Capítulo 116 Un destello en la multitud

Las últimas semanas habían sido intensas para Amatista. Se había dedicado de lleno a los diseños que Santiago Orsini le había propuesto. Entre ellos, tenía ya terminados diez diseños: tres relojes, dos pulseras, tres dijes de corbata y dos collares. Sin embargo, la colección estaba lejos de terminar. Santiago tenía en mente completar con dos pares de gemelos, algunos aretes para mujer que combinaran con ellos, y broches de traje. Esa mañana, Amatista decidió mostrarle a Santiago los avances. Los diseños ya terminados captaron su atención al instante, y la joven aprovechó para explicarle sus ideas para las piezas faltantes. —Son excepcionales, Amatista. Tienes un ojo único para los detalles —dijo Santiago mientras revisaba los bocetos. —Pero creo que podemos ir más allá. ¿Qué tal si ampliamos la colección a veinte piezas? El desafío encendió el entusiasmo de Amatista. —Acepto. Si logramos esto, demostraremos que podemos con cualquier reto —respondió ella, segura de sí misma. Santiago rió, admirando su determinación. —Eso espero, pero recuerda que solo tenemos cinco semanas para presentar la colección. En tres semanas deben estar listos los diseños para enviarlos al taller. —Lo lograremos. Si esto sale bien, formar un equipo de diseño será pan comido —dijo Amatista con una sonrisa, ajustándose mentalmente al nuevo plazo. Trabajaron con más dedicación que nunca, sabiendo que tenían que dar lo mejor de sí para demostrar su valía. Más tarde, llegó el esperado cumpleaños de Maximiliano Sotelo. La invitación había sido enviada con semanas de anticipación, y como era de esperarse, el evento estaba lleno de figuras influyentes. Amatista asistiría acompañada por su padre, Daniel, su madrastra, Mariam, y su hermanastra, Jazmín. Amatista eligió un vestido celeste ajustado, con un escote discreto que dejaba al descubierto su cuello, clavícula y hombros. El diseño sencillo pero elegante destacaba su figura y daba un aire de sofisticación que no pasaba desapercibido. Al llegar al salón, la música y las risas llenaban el ambiente. Amatista se limitó a saludar a quienes conocía, dedicándoles especial atención a Massimo, Emilio, Mateo y Paolo, quienes siempre habían sido cordiales con ella. Mateo, sonriente, aprovechó la oportunidad para presentarle a su novia, Clara. Ambas congeniaron al instante, compartiendo risas y charlas sobre temas triviales que amenizaron el encuentro. Mientras la noche avanzaba, Amatista se cruzó con Sofía, una vieja conocida con la que mantenía una relación afectuosa. Se saludaron con calidez y se quedaron conversando un rato, poniéndose al día sobre sus vidas y riendo como viejas amigas. Finalmente, llegó el momento de buscar al cumpleañero. Amatista encontró a Maximiliano en medio de un grupo de invitados. Se acercó con una sonrisa y le entregó un elegante reloj como regalo. —Feliz cumpleaños, Maximiliano. Espero que te guste —dijo con un tono cordial. Maximiliano examinó el reloj en su muñeca con una sonrisa radiante. —Es espectacular. Muchas gracias, Amatista. Este detalle es realmente único —dijo, mirándola con gratitud antes de darle un cálido abrazo. Amatista correspondió al gesto, sonriendo. —Me alegra que te guste. Fue diseñado especialmente para alguien como tú. Maximiliano se separó, aún sonriendo, y se inclinó hacia ella con un aire de complicidad. —Por cierto, por la sala anda Enzo. Aunque, bueno, con Albertina cerca no sé si querrás cruzarte con ellos. Ya sabes, esa inútil siempre está tratando de causar problemas. —Le guiñó un ojo y agregó con una sonrisa divertida—: Diviértete, gatita. Amatista rió suavemente, sin decir nada, y se retiró deseándole nuevamente un feliz cumpleaños. Mientras caminaba con paso tranquilo por el elegante salón, no podía evitar sentirse observada. A la distancia, los ojos de Enzo Bourth seguían cada uno de sus movimientos con