Capítulo 170 Cazador y presa

El celular de Enzo vibró en su mano, anunciando la llegada del mensaje de Maximiliano. Sin perder tiempo, deslizó el dedo por la pantalla y abrió el archivo adjunto: un mapa detallado con las rutas posibles que Diego podría utilizar para atacar o escapar. — Aquí está — dijo, levantando la vista hacia los hombres reunidos en la oficina de Guevara. Emilio, Alan, Joel, Facundo y Andrés se acercaron para observar la información. Enzo amplió el mapa sobre la mesa, señalando con el dedo los puntos clave. — Diego tiene tres opciones — explicó Enzo, con voz firme—. Esta primera ruta lo llevaría hacia la carretera principal, pero es riesgosa para él porque está demasiado expuesta. Si piensa con lógica, la descartará. Emilio asintió, cruzándose de brazos. — Entonces nos quedan dos opciones más. — Exacto. La segunda ruta es más discreta — continuó Enzo—. Un camino rural que lo sacaría de la ciudad sin ser visto. Si intenta escabullirse después de atacar, es probable que lo use. — ¿Y la tercera? — preguntó Facundo. — Esta — Enzo señaló un punto en el mapa— lo llevaría directo a una zona industrial abandonada. Tiene suficientes estructuras para cubrirse y podría intentar resistir ahí si siente que lo estamos siguiendo. Alan soltó una risa corta. — Es un idiota si cree que puede enfrentarse a nosotros en una emboscada. — No lo subestimes — advirtió Enzo—. Está desesperado, y un hombre acorralado puede hacer cualquier cosa. Mientras el grupo continuaba discutiendo posibles estrategias, Amatista se acercó más a la mesa, observando el mapa con atención. — Entonces, hay dos caminos principales que podría tomar — dijo con seriedad—. Pero si esperan a que él haga su movimiento, podrían perderlo. Enzo alzó la mirada. — No lo perderemos. Amatista frunció el ceño. — ¿Y si sí? Sabes que es astuto, ha logrado evadirlos antes. Esta es una oportunidad única para atraparlo. Si lo dejamos escapar, podría desaparecer, y les tomará semanas, quizás meses, volver a encontrarlo. Enzo negó con la cabeza. — No vas a salir, Gatita. No pienso ponerte en riesgo. Amatista soltó un bufido. — No estoy diciendo que me dejes salir a buscarlo sola, Enzo. Pero podríamos usarme para atraerlo. La tensión en la sala se hizo palpable. Todos sabían que esa sugerencia no le iba a gustar a Enzo. — No — la respuesta de Enzo fue cortante, sin margen de discusión. Amatista cruzó los brazos, molesta. — ¿Por qué no? — Porque no. — ¡Pero es una idea lógica! — insistió ella, con frustración—. Si Diego cree que estoy sola o vulnerable, va a intentar atraparme. Podemos usar eso en nuestra ventaja. Enzo se acercó más, su mirada oscura y dominante clavándose en la de ella. — No voy a usar a mi mujer como carnada. — No soy tu mujer — replicó Amatista, desafiante. El aire en la habitación pareció congelarse. Enzo entrecerró los ojos, su mandíbula marcada tensándose por la rabia contenida. — Gatita… — No voy a quedarme sentada mientras ustedes lo buscan — insistió ella, con firmeza—. Este problema también es mío. — No — repitió Enzo, con la voz cargada de autoridad—. No te pondrás en peligro por esto. Amatista chasqueó la lengua, molesta, y desvió la mirada. Sabía que discutir con Enzo cuando se ponía en ese estado era inútil, pero eso no evitaba que la frustración la consumiera. — Eres un necio. — Y tú una terca. Pero no te preocupes, Gatita — se inclinó un poco, su voz descendiendo a un murmullo solo para ella—. No lo dejaré escapar. Amatista lo fulminó con la mirada, pero no dijo nada más. Enzo ya había tomado una decisión, y nadie podía hacerlo cambiar de opinión. Emilio, que había observado la discusión con una mezcla de diversión e incomodidad, soltó una risa breve. — Bueno… parece que eso está decidido. Entonces, ¿cuál es el plan sin usar a Amatista como carnada? Enzo se enderezó, recuperando su actitud fría y estratégica. — Nos dividiremos en dos equipos. Uno cubrirá la carretera rural, y el otro la zona industrial. Lo