Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf

La mañana amaneció con un cielo despejado y una suave brisa que auguraba un día perfecto. Amatista despertó junto a Enzo, entrelazados como si el mundo no existiera más allá de ellos. Habían pasado la noche juntos en la gran cama de la finca, pero ahora un nuevo escenario esperaba: el club de golf. Amatista vestía una camiseta de mangas cortas ceñida al cuerpo que dejaba un pequeño espacio al descubierto en su cintura, y una falda de tenis que le daba un aire juvenil y fresco. Enzo, por su parte, lucía impecable con un polo blanco y pantalones beige que marcaban su porte elegante y su dominio natural sobre cualquier situación. Era la primera vez que Amatista visitaba un lugar como ese, y la emoción y curiosidad brillaban en sus ojos mientras se acomodaba junto a él en el auto. El club ya bullía de actividad cuando llegaron. El césped era tan perfecto que parecía una alfombra, y el murmullo de risas y conversaciones daba vida al entorno. A pesar de la cantidad de personas, la presencia de Enzo destacaba, como siempre. Él caminaba con paso seguro, manteniendo a Amatista cerca, como si el simple acto de que ella estuviera a su lado fuera un privilegio que nadie más debía cuestionar. Amatista no podía evitar sentirse pequeña y, al mismo tiempo, inmensamente importante bajo la mirada protectora de Enzo. Su mano descansaba en la parte baja de su espalda mientras la guiaba hacia uno de los hoyos más alejados, donde estarían más tranquilos. “Hoy vas a aprender a jugar golf como se debe, gatita,” dijo él, con una sonrisa que mezclaba diversión y picardía. Ella asintió, fingiendo más nerviosismo del que realmente sentía, aunque su mirada juguetona lo delataba. "Espero que tengas paciencia, amor. No quiero arruinar tu reputación aquí," respondió, mordiéndose el labio para contener una sonrisa. Enzo se rió suavemente, sacudiendo la cabeza. "Mi reputación está segura. La que necesita concentrarse eres tú." Cuando llegaron al hoyo, él comenzó a explicarle las reglas básicas con una precisión meticulosa. Sin embargo, Amatista estaba demasiado distraída para seguir cada palabra. La voz grave de Enzo, con esa forma particular de arrastrar algunas palabras como si cada frase fuera un secreto solo para ella, la hacía perderse en sus propios pensamientos. “Amor, ¿estoy sujetando esto bien?” preguntó finalmente, sosteniendo el palo de forma deliberadamente torpe. Sus ojos brillaban con un destello de desafío, como si estuviera provocándolo a propósito. Enzo soltó un leve suspiro, caminando hasta quedar detrás de ella. "Casi, gatita. Pero necesitas un poco más de... precisión," murmuró, colocando sus manos sobre las de ella. La cercanía era ineludible, sus brazos envolviendo los de ella mientras guiaba el movimiento con delicadeza. Su torso rozaba la espalda de Amatista de forma casual, pero ella sabía que nada en Enzo era casual. "¿Así está mejor?" preguntó ella, girando ligeramente el rostro hacia él. Sus ojos se encontraron, y por un momento el mundo entero se redujo a ese intercambio de miradas. “Así está perfecto,” respondió Enzo, su voz grave bajando un tono más, casi como un ronroneo. Sus manos seguían sosteniendo las de ella, aunque ya no era necesario. Amatista sonrió, completamente consciente de la tensión eléctrica que parecía rodearlos. "Creo que ya entiendo cómo se hace. Puedes soltarme," dijo, pero no hizo ningún esfuerzo por apartarse. “¿Soltarte? Ni en sueños, gatita,” respondió él, inclinándose lo suficiente como para que sus labios rozaran levemente su oreja. "No me arriesgaría a que pierdas el equilibrio." Ella rió suavemente, un sonido que Enzo encontró tan adictivo como su sonrisa. "Qué considerado," replicó, aunque el rubor en sus mejillas la traicionó. El primer intento de Amatista con el palo fue, como era de esperarse, un desastre. La bola apenas rodó unos centímetros, lo que provocó que ella soltara un bufido frustrado. Enzo, por su parte, no pudo contener una carcajada. “¿Te estás burlando de mí?” preguntó ella, girándose hacia él con los brazos cruzados, pero una sonrisa se asomaba en las comisuras de sus labios. “¿Yo? Jamás,” dijo él, alzando las manos en un gesto de falsa inocencia. “Solo estoy admirando tu técnica única.” "Ah, claro, mi técnica única," replicó, empujándolo suavemente con el hombro. “¿Te importa demostrar cómo se hace, o prefieres seguir riéndote