Capítulo 93 El precio de la verdad

El sol comenzaba a asomar por el horizonte, iluminando tenuemente la habitación donde Amatista descansaba. Apenas pasaban de las ocho de la mañana cuando el sonido de un golpe suave en la puerta interrumpió el silencio de la habitación. Roque, siempre puntual, se encontraba en el umbral, esperando que Enzo saliera. Enzo se levantó con cuidado, asegurándose de no hacer ruido, para no despertar a Amatista. El perro, sin embargo, ladró inquieto al ver que su dueño se movía, y Enzo tuvo que calmarlo rápidamente con un gesto firme para evitar que su ladrido perturbara el sueño de Amatista. Con un suspiro de frustración, se colocó los pantalones y salió al pasillo. —¿Qué sucede? —preguntó Enzo, con la voz grave aún cargada de sueño. Roque le entregó una carpeta cuidadosamente sellada. Enzo la tomó sin decir palabra y comenzó a examinarla. —Llegó a la ciudad —dijo Roque, con tono bajo, refiriéndose a Isabel sin nombrarla directamente. —Aquí tienes todo lo que pediste, los informes están completos. Enzo asintió, su expresión oscura. Mientras hojeaba los papeles, Roque esperó en silencio. —Haz que el auto esté listo —dijo Enzo, finalmente. —Voy a bajar ahora. Roque asintió rápidamente, dispuesto a seguir las órdenes de Enzo sin cuestionarlas. Mientras él se marchaba hacia la entrada, Enzo entró de nuevo en la habitación y rápidamente se vistió, apresurándose a ponerse su ropa y dejando que el silencio reinara un momento en el cuarto. Cuando bajó a la entrada de la mansión, Roque ya lo esperaba con la todoterreno. Sin perder tiempo, Enzo se subió al vehículo y, con una mirada decidida, le ordenó a Roque que lo llevara directamente donde Isabel se encontraba. Mientras tanto, en la mansión Bourth, Amatista comenzó a despertarse lentamente. Notó la calidez de las sábanas a su alrededor y la sensación de vacío a su lado. Abrió los ojos y, al ver que Enzo no estaba, se incorporó suavemente, envuelta en la tela, y caminó hacia el baño. Tras una ducha rápida, se dirigió al comedor con los regalos que había traído para Alicia y Alessandra. Al entregarlos, las tres comenzaron a disfrutar del desayuno en calma. Cuando terminó, Amatista se dirigió a la cocina, donde Mariel estaba trabajando. Con una sonrisa, le entregó un vestido que había elegido especialmente para ella, notando lo agradecida que estaba la cocinera. —¿Dónde está Roque? —preguntó, curiosa. —Salió con el señor —respondió Mariel. Amatista asintió y, al enterarse de que Enzo había salido, volvió a la habitación. Guardó el regalo de Roque en un cajón y, al ver al cachorro inquieto, lo sacó al patio para que jugara. Enzo, por su parte, llegó rápidamente a donde Isabel se encontraba. El encuentro fue tenso desde el primer momento. Isabel lo recibió con una sonrisa fría, pero Enzo no perdió tiempo. —Lo único que quiero de Amatista es un trasplante para mi hijo —dijo Isabel con frialdad, sin miramientos ni disimulo. —Después de eso, puede hacer con ella lo que quiera. A mí no me importa. Las palabras de Isabel fueron un golpe directo. Enzo, apretando los puños para contener su ira, la miró fijamente, cada palabra que salía de su boca retumbando en su mente. —No hables así de mi esposa —dijo Enzo, su voz baja, pero cargada de peligro. Su tono grave hizo que Isabel se quedara en silencio un momento, pero no dejó de sonreír, como si todo lo que decía fuera una transacción más. Enzo respiró profundo, tratando de mantener el control. Había algo en su mirada que se volvía más oscuro, casi como si la situación estuviera lejos de ser solo una cuestión de dinero o un trasplante. —Voy a conseguir a alguien compatible en menos de una semana. Pero si quieres eso, debes entender que no te acercarás a Amatista. Ella debe seguir creyendo que su madre está muerta. El marido de Isabel, que había estado en silencio observando, intervino finalmente. —Sería conveniente algo de dinero para la recuperación del