Capítulo 42 Certezas bajo el sol

El sol comenzaba a descender, cubriendo el campo de golf con un suave resplandor dorado. Amatista ajustó sus manos sobre el palo mientras Enzo observaba su postura con atención. Habían estado practicando durante un rato, y aunque sus tiros aún no eran precisos, la paciencia de Enzo parecía infinita cuando estaba con ella. —Relaja los hombros, gatita. No necesitas golpear con fuerza, sino con control —murmuró Enzo, inclinándose para ajustar sus manos sobre las de ella. Amatista sonrió, sintiendo el calor de su cercanía, pero su siguiente golpe envió la pelota en una dirección completamente opuesta. —¿Control, dices? Creo que es lo único que no tengo ahora mismo —rió ella, dejando caer el palo con un suspiro. Enzo soltó una carcajada, tomando su mano y guiándola hacia el carrito de golf. —Ya basta por hoy. Vamos a caminar. Dejaron el carrito estacionado y comenzaron a recorrer el campo tomados de la mano, mientras el viento jugueteaba con el cabello de Amatista. Ella se sentía ligera, como si el mundo estuviera compuesto únicamente por el calor de la mano de Enzo y el crujido de la hierba bajo sus pies. —Mañana iré con Alicia y Alesandra a comprar cosas para la fiesta —comentó Amatista, mirando el cielo con una sonrisa suave. Enzo sacó una tarjeta de su billetera y se la entregó. —Compra lo que quieras, gatita. Incluido un teléfono, para que podamos comunicarnos más fácilmente. Amatista tomó la tarjeta con sorpresa, mirándola por un momento antes de asentir. —Gracias, amor. Enzo la observó con una expresión divertida antes de añadir: —Se supone que debes pedirme la clave. Amatista parpadeó, confundida, y luego dejó escapar una risita. —¡Es verdad! Me olvidé por completo. Enzo negó con la cabeza, sonriendo, y se inclinó hacia ella. —La clave es tu fecha de cumpleaños. Amatista abrió la boca para responder, pero en ese instante, un grupo de hombres llamó a Enzo desde la distancia, interrumpiendo el momento. Uno de ellos lo invitó a pasar un rato en la cafetería del club. —Será solo un momento, gatita —le aseguró Enzo, tomando su mano y guiándola hacia el lugar. En la cafetería, se unieron a una mesa donde estaban Nahuel, Lucas, Hernán, Darío, Dalia, Verónica y Soledad. Enzo y Amatista, como era habitual, se sentaron juntos, su cercanía dejando claro a todos que ella era una presencia constante y especial en su vida. Las conversaciones giraban en torno a negocios menores, aunque Enzo solo participaba lo justo, reservando la mayor parte de su atención para Amatista. Su mano descansaba sobre su pierna, y de vez en cuando le susurraba algún comentario al oído que la hacía reír suavemente. Poco después, Maximiliano y Mauricio Sotelo llegaron a la mesa. Aunque Maximiliano era conocido por su naturaleza galante, mantuvo sus gestos hacia Amatista limitados a miradas discretas, consciente de la fama de celoso que tenía Enzo. —Amor, tengo un poco de frío. ¿Me das la llave de la camioneta? Dejé mi campera adentro —pidió Amatista en un momento, inclinándose hacia Enzo. Sin dudarlo, Enzo le entregó la llave, pero arqueó una ceja cuando ella añadió: —También quería un poco de dinero para comprar galletas artesanales. —¿De verdad, gatita? ¿No acabas de recibir una tarjeta con cupo ilimitado? —preguntó él, riendo suavemente. Amatista hizo una mueca divertida, recordando su olvido. —Lo olvidé… otra vez. Ambos rieron, y tras un beso rápido, Amatista se levantó y se dirigió al estacionamiento. Las mujeres en la mesa intercambiaron miradas cargadas de envidia, mientras Maximiliano y Mauricio, divertidos, intercambiaban comentarios en voz baja. Mientras Amatista bajaba por las escaleras del club para recoger su campera, se cruzó con un grupo de hombres y mujeres que ingresaban. Ninguno de ellos le prestó mucha atención, aunque su porte