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Capítulo 153 Pasado

La tarde caía suavemente sobre la estancia, el sol se desvanecía entre las nubes y el ambiente adquiría un tono cálido y tranquilo. Amatista se encontraba cómoda en el sillón, sumida en la lectura de un libro que había encontrado en la biblioteca. El ruido suave del viento moviendo las hojas de los árboles fuera de la ventana añadía una serenidad perfecta para desconectar de todo lo que sucedía fuera de esa burbuja de paz que había logrado crear para sí misma. De repente, la puerta se abrió con suavidad, y Emilia, siempre atenta a los detalles, entró con una bandeja en la mano, ofreciéndole unas galletas recién horneadas. —Roque me dijo que te encantan estas galletas —comentó Emilia, una sonrisa cálida asomando en su rostro. Amatista, casi como una niña, se mostró completamente entusiasmada al ver las galletas. —¡Me fascinan! —dijo, tomando una con las manos y mordiendo con gusto. Emilia soltó una suave risa, observando la espontaneidad de Amatista. —Me alegra que te gusten. —La mujer la invitó amablemente—. ¿Qué te parece si entramos a la estancia? Tengo té preparado, seguro te vendrá bien. Amatista asintió, disfrutando del calor que las galletas le transmitían mientras se levantaba para seguir a Emilia. Mientras tanto, en el hospital, Enzo había pasado gran parte de la tarde descansando, pero su impaciencia ya lo estaba consumiendo. Cada minuto que pasaba sin respuestas aumentaba su irritación, y se encontraba cada vez más al límite. Alan, Joel, Facundo y Andrés trataban de calmarlo, aunque sabían que su paciencia estaba agotada. —Pronto tendrán respuestas —dijo Alan con tono tranquilizador. Alicia, que observaba la situación desde un rincón de la habitación, también intentaba darle un respiro a Enzo. —Por favor, hijo, sé paciente. Todos están trabajando para encontrar algo. El silencio de la habitación solo fue interrumpido por la llegada de Massimo y Paolo. Ambos entraron con expresiones serias, y Massimo fue el primero en hablar. —No encontramos nada raro entre los socios, ni entre los que Enzo había terminado negociaciones de manera abrupta. Todo parece normal. A pesar de sus palabras, Enzo no pudo evitar mostrar su frustración. No era con ellos, sino con la situación misma. Mateo y Emilio llegaron poco después, y la tensión en la habitación aumentó aún más cuando Mateo informó. —El mensaje fue enviado desde un teléfono que no está registrado. Además, parece que el teléfono está fuera de línea. Enzo, al escuchar esto, soltó un gruñido de molestia. —Esto es una maldita broma… —murmuró, la frustración visible en su rostro. Emilio, intentando calmar el ambiente, comentó en voz baja: —Esperemos a Roque. Tal vez él haya encontrado algo. El tiempo parecía detenerse mientras todos esperaban, pero la desesperación ya comenzaba a hacer mella, especialmente en Enzo, cuyo rostro reflejaba claramente el límite de su paciencia. Horas pasaron antes de que Roque finalmente apareciera en la habitación. —¿Qué has encontrado? —preguntó Enzo, de inmediato. Roque se acercó, con una expresión concentrada, y comenzó a explicar: —Revisé las cámaras del ascensor. Encontré el momento exacto en que tomaron la foto de Amatista. Junto a ella estaba Diego Ruffo. Enzo apretó los puños, la ira llenando su pecho. —¡Ese maldito! —gruñó, apenas pudiendo contener la rabia. Los hombres presentes, Emilio, Massimo, Mateo y Paolo, intercambiaron miradas inquietas, y fue Mateo quien, rompiendo el silencio, dijo lo que todos temían. —Debe venir a vengarse por la muerte de Martina y Hugo. Roque asintió lentamente, sabiendo que la situación era más compleja de lo que parecía. —Es probable. Después de tomar la foto, parece que se marchó del edificio. Tal vez solo se acercó a Amatista para dar una advertencia. Enzo frunció el ceño. —Sí, pero aún así no podemos arriesgarnos. Roque lo miró con firmeza. —No te preocupes. Amatista está segura donde la dejé. Enzo, visiblemente más tranquilo, asintió. —Lo mejor será dejarla ahí. Confío en ti, Roque. Roque no perdió tiempo. —Aun así, debemos encontrar a Diego. Te pido que descanses mientras Emilio y Mateo revisan las propiedades de Diego para ver si está escondido en alguna de ellas. Massimo y Paolo revisarán las negociaciones, por si alguien más está ayudando a Ruffo. Yo volveré al edificio para obtener más cámaras y trazar la ruta de escape de Diego. Alan, Joel, Facundo y Andrés ofrecieron su ayuda, pero los hombres, ya enfocados