Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente

Amatista se dejó caer sobre la cama de la suite, el cuerpo hundiéndose entre las sábanas suaves mientras sus pensamientos zumbaban como un enjambre de abejas. Había mucho que procesar tras su encuentro con Isabel, pero no podía evitar sentir una mezcla de alivio y melancolía. Isabel le había confesado verdades que dolían como un hierro candente, pero al mismo tiempo, saber que Romano siempre quiso decirle la verdad le daba un extraño consuelo. Romano. El hombre que había sido un padre para ella, que la había criado con afecto genuino. Su amor no había sido una fachada, y eso lo hacía todo más soportable. Cerró los ojos y exhaló profundamente, intentando calmar la maraña de emociones. Era demasiado para procesar en un solo día, y su cuerpo agotado le exigía un descanso que no podía rechazar. El tiempo se le escurrió entre los dedos mientras dormitaba, hasta que el sonido familiar de su teléfono la hizo parpadear. Aún medio dormida, estiró la mano hacia la mesita de noche y respondió sin mirar la pantalla. —Hola, gatita —dijo la voz profunda de Enzo al otro lado, arrancándole una pequeña sonrisa. —Amor... —murmuró Amatista, todavía adormilada—. Hola. —¿Estabas durmiendo? —preguntó él, y su tono se volvió casi divertido. —Solo descansando un poco —contestó ella, acomodándose en la cama—. Ha sido un día largo. —Lo sé, por eso quería saber cómo te fue con Isabel. Amatista titubeó un segundo, sus pensamientos aún nublados. —Fue... esclarecedor —dijo con suavidad—. No fue fácil, pero al menos siento que tengo algunas respuestas. —Eso es lo importante, gatita. Si necesitas algo, solo dilo. —Ven a verme más tarde, por favor —pidió Amatista, casi como un susurro. —Claro, estaré ahí. Descansa, ¿sí? —Te quiero, amor. —Y yo a ti, gatita —respondió él antes de colgar. Enzo dejó escapar una risa ligera al guardar el teléfono. "Tan perezosa", pensó para sí, con una mezcla de diversión y ternura. Se giró hacia el grupo que lo esperaba cerca del campo de golf. Emilio, Paolo, Mateo y Massimo parecían entretenidos, aunque no faltaban las bromas entre ellos. Fue Emilio quien notó algo en la distancia y señaló con la cabeza. —Ahí viene Santino —comentó, enderezándose. Todos giraron para ver al hombre acercarse junto a una joven de andar seguro y porte llamativo. Albertina, su hija, lucía un conjunto perfectamente diseñado para jugar al golf, aunque su intención parecía ir más allá del deporte. La tela ceñida realzaba su figura, y el brillo de su sonrisa tenía una intención evidente. —Buenas tardes, caballeros —saludó Santino, con la energía de alguien que siempre se sentía en control. —Bienvenidos —respondió Enzo con cortesía, estrechándole la mano. Albertina no tardó en hacerse notar, saludando con un tono melodioso y una inclinación que dejaba claro que quería ser el centro de atención. —Es un placer verlos —añadió, lanzándole una mirada rápida a Enzo que pasó desapercibida para todos menos él. El juego comenzó bajo la dirección de Enzo, quien se movía con una confianza natural en cada movimiento. Golpe tras golpe, demostró su habilidad con una precisión que era imposible de ignorar. Albertina, mientras tanto, aprovechaba cada oportunidad para lanzar comentarios sutiles que bordeaban lo coqueto. —Qué firme eres con los movimientos, Enzo —comentó en un momento, sonriendo de lado. Enzo apenas levantó la vista, manteniéndose concentrado en su tiro. —La práctica hace al maestro —respondió con neutralidad, sin darle cabida a su intento de coqueteo. Santino, ajeno a los juegos de su hija, se centró en la conversación de negocios que surgía entre los jugadores. Habló de sus inversiones, de las oportunidades en los mercados extranjeros y de los nuevos contratos que estaba persiguiendo. Enzo escuchaba con interés, haciendo preguntas precisas y manteniendo el control de la conversación, como siempre. —Parece que tienes todo bajo control, Santino —dijo Mateo con una sonrisa mientras ajustaba su posición para un tiro. —Siempre lo intento, pero ya sabes cómo es este mundo. No puedes confiar en nadie —respondió Santino, con un dejo de seriedad en su voz. Mientras tanto, Albertina seguía buscando formas de llamar la atención de Enzo, pero este permanecía impasible. Para él, el coqueteo de la joven era apenas un ruido de fondo; su enfoque estaba en los negocios, y su mente, en otra parte. En mitad del juego, el teléfono de Enzo vibró en su bolsillo. Era un gesto discreto, casi imperceptible, pero suficiente para que su atención se desviara por un momento de la competencia. Sacó el dispositivo y, al leer el mensaje en la pantalla, una sonrisa se dibujó en sus labios, tan genuina como inesperada. "Amor, ¿me traes galletitas caseras de la tienda del club? Por favor. 🩷" "Esa gatita...", pensó para sí, mientras tecleaba una rápida respuesta: "Claro, gatita. Te llevo las que más te gusten." Guardó el teléfono sin más alboroto y volvió a enfocar su atención en el juego, como si el breve momento no hubiera ocurrido. Ninguno de los presentes pareció notar el desvío de su atención, excepto Emilio, quien desde su posición le lanzó una mirada de reojo. Aunque no hizo ningún comentario, el leve movimiento de su ceja y una sonrisa casi imperceptible delataban que algo había notado. El juego continuó, con los jugadores concentrados en sus tiros. Enzo, como era de esperarse, dominaba la competencia con una precisión calculada, cada golpe suyo un recordatorio de su destreza tanto en el deporte como en cualquier actividad que se propusiera. Albertina, sin embargo, no parecía interesada en el marcador. Aprovechaba cada oportunidad para lanzar comentarios que bordeaban lo coqueto, esperando captar la atención de Enzo. —Debo admitir que no solo eres bueno en los negocios, Enzo —dijo ella tras un tiro particularmente certero—. También destacas aquí. Es difícil no admirarte. Enzo no levantó la vista del hoyo al que se dirigía. —La práctica y la estrategia lo son todo —respondió con frialdad, sin mostrar interés alguno en las palabras de la joven. Albertina, lejos de desanimarse, intentó nuevamente minutos después, ajustando su postura mientras esperaba su turno. —Quizá necesite un instructor tan dedicado como tú para mejorar mi juego. Esta vez, Enzo ni siquiera se molestó en responder. Su silencio era más elocuente que cualquier palabra. Albertina apretó los labios, fingiendo que no le molestaba la falta de atención. Mientras tanto, la conversación entre Santino y los otros jugadores se enfocaba en temas de negocios. Santino hablaba con entusiasmo sobre nuevas oportunidades en el extranjero, mientras Massimo y Paolo compartían sus perspectivas sobre alianzas estratégicas. —Este año ha sido complicado para algunos sectores —comentó Santino, golpeando su bola con moderada precisión—, pero los mercados emergentes están llenos de oportunidades si sabemos cómo abordarlos. —Eso siempre es clave —respondió Enzo, aprovechando un breve descanso entre tiros—. Adaptarse rápido y jugar con ventaja antes de que los demás se den cuenta. —Exacto —dijo Santino, con un brillo en los ojos que demostraba su admiración por la forma en que Enzo manejaba cualquier situación. La partida llegó a su fin con una victoria clara para Enzo, quien recibió los cumplidos de sus compañeros con una cortesía calculada. Santino y Albertina se despidieron cordialmente, ella lanzándole una última mirada a Enzo que él no devolvió, manteniendo su atención en los números de la puntuación. —Siempre es un placer compartir el campo contigo, Enzo —dijo Santino mientras estrechaba su mano. —El placer es mío —respondió Enzo con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Albertina agregó, con una voz melodiosa: —Espero que tengamos más oportunidades de coincidir. —Veremos cómo se dan las cosas —contestó él, manteniendo su tono neutro. Cuando Santino y Albertina finalmente se marcharon, el ambiente en el grupo se relajó. Massimo fue el primero en romper el silencio, mirando su reloj con una sonrisa. —Bueno, señores, ¿qué les parece si ahora sí vamos por unas bebidas? Emilio soltó una risa breve mientras recogía su equipo de golf. —Yo digo que el whisky suena bien, pero algo me