Capítulo 94 Nervios y distracciones

Amatista se encontraba sentada en el despacho de Enzo, el ambiente cálido de la mansión Bourth envolvía la habitación, pero la inquietud en su pecho no la dejaba relajarse. Había entregado su diseño ese día, y aunque la espera por la devolución de los evaluadores estaba fuera de su control, no podía evitar sentirse nerviosa. Sus dedos tamborileaban sobre el cuaderno de bocetos cerrado, y su mirada se deslizaba sin rumbo, perdida entre los papeles sobre el escritorio. Enzo estaba cerca, pero su atención parecía estar en otro lugar. —¿Crees que fui demasiado audaz con los colores? —preguntó, su voz más rápida de lo habitual. Aunque ya había entregado el diseño, su mente no dejaba de dar vueltas, buscando algo en lo que enfocarse. Enzo no respondió de inmediato, su mirada fija en la copa de vino que sostenía entre sus dedos. Sus pensamientos parecían estar lejos, casi como si estuviera completamente ausente. Cuando por fin levantó la mirada, su respuesta fue automática, como si la pregunta ni siquiera hubiera tenido peso. —Seguro que les encantará, gatita. —Su tono era más mecánico que usual, su voz apenas matizada con afecto. Amatista frunció el ceño al notar la desconexión en su actitud. Estaba acostumbrada a su forma de ser, pero hoy algo estaba diferente. Algo no encajaba. —Enzo... —le llamó, acercándose a él, esta vez buscando directamente sus ojos. Él la miró, pero no con la intensidad que ella esperaba. Había algo sombrío en su expresión, algo que no podía ignorar. —¿Qué pasa? Desde que volvimos de Costa Azul, te noto... diferente. Más tenso. Enzo suspiró profundamente, como si sus pensamientos lo estuvieran desgastando. Después, con un leve gesto, la invitó a acercarse más, señalando el sillón cerca de su escritorio. Se sentó en el borde, pero cuando Amatista se quedó de pie, él se inclinó hacia ella. —No es nada, amor. Solo es un problema con uno de los proveedores del casino. No está cumpliendo con lo acordado, y no he podido conseguir otro proveedor a tiempo. —Su tono era más calmado, como si la preocupación que cargaba no fuera tan grave. Amatista lo miró, pero su mirada buscaba algo más. Sabía que no todo era tan sencillo, pero no quería presionarlo. —¿Estás seguro? —preguntó con suavidad, pero sus ojos no podían ocultar la preocupación. Enzo, sintiendo la incomodidad entre ellos, decidió cambiar el tema, buscando aliviar la tensión a su manera. Sonrió de forma ladeada, un gesto que solo él sabía hacer. Se acercó, deslizando su mano por la parte baja de su espalda, bajo el vestido de Amatista, haciéndola estremecer. —Sabes que podemos aprovechar este tiempo juntos antes de que llegue tu periodo... —dijo, su voz ahora más cálida, un susurro que rozó su oído. Amatista se tensó por un segundo, sintiendo la mezcla de preocupación y deseo en sus palabras. No sabía si el gesto era por su nerviosismo o si realmente quería que se sintiera mejor. Pero algo en su cercanía y en su tono hizo que la tensión en el aire cambiara. Amatista se relajó un poco, sonriendo de forma coqueta mientras lo miraba con ojos brillantes. Ella sabía lo que él estaba insinuando, y aunque la situación seguía siendo incómoda, no podía resistirse al magnetismo de Enzo. —Creo que tienes razón... —dijo, levantando una ceja mientras se acercaba a él con una sonrisa traviesa. —Aprovechemos entonces. El cambio fue instantáneo. De repente, la atmósfera tensa se desvaneció, reemplazada por una energía de coqueteo. Enzo la besó con intensidad, sin contenerse. Sus manos se deslizaban sobre su cuerpo con familiaridad, y Amatista, atrapada entre su deseo y la confusión de todo lo que pasaba, se entregó al beso, buscando consuelo en él de una manera que no entendía completamente. El momento, aunque lleno de pasión, dejó una extraña sensación de incertidumbre flotando en el aire. Mientras tanto, en otro rincón de la ciudad, Marcos se encontraba de pie en la oficina de Daniel, las manos cruzadas a la espalda y una expresión seria que no dejaba lugar a dudas sobre la gravedad de la información que estaba a punto de compartir. La oficina, iluminada por la luz tenue de la tarde, ofrecía una atmósfera pesada, como si todo lo que se hablara allí tuviera más peso del que se podía soportar. —Entonces... ¿me dices que Enzo visitó a una mujer? —preguntó Daniel, apoyándose en el borde de su escritorio con una expresión entre incrédula y desconcertada. Su voz, aunque controlada, no podía ocultar la sorpresa. Marcos asintió lentamente, sin apartar la mirada del rostro de Daniel. Estaba acostumbrado a manejar situaciones delicadas, pero esta información era diferente. Se sentía como una pieza de un rompecabezas cuyo encaje aún no podía encontrar. —Así es, señor —respondió con cautela, midiendo cada palabra—. Pero no creo