atraparemos antes de que tenga la oportunidad de escapar. Amatista cruzó los brazos y miró a Enzo con una mezcla de incredulidad y frustración. — ¿De verdad vas a cubrir las rutas así porque sí? Enzo la miró con seriedad. — Diego tiene que salir por algún lado. Lo atraparemos antes de que lo haga. Amatista negó con la cabeza, exasperada. — No vino aquí para escapar, Enzo. Vino para atacarnos. ¿Por qué se iría si no consigue lo que quiere? El silencio que siguió fue pesado. Emilio, Alan, Joel, Facundo y Andrés intercambiaron miradas, considerando las palabras de Amatista. — No voy a ponerte en peligro — insistió Enzo, con un tono definitivo. Amatista soltó un suspiro brusco, acercándose a él con una mirada desafiante. — ¿Y qué crees que va a pasar cuando Diego no nos vea salir? Enzo entrecerró los ojos. — Se desesperará. — No, se irá — lo corrigió Amatista—. Si no nos ve salir, va a saber que algo está mal. Va a sospechar que lo estamos esperando. ¿De verdad estás dispuesto a dejarlo escapar por no querer escucharme? Los socios comenzaron a asentir, viendo la lógica en sus palabras. Emilio chasqueó la lengua, rascándose la barbilla. — Tiene sentido, Enzo. Si Diego ve que ustedes dos no aparecen, va a darse cuenta de que algo no cuadra. Alan se cruzó de brazos. — Y si se va, nos quedamos con las manos vacías. Joel miró a Enzo con seriedad. — Necesitamos asegurarnos de que ataque. Y la única forma de hacerlo es que Amatista salga de aquí — dijo Joel con seriedad. — No solo yo — interrumpió Amatista, mirando fijamente a Enzo —. Diego espera que salgamos los dos. Si quiere atacarnos, tiene que verme contigo. Es lo que espera. Enzo fulminó a todos con la mirada, su mandíbula marcada apretándose con fuerza. Odiaba admitirlo, pero Amatista tenía razón. Diego no era un idiota, y si percibía la mínima señal de que las cosas no estaban a su favor, desaparecería. Pero eso no significaba que la iba a poner en peligro. — No — dijo de nuevo, firme. Amatista soltó una risa seca. — No seas testarudo. — No seas imprudente — replicó Enzo, sin apartar la mirada de la suya. El ambiente en la habitación estaba cargado de tensión. Enzo no iba a ceder fácilmente, pero todos sabían que no podían permitirse perder esta oportunidad. Facundo fue el primero en hablar después del pesado silencio. — Entonces, ¿qué hacemos? ¿Lo dejamos escapar? Todos miraron a Enzo, esperando su respuesta. Su mandíbula se tensó mientras reflexionaba, sin apartar la vista de Amatista. Ella tenía razón, y eso lo frustraba. Pero no iba a arriesgarla. Sin decir nada, Enzo se acercó a Guevara con movimientos calculados. — ¿Tienes a alguien con la contextura física de Amatista? — preguntó en voz baja. Guevara ladeó la cabeza y miró a Amatista de reojo antes de asentir. — Revisaré. Dame un momento. Amatista frunció el ceño, cruzándose de brazos con desconfianza. Pero Enzo simplemente regresó a su lugar, sin revelar sus intenciones. Minutos después, Guevara regresó acompañado de una joven. No se parecía en nada a Amatista, pero con la vestimenta adecuada y algo de cobertura, podría engañar a Diego lo suficiente para que mordiera el anzuelo. Los ojos de Amatista se abrieron con furia al instante. — No… No, Enzo. No puedes hacer esto — dijo en tono bajo, intentando mantener la calma. Él la ignoró. — Diego no es estúpido. Si nota algo extraño, si sospecha lo más mínimo, no tomará las rutas de escape. Se irá. Y no lo volveremos a encontrar en mucho tiempo. — No voy a ponerte en peligro — declaró Enzo con frialdad. — ¡No hagas esto! — Amatista se tensó, dispuesta a alejarse, pero Enzo fue más rápido. La sujetó con firmeza y, a pesar de su forcejeo, la alzó sin esfuerzo. — ¡Enzo, suéltame, maldito necio! No le respondió. La llevó a una de las salas de interrogación y cerró la puerta detrás de él con un golpe seco. — Dame tu ropa. Amatista lo miró con incredulidad. — ¿Estás demente? Enzo se quitó el saco y lo dejó sobre la mesa. Luego, con