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Capítulo 86 Una resaca para recordar

La luz de la mañana se filtraba a través de las cortinas de la suite, bañando suavemente la habitación con tonos cálidos. Enzo fue el primero en despertar. Acostado de lado, su mirada se posó en Amatista, quien aún dormía profundamente. Su cabello estaba alborotado, y su respiración tranquila llenaba la habitación con un ritmo sereno. Una sonrisa se dibujó en sus labios mientras recordaba la noche anterior, los reclamos absurdos de abandono y la ternura infantil que el vino había sacado a relucir en ella. —Qué gatita tan dramática —susurró para sí, incapaz de evitar una ligera risa al revivir la escena en su mente. Amatista comenzó a moverse lentamente, dejando escapar un pequeño gemido. Sus manos buscaron cubrir su rostro mientras murmuraba: —Amor... me duele la cabeza. Enzo se apoyó sobre un codo, observándola con diversión mientras respondía: —Eso, gatita, se llama resaca. Es el precio por haber tomado tanto vino anoche. Amatista entreabrió los ojos, parpadeando con dificultad para ajustarse a la luz del día. Su voz sonaba adormilada pero llena de curiosidad. —¿Tanto? No recuerdo haber bebido tanto... ni siquiera recuerdo cómo terminé aquí. —Miró a su alrededor y luego bajó la vista, dándose cuenta de que estaba en ropa interior—. ¿Y por qué estoy así? Enzo soltó una carcajada suave, acomodándose mejor en la cama mientras le explicaba: —Estabas completamente borracha, gatita. Te desvestí, te quité los zapatos y el vestido para que estuvieras cómoda, y luego te acomodé en la cama. Ella suspiró y se cubrió el rostro con las manos, visiblemente avergonzada. —No vuelvo a tomar tanto, amor, te lo juro. —No tienes que jurar nada, gatita. —Enzo se inclinó para apartarle las manos del rostro y acariciarle la mejilla—. Te ves tan tierna cuando estás borracha que no me molestaría que lo hicieras más seguido. Amatista no pudo evitar reírse, aunque rápidamente frunció el ceño en un intento fallido de mostrarse seria. —¿Tierna? ¿Eso dices ahora? Espera a que me recupere, y verás cómo te lo hago pagar. Enzo negó con la cabeza, sonriendo con indulgencia. —Oh, pero ya pagaste anoche. —Hizo una pausa dramática antes de añadir—. Te pusiste a reclamarme que te había abandonado porque me fui a bañar. Fue como si el mundo se estuviera acabando. Amatista lo miró con incredulidad antes de soltar una risa que hizo eco en la habitación. —¡No puede ser! Dime que no fui tan ridícula. —Fuiste más que eso. Dijiste que eras mi almohadón bonito, pero que querías ser mi almohadón favorito. La risa de ambos llenó la suite mientras Amatista intentaba defenderse sin éxito. Su vergüenza se disolvió rápidamente en la calidez del momento, y cuando finalmente recuperaron la compostura, Enzo se incorporó. —Tengo reuniones esta mañana —dijo mientras apartaba las sábanas—. Será mejor que nos levantemos. Amatista asintió, estirándose perezosamente antes de seguirlo al baño. Como de costumbre, compartieron el espacio en un ritual cómodo y sincronizado. Mientras Enzo se afeitaba frente al espejo, Amatista lavaba su rostro, buscando aliviar el malestar de la resaca con agua fría. —Amor, creo que voy a salir un rato después —comentó Amatista, secándose el rostro con una toalla—. Necesito encontrar algo que cure este dolor de cabeza. —Buena idea, gatita. Pero prométeme que no vas a meterte en problemas. Ella le lanzó una mirada divertida a través del espejo. —¿Yo? Nunca. Pocos minutos después, ambos estaban listos y subieron juntos al ascensor. Amatista se acomodó junto a Enzo y, mientras bajaban, su rostro se iluminó de repente. —Amor, olvidé decirte algo. —¿Qué cosa, gatita? —¡Me fue muy bien en la presentación del diseño! —dijo, entusiasmada—. Creo que estoy aprendiendo rápido. ¿No crees que merezco un premio? Enzo arqueó una ceja, mirándola divertido. —¿Un premio? —Sí, algo dulce. Galletitas, por ejemplo. —Le lanzó una sonrisa esperanzada, claramente bromeando, aunque con un toque de verdad en sus palabras. —Está bien, gatita. —Enzo negó con la cabeza, riendo—. Después te consigo tus galletitas. Amatista celebró con un pequeño aplauso, pero de repente su expresión cambió al darse cuenta