que sea lo que usted piensa. Daniel frunció el ceño, sin entender del todo la evasiva de Marcos. Se cruzó de brazos, adoptando una postura desafiante. —¿Qué debería pensar, entonces? —preguntó, su tono más firme. Marcos se tomó un momento antes de responder, sopesando sus palabras con el cuidado que requería la situación. —La mujer estaba acompañada de su esposo. No parecía una visita... inapropiada, si es lo que teme. Pero el ambiente... me resultó extraño. No sabría decir por qué, pero algo no cuadraba. —Marcos dejó la frase suspendida en el aire, como si la respuesta estuviera justo al alcance, pero aún invisible para él. Daniel, pensativo, caminó hacia la ventana, observando la ciudad desde lo alto. El peso de sus pensamientos era evidente en su rostro. Sabía que Enzo no se dejaba ver con cualquier persona, y mucho menos sin una razón detrás. Pero la confusión que sentía le impedía encontrar una explicación lógica para lo que había escuchado. —¿Crees que... que hay algo más? —preguntó finalmente, sin mirarlo directamente, como si no quisiera expresar abiertamente su creciente preocupación. Marcos hizo una pausa, como si aún no estuviera seguro de lo que podía o no compartir. Finalmente, habló, su voz un susurro que revelaba más de lo que decía. —No puedo asegurarlo, pero hay algo en el aire... Algo que no logro entender. —Marcos no pudo evitar sentir una ligera inquietud al pensar en la situación. Enzo nunca hacía nada sin una razón precisa. Y lo que había presenciado ese día era más que una simple visita. —Quiero que sigas investigando. Si algo está sucediendo, necesito saberlo. —Como desee, señor —respondió Marcos, aunque su tono reflejaba cierta cautela. Cuando salió de la oficina, Daniel se quedó mirando por la ventana, su mente trabajando a toda velocidad. Había algo en todo aquello que no le gustaba, pero no podía poner el dedo en el problema. Por ahora, tendría que esperar. Amatista se encontraba en el jardín, disfrutando de un respiro después de un día ajetreado. El sol, ya bajo en el horizonte, teñía de tonos dorados el cielo mientras ella jugaba con Cookie, el pequeño cachorro que había adoptado recientemente. El perro corría felizmente detrás de una pelota, saltando y meneando la cola, mientras Amatista reía suavemente, sintiendo cómo la tranquilidad del jardín la envolvía. El aire fresco acariciaba su rostro, y por un momento, pudo olvidarse de todo lo demás. Cookie era su pequeño refugio, y la conexión con él la hacía sentir más ligera, alejada de las preocupaciones que siempre rondaban su mente. Cuando escuchó los pasos de Enzo acercándose, levantó la mirada y vio que él se dirigía hacia ella, con esa presencia que siempre lograba calmarla, aunque últimamente había notado algo distante en su actitud. —¿Te estás divirtiendo, gatita? —preguntó Enzo con una ligera sonrisa, deteniéndose junto a ella y acariciando la cabeza de Cookie, quien lo miró con entusiasmo. Amatista asintió, sonriendo mientras observaba cómo Cookie movía la cola felizmente. —Sí, mucho. Parece que se está acostumbrando a todo este espacio —respondió, dejando que la calma del momento la envolviera. Enzo, con un gesto tranquilo, le tendió algo que llevaba en las manos. Amatista miró el objeto, sorprendida al ver un collar brillante con una pequeña placa donde figuraba el nombre de Cookie y los datos de contacto. —Es para Cookie —explicó Enzo, ofreciéndoselo—. Pensé que sería una buena idea tener algo por si se pierde. Ya sabes cómo son estas cosas. Amatista sonrió, tomando el collar con una mezcla de ternura y gratitud. El detalle de Enzo le dio una sensación cálida en el pecho. —Es perfecto, amor. Gracias —dijo con suavidad, acariciando el collar antes de mirarlo a los ojos. Enzo la observó un momento en silencio, como si analizara su expresión. Luego, se inclinó hacia ella y le dio un beso rápido pero lleno de cariño. —Tengo que irme a una reunión, pero todo está resuelto con el proveedor —dijo con tono relajado, como si un peso se hubiera levantado de sus hombros—. Así que no te preocupes. Amatista se sintió aliviada por la noticia. La tensión que había sentido en él últimamente parecía disiparse, y eso la reconfortó. —Me alegra escuchar eso, amor —respondió, sonriendo mientras lo miraba con cariño. Luego, con un toque coqueto, se acercó y lo besó brevemente—. No tardes mucho, ¿vale? Cookie y yo te esperamos. Enzo sonrió y le acarició la mejilla antes de separarse. —No me tardaré, gatita —dijo con una sonrisa ligera, dándole un último vistazo antes de alejarse. Amatista lo observó alejarse mientras acariciaba a Cookie, un suspiro escapando de sus labios. Todo parecía en calma, pero aún quedaban muchas preguntas sin respuestas. Enzo caminó hacia la entrada principal de la mansión, donde Roque lo esperaba con una carpeta en