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Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas

La partida de golf había culminado con Enzo como el claro vencedor, y él no desaprovechó la oportunidad de demostrarlo. Su humor, que oscilaba entre la arrogancia juguetona y un coqueteo descarado, encendía a Amatista de maneras que solo él sabía manejar. —¿Seguro que no hiciste trampa, amor? —preguntó Amatista, inclinándose para recoger su bolso del carrito de golf mientras lanzaba una mirada desafiante. Enzo se acercó con paso firme, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y picardía. Se inclinó hacia ella, reduciendo la distancia entre sus rostros hasta que apenas unos centímetros los separaban. —Gatita, si aprendieras a concentrarte en el juego y no en mí, tal vez tendrías una oportunidad —dijo con voz baja, su tono cargado de provocación. Amatista soltó una carcajada, empujándolo ligeramente por el pecho. —Eres de lo peor, Enzo —respondió, aunque su sonrisa traicionaba el disfrute que encontraba en cada una de sus provocaciones. El ambiente ligero los acompañó mientras decidían almorzar en la terraza del club, un espacio al aire libre que ofrecía una vista privilegiada del campo de golf y el lago cercano. En lugar de sentarse frente a él, Amatista optó por ocupar la silla a su lado. Enzo, complacido por la elección, esbozó una sonrisa mientras le sostenía la silla para que se acomodara. —¿Mejor así? —preguntó Amatista con un tono juguetón. —Siempre mejor contigo cerca, gatita —respondió él, acomodándose a su lado. La conversación fluyó con facilidad mientras discutían sobre el juego, las posibles mejoras en el club y otros temas triviales que mantenían el ambiente ligero. Sin embargo, a la distancia, un grupo de hombres, compuesto por miembros del club y socios de negocios, observaba la escena con atención. —¿Quién será ella? —preguntó uno de ellos, señalando discretamente hacia la pareja. —Tal vez una amante —aventuró otro, inclinándose hacia el grupo—. Ayer Hugo Ruffo dijo que su hija está comprometida con Bourth. Esa mujer no puede ser la prometida. —Es atrevido traer a alguien más aquí, ¿no creen? —añadió un tercero, aunque su tono era más de admiración que de crítica. Los murmullos crecieron mientras intentaban descifrar la dinámica entre Enzo y Amatista. La llegada de Hugo y Martina Ruffo a la terraza no hizo más que avivar la curiosidad de los observadores. —Esto va a ponerse interesante —comentó uno de los hombres, cruzando los brazos mientras se preparaba para seguir la escena. Enzo levantó la vista al notar a los Ruffo acercándose. Su postura se mantuvo relajada mientras los invitaba a sentarse y les indicaba que pidieran lo que quisieran, asegurándoles que él se haría cargo de la cuenta. —Gracias, Enzo —dijo Hugo mientras pedía una bebida ligera. Martina, por su parte, optó por un cóctel sin alcohol, aunque su expresión delataba cierta incomodidad. La conversación comenzó con comentarios sobre el club y sus instalaciones. Enzo aprovechó para hablar sobre las reformas que planeaba realizar, mencionando que esperaría hasta la inauguración del casino para alinearlas con sus otros proyectos. —Es importante que todo esté en orden antes de dar un paso tan grande —comentó Enzo, su tono firme pero casual. Hugo asintió, aunque su mirada delataba que sus pensamientos estaban lejos de las reformas del club. Martina, por su parte, observaba a Amatista con discreción, evaluándola como si intentara descifrar algún secreto oculto. El almuerzo había transcurrido con cierta tranquilidad hasta que el celular de Enzo vibró en la mesa, atrayendo su atención. Al ver el nombre en la pantalla, frunció el ceño, claramente molesto por la interrupción. Sin embargo, se levantó, colocando una mano firme sobre el hombro de Amatista, un gesto que no pasó desapercibido para los Ruffo. —Es importante. No tardo —anunció, lanzando una mirada a Hugo y Martina antes de alejarse lo suficiente para atender la llamada sin perder de vista a