niño —comentó, como si fuera una negociación más. Enzo lo miró, y su mirada era helada, sin una pizca de compasión. —Tendrán lo que necesiten para la recuperación del niño, pero no me hagan perder la paciencia. Si no cumplen con lo que les digo, haré que esa mentira se vuelva realidad. Isabel no volverá a ver la luz del día. La amenaza flotaba en el aire mientras Enzo se levantaba, dispuesto a marcharse. Isabel se quedó en silencio, y su marido, al ver que el asunto se cerraba de manera tan abrupta, murmuró en voz baja. —Tal vez podamos sacar más dinero a futuro… Isabel no se inmutó, su tono seco. —Los Bourth son peligrosos. Lo mejor es conformarnos con lo que nos dan. Enzo volvió rápidamente a la mansión Bourth, decidido a que todo se mantuviera bajo control. Al llegar, se dirigió rápidamente hacia la habitación, donde Amatista lo esperaba. Ella, sin perder tiempo, fue a buscar el regalo que había dejado de Roque y lo llevó al comedor. Al ver a Roque, se acercó a él, extendiéndole el paquete con una sonrisa. —Esto es para ti —dijo Amatista, sin más palabras. Roque miró el regalo, sorprendido por la atención que había puesto en él. Enzo lo alentó a abrirlo. Roque, con gesto curioso, deshizo el envoltorio y vio una campera muy de su estilo. Su rostro se iluminó. —¡Es genial! —exclamó, claramente encantado y agradecido. —¡Muchas gracias! ¿De quién es? Amatista sonrió con suavidad, mirando a Enzo de reojo. —Yo la elegí, espero que te guste —respondió. La atmósfera en la mesa se suavizó, pero Enzo, sin embargo, se mantenía pensativo. Sabía que el día estaba lejos de terminar, y que las piezas seguían moviéndose. Era una tarde tranquila en la mansión Bourth. El sol estaba bajo, y la sombra de los árboles caía suavemente sobre el jardín, creando un ambiente perfecto para descansar. Enzo estaba reclinado en uno de los sillones, revisando una serie de informes y carpetas de negocios que necesitaba atender. A su lado, Amatista estaba sentada, las piernas cómodamente sobre él, con un cuaderno abierto entre las manos. El cachorro, su nuevo amigo, dormía plácidamente sobre sus piernas. Amatista, distraída por el suave calor y la tranquilidad del momento, dejó de lado su cuaderno y levantó al perrito con cuidado, apoyándolo sobre su pecho. Sus dedos acariciaban suavemente el pelaje del cachorro mientras su mirada se deslizaba hacia Enzo. Su actitud se volvió juguetona, coqueta, y con una sonrisa en sus labios, comenzó a acariciar la pierna de Enzo con la punta de su pie, trazando líneas suaves que subían hasta su entrepierna y luego bajaban, deslizándose sobre su abdomen. —¿Qué te pasó ayer, amor? —preguntó con voz suave, pero llena de picardía—. Te pusiste tan... intenso. Enzo la miró de reojo, pero no desvió la atención de los papeles que tenía frente a él. —No es nada, gatita —respondió con calma, intentando mantener la compostura. Amatista no insistió, pero la provocación continuó. Su pie seguía recorriendo su cuerpo, cada vez más cerca de lo que Enzo intentaba evitar. A pesar de su aparente indiferencia, Enzo sentía como su control empezaba a desvanecerse poco a poco. La tentación de ceder al juego de Amatista lo atrapaba, y la excitación crecía sin que pudiera hacer mucho por frenarla. El tiempo pasó, y pronto, la evidente respuesta de su cuerpo no dejó dudas: Amatista había logrado lo que quería. Enzo dejó escapar un suspiro, que se tornó en un suave gemido bajo mientras sus manos instintivamente la invitaban a sentarse sobre él. —Deja de jugar, gatita —dijo, su voz ronca y cargada de deseo, mientras la miraba con intensidad—. Ahora te haces responsable de lo que provocaste. Amatista sonrió con la mirada brillante y traviesa, dejando al cachorro sobre el sillón para que siguiera durmiendo. Luego, sin decir palabra, se acomodó sobre su regazo, sus ojos desafiantes. —¿Vas a vigilar para que nadie nos interrumpa? —preguntó con un tono burlón, su cuerpo aún en movimiento