Capítulo 207 Un despertar en familia

La luz de la mañana se filtraba suavemente por las cortinas, bañando la habitación en un resplandor cálido y tranquilo. Amatista despertó sintiendo una mirada fija sobre ella. Parpadeó lentamente, y lo primero que vio fue a Enzo, recostado a su lado, observándola con una intensidad serena. Pero no solo la miraba a ella. Su mirada también se posaba en los dos pequeños que dormían plácidamente entre ambos. Amatista sonrió con ternura. —¿Te gusta la vista? —preguntó en un susurro divertido. Enzo deslizó una mano hasta el cabello despeinado de su esposa y lo acarició suavemente. —Mucho. Pero creo que debemos mandar a hacer una cama más grande. Amatista arqueó una ceja, divertida. —¿Para qué? —Porque quiero más hijos. —Dijo con naturalidad. —Y no van a caber todos. Amatista soltó una risa baja, cubriéndose el rostro con la mano. —No empieces tan temprano, Enzo. Él se encogió de hombros con una sonrisa satisfecha. —Solo digo la verdad, Gatita. Amatista lo miró con una mezcla de diversión y amor antes de preguntar: —¿Qué hora es? Tengo que reunirme con Mateo y Clara para que revisen el diseño de los anillos. Enzo miró el reloj en la mesita de noche y luego volvió a ella. —Todavía tenés un rato. Amatista asintió, sintiéndose cómoda en la calidez de la cama y la compañía de su esposo e hijos. Aprovechó el momento y acarició suavemente la cabecita de Renata, dejando un beso en su frente, mientras Enzo hacía lo mismo con Abraham. —Me encanta cómo huelen. —Murmuró Amatista con una sonrisa. Enzo soltó una risa baja. —Huelen a nosotros. Amatista lo miró con sorpresa. —¡Yo pensé lo mismo! Pero no quería decirlo porque sonaba un poco loco. Enzo la observó con una sonrisa divertida y deslizó los dedos por su mejilla. —Gatita, ya parecés loca. Ella lo miró con falsa indignación. —Oye… —Pero no me importa. —Interrumpió él, inclinándose sobre ella. —Me volvería loco con vos. Amatista soltó una risa suave, jugueteando con los botones de la camisa de Enzo. —No me eches la culpa. Enzo la besó suavemente en los labios. —Siempre va a ser tu culpa. La calidez de la escena los envolvió unos momentos más, pero finalmente decidieron levantarse. Con cuidado, llevaron a los niños a su habitación para que continuaran durmiendo en sus cunas. Luego, se alistaron para el día. Cuando Amatista terminó de arreglarse, Enzo la tomó de la mano y la atrajo hacia él. —Te llevo a Lune. Amatista lo miró sorprendida y luego le regaló una sonrisa dulce. —Gracias, amor. Se inclinó y le dejó un beso suave en los labios antes de que ambos salieran juntos de la habitación. El camino transcurrió entre conversaciones ligeras y miradas cómplices. Amatista estaba relajada, disfrutando del simple hecho de estar con él, compartiendo esos momentos cotidianos que antes parecían imposibles. Enzo, por su parte, tenía una mano en el volante y la otra descansaba sobre el muslo de su esposa, en un gesto posesivo, pero natural. —Hoy vas a ver a Mateo y Clara, ¿no? —Preguntó él, sin apartar la vista del camino. —Sí. —Amatista asintió. —Les mostraré los diseños de sus anillos. Espero que les gusten. Enzo sonrió con confianza. —Les van a encantar. Amatista apoyó la cabeza contra el respaldo y suspiró. —A mí me encantan. Enzo la miró de reojo y luego deslizó los dedos por su muslo, en una caricia distraída. —Sos la mejor en lo que hacés. Amatista le lanzó una mirada divertida. —¿Halagándome tan temprano, amor? Enzo soltó una risa baja. —Solo diciendo la verdad, Gatita. Amatista apoyó su mano sobre la de él y entrelazó sus dedos. El resto del camino se mantuvieron en silencio, disfrutando de la compañía