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Capítulo 33 Un día en la mansión bourth

El sol apenas comenzaba a filtrarse a través de las pesadas cortinas de la habitación principal de la mansión Bourth cuando Amatista abrió los ojos. Un leve rayo iluminaba el rostro de Enzo, que dormía profundamente a su lado. La luz jugaba con sus rasgos, resaltando su expresión relajada, una que pocas veces mostraba despierto. Amatista no pudo evitar sonreír al observarlo. Había algo en la paz de esos momentos que hacía que su corazón se sintiera completo. Con movimientos cuidadosos, extendió una mano para acariciar suavemente su rostro, trazando el contorno de su mandíbula y luego pasando sus dedos por su cabello despeinado. La calidez de su piel bajo su mano le daba una sensación de seguridad y pertenencia que no podía explicar con palabras. Finalmente, decidió levantarse para empezar el día, pero al moverse, Enzo reaccionó instintivamente. Antes de que pudiera alejarse, su brazo rodeó su cintura con firmeza, sujetándola contra él. —¿A dónde crees que vas, gatita? —murmuró Enzo, su voz ronca por el sueño mientras abría un ojo para mirarla. Amatista dio un pequeño respingo, no esperando que estuviera tan alerta. Luego, dejó escapar una risita nerviosa. —No quería despertarte, amor. Solo iba a levantarme... —susurró, pero el tono persuasivo de Enzo no le permitió terminar la frase. —Quédate un poco más —dijo él, jalándola hacia su pecho y rozando sus labios contra los suyos. Aunque inicialmente sorprendida, Amatista se relajó en sus brazos, dejando que su cercanía llenara la habitación con una calidez palpable. Enzo continuó acariciando su espalda antes de decidir finalmente que ambos debían comenzar el día. —Vamos, gatita. Nos damos un baño y bajamos juntos —dijo, depositando un beso en su frente antes de llevarla al baño. Una vez listos, bajaron juntos al comedor. La mano de Enzo se mantenía firmemente en la parte baja de la espalda de Amatista mientras cruzaban los pasillos de la mansión. En el comedor, después de un breve beso de despedida, Enzo se dirigió a su despacho, mientras Amatista optó por ir a la cocina. Allí, se encontró con Mariel, quien estaba organizando los utensilios para la preparación del desayuno. —Buenos días, Mariel —saludó Amatista con una sonrisa amable. La mujer se giró, algo sorprendida por la cercanía de la joven. —Quería disculparme por cómo te trató Enzo anoche... él no debió hablarte así. Mariel suspiró, mostrando una mezcla de resignación y aprecio. —Señorita Amatista, no se preocupe por mí. Estoy acostumbrada, y el señor Enzo solo busca protegerla —respondió, pero Amatista insistió. —Aun así, no es justo. Además, quería preguntarte algo... —Amatista bajó la mirada, casi como si temiera la respuesta—. ¿Recuerdas algo sobre mi madre? El rostro de Mariel se suavizó con una expresión nostálgica. La conversación tomó un giro más personal cuando la mujer comenzó a relatar lo que recordaba de Isabel, la madre de Amatista. Hablaron por largos minutos mientras Mariel preparaba un té con panes dulces, sabiendo que eran los favoritos de Amatista cuando era niña. La calidez de esas memorias hizo que los ojos de la joven brillaran, a la vez que sentía una punzada de tristeza por la ausencia de su madre. En el despacho, Enzo discutía con Roque. Su tono era cortante y autoritario, como siempre cuando hablaban de negocios. —Quiero que sigas recabando información sobre los Sorni y los Torner. No quiero sorpresas —dijo Enzo, recostándose en su silla de cuero negro mientras observaba a Roque con intensidad. —Lo haré, señor. Pero, ¿qué haremos con ellos si deciden moverse? —preguntó Roque. —Lo resolveremos cuando llegue el momento. Ahora necesito saber cada uno de sus movimientos. No quiero que nada pase desapercibido. Mientras tanto, en la mansión Torner, Daniel hablaba por teléfono con Sorni. La conversación estaba cargada de tensión. Daniel, siempre calculador, trataba