Amatista. La sonrisa cortés de Hugo se desvaneció tan pronto como Enzo se retiró. Sus ojos se endurecieron mientras se inclinaba hacia Amatista, su tono cargado de desdén. —Escúchame, niña. No sé cómo conseguiste engañar a Enzo, pero te haré un favor. Esto no tiene futuro, y lo sabes. Dime una cifra, la que quieras, y me encargaré de que desaparezcas de su vida. Amatista, que había estado jugando despreocupadamente con la servilleta, dejó caer el trozo de tela sobre la mesa. Lentamente, alzó la mirada hacia Hugo, sus ojos brillando con una mezcla de incredulidad y desafío. Una sonrisa fría curvó sus labios, sin alcanzar la calidez habitual que solía mostrar. —¿Una cifra? —repitió, dejando escapar una risa baja—. Hugo, si estuviera con Enzo por dinero, no necesitaría tus limosnas. Él me ha dado una tarjeta sin límite, y si quisiera algo, no tendría que pedírselo dos veces. Hugo apretó los labios, claramente irritado por la respuesta, pero antes de que pudiera hablar, Martina intervino con un tono cargado de desprecio. —No te creas tan importante. Lo más probable es que seas solo un capricho pasajero para Enzo. Alguien como tú no podría retenerlo. Amatista giró lentamente la cabeza hacia Martina, sus ojos helados enfrentando el desafío con calma letal. —¿Alguien como yo? —preguntó, su voz cargada de una falsa dulzura—. Martina, si crees que puedes entender lo que significa tener a Enzo a tu lado, estás aún más equivocada de lo que pareces. Déjame dejarte algo claro: no soy un capricho, y no soy alguien a quien puedas subestimar. Martina abrió la boca para responder, pero Hugo levantó una mano, deteniéndola. Él dirigió una mirada calculadora hacia Amatista antes de soltar las palabras que sabía serían un golpe bajo. —Eres igual de insignificante que tu madre. Amatista se tensó, y aunque su expresión permaneció inquebrantable, sus ojos reflejaron el impacto de las palabras. La furia comenzó a arremolinarse en su interior, pero se obligó a mantener la compostura. —No se confundan —dijo con voz firme, sus ojos recorriendo a ambos Ruffo—. Enzo los tolera únicamente por la relación que tuvieron con Romano. Pero les aseguro algo: su paciencia tiene un límite, y ustedes están peligrosamente cerca de cruzarlo. Hugo abrió la boca, claramente dispuesto a responder con más veneno, pero justo en ese momento, Enzo regresó a la mesa. Con la misma rapidez con la que había mostrado su hostilidad, Hugo adoptó una expresión más relajada y cortés. —Todo bien por aquí —preguntó Enzo mientras se sentaba, su mirada recorriendo a los tres antes de detenerse en Amatista. —Perfectamente, amor —respondió Amatista, inclinándose ligeramente hacia él mientras una sonrisa tranquila se dibujaba en sus labios. Sin embargo, sus ojos todavía reflejaban el desafío. Enzo no se dejó engañar. Su mano cubrió la de Amatista en un gesto tranquilizador antes de mirar directamente a Hugo. —¿De qué hablaban? —preguntó, aunque su tono no era del todo casual. Amatista se inclinó un poco más hacia Enzo, sosteniendo su mirada mientras respondía. —Hugo me estaba haciendo una propuesta. Ofreció dinero para que te dejara. También agregó que soy insignificante, como mi madre. La tensión en la mesa se volvió palpable. Enzo enderezó su postura lentamente, dejando escapar un suspiro bajo y controlado, aunque sus ojos ardían con furia contenida. —Hugo, lo diré solo una vez —dijo con una voz baja, pero peligrosa—. No me importa la relación que tuviste con mi padre. No voy a tolerar que le faltes el respeto a mi esposa. Si esto vuelve a suceder, no lo dejaré pasar. Hugo tragó saliva, claramente consciente de que había ido demasiado lejos. —Mis disculpas, Enzo. Fue un error de juicio. No volverá a suceder. Enzo mantuvo su mirada fija en Hugo unos segundos más antes de asentir ligeramente. Luego, se giró hacia Amatista, su expresión suavizándose al instante. —¿Qué dices, gatita? ¿Te muestro el despacho del club? —preguntó, dejando deliberadamente de lado la tensión que aún flotaba en el aire. Amatista