Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro

El sol de la tarde iluminaba la estancia, y el ambiente era tranquilo como cualquier otro día. Amatista, con ocho meses de embarazo, se había acostumbrado a los ritmos del lugar. Estaba revisando unos diseños en la sala cuando un dolor agudo la hizo inclinarse sobre la mesa. —¡Emilia! —llamó, pero no obtuvo respuesta. Sabía que Emilia estaba afuera trabajando en los corrales con Luis y el resto del personal. Otro dolor, más fuerte, recorrió su cuerpo, y en ese momento comprendió lo que estaba sucediendo. Respirando con dificultad, tomó el teléfono que estaba sobre la mesa y marcó el número de Emilia. No tardó mucho en llegar, con el rostro cubierto de preocupación. —Amatista, ¿qué ocurre? —preguntó, dejando sus herramientas en la puerta. —Es... es el bebé. Creo que... se adelantó. Sin dudarlo, Emilia ayudó a Amatista a subir al vehículo. Las contracciones se intensificaban, y Amatista, con la mano en su vientre, trataba de mantenerse calmada. Cuando llegaron al hospital, el personal médico las recibió de inmediato. Emilia esperó afuera, nerviosa, mientras Amatista era llevada a la sala de partos. La complicación no tardó en surgir, pero los médicos trabajaron con rapidez y determinación. Después de horas de tensión, dos llantos llenaron el aire. Los gemelos habían llegado al mundo. Amatista, agotada, pero con lágrimas en los ojos, no pudo evitar sonreír al verlos. Eran pequeños, pero estaban sanos. Los días siguientes, Amatista se mantuvo en el hospital recuperándose. Emilia iba y venía, asegurándose de que no le faltara nada, mientras Roque llegaba en las noches para vigilar que todo estuviera bajo control. Sin embargo, Roque tenía una noticia que debía compartir, y no sabía cómo hacerlo. En la tercera noche, mientras Amatista alimentaba a uno de los bebés, Roque entró a la habitación. Su semblante serio llamó la atención de Amatista de inmediato. —Roque, ¿qué ocurre? —preguntó, dejando al bebé en la cuna y volviendo su atención hacia él. —Necesito hablar contigo —dijo Roque, sentándose en una silla junto a la cama—. Es algo importante. Amatista se tensó, notando de inmediato la seriedad en su voz. Roque nunca usaba ese tono si no era algo grave. —Dime, ¿qué está pasando? —preguntó, ansiosa por conocer la razón de su inquietud. Roque respiró hondo antes de hablar. —Detrás de ti hay un hombre llamado Diego. Lo conociste en el edificio donde solías quedarte antes de mudarte a la estancia. Amatista frunció el ceño, pensativa. —¿Es un nuevo vecino? —preguntó, intentando hacer sentido de la situación. Roque negó con la cabeza. —No, no es un vecino. Es mucho más que eso. Diego es hermano de Martina Ruffo e hijo de Hugo Ruffo. Las palabras de Roque golpearon a Amatista como un mazazo. Su mirada se desvió, perdida en recuerdos dolorosos. Recordó cómo Martina la había mandado a secuestrar y cómo, por culpa de esa mujer, había perdido su primer embarazo. —¿Qué quiere Diego? —preguntó, su voz vacía de emoción, pero llena de tensión. Roque se inclinó hacia adelante, su mirada fija en ella. —Quiere vengarse. Recuerda que Enzo eliminó a Martina y Hugo. Él solo busca destruir a Enzo. Amatista asintió, su mente volviendo a los momentos oscuros con los Ruffo, pero no podía evitar sentir cierta indiferencia hacia la situación. —Sí, pero ellos no son inocentes. —Amatista lo dijo con calma, aunque no estaba segura de si se refería a su propia experiencia con ellos o al enfoque de Diego. Roque la miró, con una expresión grave. —Eso no es lo que ve Diego. Para él, es solo una venganza ciega. Lo único que busca es destruir a Enzo. Amatista se quedó en silencio por un momento, procesando sus palabras. —¿Está detrás de mí solo para lastimar a Enzo? —preguntó, su tono reflejando una mezcla de confusión y cansancio. Roque asintió lentamente. —Sí. Está seguro de que atacándote a ti, destruiría a Enzo. Lo tiene claro. Un escalofrío recorrió la espalda de Amatista, pero trató de mantener la compostura. —¿Qué haremos ahora? —preguntó, buscando una respuesta que la calmara. Roque la miró con determinación. —Esperaremos a que te den