del otro. Cuando llegaron a Lune, Enzo bajó primero y rodeó la camioneta para abrirle la puerta a Amatista. Ella sonrió al verlo y tomó su mano para bajar. —Tan caballero. Enzo la atrajo brevemente contra su pecho. —Siempre con vos. Le dejó un beso en la mejilla antes de soltarla. —Andá. —Le dijo con suavidad. —Nos vemos más tarde. Amatista lo miró con dulzura. —Nos vemos, amor. Y con una última sonrisa, entró a Lune, lista para su reunión. Amatista caminó con paso firme por los pasillos de Lune, saludando con una sonrisa a algunos empleados que se cruzaban en su camino. Al llegar a su oficina, encontró a Mateo y Clara ya esperándola. Clara, con su entusiasmo de siempre, se puso de pie en cuanto la vio entrar. —¡Cuñada! —exclamó con una sonrisa radiante. Amatista rió suavemente y la abrazó con cariño. —¿Cómo están los futuros esposos? Mateo, aún sentado con una expresión relajada, sonrió con complicidad. —Un poco ansiosos. Pero creo que vos tenés algo que podría calmarnos. Amatista sonrió con picardía y caminó hasta su escritorio, tomando la carpeta con los diseños de los anillos. —Espero que así sea. —Dijo, entregándosela a ambos. Clara la tomó con emoción y la abrió de inmediato. Sus ojos se iluminaron mientras recorría cada trazo del diseño con la mirada. El anillo de Mateo era elegante y sobrio, con detalles sutiles en los bordes que le daban un aire distinguido. El de Clara, en cambio, tenía una piedra central discreta, con una banda que se entrelazaba como si envolviera el dedo con suavidad. Pero lo que los hacía únicos era la manera en que ambos diseños encajaban entre sí, reflejando la unión de la pareja. —Amatista… —susurró Clara con la voz cargada de emoción. Mateo, aunque no era alguien de palabras grandilocuentes, sonrió con satisfacción. —Son perfectos. Amatista los observó con orgullo. —Quería que reflejaran su relación. Algo que encajara, que se complementara. Clara levantó la vista con los ojos brillantes. —No solo lo lograste… —dijo conmovida. —Superaste cualquier expectativa. Mateo cerró la carpeta con una sonrisa y miró a Amatista con seriedad. —No puedo aceptar que esto sea un regalo. Amatista resopló con diversión. —Mateo… —En serio. —Insistió él. —Esto vale muchísimo. Clara, viendo que la conversación iba a desviarse, intervino antes de que comenzaran una discusión. —Mateo. —Dijo con firmeza, mirándolo con ojos entrecerrados. Él suspiró y se apoyó en el respaldo de la silla. —Está bien, está bien. Amatista sonrió satisfecha. —Eso pensé. Luego, se acomodó en su escritorio y tomó su agenda. —Bien, los diseños ya están listos. Si los aprueban, los mandaré a producción de inmediato. Mateo asintió. —Hacelo. No cambiaríamos nada. Clara lo miró con ternura y luego volvió a ver a Amatista. —Gracias, en serio. No podría imaginar mejores anillos. Amatista sonrió con calidez. —Me alegra que les gusten. La conversación derivó naturalmente en los preparativos de la boda. Clara hablaba con emoción sobre los detalles que aún estaban definiendo, mientras Mateo la escuchaba con paciencia, aunque no tan involucrado en cada decisión. —Queremos que sea algo elegante, pero sin excesos. —Comentó Clara. —Un equilibrio entre sofisticado e íntimo. Amatista asintió con aprobación. —Suena perfecto. Mateo se cruzó de brazos con una sonrisa de medio lado. —La verdad, mientras Clara esté feliz, yo estoy feliz. Clara le lanzó una mirada de amor puro, y Amatista sonrió al verlos. —Creo que será una boda increíble. Conversaron un poco más, entre bromas y detalles sobre la ceremonia. Hasta que finalmente, la reunión llegó a su fin. —Entonces, en unos días tendrán sus anillos. —Dijo Amatista