba a dar un sorbo, Amatista soltó una carcajada. —Samara te dejó marca. Todos giraron para ver la mancha rojiza en el cuello de Emilio. Alan, Joel y Facundo se rieron con ganas, mientras Emilio suspiraba y negaba con la cabeza. —No cambian más… —dijo, pero terminó riendo y agradeciéndole el café a Amatista antes de sentarse con ellos. Emilio tomó asiento con su café en mano mientras los demás aún reían por el descubrimiento de la marca en su cuello. —Vamos, ¿tan divertido les parece? —dijo, mirándolos con fingida molestia. —Muchísimo —contestó Alan, dándole una palmada en la espalda—. No todos los días sorprendemos al gran Emilio en una situación como esta. —Y menos con una marca tan visible —agregó Joel con una sonrisa burlona. Amatista, que se llevaba un trozo de pan tostado a la boca, lo miró con diversión. —Podrías intentar cubrirlo, pero dudo que sirva de algo, ya todos lo vimos. Emilio bufó, pero una sonrisa le cruzó el rostro. —¿Van a seguir con esto toda la mañana o me dejarán disfrutar mi café? —Depende —dijo Facundo, apoyándose en la mesa—. ¿Vas a responder o no? Emilio entrecerró los ojos. —¿Responder qué? —Si lo de Samara es serio o solo fue una aventura de una noche —dijo Alan, tomando su taza de café. —¿Por qué les importa tanto? —Vamos, viejo, no es como si fuera un secreto que Samara estaba detrás de ti —agregó Joel con diversión—. Solo queremos saber si esto será algo estable o si tenemos que consolarla después. Emilio chasqueó la lengua y tomó un sorbo de café antes de responder. —Miren, lo que pasó, pasó. Samara es una mujer increíble, pero no sé si esto vaya a algún lado. —Eso suena a que te gustó y no quieres admitirlo —comentó Amatista con una sonrisa juguetona. Emilio le lanzó una mirada de advertencia, pero ella solo se encogió de hombros con diversión. —Vamos, Amatista —dijo Facundo—, ¿tú qué piensas? ¿Hay futuro o no? Amatista fingió pensarlo un momento mientras terminaba su tostada. —Como dije antes, Emilio lo intentará, pero todo depende de Samara. —¿Y por qué dices eso? —preguntó Alan, curioso. —Porque Emilio puede ser un gran estratega en la vida, pero en el amor… —hizo una pausa dramática y luego sonrió—. Digamos que no tiene la mejor suerte. Todos estallaron en carcajadas, incluido Emilio, aunque negó con la cabeza. —¿Y qué hay de Samara? —preguntó Joel—. ¿Crees que le interese en serio? Amatista tomó un sorbo de su jugo antes de responder. —Creo que Samara es una mujer muy atractiva y acostumbrada a recibir atención. Pero Emilio no es como los demás hombres que ha conocido. Si le interesa, tendrá que esforzarse, y si no, lo dejará pasar. —¿Y si Samara es la que termina enamorada? —preguntó Alan con una ceja levantada. —Eso es algo que solo el tiempo dirá —respondió Amatista con una sonrisa misteriosa. El grupo continuó bromeando mientras desayunaban, el ambiente era ligero y relajado. Era un respiro después de todo lo que habían pasado con Diego y Liam. Cuando terminaron, Amatista se puso de pie y se estiró. —Bien, yo voy a ver si Enzo ya despertó. Amatista subió con calma las escaleras, sosteniendo la bandeja con el desayuno de Enzo. Sabía que después de la paliza que había recibido la noche anterior, necesitaría reponer fuerzas. Y aunque nunca lo admitiría en voz alta, le gustaba cuidarlo. Se inclinó sobre él, observando de cerca los rasgos marcados de su rostro, las leves sombras de los moretones en su mandíbula y la ligera hinchazón en su labio. Sin decir nada, comenzó a repartir pequeños besos sobre su piel, comenzando por su mejilla, luego su mandíbula y descendiendo hasta su cuello. Enzo suspiró levemente, pero no se movió. Amatista sonrió. —Sé que ya estás despierto —murmuró continuando su recorrido con besos hasta su clavícula. Él no respondió, pero su respiración se volvió un poco más pesada. —¿En serio vas a seguir fingiendo? —susurró mientras deslizaba los labios por su pecho desnudo. Enzo gruñó bajo y, sin abrir los ojos, murmuró con voz grave: —Si me despiertas así todos los días, podría fingir estar dormido más seguido. Amatista soltó una risa baja y le mordió suavemente la mandíbula. —Sabía que estabas despierto. Enzo entreabrió los ojos y la miró con una mezcla de diversión y cansancio. —¿Y así me delatas, gatita? —Si te gustara dormir tanto, no estarías disfrutando tanto esto —respondió con una sonrisa traviesa. Enzo alzó una ceja con una