mientras buscaba la comodidad sobre él. Enzo, con la respiración pesada, no podía evitar dejar escapar una sonrisa mientras la tomaba por la cintura, la ajustaba en su regazo y le susurraba: —No te muevas demasiado, gatita, o se darán cuenta. Amatista lo miró con una expresión desafiante, como si estuviera disfrutando de esa tensión entre ambos. —¿Tienes miedo, amor? —preguntó con una sonrisa juguetona. Enzo dejó escapar un gemido profundo, bajo, que resonó en su garganta. "Ahh… no aguanto más..." Amatista se rió suavemente, tapando rápidamente su boca con una mano. —Shh, estamos en el jardín, amor. Enzo, aún tenso, la miró con los ojos medio cerrados, respirando agitado. Su cuerpo Amatista se levantó lentamente del regazo de Enzo, un brillo juguetón en sus ojos. Miró hacia él y, con una sonrisa traviesa, le dijo en voz baja: —Voy a limpiarme, amor. Enzo la observó, su respiración todavía agitada, mientras ella comenzaba a caminar hacia el interior de la mansión. Él permaneció en su lugar por unos momentos, intentando calmarse. Al fin, se acomodó el pantalón, subiendo el cierre con una mano temblorosa, y abrochó el botón, ajustando el cinturón mientras sentía cómo su cuerpo seguía reaccionando. —Me vas a volver loco, gatita...—murmuró en voz baja, casi para sí mismo, mirando cómo Amatista se alejaba. Amatista no se detuvo, pero respondió sin volverse, con un tono desafiante: —No exageres, amor. Aún no has visto nada. Enzo se quedó mirando, todavía agitado por lo sucedido, con una expresión que mostraba lo mucho que lo había afectado. hasta que Amatista regresó. —A este paso, no habrá rincón en la mansión en donde no hayamos tenido un encuentro —dijo Enzo, su tono grave, pero con una sonrisa traviesa. Amatista se rió, sentándose nuevamente junto a él. Con una mirada desafiante, le respondió: —¿Estás enojado porque perdiste el control? Enzo se rió entre dientes y, con una mirada intensa, le contestó: —Enojado, no. Fascinado, gatita. Amatista se recostó más cómodamente y, con una sonrisa juguetona, comentó: —En cualquier momento mi periodo llegará... así que deberíamos aprovechar mientras aún podemos. Enzo levantó la vista, ya volviendo a su actitud de siempre, y le dijo, con un toque de satisfacción en la voz: —Lo haré, pero no olvides que aún no hemos inaugurado tu oficina. Amatista sonrió y, mientras él volvía a concentrarse en sus papeles, él le lanzó una advertencia juguetona: —Sé una niña buena, gatita. Ella lo miró con picardía, pero, sin responder, se acomodó a su lado y comenzó a acariciar al cachorro, que ya se había despertado y buscaba atención. El pequeño perro se acomodó en sus piernas, disfrutando del cariño de su nueva dueña. —Aún no he conseguido nombre para él —comentó Amatista, con una sonrisa que mostraba lo mucho que el perrito ya había conquistado su corazón. Enzo observó a Amatista acariciar al cachorro mientras pensaba en lo que había dicho. Después de unos segundos, rompió el silencio con una sonrisa suave, sabiendo que ella tenía razón. —No te preocupes, gatita... seguro que lo encontrarás, lo importante es que a él le gusta estar contigo —dijo, mirando el tierno cachorro con cariño. Amatista le devolvió la sonrisa y acarició la cabecita del perrito, quien movía su cola felizmente. —Debe tener un nombre, no podemos seguir llamándolo "el perrito". —respondió con una sonrisa decidida, como si ya estuviera tomando la situación como un asunto serio. En ese momento, el sonido de motores acercándose a la mansión llamó su atención. Enzo y Amatista se giraron hacia la entrada, y a lo lejos, vieron llegar a los coches de los socios. Maximiliano y Mauricio Sotelo, Massimo, Mateo y Emilio se bajaron con una actitud relajada, listos para una visita más. Amatista, al verlos llegar, no pudo evitar lanzar una sonrisa traviesa, sabiendo que la atmósfera podría volverse aún más juguetona. Se inclinó ligeramente hacia Enzo, con tono juguetón: —Es bueno que hayan