de algo. —¡Ay, olvidé mi tarjeta! Antes de que Enzo pudiera responder, ella presionó el botón para detener el ascensor. —No tardo. Subiré por las escaleras y la buscaré. Se despidió apresuradamente con un beso en los labios, dejando a Enzo riéndose por su despiste. —Eres un caso perdido, gatita. El ascensor continuó su descenso y se detuvo en uno de los pisos intermedios. Las puertas se abrieron con un suave zumbido, revelando a Javier, quien entró acompañado de una pareja. —Enzo, justo a tiempo —dijo Javier, entrando con una sonrisa relajada, como si hubiera estado esperándolo. Enzo le devolvió un breve asentimiento, su postura impecable como siempre, irradiando autoridad. —Javier. —Su tono era cortés, pero firme—. Buenos días. —Permíteme presentarte a unos amigos —continuó Javier con naturalidad, señalando a la pareja detrás de él—. Kaila es diseñadora de interiores, y Luis trabaja en bienes raíces. Kaila, Luis, este es Enzo Bianco. Luis y Kaila saludaron con un leve gesto de cabeza, ambos un poco tensos bajo la presencia imponente de Enzo. —Es un placer —respondió Enzo, observándolos con una mirada que parecía evaluar todo de un vistazo. Javier continuó, sin poder evitar agregar algo más: —Por cierto, él no es solo un socio. —Una ligera sonrisa se dibujó en sus labios—. Tiene el 70% del hotel. —Casi el 75% —corrigió Enzo, sin alardear, pero dejando claro el dato. La información pareció impresionar aún más a Kaila, quien rápidamente rompió el silencio. —Este lugar es espectacular. Si en algún momento buscas renovar espacios o darles un toque diferente, estaré encantada de colaborar. Enzo la observó con una mirada inescrutable, como si estuviera calibrando cada palabra que decía. Antes de que pudiera responder, Javier intervino. —De hecho, Kaila tiene buenas ideas. Pensé que sería útil que se uniera a la reunión de hoy. Podría aportar algo interesante para el proyecto de ampliación. Enzo guardó silencio unos segundos, su expresión permaneciendo imperturbable. Finalmente asintió, con una autoridad que daba la impresión de que su aprobación era un privilegio. —Veremos si sus ideas son lo suficientemente sólidas. Kaila sonrió nerviosamente, mientras Luis la miraba de reojo. Javier, por su parte, parecía satisfecho con la respuesta. Las puertas del ascensor se abrieron en el lobby, y Enzo salió primero, como marcando el ritmo. Javier lo siguió, caminando a su lado mientras Kaila y Luis se mantenían unos pasos detrás, intercambiando miradas. —Los demás ya están en la sala de juntas —comentó Javier mientras se dirigían al área de reuniones privadas del hotel—. Aunque no parece que estén muy preparados. Enzo lo miró de reojo, con una ligera curva en los labios que no llegaba a ser una sonrisa. —Eso es problema de ellos. No me gusta repetir las cosas dos veces. Javier soltó una pequeña risa, conociendo perfectamente el carácter de Enzo. No había lugar para errores ni improvisaciones en sus reuniones, y todos los socios lo sabían. Amatista cerró la puerta de la suite rápidamente tras encontrar la tarjeta olvidada sobre el tocador. Al llegar al ascensor, presionó el botón y esperó, respirando profundo para calmarse. Las puertas se abrieron y, al entrar, se miró en el reflejo metálico. Su cabello estaba ligeramente desordenado, pero aún lucía radiante. El ascensor descendió y, mientras esperaba, su mente divagó en un pensamiento inesperado: ¿dónde iba a encontrar una farmacia? No conocía la ciudad y no quería molestar a Enzo, especialmente porque sabía que estaba ocupado con sus reuniones. —Piensa, Amatista, piensa —murmuró para sí misma, arrugando ligeramente la frente. Cuando llegó al lobby, vio a un empleado del hotel organizando unas flores cerca de la recepción. Decidió acercarse. —Disculpe —dijo con una sonrisa amable, llamando su atención. El empleado se giró y la observó con respeto—. Claro, señorita, ¿en qué puedo ayudarla? —¿Podría indicarme dónde queda una farmacia cercana? —Por supuesto. A unas diez cuadras hay una. —Le dio las indicaciones con paciencia, señalando un par de puntos de referencia clave—. Es fácil llegar caminando. Amatista agradeció con una sonrisa y salió del hotel, sintiendo la brisa cálida de la mañana sobre