expresión de falso desinterés. —No sé de qué hablas —dijo con voz ronca, pero su mano se deslizó perezosamente hasta la cintura de Amatista, atrayéndola hacia él. Ella apoyó las manos en su pecho y lo observó con diversión. —Te traje el desayuno. Enzo soltó una leve carcajada y luego hizo una mueca de dolor. —Maldita sea… esos golpes aún duelen. Amatista frunció el ceño y, con delicadeza, rozó con sus dedos una de las marcas en su rostro. —Debiste descansar más, Enzo. —Me habría despertado igual, sabiendo que mi gatita no estaba a mi lado. Amatista negó con la cabeza, pero su sonrisa no desapareció. —Dime, ¿vas a desayunar o tengo que seguir despertándote a besos? Enzo la miró intensamente, con esa mirada posesiva que siempre la hacía estremecer. —¿Sabes qué es lo peor, gatita? —¿Qué? —Que me gusta más la segunda opción. Amatista soltó una risa antes de apartarse, tomando la bandeja. —Come, antes de que me arrepienta y te deje sin desayuno. Enzo suspiró, resignado, y se incorporó lentamente en la cama. —Solo porque mi gatita lo preparó. Amatista se sentó a su lado mientras él comenzaba a comer, disfrutando de la tranquila intimidad del momento. Enzo tomó un sorbo de café mientras sus ojos no se apartaban de Amatista. Estaba sentada a su lado, con una pierna doblada sobre la cama y el cabello algo revuelto. Llevaba puesta solo una bata de satén que apenas cubría su piel, y él no podía evitar recorrerla con la mirada. —Sabes, gatita —murmuró con una sonrisa perezosa—, me gustaría que mi esposa me despertara con algo más que besos. Amatista arqueó una ceja y se inclinó ligeramente hacia él. —Hay dos problemas con tu deseo, Bourth —dijo con tono divertido—. Primero, ya te desperté. Y segundo… —Acercó su rostro al de Enzo hasta que sus labios casi se rozaron—. Aún no soy tu esposa. Los ojos de Enzo brillaron con intensidad mientras dejaba la taza sobre la bandeja. —Un detalle menor —dijo con una sonrisa ladina—. Ya dijiste que ibas a casarte conmigo. —Dije que lo pensaría —corrigió Amatista con aire inocente. —Dijiste que sí —insistió él, deslizando una mano por su pierna desnuda bajo la bata—. Y lo sabes. Amatista fingió pensarlo, mordiendo ligeramente su labio inferior. —Mmm… no sé. Tal vez estaba jugando contigo. Enzo soltó una risa baja y profunda, su mano subiendo un poco más. —Gatita, si intentas provocarme mientras como, te advierto que puede salirte mal. Amatista tomó un pedazo de pan de la bandeja y se lo llevó a la boca con tranquilidad. —Solo estoy conversando contigo, mi amor —dijo con fingida inocencia—. ¿Soy yo o eres tú quien se está distrayendo? Enzo la observó fijamente, con esa intensidad que siempre la hacía estremecer. —Eres tú quien está jugando, pero te gusta fingir que no. Amatista le ofreció un trozo de fruta directamente en los labios, y Enzo la tomó con una mordida, sin apartar la mirada de ella. —Te advierto, gatita… si sigues jugando así, puede que no termine mi desayuno. —Eso sería una pena —susurró Amatista, inclinándose lo suficiente para que el escote de su bata dejara poco a la imaginación—. Después de todo, yo misma te lo preparé. Los ojos de Enzo descendieron lentamente antes de volver a su rostro. —Definitivamente, me gusta más lo que tengo frente a mí. Amatista sonrió, satisfecha con la reacción que estaba logrando en él. Se inclinó un poco más, rozando apenas su nariz con la de Enzo. —Entonces, ¿qué harás al respecto? Enzo dejó el cubierto sobre la bandeja con calma y llevó ambas manos a la cintura de Amatista, acercándola con fuerza. —Gatita, no juegues conmigo si no estás dispuesta a perder. Amatista rió suavemente, apoyando sus manos sobre su pecho desnudo. —Tal vez quiero perder esta vez… Pero justo cuando Enzo iba a inclinarse para besarla, alguien llamó a la puerta. Ambos se quedaron quietos por un momento, antes de que Amatista soltara una risa divertida. —Parece que te salvaste… por ahora. Enzo suspiró y pasó una mano por su rostro, frustrado. —Alguien va a morir si no es importante. Amatista se levantó con calma, acomodándose la bata mientras se dirigía a abrir la puerta. —Veamos quién se atreve a interrumpirte. Amatista abrió la puerta con calma, aún sonriendo por la frustración de Enzo. Del otro lado, Emilio estaba de pie con los brazos cruzados y una expresión divertida en el rostro. —¿Interrumpo algo? —preguntó con fingida inocencia. Amatista se