de convencer a Sorni de desligarse del ataque previo y fingir que alguien más lo había ordenado, usándolos como pantalla. La propuesta era arriesgada, pero Daniel sabía que presentarse en persona en la mansión Bourth era la única forma de ganar tiempo y, tal vez, evitar la ira de Enzo. —Acepto —dijo Sorni finalmente, consciente de que desafiar a Enzo podría costarle más de lo que estaba dispuesto a perder. La tarde en la mansión Bourth transcurría bajo un aire denso, cargado de la tensión que flotaba en el ambiente. El jardín, decorado con esmero, parecía un cuadro pintado con los tonos cálidos del atardecer que se reflejaban en la fuente central. Bajo la sombra de un imponente roble, Enzo estaba reunido con Massimo, Emilio, Paolo y Mateo, alrededor de una mesa rústica de madera. Sobre la mesa descansaban copas de cristal llenas de licor, junto a una jarra de agua con rodajas de limón y menta. La conversación giraba en torno a negocios, pero era evidente que las tensiones del día anterior seguían presentes. A un lado, Catalina, Lara y Daphne ocupaban unas sillas auxiliares, escuchando con aparente interés. Catalina y Lara sabían que su presencia allí era meramente tolerada debido al ataque reciente. Daphne, en cambio, parecía aprovechar cualquier oportunidad para destacarse. De vez en cuando, lanzaba miradas insinuantes a Enzo, buscando captar su atención. Finalmente, Daphne tomó la iniciativa, inclinándose hacia él con una sonrisa cargada de intenciones. —Enzo, deberías relajarte. Tienes un porte magnífico incluso en medio de tanta presión —dijo con un tono meloso, atreviéndose a posar su mano en el respaldo del sillón donde él estaba sentado. La reacción fue inmediata. Enzo alzó la mirada, fría y cortante como una navaja. —Daphne, ¡aléjate! —espetó con un gruñido bajo, pero lleno de autoridad. El impacto de sus palabras cayó como un balde de agua helada. Daphne retrocedió con rapidez, intentando salvar algo de dignidad mientras su rostro enrojecía de vergüenza. Emilio carraspeó para aliviar la tensión, mientras Paolo disimulaba su incomodidad observando la copa entre sus manos. Desde la cocina, Amatista observaba la escena con una mezcla de curiosidad y diversión mientras conversaba con Mariel. El dulce aroma de las galletitas recién horneadas llenaba el aire, y frente a ella descansaba un plato lleno de las pequeñas delicias. —¿No vas a probarlas? Las hice especialmente suaves —comentó Mariel con una sonrisa. Amatista asintió, tomando una galletita y llevándosela a la boca. Pero antes de disfrutarla completamente, una voz grave la llamó desde el jardín. —¡Gatita! —La voz de Enzo era clara y profunda, como una melodía que no podía ignorar. Amatista tomó otra galletita del plato y salió con paso ligero hacia el jardín, el césped fresco bajo sus pies descalzos. El vestido sencillo de algodón que llevaba ondeaba ligeramente con la brisa. Al acercarse a la mesa, Enzo la recibió con una mirada más relajada, dejando entrever una leve sonrisa. —¿Te comiste las galletitas sin esperarme? —bromeó, arqueando una ceja. Amatista se rió con suavidad, levantando el trozo que quedaba en su mano. —No sabía que había reglas para comer galletas. ¿Quieres una? —le ofreció con una sonrisa juguetona. Enzo negó con la cabeza y la tomó de la cintura con firmeza, atrayéndola hacia su regazo. —Eres incorregible, amor. Y todavía descalza... —murmuró mientras sus ojos recorrían sus pies desprotegidos. —Lo siento, prometo portarme bien —dijo ella en tono dulce, inclinándose para darle un beso en la mejilla. —Sabes que no puedo enojarme contigo por mucho tiempo —murmuró Enzo, acariciando el brazo de Amatista, deteniéndose un momento en el moretón que aún decoraba su piel, recuerdo del ataque a la mansión. Amatista se acomodó contra su pecho, sus manos acariciando distraídamente su cabello y su torso. De vez en cuando, le regalaba un beso en la mejilla o el cuello, completamente ajena a las miradas