en sus tareas, no prestaron atención a sus palabras. Roque y los demás se marcharon sin demoras. Después de que Roque y los demás se marcharon para cumplir con sus tareas, Alan, Joel, Facundo y Andrés permanecieron un momento en la habitación del hospital. Enzo, viendo que la tensión no se aliviaba, les dirigió una mirada breve. —Pueden encargarse de la apertura del club —les dijo con voz firme—. Lo demás lo dejaré en manos de Roque. Los hombres asintieron, reconociendo que las prioridades eran claras, pero sin dejar de lado la inquietud por lo que sucedía a su alrededor. Se despidieron de Enzo y se dirigieron hacia la salida, dejando a Enzo junto a su madre, Alicia. Mientras caminaban por los pasillos del hospital, Alan soltó una risa baja. —Nos dejaron fuera de lo emocionante, ¿eh? —comentó, ligeramente burlón. Facundo, siempre intrigado por los misterios del círculo cercano de Enzo, añadió con una sonrisa enigmática: —Yo lo que tengo es más curiosidad por conocer a la tal Amatista. Nunca he visto a Enzo tan… raro. Andrés, con un tono jocoso, se adelantó un paso y dijo, riendo: —Es Gatita, no Amatista. ¿O me equivoco? —comentó de manera pícara, disfrutando de la ligera incomodidad de sus compañeros. Joel soltó una carcajada y les dio un codazo. —Mejor vamos al club a divertirnos, ya estoy aburrido de tanto misterio. Ni siquiera está Rita para que podamos burlarnos de ella —dijo, con una expresión de cansancio en su rostro. Los hombres rieron entre ellos mientras se dirigían hacia la salida del hospital. Alan, recordando a Rita, soltó una risa burlona. —Seguro Rita está buscando a Amatista, pero solo para asegurarse de que no vuelva más —dijo, con un tono de desprecio. Joel, siempre sarcástico, no tardó en añadir: —Probablemente está llorando por algún lado, diciendo que es la esposa de Enzo, como si a alguien le importara. La noche pasó con una quietud inquietante, un respiro momentáneo entre las sombras que seguían acechando a Enzo y a aquellos que lo rodeaban. Al amanecer, la luz dorada del sol se colaba suavemente por las rendijas de la ventana, pero el ambiente dentro de la habitación seguía marcado por la tensión acumulada. Enzo descansaba, aún con signos de cansancio y malestar debido a la reciente operación. Alicia estaba a su lado, atenta a cada uno de sus movimientos, como una madre que se niega a soltar la mano de su hijo, incluso cuando todo a su alrededor parece derrumbarse. —Enzo… —susurró Alicia, mirando su rostro en reposo—, por favor, no te exijas demasiado. Enzo no respondió, pero sus ojos se abrieron lentamente, reflejando el cansancio de horas de pensamientos agitados. Se incorporó con esfuerzo, sin mirar a su madre, pero sintiendo su presencia reconfortante. —Estoy bien, mamá. No puedo quedarme aquí mucho tiempo. Alicia frunció el ceño, pero no insistió. Sabía que Enzo nunca escucharía a nadie cuando algo lo preocupaba. Solo se quedó allí, vigilante, esperando a que su hijo decidiera descansar un poco más. En ese preciso momento, la puerta se abrió de golpe, interrumpiendo el silencio. Roque ingresó con paso firme, su rostro grave, pero sin la urgencia que normalmente solía transmitir. —Enzo, hay noticias. —Roque miró primero a Alicia, luego a Enzo, quien le dedicó una mirada de frustración. —¿Qué ocurre? —preguntó Enzo, con voz rasposa, como si la falta de descanso lo estuviera agotando más de lo que estaba dispuesto a admitir. Roque tomó asiento, dejando escapar un suspiro profundo antes de hablar. —Todo parece indicar que Diego ha desaparecido por ahora. No hay rastro de él, y por lo que hemos podido investigar, no parece tener planes de hacer otra insinuación o ataque por el momento. Enzo frunció el ceño, aunque parecía ligeramente aliviado. —¿Y entonces qué hacemos? —preguntó con impaciencia, con la mirada fija en Roque. Sabía que no podía quedarse de brazos cruzados. Roque lo miró fijamente. —Por ahora, debemos esperar. A medida que te recuperes, podremos idear una estrategia más efectiva. La idea es forzarlo a salir de su escondite. Estoy seguro de que, tarde o temprano, hará un movimiento. Y cuando lo haga, estaremos preparados. El ambiente quedó en silencio. Alicia observaba la conversación sin intervenir, reconociendo la seriedad de la situación. Enzo estaba visiblemente tenso, como si el peso de todo lo que estaba ocurriendo lo estuviera desbordando. Emilio, Mateo, Massimo y Paolo llegaron poco después, con expresiones sombrías y cansadas. Emilio fue el primero en