con una sonrisa. Mateo y Clara se pusieron de pie, listos para irse. Pero antes de salir, Clara se giró una vez más. —Cuñada, gracias otra vez. Amatista le guiñó un ojo. —Para eso estoy. Cuando la pareja se marchó, Amatista se quedó en su oficina con una sensación de satisfacción. No solo había cumplido con su promesa, sino que había creado algo especial para dos personas que realmente lo merecían. Y eso la hacía sentir aún más orgullosa de su trabajo. La tarde en Lune transcurrió sin sobresaltos, con Amatista terminando algunos pendientes antes de despedirse del equipo. Había sido un día productivo, pero lo que realmente la animaba era la idea de volver a casa. Sin embargo, al salir del edificio, una sorpresa la esperaba. Frente a la entrada, estacionada con elegancia, estaba la camioneta de Enzo. Pero no estaba solo. En el asiento trasero, sus dos hijos, Renata y Abraham, se encontraban cómodamente sentados en sus sillitas, mirándola con curiosidad. Amatista sonrió de inmediato y se acercó al vehículo. Enzo bajó la ventanilla con una sonrisa satisfecha. —Subí, Gatita. Amatista arqueó una ceja, divertida. —¿Viniste con refuerzos? Enzo se encogió de hombros con una expresión despreocupada. —Vamos a tener una tarde en familia. Amatista abrió la puerta y se inclinó hacia el asiento trasero, dejando un beso en las mejillas de sus hijos antes de acomodarse en su asiento. —¿Y a dónde vamos? —preguntó mientras se colocaba el cinturón. Enzo arrancó el motor y la miró de reojo con una sonrisa cómplice. —A jugar golf. Amatista se rió suavemente, apoyando la cabeza en el respaldo. —Así que un día de campo con el pequeño detalle de que me vas a hacer competir otra vez. Enzo extendió una mano y la apoyó en su muslo con un gesto natural. —No es mi culpa que no soportes perder. Amatista entrecerró los ojos con una sonrisa desafiante. —No voy a perder. Enzo soltó una carcajada baja. —Veremos, Gatita. El trayecto fue tranquilo, con los niños balbuceando en el asiento trasero y Amatista disfrutando de la sensación de estar con su familia. No importaba cuántos negocios manejaran, ni el caos que pudiera existir en sus vidas, esos momentos juntos eran lo que realmente importaba. Cuando llegaron al club de golf Bourth, un par de empleados se acercaron para recibirlos. Enzo salió primero y rodeó la camioneta para abrirle la puerta a Amatista. Ella tomó su mano para bajar y luego sacó a los niños de sus sillitas, acomodándolos en brazos con facilidad. Renata miraba todo con sus grandes ojos curiosos, mientras Abraham jugueteaba con el cuello de la camisa de su padre. —Definitivamente, van a crecer rodeados de esto. —Comentó Amatista con diversión. Enzo asintió con orgullo. —Quiero que aprendan a jugar desde pequeños. Amatista se rió suavemente. —Me los imagino con palos de golf más grandes que ellos. Enzo la observó con esa mirada intensa que reservaba solo para ella. —Son Bourth. Van a aprender a ganar. Amatista rodó los ojos, pero sonrió. —Primero, que aprendan a caminar sin caerse, amor. Enzo rió bajo, acomodando a Abraham en sus brazos. —Pequeños detalles. Con los niños en brazos, caminaron hacia el campo de golf, listos para pasar una tarde en familia llena de risas, juegos y, por supuesto, una competencia entre ellos. El sol brillaba con fuerza sobre el campo de golf, proyectando sombras alargadas mientras Enzo y Amatista disfrutaban de su competencia. Ambos se turnaban para tomar sus golpes, siempre lanzándose miradas desafiantes y sonrisas provocadoras. Cada vez que Amatista hacía un tiro perfecto, Enzo entrecerraba los ojos con una expresión divertida, como si no pudiera creer que