expresión impasible, avanzó un paso más hacia ella. — Te lo quitaré yo si es necesario. Los ojos de Amatista brillaron de rabia. — Eres un maldito… — siseó, pero sabía que lo decía en serio. Con un bufido de frustración, se deshizo de la ropa con movimientos bruscos, hasta quedar en ropa interior. Tomó el saco de Enzo y se lo colocó, cerrándolo con fuerza sobre su cuerpo expuesto. Enzo la observó por un instante, satisfecho de que cediera, antes de abrir la puerta. — Guevara, que no salga hasta que todo termine. — ¡Enzo! — gritó Amatista, furiosa, corriendo hacia la puerta justo cuando él la cerraba. Golpeó la superficie de metal con los puños, maldiciéndolo con cada palabra. Enzo volvió a la oficina con calma, como si nada hubiera pasado. Tomó la ropa de Amatista y se la entregó a la chica que Guevara había traído. — Póntela. Te cubriremos lo suficiente para que parezcas ella. Cuando la chica comenzó a vestirse, Enzo miró a su equipo con decisión. — Haremos lo que Amatista dijo. Le haremos creer a Diego que salimos juntos en el auto. Plantaremos hombres en los puntos estratégicos. La idea es atraparlo antes de que pueda atacar. Enzo ajustó el retrovisor antes de encender el motor. A su lado, la chica vestida como Amatista mantenía la mirada fija en la carretera, nerviosa. Guevara salió junto a ellos, con un archivo en la mano, saludando a Enzo con una ligera inclinación de cabeza. — Mantente alerta — murmuró Enzo al pasar junto a él, tomando el archivo sin siquiera mirarlo. Guevara asintió y dio un par de pasos hacia atrás, asegurándose de que el engaño se viera lo más natural posible. El auto se deslizó por las calles, avanzando en dirección al primer punto donde Diego supuestamente atacaría. Enzo mantenía la mirada al frente, sujeta al volante con una tensión apenas perceptible. Al llegar, redujo la velocidad y escaneó el área. La radio se encendió con un chasquido. — ¿Algún movimiento? — preguntó con voz baja. Las respuestas fueron unánimes. — Nada por aquí. — No se ve actividad sospechosa. — Zona despejada. Enzo siguió conduciendo. El segundo punto estaba cerca. A medida que se acercaban, su mandíbula se tensó. Se mantenían alerta, esperando cualquier indicio de que Diego mordiera el anzuelo. — ¿Algo? — preguntó con calma, pero con urgencia. — Negativo. — Todo sigue igual. Pero Diego estaba ahí. Desde la distancia, observaba el auto con prismáticos, listo para atacar. Sin embargo, algo no encajaba. Frunció el ceño, ajustando el enfoque. Había visto a Amatista muchas veces, había estudiado cada uno de sus movimientos. Pero la mujer que estaba en el asiento del copiloto… no se movía igual. La forma en que mantenía las manos, la postura de su cuerpo… Algo estaba mal. Enzo lo había engañado. Diego dejó escapar una maldición entre dientes y bajó lentamente los prismáticos. No podía quedarse ahí. Si lo habían estado esperando, significaba que sabían que atacaría. Y si sabían eso… lo estaban cazando. Con un movimiento rápido, se giró y comenzó a retirarse con cautela. Pero en cuanto dobló la esquina, su instinto le gritó que no estaba solo. Un hombre estaba ahí. Vestía de civil, pero Diego reconoció la forma en que lo miraba. No era un transeúnte cualquiera. Era un guardia de Enzo. No dudó. En un movimiento fluido, sacó su arma y disparó. El guardia apenas tuvo tiempo de llevarse una mano al pecho antes de desplomarse. Diego corrió. Subió a su auto y arrancó a toda velocidad, desapareciendo entre las calles. Mientras tanto, Enzo llegaba al tercer punto. Miró de reojo a la chica que tenía al lado, completamente tensa. — ¿Algún movimiento? — preguntó una vez más. Pero la radio solo le devolvió el mismo eco de siempre. — Nada. Enzo golpeó el volante con frustración. — ¿Qué demonios está pasando? Un segundo de silencio, y luego una voz grave a través del radio. — Señor… creo que Diego se dio cuenta. La piel de Enzo se heló. — ¿Cómo lo sabes? — Encontramos a uno de los nuestros con un disparo. Está