hablar. —Nada. Hemos revisado todo, cada rincón, pero no hemos encontrado nada que sugiera que alguien más está detrás de todo esto. Mateo suspiró, mirando a Enzo con cierto desdén. —Diego no está aquí. Lo sabemos, pero… ¿y ahora qué? Esto solo se pone más raro. Massimo asintió. —Sí, parece que no hay más pistas, solo vacíos. Algo no cuadra. Paolo, siempre calculador, añadió: —Es un juego. Todo esto es solo un juego, y Diego está esperando que cometamos un error. Roque los miró a todos con determinación, luego se volvió hacia Enzo. —Este tipo es impredecible, pero no podemos seguir a ciegas. Necesitamos un plan concreto para presionarlo. Si está en las sombras ahora, es solo porque ha calculado cada uno de nuestros movimientos. Enzo se recostó nuevamente, cerrando los ojos con frustración. —¿Cómo vamos a hacer que salga de su escondite? Roque dejó escapar un suspiro. —Lo vamos a obligar a salir. Pero para eso, necesito que te recuperes bien. Vamos a encontrar la forma de que él se mueva, y cuando lo haga, estaremos listos. No podemos seguir esperando a que Diego actúe primero. Alicia, aunque preocupada por el estado de su hijo, lo miró y luego habló con un tono suave pero firme. —Enzo, tienes que descansar. Solo así podremos actuar con claridad. Enzo, molesto por la sugerencia de reposo, se levantó de la cama, ignorando las recomendaciones de su madre. —No puedo quedarme quieto. Si Diego está libre, entonces yo también lo estoy. Y voy a dar con él, sea lo que sea que esté planeando —replicó Enzo, su tono cargado de determinación. Roque lo miró con calma, aunque con la firmeza de quien sabía que debía poner orden en medio del caos. —Diego está escondido porque ha calculado tu movimiento, Enzo. Si reaccionamos de forma impulsiva, solo estaremos jugando en su terreno, y no podremos ganarle. Este no es un momento para actuar sin pensar —advirtió, inclinándose ligeramente hacia él. Enzo apretó los labios, molesto, pero reconociendo la verdad en las palabras de Roque. No respondió, pero su silencio denotaba un reconocimiento implícito. Roque continuó con voz más serena, pero sin perder la autoridad: —Primero, necesitas recuperarte. No podemos permitirnos atacar mientras estás débil. Cuando estés listo, iremos tras las negociaciones de Diego. Vamos a cortar sus redes, una a una, hasta obligarlo a salir de su escondite. Y cuando lo haga, será el momento de eliminarlo. El rostro de Enzo se endureció, su mente calculando los próximos pasos. Después de unos segundos de reflexión, asintió. —Está bien, haré lo que dices. Pero mientras estoy aquí, quiero que me consigan todos los detalles de las negociaciones de Diego. Necesito estudiar cada movimiento, cada alianza que tenga. Si vamos a golpearlo, lo haremos meticulosamente, sin darle oportunidad de contraatacar. Roque cruzó los brazos, satisfecho con la respuesta, pero no completamente relajado. —Es lo mejor. Diego puede que esté planeando otros ataques. No podemos subestimarlo. Pero si jugamos bien nuestras cartas, esta vez será diferente. Enzo respiró hondo, dejando que la tensión se asentara en sus hombros, pero sin ceder completamente. —Entonces, adelante. Quiero todo en mis manos lo antes posible. Y asegúrense de que no quede ningún cabo suelto. Roque asintió antes de levantarse de su asiento. —Me encargaré de que lo tengas todo antes del mediodía. Mantén la cabeza fría, Enzo. Vamos a resolver esto, pero con estrategia. Con eso, Roque salió de la habitación, dejando a Enzo y a Alicia solos. Ella lo miró con preocupación, pero no dijo nada. Sabía que su hijo estaba en su elemento, planeando cada detalle, incluso desde la cama del hospital. Pero también sabía que esa presión constante lo desgastaba más de lo que él mismo admitía. —Descansa un poco más, Enzo. Por favor —le pidió Alicia, acercándose a ajustarle la almohada. Él la miró con una mezcla de cariño y frustración. —Lo intentaré, mamá, pero no prometo nada. Diego no va a esperar, y nosotros tampoco podemos hacerlo. Alicia suspiró, resignada. Enzo era imparable cuando algo o alguien lo desafiaba. Y esta vez, el desafío no era solo estratégico, sino también personal. Mientras tanto, Roque recorría el pasillo con su teléfono en la mano, organizando las tareas con el equipo. Diego Ruffo era un oponente formidable, pero si alguien podía desentrañar su red, era Enzo, siempre que tuviera las herramientas necesarias.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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