furtivas de Daphne, que hervía de enojo. —Parece que alguien encontró la forma de calmar a la bestia —comentó Mateo con una sonrisa traviesa, señalando a Enzo. —Deberías darnos el secreto, Amatista. A algunos nos vendría bien acercarnos sin que nos saque a gritos —agregó Paolo con una carcajada, lanzando una mirada burlona hacia Daphne. Amatista sonrió con dulzura, jugando con los botones de la camisa de Enzo. —No hay secreto. Tal vez solo tienen que ser un poco más cariñosos —respondió, lanzándole una mirada cargada de inocencia. Los hombres rieron, mientras Daphne apretaba los labios con disgusto. Enzo, que no soltaba a Amatista, se inclinó ligeramente hacia ella. —Daphne no necesita consejos. Si vuelve a acercarse, no habrá más advertencias —murmuró en voz baja, solo para que Amatista lo escuchara. Ella no respondió, limitándose a acariciar suavemente el cabello de Enzo, como si su simple gesto pudiera borrar cualquier incomodidad. Con el tiempo, la conversación de negocios continuó, y Amatista comenzó a aburrirse. Apoyó su cabeza en el hombro de Enzo, cerrando los ojos. Los murmullos monótonos de estrategias y alianzas la arrullaron, y poco después se quedó dormida, sus brazos relajados alrededor de él. —Parece que la aburriste, Bourth —comentó Emilio con una sonrisa burlona. —Eres un experto en hacer que cualquiera caiga rendido —agregó Paolo, levantando su copa en un gesto de falso brindis. —Tal vez deberías llevarla a la habitación antes de que se resfríe —sugirió Massimo, divertido. Enzo negó con la cabeza, acomodando mejor a Amatista entre sus brazos. —Está bien aquí. No pienso moverme. Catalina, que observaba la escena con una sonrisa pícara, lanzó un comentario atrevido: —Nadie te la va a robar, Enzo. Puedes dejarla en la habitación tranquila. Enzo le lanzó una mirada fulminante que la hizo callar al instante. Poco después, Mariel apareció con una bandeja de bebidas frescas. Al ver a Amatista dormida, se acercó con cautela. —Don Enzo, creo que sería mejor que la llevara adentro. Estar así mucho tiempo puede hacerle daño. —Tráeme una manta —respondió Enzo, tajante. Mariel asintió sin insistir y regresó poco después con una manta ligera que Enzo colocó con cuidado sobre Amatista. Ella permaneció completamente ajena a las miradas de todos, su respiración tranquila y acompasada mientras descansaba sobre él. Enzo acarició su cabello, ignorando las bromas de los hombres y el resentimiento evidente de Daphne. Amatista comenzó a despertar lentamente, con los ojos entrecerrados y la manta que la envolvía cubriendo su cuerpo. Un aire fresco, pero suave, recorría el jardín y se filtraba entre los árboles cercanos, llenando el espacio con una calma que la hizo no querer abrir por completo los ojos. Las voces de fondo, distantes pero claras, le indicaban que Enzo seguía conversando con Emilio y algunos de los socios en el jardín, mientras ella, completamente acurrucada bajo la manta, dejaba que el sueño se desvaneciera lentamente. El suave murmullo de la conversación de los hombres la hizo sonreír levemente. Había algo en esa tranquilidad que despertaba en ella un impulso juguetón. Se mantenía inmóvil, con una actitud aparentemente tranquila, mientras sus dedos recorrían la tela de la manta con suavidad, buscando la manera de llamar la atención de Enzo sin ser demasiado obvia. Finalmente, sin poder resistirse, comenzó a acariciar suavemente el torso desnudo de Enzo, rozando su piel con la punta de los dedos. El contacto era sutil, casi como un roce que no buscaba nada más que disfrutar del calor de su piel. La cercanía de él la llenaba de una sensación que, aunque familiar, ahora parecía más intensa. Amatista sabía que él estaba inmerso en una charla que no podía interrumpir, pero la situación era perfecta para jugar un poco con él, para ver cuánto podía controlar. Cuando sus dedos bajaron un poco más, acariciando su abdomen con más atrevimiento, Amatista no pudo evitar una