muerto. El auto se llenó de un silencio pesado. Enzo cerró los ojos un momento y exhaló por la nariz. — Rastréenlo. ¡Ahora! Guevara intervino de inmediato. — Me encargo de revisar las cámaras de seguridad. Dame un minuto. Pasaron los segundos, cada uno más agónico que el anterior. Finalmente, la voz de Guevara regresó, con un tono de frustración. — Pudimos seguir el rastro en un par de calles… pero lo perdimos. Se metió en una zona sin cámaras. Enzo giró bruscamente el auto y aceleró de vuelta a la dependencia. Diego se les había escapado. Las cámaras de seguridad mostraban cada movimiento con la precisión que solo la tecnología podía ofrecer. Guevara se encontraba frente a las pantallas, ajustando el ángulo de las grabaciones mientras observaba, con la mirada fija, lo que Diego había hecho. En la pantalla, Diego aparecía claramente, observando con detenimiento el auto que circulaba por la calle. La cámara lo seguía mientras sus ojos se estrechaban al notar algo extraño. No había forma de ignorar lo que veía: la mujer en el asiento del copiloto no era Amatista. Diego ajustó los prismáticos, se dio cuenta de inmediato y comenzó a moverse de forma cautelosa, retirándose del lugar antes de ser detectado. El video era claro: el hombre que Enzo había enviado para vigilarlo no tuvo tiempo de reaccionar antes de que Diego lo matara. Guevara dejó escapar un suspiro, frustrado. Sabía que Amatista había tenido razón, pero no podía dejar de sentir que todo había caído en picada. En ese momento, Emilio, Alan, Joel, Facundo y Andrés llegaron apresuradamente, entrando en la sala con el rostro tenso. — Guevara, ¿qué pasó? — preguntó Emilio, la preocupación evidente en su voz. Guevara, con un gesto que reflejaba su frustración, señaló la pantalla. — Amatista tenía razón. — Dijo, sin apartar la vista del monitor. — Diego se dio cuenta de que era una trampa y se retiró. En la pantalla, la grabación mostraba a Diego girando rápidamente y disparando al guardia que lo había reconocido. Era claro: Diego había estado esperando que fuera una emboscada y, al saber que lo habían atrapado, decidió escapar. Los demás se quedaron en silencio, procesando la información. Enzo y la chica regresaron a la dependencia, y al bajar del vehículo, se dirigieron directamente hacia la oficina de Guevara. Enzo, con una expresión sombría, no dijo una palabra mientras caminaba hacia la sala. La chica a su lado intentaba esconder la incomodidad, sabiendo que todo el plan había fracasado. Al entrar en la oficina, Enzo se acercó a Guevara, mirando fijamente la pantalla. — ¿Qué salió mal? — preguntó con voz fría, pero cargada de frustración. Guevara giró la silla hacia él, señalando el video. — Amatista tenía razón. — Repitió, viendo a Enzo a los ojos. — Diego vio la trampa. Sabía que algo no cuadraba. Se dio cuenta de que no era ella y se retiró. Enzo respiró con pesadez, las manos apretadas en los puños. — ¿Y ahora qué? — preguntó, sin apartar la mirada de Guevara. — Ya he dispuesto a los oficiales. En cuanto sepamos algo, nos avisarán. — Guevara respondió, su tono serio y profesional. Enzo asintió, aunque la rabia seguía burbujeando bajo su superficie. — Que rastreen a Diego. Pongan a todos los oficiales que tengan en la calle. No puede haberse ido muy lejos. Guevara asintió, rápidamente tomando nota para dar las instrucciones a su equipo. Mientras tanto, en la sala de interrogaciones, Amatista seguía encerrada. Solo llevaba el saco de Enzo, el frío de la habitación le calaba los huesos. Sabía que, en cualquier momento, Enzo entraría por esa puerta y le diría que Diego se les había escapado. La preocupación la dominaba. Las fotos de la investigación, todo el material que habían usado, todo eso había sido obra de Diego. Eso solo podía significar una cosa: Diego los había estado siguiendo durante mucho más tiempo del que creían.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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