realmente estaba ganándole. —No me mires así, amor. —Dijo Amatista con una sonrisa victoriosa. —Te advertí que no ibas a ganarme hoy. Enzo resopló, fingiendo molestia. —Solo estoy calculando en qué momento voy a darte la vuelta. Amatista se rió y se inclinó sobre el carrito de golf, observándolo con burla. —Podés intentarlo, pero dudo que lo logres. Renata y Abraham observaban todo desde el cochecito con sus ojitos brillantes, disfrutando del ambiente. Después de un rato más de competencia, decidieron dejar los palos de golf y simplemente disfrutar del aire libre. Se acomodaron sobre el césped, bajo la cálida luz del sol. Amatista se sentó con Renata en su regazo, ayudándola a jugar con un pequeño juguete de peluche, mientras Enzo sostenía a Abraham en brazos, elevándolo suavemente en el aire para hacerlo reír. —Definitivamente, estos dos van a ser imparables. —Dijo Amatista, acariciando la cabecita de su hija. Enzo miró a sus hijos con una sonrisa orgullosa. —Son nuestros. No hay otra opción. Amatista le lanzó una mirada tierna y se inclinó para dejar un beso en la mejilla de Abraham. —Me encanta verlos felices. Pasaron un largo rato simplemente disfrutando del momento. La brisa era fresca, el sol no era demasiado intenso, y la risa de los bebés llenaba el aire de una manera que hacía que todo pareciera perfecto. Cuando el hambre comenzó a aparecer, decidieron subir a la terraza del club. Se acomodaron en una mesa con vista al campo de golf, donde el atardecer comenzaba a teñir el cielo de tonos cálidos. Amatista pidió una limonada, mientras Enzo optó por un whisky suave. También ordenaron algo ligero para comer, mientras Renata y Abraham disfrutaban de sus galletitas. —Definitivamente, este es un buen plan familiar. —Dijo Amatista, disfrutando de su bebida. Enzo la observó con una sonrisa complacida. —Tenemos que hacerlo más seguido. No habían pasado más de unos minutos cuando notaron que Emilio y Samara se acercaban. Amatista sonrió y los saludó con entusiasmo. —Miren quiénes están aquí. Emilio se acercó y le dio una palmada en el hombro a Enzo antes de sentarse. —No podíamos perdernos una tarde en el club. Samara, en cambio, estaba radiante. Se acomodó en la silla junto a Amatista y, con una sonrisa enorme, anunció la noticia. —Nos mudamos en unos días al nuevo departamento… ¡Y estoy embarazada! Amatista se quedó boquiabierta antes de soltar una exclamación de felicidad. —¡Samara! ¡Eso es increíble! Sin dudarlo, la abrazó con entusiasmo. —¡Felicidades! —Dijo Enzo con una sonrisa sincera, estrechando la mano de Emilio. —Gracias. —Dijo Emilio con una expresión llena de emoción. Samara acarició su vientre con ternura. —Estoy de dos meses. Fue una sorpresa, pero estamos felices. Amatista se llevó una mano al pecho, emocionada. —Vas a ser una mamá increíble. —Y yo un gran padre. —Dijo Emilio con una sonrisa confiada. A la conversación pronto se sumaron Alan, Darío, Facundo y Andrés, quienes llegaron justo a tiempo para enterarse de la noticia. —¡¿Así que ahora Emilio se nos casa y tiene un hijo en camino?! —Bromeó Alan, dándole una palmada en la espalda. —Increíble, ¿no? —Dijo Emilio con diversión. Facundo rió mientras tomaba asiento. —Definitivamente, esto hay que celebrarlo. Andrés levantó su copa. —Por la nueva familia. Todos alzaron sus bebidas, brindando por Emilio y Samara, celebrando el inicio de una nueva etapa. Y mientras las risas y la charla fluían, Amatista miró a Enzo con una sonrisa, sabiendo que esa tarde en familia y entre amigos era justo lo que necesitaban.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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