una intensidad que la hacía estremecer. Era una mirada cargada de emociones que Amatista había aprendido a reconocer: deseo, posesión y, sobre todo, celos. De pronto, una voz masculina, brusca y llena de urgencia, rompió el murmullo del salón, pronunciando su nombre. —¡Amatista! El tono la hizo sobresaltarse. Giró rápidamente, encontrándose frente a un hombre mayor, de cabello entrecano y expresión seria. —Jeremías Gartner —dijo él con una ligera sonrisa, inclinando la cabeza—. ¿Te acuerdas de mí? Amatista parpadeó, reconociéndolo. —Sí, claro. Nos conocimos hace unas semanas en un restaurante. Usted estaba con mi madre, Isabel, ¿verdad? Jeremías asintió lentamente. —Exacto. Aunque Isabel y yo tenemos una historia más… complicada. Amatista arqueó una ceja, recordando algo que él había mencionado esa noche. —Usted dijo que Isabel era alguien especial para usted. ¿Qué quiso decir con eso? Jeremías sonrió de forma enigmática, evaluándola por un instante antes de responder. —Eres bastante inteligente, lo noto. Te diré la verdad: Isabel y yo fuimos amantes durante mucho tiempo, incluso cuando ella estaba con Daniel. Amatista no se inmutó, cruzándose de brazos. —Bueno, el engaño es algo muy de Isabel —respondió con un tono indiferente, casi aburrido. La reacción desconcertó a Jeremías. —¿Eso no te molesta? Amatista negó con la cabeza, dando un paso hacia atrás como señal de que quería cortar la conversación. —No es asunto mío, y francamente, no me sorprende. —Espera —interrumpió Jeremías, alzando una mano. Había algo más que quería decirle, y esta vez su tono era mucho más serio—. Hay algo importante que necesitas saber. Cuando Isabel estaba embarazada de ti, insinuó que el bebé podría ser mío. El rostro de Amatista perdió todo rastro de expresión. La sorpresa la dejó sin palabras por un momento. —¿Cree que podría ser mi padre? —preguntó finalmente, su tono más firme de lo que esperaba. Antes de que Jeremías pudiera responder, una figura alta y dominante apareció junto a ellos. Enzo Bourth se acercó con paso decidido, sus ojos oscuros fijos en Jeremías, y saludó con una voz firme que bordeaba lo amenazante. —Jeremías. Qué inesperado verte aquí. Jeremías retrocedió ligeramente ante la presencia imponente de Enzo. —No quiero interrumpir más. Amatista y yo podemos continuar esta charla en otro momento. —Hizo una pausa y añadió—: Pero tal vez sería mejor mantener a Daniel fuera de todo esto. Sin esperar respuesta, Jeremías se retiró, dejando a Amatista con más preguntas que respuestas. Enzo se giró hacia ella, su mirada cargada de una mezcla de curiosidad y molestia. —Gatita, ¿podemos hablar un momento? —preguntó con una aparente calma. Amatista lo miró con desconfianza. —¿Es importante? Porque estaba en medio de algo relevante. Enzo inclinó la cabeza, su tono ahora más serio. —Sí, lo es. Sin esperar más, tomó suavemente la mano de Amatista, guiándola hacia una sala privada. Una vez allí, cerró la puerta tras ellos y se giró para enfrentarse a ella. —Hace unos días, Benicio Orsini vino a verme. Quería que lo ayudara a destruir tu empresa, Lune —soltó de golpe, observando su reacción. Amatista lo miró con incredulidad, su mente aún enredada en la conversación con Jeremías. —¿Benicio? —repitió, sorprendida—. ¿Por qué haría algo así? —Supongo que quiere eliminar cualquier competencia antes de que crezca demasiado. Pero no te preocupes, gatita, ya lo advertí, y no creo que intente nada por ahora. Amatista asintió lentamente. —Gracias por decírmelo. Tendré cuidado. Enzo la observó en silencio por un momento antes de preguntar: —¿De qué hablaban tú y Jeremías? Amatista tensó los labios, decidiendo rápidamente qué decir. —De nada importante. Si no tienes nada más que decirme, me voy. Cuando se giró para irse, Enzo la tomó del brazo, deteniéndola con firmeza. —No parecía que hablaran de nada importante. Amatista lo miró y, tras un breve