Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas

El grupo se trasladó al comedor del club, donde una larga mesa los esperaba con una variedad de platillos cuidadosamente preparados. El ambiente se mantenía distendido, con risas y conversaciones ligeras flotando en el aire. Amatista se sentó en uno de los extremos, y sin sorpresa, Enzo tomó asiento a su lado. Frente a ellos, Alan, Joel y Emilio intercambiaban bromas, mientras Darío, Mariano y Juan se acomodaban más cerca, todavía intrigados por la dinámica del grupo. —Espero que el almuerzo sea tan interesante como el juego de antes. —comentó Juan con una sonrisa socarrona mientras servía su copa de vino. —Depende de qué tan picantes sean las conversaciones. —añadió Darío, lanzándole una mirada de complicidad a Amatista. Ella, sin inmutarse, tomó su copa de agua y bebió con tranquilidad. —Si esperas más detalles, tendrás que seguir soñando. —respondió con una sonrisa burlona. —Lo intentamos. —dijo Mariano encogiéndose de hombros con falsa resignación. Everly y Rose sirvieron los primeros platos mientras las conversaciones fluían con naturalidad. A pesar de los momentos de tensión que habían vivido en los últimos días, el grupo disfrutaba de un respiro en ese almuerzo. —Así que, ¿cuánto tiempo piensan quedarse en el club? —preguntó Darío con aire casual, dirigiéndose a Enzo. —El tiempo que sea necesario. —respondió Enzo con tranquilidad, cortando su carne con precisión. —Deben estar muy cómodos si hasta tiempo para jugar tienen. —bromeó Mariano. —Siempre hay tiempo para hacer buenas preguntas. —dijo Alan con una sonrisa maliciosa. —¿Buenas preguntas o preguntas comprometedoras? —preguntó Juan, riendo. —Depende de a quién le preguntes. —intervino Joel, lanzándole una mirada de reojo a Amatista. Ella solo sonrió con calma y continuó comiendo. Sin embargo, los comentarios no pasaban desapercibidos para Enzo, que se mantenía atento a cada palabra. —Si tanto les gusta el juego, podríamos retomarlo aquí mismo. —propuso Emilio con diversión. —Ni en broma. —respondió Amatista, sin levantar la vista de su plato. —Oh, vamos, Gatita. —susurró Enzo con una sonrisa ladeada, lo suficientemente bajo como para que solo ella lo escuchara. Amatista le lanzó una mirada de advertencia, pero él solo continuó comiendo con total tranquilidad. —Hablando en serio, —dijo Darío, cambiando de tono— el ambiente aquí es bastante diferente a cuando nos conocimos en el club aquella vez. —Supongo que las circunstancias han cambiado. —respondió Amatista con simpleza. —No es el único cambio. —susurró Juan a Darío con una sonrisa, observando a Amatista de reojo. —Deben tener buenas razones para estar aquí en lugar de en la mansión Bourth. —comentó Mariano con aire curioso. El ambiente se tensó ligeramente ante esa observación, pero Enzo se limitó a beber de su copa antes de responder con calma. —Como dije antes, el tiempo que sea necesario. La respuesta fue suficiente para cerrar el tema. Aunque el almuerzo transcurrió con normalidad, entre comentarios y bromas, la presencia de Darío, Mariano y Juan añadía un matiz distinto a la conversación. Eran hombres de negocios, pero también eran observadores, y su interés en Amatista y en la relación entre ella y Enzo no era un detalle menor. Cuando la comida llegó a su fin, Everly y Rose comenzaron a retirar los platos mientras Alan se estiraba en su silla con satisfacción. —Ahora sí, después de un buen almuerzo, ¿qué tal si volvemos al juego? Las risas resonaron en la mesa, dando paso a la siguiente ronda de preguntas. La tarde continuaba con su aire relajado y las risas se multiplicaban entre los hombres mientras el juego tomaba un giro aún más atrevido. Después de un almuerzo animado, Alan propuso cambiar las reglas y hacer el juego más interesante. Esta vez, la persona que tocara el comodín podría hacerle una pregunta a cualquiera de los presentes. Si la persona elegida no quería responder, debía tomar tres bebidas como castigo. —Vamos, Amatista, ¿te unes? —le insistieron Alan y algunos de los demás. Amatista negó con la cabeza, cruzándose de brazos en su sillón mientras observaba el resto del grupo. —No, gracias. Prefiero no jugar. —respondió con calma, sabiendo que las preguntas serían cada vez más atrevidas. Las risas continuaron mientras el juego se ponía en