sonrisa traviesa. Cerró los ojos nuevamente, haciéndose la dormida, pero sin dejar de explorar con su mano. Su respiración se hizo más profunda, sintiendo cómo su cuerpo respondía a la cercanía de él, como si jugara a la delgada línea entre lo permitido y lo prohibido. Su mano descendió un poco más, tocando con suavidad la zona de su entrepierna, en un gesto sutil pero cargado de provocación. A pesar de sus intentos de ignorar lo que sucedía, Enzo no pudo evitar tensarse. La presión en su entrepierna era cada vez más evidente, pero su rostro seguía impasible, como si nada estuviera ocurriendo. Los murmullos de los socios y la conversación con Emilio se desvanecieron un poco para él, opacados por el sentimiento creciente que dominaba su cuerpo. Intentaba mantener la compostura, pero había algo en la forma en que Amatista lo desafiaba, en su juego, que le impedía concentrarse. Fue entonces cuando, sintiendo que la presión se volvía difícil de ignorar, Enzo apretó la cintura de Amatista, dándole una pequeña señal. Su cuerpo, en ese momento, no podía mentir. Al igual que su respiración, sus gestos revelaban lo que estaba sintiendo, aunque él intentara disimularlo. Con voz grave, casi como un susurro, se inclinó hacia ella y le preguntó al oído: —¿Cuánto más crees que podré mantener el control, gatita? Amatista, al escuchar las palabras de Enzo, se acomodó lentamente, como si se despertara por completo y no tuviera idea de lo que había causado. Abrió los ojos lentamente y, con una sonrisa sutil, respondió con dulzura, sin dejar de mirar a Enzo de una manera que solo él entendía: —¿Qué pasa, amor? —dijo, con un tono que mezclaba inocencia y complicidad. En ese momento, Roque irrumpió en la escena, y la tensión entre los dos se disipó momentáneamente. Enzo, visiblemente incómodo por lo que acababa de suceder, se levantó rápidamente para atender el asunto con Daniel y Sorni, pero la incomodidad era evidente. Al caminar, su intento por acomodarse el pantalón no pasó desapercibido para los socios, que intercambiaron miradas cómplices, sabiendo exactamente lo que había ocurrido. Algunos intentaron disimular, pero no pudieron evitar sonreír. Cuando Enzo se alejó un poco, comenzando a caminar hacia la entrada de la casa para encontrarse con Daniel y Sorni, los socios se miraron entre sí. La tensión era palpable, pero la situación no podía ser ignorada. Emilio, con una sonrisa traviesa, fue el primero en romper el silencio. —Creo que Enzo ya no tiene tanta paciencia —dijo en voz baja, sin poder ocultar una ligera carcajada. Massimo se inclinó hacia adelante, observando con una sonrisa contenida cómo Enzo se acomodaba el pantalón. —No me digas que el gran Enzo tiene problemas para mantener la compostura... —comentó, divertido. Paolo, siempre dispuesto a añadir un toque de humor, no pudo resistirse. —¡Vaya! Parece que alguien necesita un poco más de control... —bromeó, mirando a Emilio con una sonrisa burlona. —Creo que su pantalón lo está delatando. Roque, que caminaba cerca, añadió con un toque de ironía mientras se alejaban del jardín. —Si eso no es una señal clara de que algo pasó, no sé qué lo sea —dijo en tono bajo, sabiendo que la situación no podía ser ignorada. Mientras tanto, Amatista, sentada en la silla que antes compartía con Enzo, observaba la escena con una mirada desafiante, sabiendo que había jugado con él de manera tan audaz. Su rostro reflejaba una mezcla de satisfacción y diversión, y, a pesar de estar envuelta en la manta, su actitud dejaba claro que la situación no había quedado sin consecuencia. Su mirada fija en Enzo era un desafío mudo, un recordatorio de lo que acababa de suceder. Con esa pequeña victoria en su interior, Amatista no pudo evitar sonreír, sabiendo que Enzo, por más que intentara mantener el control, ya no era el único que dominaba la situación.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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