su rostro. Aunque todavía tenía un leve dolor de cabeza, el aire fresco le ayudaba a despejarse. Caminó con calma por las aceras adornadas con pequeños arbustos y bancas. A unos metros, un escaparate captó su atención: una pastelería con un aroma dulce y envolvente que parecía invitarla a entrar. “¿Por qué no?”, pensó mientras abría la puerta. En el interior, los estantes estaban repletos de galletas, tartas y otras delicias que hacían agua la boca. —Buenos días —saludó la dependienta, con una sonrisa cálida. —Buenos días. ¿Qué me recomendaría para acompañar un café? La dependienta le mostró unas galletas recién horneadas. Amatista eligió una pequeña caja con una selección variada y pagó, sintiéndose encantada por el detalle del empaque con una cinta de color pastel. Salió del local con su compra y continuó su camino hacia la farmacia, disfrutando una de las galletas mientras caminaba. Mientras tanto, en el hotel, Enzo estaba reunido con sus socios en una sala amplia con ventanales que ofrecían una vista imponente de la ciudad. Enzo, como siempre, estaba en la cabecera de la mesa, su postura impecable, observando a cada uno con calma mientras discutían los avances del proyecto de ampliación. Entre los presentes estaban Pablo, Javier, María, Irene, Milán, Leticia, Gabriel, y también Nazareno, Kaila y Luis, quienes habían sido invitados a participar como consultores externos. —Las proyecciones son positivas, pero necesitamos optimizar los espacios sin comprometer la estética del lugar —comentó Gabriel, ajustándose las gafas. —Eso es esencial —intervino María—. No podemos perder la elegancia que caracteriza al hotel. Kaila, aprovechando su oportunidad, agregó con entusiasmo: —Si me lo permiten, tengo algunas ideas preliminares que podrían ayudar a mantener el balance entre funcionalidad y diseño. Podría presentarles algo más detallado mañana si están interesados. Enzo asintió, indicándole que continuara. Kaila expuso brevemente sus conceptos, destacando su enfoque en la modernización respetuosa del estilo clásico del hotel. Aunque sus ideas eran iniciales, su entusiasmo captó la atención de algunos. Mientras hablaba, Leticia no perdía oportunidad de mirar a Enzo. Vestía un traje ajustado que parecía diseñado específicamente para llamar la atención, y cada tanto encontraba una excusa para dirigirle algún comentario o sonrisa. Sin embargo, Enzo apenas le dirigía la mirada, concentrado en el tema de la reunión. —Hace bastante calor aquí, ¿no creen? —comentó Leticia de repente, abanicándose con unos documentos. Irene rodó los ojos discretamente, mientras Javier miraba a Enzo para ver su reacción. —Quizás podríamos bajar al café y continuar allí. Estaremos más cómodos —propuso Leticia, dirigiendo su sugerencia principalmente a Enzo. Enzo se limitó a asentir, siempre práctico—. Es una buena idea. Continuemos allá. El grupo descendió al café del hotel, donde el personal ya había dispuesto varias mesas juntas para su comodidad. Los socios se acomodaron, y Leticia, como era de esperarse, se sentó junto a Enzo. Kaila observó la escena con atención. “Así que está soltero”, dedujo Kaila, recordando lo que Javier le había dicho sobre Enzo: joven, poderoso y dueño mayoritario del hotel. Miró de reojo a Luis, su pareja, quien estaba ocupado revisando algo en su teléfono. Una idea cruzó por su mente. “Si Leticia no lo consigue con su actitud directa, quizás yo pueda intentarlo de otra manera. Más sutil, más efectiva.” Mientras Leticia continuaba coqueteando abiertamente, Kaila empezó a intervenir en la conversación con comentarios aparentemente inocentes, buscando captar la atención de Enzo. No le importaba demasiado que Luis estuviera presente; su objetivo estaba claro. Enzo, por su parte, mantenía su habitual compostura fría y distante. Respondía con monosílabos a los avances de Leticia y escuchaba a Kaila con interés moderado, pero sin mostrar señales de caer en ninguno de sus juegos. —Tus ideas son interesantes, Kaila —dijo finalmente, interrumpiendo una discusión técnica sobre los planos. Kaila sonrió, interpretándolo como un pequeño triunfo. —Gracias, señor Bourth. Me encantaría poder desarrollarlas más a fondo y traerles algo mañana, si lo consideran