dice que Enzo ya tiene otros planes. Paolo miró a Enzo de reojo, notando que revisaba su teléfono por un instante antes de guardarlo en el bolsillo con una ligera sonrisa en los labios. —Siempre con prisa. ¿Es algún asunto importante, Enzo? —preguntó Paolo con tono casual. Enzo levantó la vista, su expresión relajada, aunque sin dar demasiados detalles. —Digamos que mi tarde tiene otros compromisos. Massimo arqueó una ceja, claramente divertido. —Déjame adivinar. Amatista. Enzo no negó nada, simplemente dejó escapar una sonrisa sutil. —Ella siempre es una prioridad. Mateo se rió suavemente mientras cargaba su equipo. —No me sorprende. Amatista tiene ese efecto en ti desde siempre. El grupo compartió una risa ligera, pero pronto el tono de la conversación cambió. Massimo, siempre directo, se cruzó de brazos y habló con más seriedad. —¿Y cómo está? Después de lo de Daniel e Isabel... supongo que no ha sido fácil. El grupo guardó silencio. Todos sentían un cariño especial por Amatista, y la preocupación en sus rostros era evidente. Enzo suspiró, mirando hacia el campo de golf como si reflexionara sobre cómo responder. —Hoy fue a hablar con Isabel —dijo finalmente, su tono más serio—. No estaba seguro de cómo lo iba a tomar, pero lo único que realmente me preocupaba era que decidiera irse. Mateo, que rara vez intervenía en estas conversaciones, lo miró con curiosidad. —¿Irse? Enzo asintió, su expresión endureciéndose por un instante. —Es complicado. Amatista sabe que yo no tuve nada que ver con lo que pasó, pero enfrentarse a esas verdades nunca es fácil. Emilio lo observó atentamente antes de hablar con un tono reflexivo. —Amatista es más fuerte de lo que parece, Enzo. Siempre lo ha sido. La mirada de Enzo se suavizó un poco, como si encontrara consuelo en esas palabras. —Lo sé. Ella me aseguró que entiende todo y que sigue conmigo. Pero no puedo evitar pensar en cuánto le duele todo esto. Paolo intervino, tratando de aliviar la tensión con un comentario más ligero. —Mira, si hay algo que sabemos de Amatista, es que no se va a ningún lado. Esa chica te mira como si fueras su mundo entero. Enzo dejó escapar una breve risa, cargada de sinceridad. —Eso espero. Pero no dejaré de asegurarme de que lo sepa. Massimo negó con la cabeza, claramente divertido. —Por favor, Enzo. Todos hemos visto lo que ustedes tienen. Es algo que no se rompe tan fácilmente. —Es cierto —agregó Mateo, con una sonrisa amable—. Ella confía en ti, y tú en ella. Esa es la base de todo. El grupo asintió, compartiendo un momento de complicidad antes de que Massimo rompiera nuevamente la seriedad con su tono habitual. —Bueno, antes de que te desaparezcas para "otros compromisos", ¿estás seguro de que no te queda tiempo para un último trago con nosotros? Enzo negó con la cabeza, ya girándose hacia la tienda del club. —Otro día, señores. Tengo un par de cosas pendientes que atender, y ustedes saben que no me gusta hacerla esperar. Paolo rió mientras lo veía alejarse. —Nunca pensé que veríamos a Enzo Bourth tan... disciplinado. Emilio, que seguía observando a Enzo mientras se alejaba, comentó con un tono más serio: —No lo llamen disciplina. Es lealtad. Y si algo sabemos de Enzo y Amatista, es que esa lealtad siempre es mutua. El grupo asintió, dejando que el comentario de Emilio marcara el final de la conversación mientras recogían sus cosas y se dirigían hacia el bar. Enzo llegó al hotel con las galletitas envueltas cuidadosamente en una bolsa de papel. Caminó con calma por el pasillo hacia la suite de Amatista, un lugar que había aprendido a considerar casi como una extensión de su propia vida. Amatista estaba ahí, y eso era suficiente para que cualquier espacio fuera su hogar. Cuando abrió la puerta, apenas tuvo tiempo de soltar la bolsa antes de que Amatista se lanzara hacia él con los brazos extendidos. —¡Amor! —exclamó mientras lo envolvía en un cálido abrazo. Enzo, acostumbrado a su entusiasmo pero nunca indiferente a él, la atrapó con facilidad, rodeándola con sus brazos fuertes. La besó en la frente antes de que ella levantara la cabeza para sellar el saludo