las manos. Le entregó el paquete sin decir palabra, y ambos se dirigieron hacia el automóvil. Enzo subió al asiento trasero, dejando que Roque tomara el volante. El coche arrancó con un suave ronroneo y comenzó a alejarse por las calles tranquilas hacia su destino. El trayecto fue silencioso al principio, pero Enzo no tardó en romper el mutismo con una pregunta. —¿El médico es discreto? —su tono era firme, pero una ligera preocupación se notaba en su voz, aunque lo disimulaba con esfuerzo. Roque asintió, sin mirarlo. —Sí, señor. Ha realizado varios trabajos para nosotros, sabe lo que se espera. La discreción no será un problema —respondió con seguridad. Enzo se recostó en el asiento, mirando por la ventana, pero su mente estaba lejos. Sabía que no podía dejar que nada saliera mal. Tenía que asegurarse de que todo estuviera bajo control, especialmente si quería preservar la paz que había logrado con Amatista. —¿Y el tipo que iba a donar? —preguntó Enzo, su voz ahora más baja, como si estuviera sopesando sus opciones. Roque lo miró rápidamente antes de responder. —Todo arreglado. Ya le he transferido la mitad del dinero. El resto se enviará cuando la operación esté hecha. Enzo lo miró desde el espejo retrovisor, su expresión fría. —¿Y el dinero para la recuperación? —su tono fue despectivo al referirse al hijo de Isabel, como si la situación lo molestara. Roque no vaciló al responder. —Sí, ya está todo hecho, señor. No habrá inconvenientes. Enzo soltó un suspiro, sus manos apretando la carpeta con fuerza. La irritación se notaba en su rostro. —Quiero terminar con todo esto ya —dijo con voz grave, mirando por la ventana, sintiendo el peso de las decisiones que estaba tomando. Cada movimiento, cada acción, todo era para evitar perder a Amatista. Pero la situación no era sencilla, y las sombras de lo que venía se cernían sobre él. El auto negro se detuvo frente a un café discreto, ubicado a unas pocas calles de la clínica. Enzo bajó con calma, su porte imponente atrayendo miradas de los pocos clientes en el lugar. Roque, siempre a su lado, llevaba una maleta en una mano mientras observaba a su alrededor con cuidado. Dentro del café, un hombre de mediana edad, vestido con un traje gris claro, se levantó al verlos entrar. Era el doctor Escalante, un cirujano conocido por su habilidad... y su disposición a aceptar trabajos poco convencionales. —Señor Bourth —dijo el médico, extendiendo una mano temblorosa hacia Enzo. Enzo ignoró el saludo, tomando asiento en una mesa apartada. Roque permaneció de pie cerca de la entrada, siempre alerta. —Hablemos de inmediato —ordenó Enzo, cruzando una pierna sobre la otra y fijando al médico con una mirada gélida. El doctor tragó saliva antes de sentarse frente a él, colocando sus manos nerviosas sobre la mesa. —La operación puede realizarse de forma inmediata. El donante está en condiciones y listo para proceder —aseguró Escalante, esforzándose por sonar seguro. Sin embargo, el ligero temblor en su voz lo traicionaba. —¿Y los riesgos? —preguntó Enzo, su tono seco y directo. —Bueno, como en cualquier trasplante, siempre existen riesgos. Pero, dadas las circunstancias y mi experiencia, estoy confiado en que será un éxito. El receptor tiene probabilidades razonables de recuperarse completamente —respondió el médico, evitando el contacto visual por más de unos segundos. Enzo se inclinó ligeramente hacia adelante, sus ojos oscuros perforando al hombre. —Quiero que recuerde algo, doctor —dijo en voz baja, casi un susurro, pero cargado de amenaza—. La discreción no es negociable. Si esto llega a oídos de alguien que no deba saberlo... ya entiende lo que sucederá. El doctor asintió rápidamente, sus manos apretadas sobre la mesa. —Por supuesto, señor Bourth. Soy un profesional, y usted puede confiar en que esto quedará entre nosotros. Nunca he tenido problemas de este tipo antes. —Más te vale —añadió Enzo, con una sonrisa fría que no alcanzó sus ojos. Roque se acercó en ese momento, colocando la maleta sobre la mesa. La abrió ligeramente, dejando que el médico viera el contenido: fajos perfectamente organizados de billetes. —La primera parte de tu pago. El resto lo recibirás cuando todo haya terminado —dijo Roque con tono firme. Escalante asintió de nuevo, casi mecánicamente, mientras sus ojos bajaban hacia el dinero y luego regresaban a Enzo. —Será un placer trabajar para usted, señor Bourth. Todo estará listo en unas horas. Enzo se levantó, colocando una mano sobre el hombro del médico en un gesto que pretendía ser casi amistoso, pero que dejó clara su posición dominante. —No me falles, Escalante. Yo nunca perdono los errores. Sin esperar respuesta, salió del café, seguido por Roque.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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