sonrió, aliviando un poco la atmósfera. —Creo que eso sería perfecto, amor. Enzo se levantó, extendiendo una mano para ayudarla a ponerse de pie. Los dos se alejaron de la mesa, dejando atrás a los Ruffo con una mezcla de frustración y humillación. Mientras se dirigían hacia el interior del club, Amatista soltó un suspiro ligero, apretando la mano de Enzo. —¿Estás bien, gatita? —preguntó él, bajando la mirada hacia ella. —Perfectamente, amor. Aunque deberías darles un curso sobre límites —respondió, provocando una risa baja en Enzo mientras seguían caminando. —¿Estás bien, gatita? —preguntó Enzo mientras bajaba la mirada hacia ella, su tono suave pero lleno de genuina preocupación. Amatista le dedicó una sonrisa tranquila, entrelazando sus dedos con los de él. —Perfectamente, amor. Aunque deberías darles un curso sobre límites —respondió con un toque de humor que provocó una risa baja en Enzo. Mientras se alejaban de la mesa, el aire cargado de tensión quedó atrás, pero no para los Ruffo. Hugo los siguió con la mirada, su rostro una máscara de desdén mal disimulado. —Es increíble cómo se comporta con ella —dijo Hugo, cruzando los brazos con fastidio—. Una mujer insignificante, y la trata como si fuera indispensable. Martina, que también los observaba mientras se alejaban, apretó los labios en una línea delgada antes de responder. —Parece que Enzo tiene un punto débil, después de todo. Pero no te preocupes, papá. Las debilidades siempre se pueden explotar. Hugo soltó un bufido, levantando su copa de vino. —Ya veremos cuánto le dura esa "debilidad". Las cosas pueden cambiar rápidamente cuando se trata de negocios y poder. Dejaron de hablar, pero sus miradas seguían clavadas en la pareja que desaparecía tras la puerta que conducía al interior del club. Enzo y Amatista subieron unas escaleras laterales hasta llegar a la oficina privada que él tenía en el club de golf. Al abrir la puerta, Amatista quedó inmediatamente impresionada. La oficina era un espacio amplio, con ventanales que ofrecían una vista panorámica del campo, el lago y las colinas cercanas. La luz natural iluminaba cada rincón, reflejándose en los detalles de madera oscura y las decoraciones elegantes pero funcionales. —Es impresionante —murmuró Amatista, acercándose lentamente a los ventanales. Enzo cerró la puerta detrás de ellos y se quedó observándola mientras ella exploraba el espacio. Sus ojos seguían cada uno de sus movimientos, pero su expresión estaba marcada por una tensión que no había desaparecido desde su conversación en la mesa. Sin previo aviso, se acercó a Amatista, envolviéndola en un abrazo desde atrás. Sus brazos se cerraron firmemente alrededor de su cintura, y su barbilla descansó brevemente en su hombro. —Hugo me está cansando —dijo Enzo en un tono bajo, pero cargado de frustración. Amatista giró ligeramente la cabeza para mirarlo, llevando una de sus manos a la que él tenía sobre su cintura. —Tenías razón, amor. La gente ambiciosa no tiene límites. Pero no esperaba que Hugo cambiara su actitud tan rápido. Un momento hablaba de la relación con Romano, y al siguiente intentaba comprarme. Enzo dejó escapar un suspiro largo, sus labios rozando el cabello de Amatista mientras sus dedos se movían distraídamente sobre su abdomen. —No puedo permitir que alguien te falte al respeto. Y mucho menos alguien como Hugo. Amatista giró completamente en su abrazo, enfrentándolo con una expresión tranquila pero firme. —Y no lo hiciste. Dejaste en claro que conmigo no se juega, amor. Pero también sé que esto no va a detenerlos. Hugo y Martina tienen su propia agenda, y no van a dejar de intentarlo. Enzo levantó una mano para acariciar suavemente la mejilla de Amatista, su mirada fija en la de ella. —Que intenten lo que quieran. No los voy a dejar salirse con la suya. Amatista sonrió levemente, colocándose de puntillas para besarlo suavemente en los labios. —Lo sé, amor. Siempre haces lo necesario. Enzo la sostuvo por unos momentos más antes de soltar una risa breve, aunque sus