apoyó en el marco de la puerta, acomodándose la bata con un aire despreocupado. —Digamos que llegaste en un momento… interesante. Desde la cama, Enzo gruñó, frotándose la sien con una mano. —Más te vale que tengas una buena razón para estar aquí, Emilio. Emilio alzó las manos en un gesto pacificador. —Tranquilo, Bourth. Si estoy molestando es porque hay noticias sobre lo de Liam y Diego. El semblante de Enzo cambió al instante, dejando de lado la diversión y enfocándose por completo en Emilio. Amatista también se puso seria, cruzando los brazos mientras esperaba la información. —Habla —ordenó Enzo. Emilio miró de reojo a Amatista antes de continuar. —Recibí un informe hace unos minutos. Parece que hay algunos movimientos extraños en Puerto San Esteban. Nada confirmado aún, pero hay rumores de que algunos aliados de Liam no están muy contentos con lo que pasó. —¿Eso significa que intentarán vengarlo? —preguntó Amatista. —No lo sabemos con certeza —admitió Emilio—, pero es una posibilidad. Enzo suspiró pesadamente y se pasó una mano por el cabello, como si la información no lo sorprendiera. —Malditos idiotas —murmuró—. Liam sabía en lo que se metía, y Diego también. Si sus aliados quieren seguir su camino, tendrán el mismo final. Emilio asintió. —Por ahora, es solo un rumor. Pero pensé que debían saberlo. Amatista inclinó la cabeza, analizando la información. —¿Quién está investigando? —Eugenio y los muchachos ya están en ello —respondió Emilio—. Si hay algo sólido, lo sabremos pronto. Enzo se levantó de la cama, ignorando las molestias en su cuerpo aún golpeado. Caminó hasta la puerta, deteniéndose junto a Amatista. —Avísame en cuanto tengas algo concreto —ordenó. Emilio asintió y, antes de irse, lanzó una última mirada a Amatista. —Ah, por cierto —dijo con una sonrisa burlona—. Me alegra ver que estás cuidando bien de nuestro querido jefe. Amatista sonrió con picardía. —¿Acaso alguien más lo haría mejor? Emilio soltó una carcajada y se alejó por el pasillo. Cuando Amatista cerró la puerta, sintió la presencia de Enzo tras ella. El sonido del cierre de la puerta aún flotaba en el aire cuando Amatista sintió el calor del cuerpo de Enzo presionándola contra la madera. Su espalda quedó atrapada entre su pecho firme y la superficie fría, un contraste que la hizo estremecer. —No creas que olvidé lo que estabas haciendo hace unos minutos, Gatita —murmuró Enzo contra su cuello, su voz rasposa, marcada por la urgencia contenida—. Me tentaste y después me dejaste con las ganas. Un escalofrío la recorrió al sentir su aliento cálido en la piel. Sus labios dejaron un rastro de besos abiertos sobre su hombro desnudo, mientras sus manos descendían por sus muslos, delineando cada curva con la yema de los dedos antes de aferrarla con firmeza. —No sabía que el gran Enzo Bourth tenía tan poca paciencia —susurró Amatista, inclinando la cabeza hacia un lado, dándole más acceso, disfrutando del poder que tenía sobre él. Él soltó una risa grave, hundiendo el rostro en su cuello. —Con vos nunca la tuve. Las manos de Enzo deslizaron el satén de su pijama por sus hombros, haciéndolo resbalar lentamente por su cuerpo hasta dejarlo caer al suelo en un susurro de tela. Amatista sintió el roce del aire frío sobre su piel, un contraste inmediato con la calidez de sus caricias. Antes de que pudiera moverse, él la giró con decisión, queriendo verla. Sus ojos oscuros estaban nublados de deseo, su mirada fija en la de ella, bebiéndose cada una de sus expresiones. Amatista alzó la mano y recorrió con lentitud su torso desnudo, rozando con la punta de los dedos cada marca de los golpes recientes. —Deberías descansar —murmuró, aunque sus labios se curvaron en una sonrisa provocativa. Enzo la tomó de la muñeca, guiando su mano hacia su cuello mientras se inclinaba hasta que sus rostros quedaron a escasos centímetros. —Lo haré —susurró contra su boca, con una sonrisa arrogante—. Después de esto. No le dio oportunidad de replicar. Su beso fue intenso, demandante, como si quisiera devorarla. Amatista correspondió con la misma necesidad.
Ajustes
Fondo
Tamaño de letra
-18
Desbloquear el siguiente capítulo automáticamente
Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
Añadir a mi biblioteca
Joyread Español
FINLINKER TECHNOLOGY LIMITED
69 ABERDEEN AVENUE CAMBRIDGE ENGLAND CB2 8DL
Copyright © Joyread. Todos los derechos reservados