Capítulo 6 El secreto de la gatita

La luz de la mañana se filtraba a través de las cortinas, inundando la habitación con un brillo suave que parecía llenar el espacio de una calma melancólica. Amatista despertó lentamente, sintiendo el calor de la manta sobre su cuerpo. Abrió los ojos con pereza, su vista aún algo nublada por el sueño, hasta que sus ojos se encontraron con la figura de Enzo, que estaba en pie junto a la ventana. Él estaba vestido con su traje de siempre, impecable, como si estuviera preparado para enfrentar el mundo con su imponente presencia. Ella se incorporó en la cama, apoyándose en sus codos, observando a Enzo mientras él se ataba los zapatos con una destreza que demostraba su acostumbrada rutina. Aunque su rostro mostraba una calma aparente, Amatista podía percibir la tensión en su postura, como si todo lo que hiciera estuviera calculado, como si su vida fuera una coreografía estricta que no podía permitirse desajustar. Con un suspiro, se levantó de la cama y caminó hacia él. Le rodeó la cintura con sus brazos, enterrando su rostro en la tela de su camisa, buscando consuelo en su cercanía. Enzo se quedó inmóvil por un momento, sorprendiendo a Amatista, antes de sonreír con suavidad. — Debo irme —dijo él, su voz grave y cargada de determinación, pero también de una ternura oculta que solo ella lograba captar. Amatista asintió sin soltarlo, apretándose más contra él. La sensación de tenerlo tan cerca, de sentir el calor de su cuerpo, la llenaba de una extraña seguridad, pero también de una profunda tristeza. Sabía que la soledad la esperaba una vez más. — Vuelve pronto —murmuró, su voz ahogada en su pecho. No necesitaba decir más; Enzo lo entendía. Él acarició su cabello con suavidad, respondiendo con una promesa que resonaba en el aire, aunque no podía garantizar que fuera completamente cierta. — Haré lo posible —dijo, aunque Amatista sabía que la palabra “posible” en su boca significaba poco cuando la agenda de Enzo era tan impredecible. Con un último suspiro, él se apartó, dando un paso atrás. Amatista lo observó mientras tomaba su abrigo y se acercaba a la puerta. Cuando se dio la vuelta para mirarla una última vez, ella se quedó de pie en el centro de la habitación, sintiendo cómo el vacío se apoderaba de ella. Enzo se marchó sin vacilar, con paso firme, como si hubiera hecho este mismo ritual miles de veces, mientras Amatista veía su figura alejarse por el pasillo. Una vez más, se quedaba sola. Como siempre, la rutina de soledad la abrazó al instante. No importaba cuántas veces se repitiera, siempre se sentía como un vacío que nunca lograba llenar. La casa, grande y callada, se llenó de ecos, de esos susurros invisibles que la acompañaban día tras día. Enzo se iba, y ella regresaba a su rutina, al mismo ciclo interminable. En los primeros minutos de la mañana, la única compañía de Amatista era Rose, la mujer encargada de prepararle los batidos y almuerzos. Rose era una figura discreta en la casa, una presencia que se deslizaba silenciosa por los pasillos, siempre dispuesta a cumplir con su tarea sin hacer preguntas. A veces, Amatista la miraba desde lejos, como si la mujer fuera la única prueba de que el mundo exterior existía, pero no había más que esa rutina monótona que parecía acaparar cada rincón de la mansión. Mientras tanto, Enzo estaba al teléfono, llamando a sus socios, convocándolos a su oficina. Había asuntos urgentes que atender, y esa tarde sería crucial para definir el futuro de su imperio. Los hombres llegarían en unas horas, y él debía estar listo para lo que viniera. El terreno de Lorenzo estaba sobre la mesa, y Enzo tenía sus dudas. Si había algo que había aprendido en este mundo, era que todo tenía un precio, y las promesas de hombres como Lorenzo no siempre se cumplían. Sin embargo, la oferta era tentadora, y Enzo no podía dejarla pasar. Por la tarde, sus socios llegaron, y la conversación se centró en el terreno que Lorenzo había propuesto. Emilio, Paolo, Massimo y Mateo se reunieron con Enzo en su oficina, rodeados de papeles y planos. — Lorenzo asegura que es un terreno ideal para expandir nuestras operaciones —comentó Enzo, estudiando con atención los documentos. — Pero necesitamos verlo de cerca antes de tomar cualquier decisión. No quiero correr riesgos con alguien tan ambicioso como él. Todos asintieron, reconociendo la sabiduría en las palabras de Enzo. Massimo, como siempre, fue el más vocal. — Es lo mejor, Enzo. No vale la pena arriesgarse sin conocer el terreno. Además, ese tipo tiene una reputación... no sabemos si podemos confiar en él. Paolo, más comedido, asintió sin hablar. Mateo, por su parte, agregó: — Es prudente, Enzo. Si nos arriesgamos sin ver de primera mano, podríamos estar metiéndonos en un lío. La conversación continuó en términos prácticos, como era costumbre entre los socios. Sin embargo, en el fondo de sus mentes, todos sabían que los negocios de Enzo no solo se trataban de ganar dinero. Había una guerra de poder en juego, una que no permitía errores. Cuando las charlas de negocio llegaron a su fin, el ambiente se relajó un poco. Los hombres comenzaron a compartir tragos mientras la conversación derivaba en temas más triviales. Había algo de camaradería en el aire, una cierta sensación de amistad