ojos aún reflejaban un leve enojo. —Pero dime, gatita, ¿qué te parece mi oficina? Amatista miró alrededor una vez más, apreciando los detalles del lugar. —Es... imponente, como tú. Pero ¿sabes qué pienso? —preguntó, inclinándose ligeramente hacia él con una sonrisa juguetona. —¿Qué piensas, gatita? —respondió Enzo, arqueando una ceja con curiosidad. —Que podríamos inaugurarla como lo hicimos con tu oficina en la ciudad —susurró, una chispa de travesura brillando en sus ojos. Enzo dejó escapar una carcajada genuina, su mal humor disipándose por completo mientras la tomaba por la cintura y la levantaba ligeramente del suelo. —Gatita, contigo no tengo descanso. —¿Eso es malo? —preguntó Amatista, enredando sus brazos alrededor de su cuello. —No. Es perfecto —respondió Enzo antes de besarla profundamente, dejando que el resto del mundo desapareciera por un momento. Enzo profundizó el beso mientras sostenía a Amatista con firmeza, disfrutando del momento en el que todo parecía reducirse a ellos dos. La intensidad entre ambos creció rápidamente, y sin romper el contacto, Enzo la llevó hacia el gran escritorio de la oficina. La colocó delicadamente sobre la superficie, dejando que sus piernas se enredaran alrededor de su cintura, atrayéndolo más hacia ella. Amatista lo observaba con una mezcla de desafío y deseo. Sus manos subieron por su pecho, desabrochando con destreza los primeros botones de la camisa de Enzo. —Eres demasiado eficiente en esto, gatita —murmuró él con una sonrisa mientras dejaba una línea de besos desde su cuello hasta su clavícula. —He tenido mucha práctica contigo, amor —respondió ella con un tono juguetón, arqueando ligeramente el cuerpo hacia él. Las manos de Enzo recorrieron su cintura, subiendo con lentitud hasta acariciar su espalda. Sus movimientos eran firmes pero llenos de cuidado, como si cada toque fuera una declaración de lo que sentía por ella. —No tienes idea de cuánto me vuelves loco —confesó en voz baja mientras apartaba su cabello para besar su cuello, disfrutando de los suaves suspiros que escapaban de los labios de Amatista. Ella no se quedó atrás; sus manos continuaron despojando a Enzo de su camisa, dejando al descubierto su torso. Amatista dejó un beso suave en su pecho antes de mirarlo a los ojos, sus dedos deslizándose hasta el cinturón de Enzo. —Entonces estamos a mano, porque tú me haces exactamente lo mismo —susurró antes de concentrarse en liberar el cinturón con movimientos lentos y deliberados. Enzo la ayudó, dejando caer el cinturón al suelo con un ruido sordo. Su mirada era intensa, completamente enfocada en ella, mientras sus manos bajaban para acariciar sus piernas, subiendo por el borde de su vestido. Amatista se inclinó hacia atrás ligeramente, apoyándose con las manos sobre el escritorio, mientras Enzo seguía explorándola con pasión creciente. —¿Sabes cuánto me gusta verte así? —dijo él, dejando un beso en su muslo, provocando que Amatista cerrara los ojos por un momento. —Entonces sigue mirándome, amor —respondió ella con una sonrisa desafiante, su voz cargada de deseo. Enzo no necesitó más invitación. Sus manos firmes continuaron deslizándose por su cuerpo mientras sus labios exploraban cada rincón que encontraban. La oficina, que unos momentos antes había sido un espacio elegante y frío, ahora se llenaba del calor de su conexión. Amatista lo atrajo hacia ella, tirando suavemente de su cabello mientras sus labios volvían a encontrarse en un beso que hablaba más que cualquier palabra. Sus movimientos eran perfectamente sincronizados, cada gesto cargado de deseo y una necesidad mutua que parecía imposible de saciar. El tiempo pareció detenerse, y el resto del mundo quedó fuera de la ecuación mientras ambos se entregaban completamente el uno al otro, dejando que la pasión tomara el control en un lugar que ahora no era solo un espacio de trabajo, sino un rincón más en su historia juntos.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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