adecuado. Leticia, al ver que Kaila ganaba terreno, intentó redirigir la atención hacia ella. —Por supuesto, necesitamos a alguien con experiencia. Pero creo que también sería importante mantener un toque clásico, ¿no te parece, Enzo? Enzo la miró por un momento, sus ojos claros fijos en los de ella, y respondió con frialdad: —Es fundamental mantener la esencia del hotel. Pero lo que importa son los resultados, no las apariencias. El comentario pareció dejar a Leticia momentáneamente desconcertada. Javier, observando la dinámica, disimuló una sonrisa detrás de su taza de café. La reunión continuó en el café, pero la tensión era palpable. Leticia no cesaba en sus intentos de captar la atención de Enzo, lanzando comentarios que rozaban lo personal, mientras Kaila, con una estrategia más calculada, intervenía en momentos clave con sugerencias técnicas o preguntas que mostraban su interés profesional. Enzo, fiel a su carácter, no parecía inmutarse ante ninguna de las dos, manteniendo su enfoque en los puntos importantes de la conversación. Después de un rato, Enzo consultó su reloj de muñeca, marcando el final de la reunión con su habitual precisión. —Kaila, asegúrate de tener tus ideas plasmadas para mañana. Necesitamos algo más concreto para poder trabajar sobre ello. —Su tono era firme, pero profesional, dejando en claro que su interés era estrictamente laboral. —Por supuesto, señor Bourth. No los defraudaré —respondió Kaila, intentando contener una sonrisa de satisfacción. Enzo asintió y se levantó de su asiento con su elegancia habitual. —Fue un buen avance hoy. Espero que el próximo encuentro sea igual de productivo. Que tengan un buen día. Sin dar espacio a más comentarios, se marchó con la misma seguridad con la que había llegado, dejando a todos los presentes en un incómodo silencio. Gabriel, que había permanecido relativamente callado durante la reunión, se aclaró la garganta mientras miraba a Leticia. —Creo que deberías darte por vencida, Leticia. Ya te lo dije antes, pero parece que no me escuchaste. Enzo no es alguien fácil de impresionar, y definitivamente no le interesa tu enfoque. Leticia le dirigió una mirada fulminante, pero antes de que pudiera responder, Gabriel continuó, su tono más relajado, casi divertido. —Además, creo que ya tiene a alguien. La declaración captó de inmediato la atención de todos en la mesa. —¿A qué te refieres? —preguntó Irene, inclinándose hacia él con curiosidad. —Ayer por la noche lo vi en un restaurante —confesó Gabriel, bajando un poco la voz, como si estuviera revelando un secreto—. Estaba con una mujer. El comentario generó un murmullo entre los socios. Leticia frunció el ceño, claramente molesta, mientras Kaila, que hasta ese momento había mantenido una fachada profesional, no pudo evitar alzar las cejas con interés. —¿Estás seguro de que era él? —preguntó Javier, siempre más escéptico. Gabriel se encogió de hombros, como si incluso él dudara de lo que había visto. —No estoy completamente seguro. No pude verla bien a ella, y la mesa donde estaban estaba algo retirada. Pero la forma en que él se comportaba… no sé, parecía más relajado de lo normal. —¿Y quién crees que era ella? —inquirió María, inclinándose hacia adelante, intrigada. —Podría haber sido alguien de negocios —intervino Irene, siempre práctica. —O una cita —insinuó Leticia, aunque su tono era ácido. —Sea como sea, no me extrañaría que Enzo esté viendo a alguien en secreto —añadió Gabriel con un tono enigmático—. Ya saben cómo es, reservado hasta el extremo. La conversación derivó en especulaciones, pero al final todos parecían coincidir en que, si realmente había una mujer en la vida de Enzo, sería cuestión de tiempo antes de que las señales se hicieran evidentes. Sin embargo, incluso Gabriel terminó por dudar de su observación, cuestionándose si su imaginación le había jugado una mala pasada. A pesar de sus intentos de mantener la compostura, tanto Leticia como Kaila se mostraron más inquietas de lo habitual, cada una procesando la información a su manera mientras la reunión se diluía en conversaciones más triviales.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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