marcha. Las preguntas iban tomando un tono más explícito, algunas sobre experiencias pasadas y otras directamente sobre preferencias sexuales. Nadie parecía incomodarse, y las bromas entre ellos se sucedían sin descanso. Antes de continuar, todos se trasladaron a la sala principal para continuar jugando, aunque Amatista aprovechó el momento para retirarse a su habitación, buscando un breve respiro antes de regresar. En su ausencia, los hombres se acomodaron nuevamente en los sillones mientras las preguntas comenzaban a volar. El comodín fue cayendo en las manos de varios de los presentes. Primero fue Joel quien lanzó su pregunta sin dudar: —Enzo, ¿qué es lo que más te gusta de Amatista? Enzo no dudó ni un segundo, respondiendo con su voz firme y decidida: —Todo. —dijo simplemente, causando algunas risas entre los demás. —¡Vamos, sé más específico! —gritó Mariano desde el otro lado, burlándose un poco. Enzo levantó una ceja con una sonrisa ladeada, sin perder la calma: —La forma en que me hace perder el control. Las risas siguieron mientras los demás intercambiaban bromas. El juego no había hecho más que comenzar, pero el ambiente ya era cálido y divertido. El comodín pasó ahora a Mariano, quien no perdió la oportunidad de hacer una pregunta intrigante. —Samara, ¿estarías con alguno de los hombres presentes? Samara, sonriendo de manera coqueta, respondió con total naturalidad: —Con más de uno. —dijo mientras sus ojos se fijaban descaradamente en Enzo. Las bromas siguieron y se volvieron un poco más audaces. El comodín tocó entonces a Luna, quien, con una mirada traviesa, preguntó: —Enzo, ¿alguna vez pensaste en dejar a Amatista? Enzo, sin vacilar, contestó con firmeza: —Ni de loco. Las risas se hicieron más fuertes y algunas miradas cómplices se cruzaron entre los hombres. Luego el comodín cayó en Juan, quien no pudo resistir la tentación de hacerle una pregunta a Enzo. —¿No te molesta que Amatista sea tan atractiva y que llame la atención de otros? Enzo se recostó en su sillón y, con una sonrisa sutil, respondió: —No me molesta. Porque ella es mía. Nadie la tiene, nadie la tendrá. La respuesta provocó murmullos y algunas sonrisas nerviosas, pero todos parecían entender la intensidad con la que Enzo veía a Amatista. A continuación, el comodín tocó a Emilio, quien, con una mirada juguetona, hizo una nueva pregunta. —Enzo, ¿qué es lo que te gusta tanto de Amatista como para ni siquiera pensar en dejarla? Enzo no dudó en su respuesta, ya conocida por todos: —Es que ella es mía. Siempre lo ha sido. Las bromas y comentarios continuaron entre los hombres, pero rápidamente el comodín tocó a Dario, quien con una sonrisa traviesa, le hizo una pregunta a las mujeres del grupo. —Samara, Luna, ¿alguna vez hicieron un baile sensual para alguna pareja? Samara se rió con fuerza, respondiendo con humor: —No. Luna, sin embargo, levantó una ceja y, con tono divertido, dijo: —Sí, yo sí. Las risas se desataron mientras la atmósfera se volvía cada vez más relajada y llena de picardía. Justo en ese momento, Amatista regresó al salón, después de haberse dado una ducha refrescante. Se dirigió a la cocina, sirvió un poco de helado en una copa —de vainilla y chocolate— y regresó con su dulce en mano, sentándose junto a Enzo. La tranquilidad que traía consigo contrastaba con la atmósfera juguetona de la sala. Amatista comenzó a comer su helado sin decir una palabra, disfrutando del momento y alejándose de las preguntas indiscretas del juego. —¿Cómo estuvo la ducha? —le preguntó Enzo en tono suave, mirando a Amatista mientras ella se acomodaba junto a él. —Refrescante. —respondió ella sin mirarlo, centrada en su helado. Alan, aprovechando el momento para volver a la diversión, dijo con tono burlón: —¿Ahora, después del helado, te unes al juego, amatista? Amatista, con su copa de helado en mano, miró alrededor un momento antes de responder a Alan con una sonrisa tranquila. —Está bien, pero solo un rato. Ya me estoy aburriendo un poco con el juego. —dijo mientras daba otro bocado de su helado, sin dejar de observar cómo los demás se preparaban para continuar. Las cartas fueron repartidas y, al poco tiempo, el comodín cayó en las manos de Joel, quien no tardó en hacer su pregunta. —Amatista, ¿alguna vez le enviaste fotos provocativas a Enzo? Amatista, sin