intimidante era innegable. Alejandro, Manuel, Felipe y Valentino, todos bajo las órdenes de Enzo, caminaban con una seguridad que parecía llenar el espacio. Bianca, Alba y Sara, las mujeres del grupo, los seguían de cerca. Bianca, en particular, parecía ansiosa, ajustándose el cabello y la ropa con movimientos calculados. Tenía una fijación evidente por Enzo, convencida de que algún día él la elegiría, aunque nunca había obtenido más que frialdad de su parte. Cuando el grupo llegó a la mesa, Nahuel, Hernán, Darío, Dalia, Verónica y Soledad se levantaron casi de inmediato, entendiendo que la presencia de los recién llegados implicaba temas de mayor importancia. Solo los hermanos Sotelo permanecieron junto a Enzo. Amatista ajustó su campera mientras se dirigía nuevamente hacia el café. El cálido tejido había disipado el frío, pero no su pequeña desilusión por no haber conseguido las galletas que tanto deseaba. Sin embargo, sabía que al regresar junto a Enzo, cualquier molestia quedaría en el olvido. Cuando llegó a la mesa, lo primero que notó fue la presencia de varias caras nuevas. Alejandro, Manuel, Felipe, Valentino, Bianca, Alba y Sara se habían unido a los Sotelo, llenando el espacio con un aire de importancia y autoridad. No obstante, lo que realmente captó su atención fue que su lugar habitual junto a Enzo había sido ocupado por una mujer desconocida, quien se inclinaba descaradamente hacia él con una sonrisa coqueta. Amatista ni siquiera se molestó en detenerse a observar. Con pasos decididos, caminó directamente hacia Enzo y, sin decir una palabra, se acomodó en su regazo. Enzo apenas reaccionó, más allá de ajustar su postura para acomodarla mejor, como si fuera lo más natural del mundo. —¿Dónde están las galletitas, gatita? —preguntó él con una sonrisa suave, su tono cargado de complicidad. Amatista suspiró y apoyó la cabeza en su hombro. —No quedaban, amor —dijo, con una mezcla de tristeza y resignación. Enzo soltó una carcajada y le acarició el cabello con ternura. —Te prometo que la próxima vez tendrás todas las galletas que quieras. La escena desató las risas de Maximiliano y Mauricio Sotelo, quienes estaban acostumbrados a la dinámica entre ellos. Maximiliano se inclinó hacia su hermano y murmuró en tono divertido: —A veces no sé si Enzo es un mafioso o un esposo abnegado. Mauricio rió por lo bajo, respondiendo: —Tal vez ambas cosas. Pero, sinceramente, es más aterrador cuando está siendo amable. Mientras tanto, los demás en la mesa observaban con sorpresa. Alejandro arqueó una ceja, impresionado por la cercanía entre Enzo y Amatista, mientras Felipe y Valentino intercambiaban miradas cómplices. —Les presento a mi esposa, Amatista —declaró Enzo, su tono tranquilo pero firme, como si fuera una verdad incuestionable. La noticia cayó como una bomba. Alejandro inclinó la cabeza en señal de respeto, mientras Alba y Sara se miraban con curiosidad. Bianca, por su parte, parecía petrificada, incapaz de ocultar su incredulidad. —Esposa… —murmuró Felipe, girándose hacia Valentino—. Ahora todo tiene sentido. Valentino asintió, reprimiendo una sonrisa. —Sí, especialmente lo de las galletas. Sin embargo, la calma en la mesa no duró mucho. Amatista, acurrucada en el regazo de Enzo, de repente frunció el ceño y comenzó a revisar los bolsillos de su campera. —Amor… —murmuró con un tono que mezclaba confusión y preocupación. —¿Qué pasa, gatita? —preguntó Enzo, ladeando la cabeza para mirarla. —La llave de la camioneta… Creo que la perdí. Enzo arqueó una ceja, pero antes de que pudiera responder, Amatista comenzó a buscar frenéticamente en sus bolsillos. —Estoy segura de que la guardé aquí —dijo, su voz volviéndose nerviosa mientras revisaba una y otra vez el mismo lugar. Maximiliano soltó una carcajada, seguido por Mauricio, mientras Alejandro y