momento, soltó una risa baja. —¿No se supone que tú me pediste que te olvidara? Lo mejor sería que no me hagas escenas de celos ridículas, Enzo. Él entrecerró los ojos, acercándose un paso más hacia ella. —¿Y cuál es el problema si estoy celoso, gatita? Amatista suspiró, intentando mantener la calma. —El problema es que tienes una novia a la que deberías celar, no a mí. La sonrisa de Enzo se tornó peligrosa mientras la arrinconaba contra la pared. Su voz se volvió más baja, más íntima, cargada de una intensidad que hacía que el aire se sintiera denso. —Puede que no estemos juntos, pero tu cuerpo, tus besos, tus caricias… todo lo tuyo me pertenece, gatita. Sin darle tiempo a replicar, inclinó la cabeza y comenzó a besarla en el cuello, dejando un rastro de calor en su piel. —Eso era antes, Enzo —dijo Amatista, apartándolo con determinación. Él la miró con una mezcla de frustración y deseo, y declaró en voz baja: —No es así, y lo sabes. Mi cuerpo también es solo tuyo. Antes de que pudiera responder, Enzo la besó en los labios. El beso comenzó lento, cargado de emociones contenidas, pero rápidamente se volvió intenso. Sus manos se movieron con urgencia, recorriendo la espalda de Amatista mientras ella, rendida por un momento, correspondía con igual fervor. De pronto, sus labios dejaron los de él, y Amatista lo besó en el cuello, dejando deliberadamente una marca visible. Cuando Enzo se dio cuenta, sonrió con satisfacción, pero su expresión se transformó cuando ella se apartó bruscamente. —Estoy en mi periodo —declaró con una mezcla de frialdad y burla. Sin darle tiempo a replicar, abrió la puerta y salió de la habitación, dejando a Enzo solo, con el peso de su obsesión aún más arraigado en su mente. Enzo no tardó en salir tras ella, su rostro endurecido por una mezcla de molestia y deseo. A pasos rápidos la alcanzó en el pasillo que conducía al salón principal. —Esto no se queda así, gatita —gruñó, con su voz grave llena de determinación. Amatista se detuvo, girándose lentamente hacia él con una sonrisa ladeada, esa que siempre lograba desarmarlo y encenderlo al mismo tiempo. —Oh, Enzo, disfruta el momento, porque pronto esta "provocación" se va a volver tensión. —Le guiñó un ojo, dejándolo allí, estático y cargado de emociones contenidas, mientras ella caminaba con una elegancia despreocupada hacia la mesa donde su familia la esperaba. Enzo apretó la mandíbula, observándola mientras se alejaba. Su mirada bajó instintivamente al contoneo de su cintura, y una chispa de posesividad le quemó el pecho. Respiró hondo, intentando recobrar la compostura antes de regresar a su propia mesa. Cuando llegó, la atmósfera en su grupo de socios era relajada, con charlas triviales y risas que contrastaban con el torbellino interno que Enzo llevaba. Al sentarse, Massimo le lanzó una mirada inquisitiva, pero fue Emilio quien habló primero. —¿Todo bien, Enzo? Pareces... distraído. Enzo no respondió de inmediato. Su mirada se desvió automáticamente hacia la mesa de Amatista. Allí estaba ella, radiante, con una expresión de diversión evidente en su rostro. Y para añadir más leña al fuego, le dedicó una sonrisa de desafío que solo él pudo captar. Enzo esbozó una sonrisa apenas perceptible, pero llena de significado. A su lado, Albertina, que hasta entonces parecía inmersa en una conversación sin interés con Clara, finalmente reparó en él. —¿Qué demonios tienes en el cuello? —exclamó, alarmada, señalando la marca visible que Amatista había dejado. La pregunta, cargada de reproche, llamó la atención de todos en la mesa. —¿Una marca? —preguntó Paolo con una sonrisa traviesa, entrecerrando los ojos para observar mejor. Massimo se rió entre dientes, claramente entretenido por la situación. Mateo, que estaba junto a su novia Clara, no tardó en añadir un comentario. —Parece que alguien ha estado entretenido. Albertina no lo dejó pasar. Su rostro se