con un beso suave en los labios. —¿Es esta tu nueva forma de saludarme? —bromeó Enzo, arqueando una ceja con una sonrisa. Amatista, juguetona como siempre, miró hacia la puerta detrás de él y luego volvió a sus ojos con una expresión traviesa. —Ya entraste, ¿no? Enzo dejó escapar una risa breve y la puso suavemente en el suelo, pero no sin antes rozar su nariz con la de ella en un gesto cariñoso. —Eres increíble, gatita —murmuró mientras ella tomaba su mano y lo guiaba hacia el sillón. Amatista se acomodó a su lado, apoyando la cabeza en su hombro mientras miraba las galletitas. Aunque agradeció el detalle con un "gracias, amor" entre susurros, su expresión se tornó más pensativa, lo que no pasó desapercibido para Enzo. —¿Qué pasó? —preguntó él, colocando su brazo alrededor de ella para atraerla más cerca. Amatista suspiró y comenzó a contarle sobre su conversación con Isabel, su madre. —Hoy me dijo que Romano siempre quiso decirme la verdad, pero que ella fue quien se negó. —Hizo una pausa, su voz se quebró ligeramente—. Una parte de mí siempre tuvo miedo de que Romano no me quisiera realmente, que solo estuviera cumpliendo un deber... Pero ahora sé que su amor siempre fue genuino. Enzo escuchó en silencio, asintiendo con una mezcla de comprensión y ternura. —Romano te quiso como a una hija, gatita —afirmó con firmeza, acariciando su cabello. Amatista levantó la vista hacia él, con una sombra de inseguridad en su mirada. —Lo sé. Pero cuando Isabel habló de cómo me compraron... por un momento me sentí insegura, como si todo hubiera sido... transaccional. La mano de Enzo se deslizó hasta su mejilla, levantando suavemente su rostro para que lo mirara. —Mi familia te ama sinceramente, gatita. Cada uno de nosotros. —Hizo una pausa, su tono se suavizó mientras una chispa juguetona aparecía en sus ojos—. Especialmente yo. El comentario logró arrancarle una sonrisa a Amatista, quien decidió cambiar el tono de la conversación. —¿Me estás seduciendo? —preguntó ella, con un brillo travieso en los ojos mientras sus dedos comenzaban a deslizarse por el pecho de Enzo. Él dejó escapar una risa grave, entrecerrando los ojos mientras disfrutaba del juego. —¿Y si lo estuviera? Amatista se inclinó un poco más hacia él, trazando círculos suaves con sus dedos sobre su camisa, como si probara hasta dónde podía llegar. —Entonces diría que estás haciendo un buen trabajo... pero no tienes que esforzarte tanto. Enzo, siempre en control, pero nunca inmune al encanto de Amatista, deslizó una mano hasta su cintura, atrayéndola un poco más cerca. —No me esfuerzo, gatita. Contigo, todo es natural. Amatista rió suavemente y tomó otra galletita de la bolsa, mordiéndola con calma mientras apoyaba su espalda en el pecho de Enzo. El calor de su cuerpo contra el suyo la hacía sentir segura, como si no existiera un lugar más cómodo en el mundo. —Estas galletitas son perfectas —comentó con una sonrisa satisfecha, mirándolo de reojo—. Siempre sabes lo que me gusta. Enzo dejó escapar una pequeña risa y le acarició el cabello. —Lo sé, gatita. Pero ahora, creo que es hora de que nos demos un baño. Amatista alzó la vista, fingiendo sorpresa. —¿Ahora? ¿Y dejar mis galletitas? ¡Ni lo pienses! Antes de que pudiera oponer más "resistencia", Enzo se inclinó y la alzó en brazos con facilidad, sujetándola con firmeza mientras ella comenzaba un berrinche juguetón. —¡Nooo! ¡Mis galletitas! ¡Enzo, no puedes hacerme esto! —protestó entre risas, mientras agitaba las piernas en un intento poco convincente de liberarse. —Claro que puedo, gatita. —Enzo la miró con una sonrisa traviesa mientras se dirigía al baño—. Te las ganaste, pero primero vamos a bañarnos. —¡Eres cruel! —murmuró, cruzando los brazos de forma exagerada, aunque su sonrisa la delataba—. Quiero que sepas que voy a pensar en mis galletitas todo el tiempo. —Perfecto, así no se te olvida quién te las trajo —respondió él, cerrando la puerta del baño con un movimiento suave mientras su risa grave llenaba el aire.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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