de mí?” “Con gusto,” dijo Enzo, tomando el palo y colocándose en posición. Sus movimientos eran fluidos, precisos, y llenos de una confianza que Amatista encontraba irresistible. Ella observó con detenimiento cómo su cuerpo se movía, y aunque intentó concentrarse en la técnica, no pudo evitar que sus pensamientos se desviaran hacia otras cosas. Cuando Enzo golpeó la bola con un swing impecable, Amatista aplaudió con entusiasmo exagerado. “Increíble. Eres un prodigio del golf. ¿Cómo tuve tanta suerte de tenerte como instructor?” dijo, dejando caer una pizca de sarcasmo en su tono. “Soy un hombre de muchos talentos, gatita,” respondió él, devolviéndole el palo. "Y tengo toda la paciencia del mundo para enseñarte." "¿Toda la paciencia del mundo?" preguntó ella, alzando una ceja. "No sé si creer eso." "Ponme a prueba," dijo Enzo, acercándose lo suficiente como para que su voz pareciera más un susurro. "Aunque no creo que sea mi paciencia lo que está en juego aquí." Amatista sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero se negó a dejar que él ganara ese pequeño duelo de voluntades. "Entonces será mejor que sigamos practicando. No quiero defraudarte, amor." Así continuaron, con Enzo corrigiéndola cada poco minuto, a menudo aprovechando cualquier excusa para acercarse más de lo estrictamente necesario. Cada vez que ella fallaba, él hacía algún comentario entre divertido y coqueto, mientras que ella no se quedaba atrás, lanzándole réplicas que mantenían el intercambio ligero pero cargado de tensión. “Tu problema es que te distraes demasiado fácilmente,” dijo Enzo después de que Amatista fallara otro golpe. “¿Quién podría distraerse con un profesor tan serio y profesional?” replicó ella, con una sonrisa traviesa. Enzo arqueó una ceja, claramente disfrutando del juego. “¿Serio y profesional? Te aseguro que no has visto nada todavía, gatita.” Amatista soltó una risa suave, pero no respondió. En lugar de eso, tomó el palo nuevamente, decidida a demostrar que podía lograrlo. Esta vez, logró un golpe decente, lo que provocó que levantara los brazos en señal de victoria. “¡Lo logré!” exclamó, girándose hacia Enzo con una sonrisa radiante. Él la observó por un momento, con una expresión que mezclaba orgullo y algo más profundo, algo que hacía que su mirada se sintiera como un abrazo cálido. “Lo hiciste,” dijo finalmente, acercándose para rodearla con un brazo. "Sabía que podías hacerlo." “¿No vas a decir algo sarcástico esta vez?” preguntó ella, mirando hacia arriba para encontrarse con sus ojos. “Ni siquiera yo puedo burlarme cuando mi gatita demuestra ser tan talentosa,” respondió él, inclinándose para rozar su frente con la de ella. El momento se sintió eterno, hasta que una voz distante interrumpió su pequeño mundo privado. Ambos se giraron, notando por primera vez al grupo de hombres y mujeres que los observaban desde lejos. Amatista sintió un leve rubor subir a sus mejillas, pero Enzo simplemente los ignoró, como si su presencia fuera irrelevante. “¿Te incomodan las miradas?” preguntó él, en un tono suave. Ella negó con la cabeza. “No, pero parece que tú y yo somos más entretenidos que cualquier otra cosa aquí.” “Por supuesto que lo somos,” dijo él, tomando su rostro entre sus manos por un instante antes de soltarla. "¿Listos para seguir practicando, señorita?" Amatista asintió, aunque una pequeña sonrisa traicionera se asomaba en sus labios. Estaba claro que, más que practicar golf, lo que realmente disfrutaban era ese juego constante de provocaciones y coqueteos que hacía que el tiempo juntos se sintiera como un pequeño mundo privado dentro de uno más grande. A unos metros, el grupo observaba con una mezcla de curiosidad y desconcierto. Antonio, con una ceja alzada, fue el primero en romper el silencio: “¿Ese es Enzo Bourth? ¿El hombre que no sonríe ni en fotos?” murmuró, incrédulo. Leonel soltó una carcajada baja. “Y míralo ahora, como si estuviera en un comercial de romance.” Julia, cruzando los brazos con cierto fastidio, lanzó una mirada desdeñosa hacia Amatista. “Debe de ser buena actriz. No veo qué tiene de especial.” Verónica, igual de ácida, no tardó en secundarla. “Tal vez se viste bonito, pero eso no compra clase.” Marina, sin embargo, no podía disimular cierta admiración mezclada con envidia. “¿Clase o no? Es hermosa... y parece que lo tiene comiendo de la mano.” Nicolás observó cómo Enzo corregía el golpe de