llegado ahora y no cuando tú perdías el control —dijo con una mirada llena de diversión. Enzo se rió, comprendiendo a la perfección lo que quería decir. No era necesario decir más. Los hombres, al verlos tan relajados y disfrutando del momento, se acercaron y saludaron cordialmente. —¡Enzo! ¡Gatita! —gritó Maximiliano, el más bromista del grupo, mientras se acercaba a ellos con una sonrisa de oreja a oreja. Amatista se levantó y, feliz de ver a los chicos, los saludó, mientras el cachorro se movía entre sus piernas, curioso. —Les presento a nuestro nuevo amigo —dijo, acariciando al perrito con ternura, mientras el animal se acurrucaba en su regazo. —Estoy buscando un nombre para él. Es macho, por si alguien tiene alguna idea. Los hombres se agruparon alrededor de ella rápidamente, y el tono bromista no se hizo esperar. Comenzaron a lanzar nombres, siempre con alguna broma dirigida a Enzo, o a la relación de Amatista con él. Cada uno intentaba ser el más ingenioso. —¿Qué tal "Tigre"? Para que se parezca al dueño —bromeó Massimo, guiñándole un ojo a Enzo, lo que provocó una risa generalizada. —O "Fiera", para que siempre esté al acecho, como su dueño —añadió Mateo, soltando una carcajada. —Mejor "Lobito Junior", para que te siga a todas partes, Enzo —comentó Emilio, con su tono burlón habitual, mirando a Enzo de reojo. Amatista se rió divertida, disfrutando del momento mientras escuchaba las bromas. No le sorprendió que todos se dirigieran a Enzo en sus comentarios, sabiendo que tenía una forma especial de llamar la atención, incluso cuando no quería. Después de un rato, levantó la mano y les pidió que se callaran un poco. —Creo que lo vamos a llamar "Protector", para que lo acompañe a Roque a todos lados —dijo, con una sonrisa amplia, mientras el cachorro, al escuchar su nombre, movió la cola con entusiasmo. Los hombres estallaron en carcajadas, sorprendidos y a la vez divertidos por la ocurrencia. —¡Protector! —gritaron al unísono, como si fuera la mejor idea del día. Enzo, que observaba con una sonrisa, no pudo evitar sentirse un poco sorprendido por lo rápido que todos se unieron a la idea. Sabía que Amatista siempre tenía ese toque especial para cambiar el rumbo de las cosas con su sentido del humor. Pero luego de un momento de reflexión, Enzo, con una sonrisa cómplice, miró a Amatista y dijo en tono juguetón: —Creo que debería llamarse "Cookie" —dijo, con una mirada traviesa hacia ella. Amatista levantó las cejas, sorprendida por la sugerencia. —¿Cookie? —repitió, mirando a Enzo, sin entender muy bien la elección. —Sí, "Cookie", como galletita —dijo Enzo, sonriendo ampliamente. —Porque este cachorro es tan dulce como una. Los hombres, al escuchar la propuesta, rompieron en carcajadas inmediatamente. —¡Cookie! ¡Eso sí que le pega! —exclamó Maximiliano, con una risa contagiosa. —Un perro dulce y tierno, sin duda —añadió Massimo, con una sonrisa burlona. Amatista, entre risas, miró al cachorro que se acurrucaba entre sus piernas. No pudo evitar sonreír ante el nombre tan peculiar que Enzo había sugerido. —Bueno, parece que ya está decidido —dijo Amatista, mirando al perrito que seguía moviendo la cola. —¡Cookie será su nombre! —Cookie it is! —dijeron al unísono todos los hombres, aprobando la elección con entusiasmo. Enzo, aunque todavía con una sonrisa en el rostro, asintió satisfecho, sabiendo que el nombre era perfecto para el cachorro. —No olvides que será nuestro pequeño "Protector", siempre acompañando a Roque —dijo Enzo, con un toque de ternura en su voz mientras observaba a Amatista jugar con el cachorro. El grupo continuó disfrutando de la compañía del cachorro, y entre bromas y risas, la atmósfera en el jardín se volvió aún más relajada y cálida, con Amatista y Enzo, ahora con "Cookie" entre ellos, compartiendo un momento de diversión y complicidad.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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