mostrar ninguna incomodidad, respondió con una sonrisa misteriosa: —Sí. Algunos de los hombres soltaron una risa cómplice. —¡Eso sí que es un sí rotundo! —bromeó Dario, guiñando un ojo. —¡Deberías estar tomando notas, Joel! —comentó Mariano, lanzando una mirada burlona. Joel no pudo evitar reírse, agradecido por la sinceridad de Amatista, mientras el comodín pasaba ahora a Juan, quien, con una mirada traviesa, le lanzó una nueva pregunta. —Amatista, ¿alguna vez cumpliste alguna fantasía de Enzo? Enzo, riendo de manera relajada, observaba a Amatista sin perder detalle. Ella, sin perder su compostura, contestó con total seguridad. —Todas. —dijo con una sonrisa, causando un silencio fugaz y algunas miradas entre los presentes. —¡¿Todas?! ¿No te has quedado sin ideas? —preguntó Alan, entre carcajadas. —Debe tener un libro entero de fantasías esa mujer, ¡y Enzo parece tenerla como bibliotecaria! —comentó Juan, sonriendo. —¿Y tú, Juan, ¿las has cumplido todas? —bromeó Mariano, provocando más risas. El comodín pasó a Luna, quien no perdió la oportunidad de preguntar a Enzo con un tono sugerente. —Enzo, ¿alguna vez cumpliste alguna fantasía de Amatista? Enzo se recostó en su sillón, cruzando los brazos mientras una sonrisa sutil aparecía en su rostro. —Sí. —respondió sin dudar. Mientras todos miraban, Amatista, que ya estaba en su propio mundo con su helado, solo le lanzó una mirada divertida. A continuación, el comodín tocó a Alan, quien, con una mirada cómplice hacia Amatista, le lanzó una pregunta directa: —Amatista, ¿alguna vez has hecho algo solo para complacer a Enzo, aunque no fuera lo que realmente querías? Amatista no se inmutó, siempre tranquila. —Sí. —respondió sin pensarlo demasiado, como si fuera algo natural. Luego, Dario aprovechó para hacer otra pregunta audaz. —Amatista, ¿alguna vez has hecho algo atrevido solo para sorprender a Enzo? Amatista levantó una ceja, mientras dejaba de comer el helado por un momento para responder. —Sí. —dijo con una sonrisa juguetona, sabiendo que todos esperaban más detalles, pero ella se mantuvo en su tono discreto. Finalmente, el comodín llegó a Enzo, quien miró a Amatista con una expresión más seria, casi evaluadora. Todos los ojos se dirigieron hacia él, anticipando lo que diría. Enzo miró a Amatista y, con voz baja pero clara, le preguntó: —¿Piensas perdonarme, gatita? Amatista lo miró a los ojos sin titubear, su respuesta fue directa y sin agregar más. —Sí. —fue todo lo que dijo. Un silencio pesado siguió la respuesta, mientras los demás observaban en silencio la interacción entre ellos. Finalmente, decidieron tomar una pausa del juego, las bromas cesaron y el ambiente se relajó. Amatista, sin decir nada más, se levantó de su lugar y se dirigió a la cocina para llevar la copa de helado que ya estaba vacía. Mientras regresaba, su mirada se desvió hacia los detalles del club, y en lugar de volver a sentarse con los demás en la sala principal, decidió caminar por la estancia, observando más de cerca la decoración. El salón estaba lleno de detalles finos, desde los cuadros en las paredes hasta las luces tenues que daban un aire acogedor. Amatista parecía perdida en sus pensamientos mientras recorría el espacio. Enzo la observó desde su lugar, pero no la interrumpió. Mientras Amatista exploraba el salón, los hombres en los sillones comenzaron a cambiar el tono de la conversación. Ahora hablaban de negocios, inversiones y proyectos en marcha. Enzo, aún recostado con un cigarro entre los dedos, participaba con comentarios cortos pero directos, su mente dividida entre la charla y la figura de Amatista moviéndose por el lugar. Amatista, sintiéndose ajena a la conversación, decidió dirigirse al tercer piso. Nunca se había detenido a explorar las habitaciones de esa zona del club, y la curiosidad la impulsó a ver qué había allí. Al llegar, notó que todas las puertas tenían cerraduras eléctricas y, al intentar abrir una, se dio cuenta de que estaban bloqueadas. Frunció el ceño, frustrada, y después de unos segundos decidió regresar a la sala principal. —¿Por qué las habitaciones del tercer piso tienen cerraduras eléctricas? —preguntó al volver. Enzo la miró con media sonrisa y, sin responderle de inmediato, se levantó de su sillón. Regresó un momento después con una tarjeta en la mano, que le