Felipe observaban con evidente diversión. —¿Seguro que la traías, pequeña? —preguntó Alejandro, su tono burlón pero amable. Amatista se detuvo por un momento, mirando a Enzo con ojos llenos de pánico. —¡No está, amor! ¡La perdí! Enzo, incapaz de contener una sonrisa, la acercó a su pecho y comenzó a acariciarle el cabello con ternura. —No pasa nada, gatita. Tranquila. —¡Pero era tu llave! ¡No quiero que te enojes conmigo! —exclamó Amatista, su voz quebrándose mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Mauricio inclinó la cabeza hacia Maximiliano, murmurando: —¿Estás viendo esto? Creo que nunca he visto a alguien tan preocupado por una llave. —O a alguien tan paciente con una pérdida —respondió Maximiliano, conteniendo la risa. Enzo continuó consolando a Amatista, limpiándole las lágrimas con cuidado. —No estoy enojado, gatita. Todo está bien. —Esto es fascinante —comentó Valentino en voz baja, inclinándose hacia Felipe—. Enzo pasa de intimidante a un completo romántico en cuestión de segundos. —Es un hombre de muchos talentos —respondió Felipe, mientras Alba y Sara reían en silencio. Enzo levantó la mano y llamó a uno de los empleados del café. —Busca una llave en el camino por donde ella vino, por favor. El empleado asintió rápidamente y se marchó. Mientras tanto, Amatista permanecía acurrucada contra el pecho de Enzo, sollozando suavemente. —No llores más, gatita —susurró él, su voz cargada de ternura—. Te prometo que encontraremos la llave. El momento de tensión terminó cuando el empleado regresó con la llave en la mano. —Aquí está, señor. La encontré cerca del mostrador. Amatista se enderezó de inmediato, sus ojos brillando de alivio. —¡Gracias! —dijo, sonriendo con tanta naturalidad que su rostro parecía iluminarse. Enzo tomó la llave antes de que ella pudiera alcanzarla. —Yo la guardaré, gatita. Es más seguro así. Amatista hizo un puchero, pero finalmente asintió. —Está bien, amor… La escena desató una ola de comentarios divertidos. —Esto merece un brindis —declaró Alejandro, levantando su vaso con una sonrisa. —¿Por la llave o por Enzo siendo un esposo modelo? —preguntó Felipe con una risa. —Por ambos —respondió Valentino, causando más carcajadas. Incluso Alba y Sara no pudieron evitar unirse a las risas, mientras Bianca permanecía rígida, claramente molesta por el espectáculo. —Nunca pensé que te veríamos consolar a alguien por una llave perdida, Enzo —bromeó Maximiliano, sacudiendo la cabeza con incredulidad. Las risas se desvanecieron lentamente mientras el grupo volvía a enfocarse en los negocios. Enzo, aún con Amatista en su regazo, comenzó a discutir los puntos más relevantes de las próximas operaciones. Su voz firme y controlada dominaba la conversación, dejando claro quién tenía la última palabra en esa mesa. Amatista, sin embargo, no compartía el interés de los presentes por los temas financieros o estratégicos. Mientras Enzo hablaba, ella jugueteaba distraídamente con un mechón de su cabello, enredándolo entre sus dedos. A veces, deslizaba sus dedos suavemente por el pecho de Enzo, un gesto casual que no buscaba llamar la atención pero que, sin duda, lo hacía. Enzo parecía completamente fascinado por ella, aunque no dejó que sus reacciones interrumpieran su concentración en la conversación. Su mano descansaba sobre la pierna de Amatista, acariciándola de forma inconsciente, como si reafirmara que ella estaba exactamente donde debía estar. Bianca, sentada al otro lado de la mesa, lanzaba comentarios velados entre coquetos e irritantes. —Es impresionante cómo manejas todo, Enzo. Me pregunto si siempre tienes tiempo para lo que realmente importa —dijo con una sonrisa que claramente buscaba provocar. Enzo ni siquiera la miró. —Siempre hago tiempo para lo que realmente importa —respondió, apretando suavemente la pierna de