enrojeció de indignación, y su tono se volvió más estridente. —¡Esto es una falta de respeto, Enzo! ¡Soy tu novia! ¿Cómo te atreves a aparecer con algo así en público? Enzo la miró con una mezcla de fastidio y advertencia, su paciencia claramente llegando a su límite. —Albertina, cállate. No me hagas perder lo poco que me queda de paciencia. El tono de su voz fue suficiente para que Albertina se encogiera, aunque su expresión seguía siendo de puro enojo. Sin embargo, las miradas burlonas de los hombres en la mesa no pasaron desapercibidas. —Parece que nuestra querida gatita sigue dejando su marca —comentó Massimo, con una sonrisa burlona, aunque evitó mencionar a Amatista directamente. —Sí, y bien visible, por lo que veo —añadió Paolo, riendo mientras tomaba un sorbo de su copa. Las bromas continuaron, pero Enzo no parecía molesto. Al contrario, una chispa de orgullo iluminó su mirada. Solo Albertina parecía cada vez más incómoda, consciente de que no era bienvenida en ese círculo cerrado de confidencias y lealtades. Desde la distancia, Amatista observaba la escena con atención. Cuando notó la evidente incomodidad de Albertina y el leve gesto de frustración en el rostro de Enzo, no pudo evitar reírse por lo bajo. Su risa cristalina llamó la atención de su madre, quien le preguntó de qué se trataba. —Nada, mamá, solo un chiste interno —respondió Amatista, mientras tomaba su copa y desvió la mirada nuevamente hacia Enzo. Él la atrapó mirándolo y, en lugar de incomodarse, levantó su copa en un gesto casi imperceptible de reconocimiento. Amatista respondió con un movimiento de cabeza y una sonrisa pícara, disfrutando del control que parecía tener sobre él incluso en medio de un salón lleno de gente. Por dentro, Enzo estaba dividido. Albertina le irritaba; su insistencia y reproches lo cansaban. Pero Amatista... Amatista lo fascinaba. No podía negar que el deseo que sentía por ella seguía tan vivo como siempre, si no más. Su pequeño acto de desafío al dejarle esa marca no era solo una provocación, era un recordatorio de lo mucho que le pertenecía, aun cuando ella intentara aparentar lo contrario. El resto de la velada transcurrió en un tira y afloja silencioso entre ellos. Aunque estaban en mesas distintas y separados físicamente, sus miradas se cruzaron innumerables veces, cada una cargada de un mensaje que solo ellos comprendían. Albertina, ignorada y humillada, finalmente dejó de hablar y se limitó a fingir una sonrisa mientras interactuaba con Clara. Cuando Jazmín comenzó a palidecer y a quejarse de un fuerte malestar, Daniel decidió que era momento de retirarse. —Será mejor que nos vayamos —anunció con firmeza, mientras ayudaba a su hija menor a levantarse. Amatista asintió, recogiendo sus cosas con calma, aunque la inquietud de Jazmín parecía haberla distraído por completo del resto de la fiesta. Mariam, siempre atenta, se encargó de asegurarse de que todo estuviera en orden antes de salir. Mientras caminaban hacia la salida, Amatista podía sentir los ojos de Enzo clavados en ella. Sabía que la estaba observando, analizando cada uno de sus movimientos. Pero no le dio el gusto de mirarlo. Mantuvo su porte elegante y altivo, como si no existiera nada ni nadie más en ese salón aparte de su familia. Al llegar a la puerta, se detuvo un momento para ajustar el chal que llevaba sobre los hombros, y por un instante, pensó en dirigirle una última mirada. Sin embargo, decidió no hacerlo. "Que siga ardiendo", pensó con una sonrisa ligera y altiva en los labios, mientras cruzaba el umbral. Enzo, desde su mesa, no apartó la mirada hasta que Amatista desapareció por completo. Su mandíbula se tensó y su copa tembló ligeramente entre sus dedos. "Bien jugado, gatita", pensó, fascinado por el desafío. Pero esta partida aún no terminaba.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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