extendió con su gesto despreocupado. —Esto abre todas las puertas. Anda, explora. Amatista tomó la tarjeta con una sonrisa, sintiendo el cosquilleo de la emoción. Sin perder tiempo, volvió al tercer piso, esta vez acompañada por Luna y Samara, que no quisieron quedarse fuera de la exploración. Las tres comenzaron a abrir habitación por habitación. Algunas eran salas de juego privadas con mesas de póker, sillones de cuero y un bar exclusivo. Otras eran suites con camas enormes, pero lo que realmente llamó su atención fueron ciertas habitaciones que claramente no eran comunes. —Esto… definitivamente no es un hotel normal. —comentó Samara, riendo mientras recorría con la mirada la habitación en la que habían entrado. Había un jacuzzi, un caño para bailes y un diseño que dejaba en claro que el lugar estaba hecho para el placer más que para el descanso. Luna soltó una carcajada y caminó hacia el jacuzzi con entusiasmo. —Yo quiero usar esto. —Pues úsenlo. —dijo Amatista, animándolas con una sonrisa mientras dejaba la tarjeta sobre una mesa. Luna y Samara comenzaron a prepararse para meterse en el agua caliente, y Amatista decidió hacer lo mismo. Pero cuando llevó las manos a su espalda para bajar el cierre de su vestido, se encontró con un problema. —¿Qué pasa? —preguntó Luna, al ver su expresión. —El cierre no baja, está trabado. —Déjame intentarlo. —dijo Luna, acercándose a ayudarla. Sin embargo, después de varios intentos, Luna suspiró y se apartó. —No puedo, está completamente atorado. —A ver, yo lo intento. —Samara tomó el relevo, pero tuvo el mismo resultado. Amatista frunció los labios con molestia y probó una vez más por sí misma, tirando con fuerza, pero el cierre ni se movió. —Genial. —bufó con frustración. —Ve a pedirle ayuda a Enzo. —sugirió Samara, divertida. —Sí, claro, ¿y qué les digo? “Oye, necesito que me abras el vestido porque quiero meterme en un jacuzzi con dos mujeres”. —Básicamente. —respondió Luna con una sonrisa traviesa. Amatista suspiró, pero al ver que no tenía otra opción, decidió bajar de nuevo a la sala principal. Caminó con paso seguro hasta donde estaba Enzo, quien la observó con curiosidad. —¿Qué pasa, gatita? —El cierre de mi vestido está trabado. —le explicó sin rodeos—. Quiero meterme en el jacuzzi con Luna y Samara, pero no puedo sacármelo. Los hombres alrededor dejaron de hablar por un momento y miraron la escena con interés. Enzo, divertido, dejó el cigarro en el cenicero y se puso de pie. —A ver. Se acercó a su espalda y tomó el cierre con una mano, aplicando algo de fuerza. Sin embargo, el vestido parecía haberse convertido en una fortaleza impenetrable. Enzo soltó una risa baja. —Gatita, ¿cómo hiciste para entrar en este vestido? Amatista giró levemente el rostro, mirándolo de reojo. —Cuando me lo puse no tenía problemas. Luego, sin pensarlo mucho, añadió con tono burlón: —Además, tú compras todos mis vestidos, así que no me eches la culpa. Enzo sonrió de lado, sin discutir. —Está bien, quédate quieta. Amatista obedeció, y esta vez Enzo aplicó mucha más fuerza. Con un tirón más brusco, el cierre cedió de golpe, deslizándose hacia abajo. —Listo. —dijo él, con satisfacción. Cuando Enzo finalmente logró bajar el cierre, Amatista soltó un suspiro de alivio. —Gracias. —dijo, dándose la vuelta para regresar al tercer piso. Pero justo cuando empezó a caminar, las bromas no tardaron en surgir entre los hombres. —¿Seguro que solo estabas ayudando, Enzo? Porque parecía que estabas disfrutando demasiado. —comentó Alan con una sonrisa maliciosa. —Lo que pasa es que nadie toca a su gatita sin su permiso. —agregó Joel, enfatizando el apodo con tono burlón. —¿O será que el vestido se resistía porque no quería separarse de Amatista? —bromeó Juan, riéndose. —Más bien, el vestido entendió que Enzo no es de los que dejan ir fácil. —dijo Darío, mirando a Enzo con una media sonrisa. Enzo se limitó a encender su cigarro, sin apartar la vista de Amatista, que ya subía las escaleras. —Cállense. —fue todo lo que dijo, con una media sonrisa que apenas se asomó en su rostro. Amatista ignoró los comentarios y continuó su camino, sintiendo aún la mirada intensa de Enzo siguiéndola mientras desaparecía en el tercer piso.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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