Amatista, inclinándose cerca de ella. “¿Quién lo diría? El señor intocable con una chica tan... vivaz.” Santiago asintió con una sonrisa torcida. “Más que vivaz, parece que sabe exactamente cómo manejarlo. Eso sí que es un talento.” Julia bufó, visiblemente irritada. “Sea lo que sea, está claro que sabe cómo llamar la atención. Aunque, por cómo la mira Enzo, no creo que a él le importe. No pasó mucho tiempo antes de que Massimo, Mateo, Paolo y Emilio llegaran al club. El sol brillaba con fuerza sobre el campo, pero la atención de todos rápidamente se desvió hacia la escena en la que Amatista y Enzo se encontraban. Al verlos juntos, no pudieron evitar intercambiar bromas. “¿Enzo, le estás enseñando golf o cómo hacer que todos te miren?” comentó Massimo, soltando una risa traviesa. “Parece que no solo tienes un gran swing, Enzo, sino también una gran distracción,” agregó Paolo, guiñando un ojo hacia Amatista. Enzo, acostumbrado a las bromas de sus socios, no dejó que le afectaran. “Está aprendiendo,” respondió sin cambiar su expresión, aunque sus ojos brillaban con algo de orgullo. “Y si no se callan, les mostraré a todos quién tiene el mejor juego aquí.” Amatista, intentando mantenerse enfocada en el juego, sonrió con timidez. No era la primera vez que recibía bromas de los socios, y aunque algunas le causaban gracia, otras la hacían sentir incómoda. Sin embargo, notaba cómo las miradas de los hombres y las mujeres que las acompañaban se dirigían hacia ella, con cierto interés y, no podía negar, algo de envidia. Mientras Enzo tomaba su turno y le daba instrucciones a Amatista, los hombres ofrecían consejos, aunque más de la mitad de sus palabras estaban impregnadas de sarcasmo. “No está nada mal para alguien que nunca había tocado un palo de golf,” comentó Paolo, levantando una ceja y lanzándole un guiño a Amatista. El momento de las bromas y risas se interrumpió cuando Enzo recibió una llamada de Samuel, quien le informó que no podría asistir debido a un problema familiar. Tras colgar, Enzo compartió la noticia con los demás. “Bueno, entonces disfrutemos del día,” dijo Emilio con una sonrisa, siendo el primero en cambiar de tema. Sin embargo, antes de que pudieran retirarse, algunos hombres y mujeres decidieron acercarse para hacer su propio aporte al día. “¿Qué tal si hacemos una pequeña competencia para animarnos?” sugirió Nicolás con una sonrisa confiada. La idea fue aceptada al instante, y los equipos se formaron rápidamente: Antonio y Leonel, Nicolás y Santiago, Pedro y Massimo, Mateo y Paolo, y finalmente Emilio y Enzo. Amatista se quedó al margen, observando y tratando de aprender más sobre el juego. La atmósfera en el campo de golf cambió de forma inmediata. Lo que había comenzado como una competencia amigable se transformó en un desafío serio, marcado por la tensión entre los jugadores. Cada equipo se preparaba con concentración, pero las bromas y risas ocasionales seguían apareciendo entre los participantes, suavizando la rigidez que poco a poco se instalaba. Enzo, al ser su turno, se mostró absolutamente centrado. Cada movimiento suyo parecía calculado al milímetro. Su postura era impecable, su concentración total. Amatista, desde el borde del campo, observaba cada detalle, cautivada por la destreza con la que Enzo manejaba el palo. Había algo hipnótico en su forma de jugar, como si cada golpe fuera una obra maestra. No podía evitar fijarse en cada uno de sus movimientos, admirando la manera en que dominaba el juego. Se sentía completamente atrapada por él, pero de una forma que solo ella entendía. Enzo, por su parte, sabía que su mirada no pasaba desapercibida. La sentía sobre él, constante, atenta. Y aunque su carácter competitivo lo mantenía enfocado en el juego, no podía evitar disfrutar de la atención de Amatista. De vez en cuando, cuando la veía un tanto distraída o con la mirada perdida, se acercaba a ella de manera casi imperceptible, posando su mano en su espalda o acariciando suavemente su mejilla. Cada gesto, una forma de recordarle que, aunque todo lo demás estuviera en juego, ella siempre sería su prioridad. "¿Estás bien, gatita?" susurró Enzo en una de esas ocasiones, inclinándose levemente hacia ella, sus ojos fijos en los de Amatista. "No te pongas nerviosa, sólo disfruta el momento." Amatista le sonrió, sintiendo el toque cálido de su mano en su rostro. "Lo estoy, amor," murmuró, intentando calmar el ritmo