Amatista como si subrayara su punto. Amatista, entretenida por la interacción, se inclinó hacia el oído de Enzo, sus labios casi rozando su piel, y susurró juguetonamente: —Mañana compraré algo especial para ti, amor. Algo que creo que te va a encantar. Enzo giró ligeramente la cabeza hacia ella, su expresión relajada transformándose en una sonrisa divertida. —¿Algo especial, gatita? ¿Qué tienes en mente? —preguntó en voz baja, su tono cargado de complicidad. —Una lencería nueva. Quiero sorprenderte —confesó Amatista con un brillo travieso en los ojos. Enzo soltó una risa profunda, esa que pocas veces dejaba salir, y negó con la cabeza. —Eres increíble, gatita —murmuró, dejando un beso rápido en su frente. Bianca, claramente molesta por la risa de Enzo y la evidente conexión entre ellos, alzó la voz, interrumpiendo el momento. —¿De qué se ríen? —preguntó con una sonrisa tirante, tratando de disimular su irritación. Enzo la miró brevemente, sin molestarse en ocultar su desinterés por su pregunta. —Es algo personal —respondió con sencillez, regresando su atención a Amatista, quien sonrió satisfecha y volvió a juguetear con su cabello. El gesto de Enzo, aunque breve, fue suficiente para encender aún más la frustración de Bianca, quien apretó los labios y miró hacia otro lado. Tras unos minutos más de conversación, Enzo se levantó, llevando a Amatista consigo con movimientos fluidos y seguros. —Es todo por hoy. Buenas noches —dijo, despidiéndose con un leve gesto de cabeza antes de girarse hacia la salida. Amatista, tomada de su brazo, caminaba con él, irradiando calma y seguridad. Al desaparecer de la vista, el grupo permaneció en silencio por unos instantes, hasta que Maximiliano rompió el hielo con una carcajada. —Bueno, Bianca, parece que tu gran amor no está disponible. ¿Qué harás ahora? —dijo con una sonrisa burlona. Bianca se limitó a fruncir el ceño, mirando su copa con frustración. Mauricio se unió a las risas, dándole una palmada en el hombro a su hermano. —No seas tan duro, Maxi. A lo mejor todavía tiene una oportunidad… en sus sueños. Las carcajadas resonaron en la mesa mientras Bianca intentaba mantener la compostura. —Si lo de hoy te molestó, Bianca, deberías haberlos visto jugando al golf esta mañana —añadió Maximiliano con un tono divertido—. Fue como una escena sacada de una película erótica. Felipe levantó una ceja, claramente intrigado. —¿De qué hablas? —preguntó, riendo suavemente. —Roces casuales, besos que se daban cada tanto… solo mirarlos era suficiente para que cualquiera quisiera dejar de jugar y empezar a disfrutar el espectáculo —explicó Maximiliano, levantando su copa como si brindara por ello. Mauricio asintió de inmediato, apoyando las palabras de su hermano. —Totalmente de acuerdo. Si esto es lo que pasa en el campo de golf, imagina lo que sucede cuando no hay testigos. Valentino se rió por lo bajo, sacudiendo la cabeza. —Deberíamos empezar a cobrar entradas. Podría ser el negocio del año. Incluso Alba y Sara, quienes habían permanecido más reservadas hasta ahora, no pudieron evitar unirse a las risas. Bianca, sin embargo, estaba en su límite. —Por favor, basta —murmuró, su voz tensa mientras se levantaba de la mesa—. Yo también tengo cosas importantes que atender. —Claro que sí, Bianca —dijo Maximiliano con una sonrisa burlona mientras ella se alejaba—. ¡Cuídate de no perderte en tus “negocios importantes”! Cuando Bianca desapareció de la vista, las risas continuaron, y el ambiente en la mesa se tornó mucho más relajado. La imagen de Enzo y Amatista había dejado una marca en todos, recordándoles que incluso en el mundo de las decisiones frías y los movimientos estratégicos, había espacio para la pasión y el amor.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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