forjada por años de trabajo conjunto, pero el misterio de la “gatita” seguía flotando en el aire, como una nube pesada que no podían ignorar. Fue Massimo quien, sin pensarlo mucho, rompió el silencio. — Enzo, ¿qué pasa con esa “gatita” de la que hablaste el otro día? — preguntó, sonriendo de manera burlona, sin darse cuenta de la intensidad con la que sus palabras podían resonar en los otros. Los ojos de Enzo se levantaron lentamente, y su mirada se oscureció. No era una sorpresa que la pregunta llegara; Enzo ya lo había anticipado. Sabía que no podría mantener el secreto por mucho tiempo, pero no estaba preparado para hablar sobre ella de esa manera. La “gatita”, esa palabra que ni siquiera él se atrevía a pronunciar sin cierto desdén, ahora estaba en la boca de sus socios. Y eso, por alguna razón, le molestaba más de lo que había imaginado. Massimo, que había reconocido la tensión en el aire, intentó suavizar la situación, pero lo único que hizo fue avivarla. — Solo estábamos curiosos, Enzo —dijo, levantando una mano como si eso fuera suficiente para borrar la incomodidad en el ambiente. Enzo tomó el vaso de licor que tenía en la mano y lo llevó a sus labios, bebiendo de un solo trago, como si necesitara un momento para calmarse. Luego, dejó el vaso con fuerza sobre la mesa y miró a todos los hombres presentes con una intensidad que hizo que incluso Massimo se quedara sin palabras. — “Gatita” es asunto mío —dijo, y su tono de voz era tan firme que no dejaba lugar a dudas. — Primero que nada, quiero que dejen de llamarla así. ¿Está claro? Nadie la va a conocer. No quiero que se vea involucrada en esto. No la toquen, no la mencionen. Nadie sabe quién es, y nadie debe saberlo. Es mucho más para mí que una simple amante. Hubo un silencio palpable en la sala, y las palabras de Enzo flotaron pesadas en el aire. Ninguno de los socios se atrevió a hablar. Enzo continuó, su voz más grave que antes. — Acepté este puesto como heredero de la mafia solo porque mi padre me prometió que mi recompensa sería ella. Es algo que me pertenece, y no toleraré que nadie haga preguntas ni se atreva a involucrarse. Los hombres se quedaron callados, comprendiendo el peligro que encerraban esas palabras. Enzo no estaba bromeando, y cualquiera que se atreviera a cruzar esa línea lo pagaría caro. Pero lo que dijo a continuación fue lo que realmente hizo que todos comprendieran la gravedad de la situación. — Si alguien se entera de su existencia, lo tomaré como una traición. Y Massimo —dijo, clavando su mirada en el hombre más imprudente de todos —deja de invitar putas a las reuniones. Si se te escapa algo sobre ella, lo pagarás caro. El silencio se hizo aún más denso, y Massimo sintió un escalofrío recorrer su espalda. La mirada de Enzo era tan intensa, tan peligrosa, que hizo que su estómago se revolviera. — Esto no es una advertencia, es una amenaza directa —continuó Enzo, su voz implacable—. Somos socios, pero más allá de eso, si alguien se cruza en mi camino con respecto a ella, será el último error que cometan. Los hombres, tensos, asintieron en silencio. Enzo no bromeaba. Para él, Amatista era un territorio vedado, y cualquier intento de sobrepasar esa línea de control significaría una guerra sin piedad. En el fondo de su mente, Enzo sabía que los problemas con Amatista solo estaban comenzando. La “gatita” podría no ser consciente aún de todo lo que estaba en juego, pero él sabía que tenía que protegerla a toda costa. La vida de ella, su futuro, y su propio destino dependían de eso. Enzo, con una mirada firme y decidida, se levantó de la mesa y se dirigió a sus socios, su tono suave pero cargado de autoridad. “Nos vemos en el club de golf, no tarden”, les dijo, dejando en el aire una sensación de control absoluto, como si su presencia ya estuviera marcando la pauta del resto del día. Sin más palabras, salió de la sala con paso decidido, su figura desapareciendo por la puerta mientras sus socios se quedaban en silencio, procesando las palabras que acababan de escuchar. Al llegar al club, el ambiente cambió casi por completo. La tensión que había quedado flotando entre ellos, tras la amenaza directa de Enzo, empezó a disiparse poco a poco. Los campos verdes y bien cuidados, junto con la brisa fresca, parecían ayudar a que las mentes de los hombres se despejaran. Enzo, con su estilo tan particular, sabía que el golf era el lugar donde los negocios se dejaban de lado, al menos por unas horas. La pelota viajaba por el césped, los golpes se sucedían con tranquilidad, y los gritos de ánimo que se intercambiaban entre los hombres ayudaban a suavizar la atmósfera. Las palabras de Enzo, aunque aún resonaban en la mente de todos, empezaron a perder su peso mientras la calma del campo de golf los envolvía. Cada uno de los hombres, incluso Massimo, que normalmente mostraba una actitud desafiante, se fue relajando poco a poco, dejándose llevar por el deporte y el entorno. En ese lugar, las amenazas y las tensiones quedaban atrás, al menos por un rato, y todos, incluso Enzo, podían permitirse dejarse llevar por la ligereza del del momento, aunque sabían que la seriedad del asunto nunca quedaría del todo atrás.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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