acelerado de su corazón, causado no solo por el juego, sino por la proximidad de Enzo, que parecía desestabilizarla más de lo que podía admitir. Sin embargo, los murmullos del resto del grupo no se hicieron esperar. Las mujeres que observaban no podían evitar intercambiar comentarios entre ellas, sorprendidas por la atención que Enzo le dedicaba a Amatista. "¿Qué le ve en ella?" susurró una mujer, bajando la voz para que nadie más pudiera escuchar. "Es bonita, sí, pero... hay algo raro en todo esto." La otra mujer, que había estado observando con cautela, asintió y susurró a su vez, "No lo entiendo, con todas las mujeres que podría tener... y se obsesiona con ella." Mientras tanto, entre los hombres, Antonio, Santiago y Pedro se mantenían al margen, conversando en voz baja para que sus comentarios no se filtraran más allá de ellos mismos. "¿Ves cómo Enzo la mira?" dijo Antonio, con una sonrisa que apenas se notaba. "Está claro que la tiene completamente atrapada. Y con esa belleza... seguro sabe cómo jugar sus cartas." Santiago rió suavemente, y en su tono había algo de burla. "No me sorprendería que Enzo se cansara de ella pronto. Esos chicos siempre son así. Y si no, siempre estamos nosotros para tomar el relevo," dijo, con una mirada descarada, dejando entrever lo que pensaba sobre el atractivo físico de Amatista. "Eso sí, tiene lo que se necesita para atraparnos, ¿eh?" Pedro, que hasta ese momento había escuchado en silencio, se unió a la conversación con una risa baja, casi imperceptible. "Sí, seguro. Y cuando Enzo se canse de ella, no creo que tengamos problema en quedarnos con ella. Después de todo, con su compañía podríamos hacer mucho," añadió, provocando que los tres hombres se rieran discretamente entre ellos. A pesar de sus comentarios, nadie más parecía haberlos escuchado. La competencia continuó, con todos los jugadores sumidos en el desafío. Enzo, completamente inmerso en el juego, apenas se dio cuenta de lo que sucedía a su alrededor. Sin embargo, algo en la actitud de Amatista lo distrajo, la vio acomodándose el cabello con ambas manos, una imagen tan simple y a la vez tan atractiva que no pudo evitar acercarse a ella. "¿No puedes dejar de mirarme, gatita?" le dijo, en un tono suave, aunque algo juguetón. "No puedo concentrarme si lo sigues haciendo." Amatista, con una sonrisa inocente, levantó la mirada y le respondió sin pensarlo demasiado. "No sé de qué hablas," dijo, con un tono casual, casi como si no hubiera ningún tipo de intención en su mirada. Su respuesta era natural, como si realmente no supiera el efecto que causaba en él. Enzo, al escucharla, no pudo evitar soltar una ligera risa, sabiendo que Amatista no comprendía del todo lo que estaba sucediendo entre ellos. Sin embargo, el juego no esperaba, y Enzo no quería perderse la oportunidad de avanzar. Con un gesto rápido, sin mucha pasión, pero con una ternura inconfundible, se inclinó y le dio un beso breve en el cuello de Amatista. Era un gesto sencillo, pero cargado de afecto, como un recordatorio de que, a pesar de la competencia, ella seguía siendo lo más importante para él. Amatista sonrió al sentir su beso, una sonrisa que irradiaba complicidad, y respondió con un ligero movimiento de su cuello, dejando que la cercanía de Enzo la envolviera un poco más. A su alrededor, los comentarios continuaron, pero ahora con un tono más bajo, consciente de que Enzo podría estar al tanto de cualquier observación inapropiada. Pedro, Antonio y Santiago no pudieron evitar lanzar algunas últimas bromas, aunque siempre asegurándose de que sus palabras no llegaran a más oídos. La competencia siguió su curso, pero el ambiente ya no era el mismo. Los comentarios se mantenían discretos, pero la atmósfera había cambiado. La tensión entre Enzo y Amatista era palpable para todos los presentes, aunque nadie se atrevió a comentarlo abiertamente. Finalmente, después de varias rondas y momentos cargados de tensión, el equipo de Enzo y Emilio salió victorioso. Los demás jugadores, aunque con una mezcla de envidia y resignación, aceptaron su derrota con una sonrisa forzada. "Nosotros invitamos al café," dijo Emilio, con una sonrisa burlona, mientras observaba cómo el resto del grupo se dirigía a la cafetería del club. "El café está en nuestra cuenta, como corresponde."
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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