el alta médica. Luego, si lo prefieres, te puedo llevar directamente con Enzo o a otro lugar seguro. Lo que elijas. Amatista pensó por un momento. A pesar de todo lo que había pasado, no quería volver a ver a Enzo, no quería estar cerca de él mientras siguiera tan terco con el tema del engaño. —Prefiero ir a un lugar seguro —dijo, con firmeza—. No quiero ir con Enzo aún. Roque asintió, comprendiendo. —Entiendo. Y hablando de eso, conseguí las grabaciones de los micrófonos de la mansión. Se las mandé a Tomás para que las revise. En cuanto encuentre algo, me avisará. Amatista asintió agradecida, sintiendo un alivio mínimo al saber que las pruebas finalmente se revisarían. —Gracias, Roque —dijo en un susurro, antes de dejarse caer en la almohada—. Me siento un poco más tranquila sabiendo que estás vigilando todo esto. Roque sonrió levemente, aunque su expresión seguía seria. —Descansa, Amatista. Estaré cerca. Enzo estaba reunido con Ezequiel en una de las salas privadas del Club Le Diable, donde se encontraba también Rita, Isis y los socios de Enzo: Alan, Joel, Facundo, Andrés, y algunas mujeres que los acompañaban para amenizar la velada. La conversación giraba en torno a Amatista, como siempre. —Necesito que averigües dónde está Amatista —dijo Enzo, con firmeza, mientras miraba a Ezequiel. —Ya dio a luz a los gemelos, debo saber su ubicación antes de que le den el alta médica. Rita, al escuchar el nombre de Amatista, no pudo evitar intervenir con una mezcla de celos y frustración. —¿Por qué sigues pensando en esa mujer? —dijo, cruzando los brazos con desdén. —Deja que se quede donde está, Enzo. Es lo que merece. Isis, que no podía quedarse atrás, aprovechó la oportunidad para añadir su propia opinión. —Es cierto —dijo con una sonrisa cínica—. Esa traidora ya hizo lo suficiente. Deja que se pudra en su propio lío. ¿Por qué te sigues preocupando por ella? Enzo se giró lentamente hacia su prima, su mirada fría como el hielo. —Si vuelves a hablar mal de Amatista, te cortaré la lengua —dijo, con una amenaza tan palpable que la sala se quedó en silencio por un momento. Las risas de los socios comenzaron a llenar el espacio. Parecía que disfrutarían de una buena diversión a costa de Enzo. Alan, uno de los socios más osados, fue el primero en comentar. —Parece que Enzo sigue obsesionado con esa chica, ¿eh? —dijo, burlándose suavemente. —Si no fuera por Amatista, ¿qué haría Enzo? Joel, quien siempre estaba dispuesto a añadir su toque sarcástico, intervino. —¡Vaya! No sabía que alguien podía tener tanto poder sobre Enzo. Si esta Amatista es tan importante, tal vez hasta debería ser la reina del club, ¿no? Las risas de los demás socios se volvieron más intensas, con Facundo mirando a Enzo con un brillo juguetón en los ojos. —Hablando de eso... ¿qué tiene de especial Amatista en la cama? —dijo, con una sonrisa perversa. —Debe de ser algo realmente bueno para que Enzo esté tan enganchado. Enzo, completamente enojado, lo fulminó con la mirada. —¿Quieres que te mate por lo que acabas de decir? —respondió, su tono furioso y amenazante. Facundo se encogió de hombros, intentando quitarle hierro al asunto. —Era solo una broma, Enzo. Relájate —dijo, sin mucha convicción. Enzo no se movió ni un milímetro. —No vuelvas a hablar de Amatista, o te romperé la cara —advirtió, con una furia contenida. La conversación se desvió un poco, pero la atmósfera seguía tensa. Ezequiel aprovechó la oportunidad para hablar, aliviando un poco la presión del momento. Ezequiel, al ver la tensión, intervino para desviar el foco de la conversación. —Roque es muy difícil de seguir. Cada vez que intentamos rastrearlo, se da cuenta y se escapa rápidamente. Además, la chica realmente sabe cómo mantenerse oculta —comentó Ezequiel, mirando a Enzo. Enzo asintió con conocimiento. —Lo sé. Yo mismo le enseñé. Y con la guía de Roque, no cometerá ningún error. Incluso en las dos ocasiones en que hablamos por teléfono, Amatista se aseguró de que la llamada no pudiera ser rastreada —explicó, con una sonrisa torcida. Ezequiel frunció el ceño, pensando. —Voy a ponerme a buscar el hospital, pero es probable que Roque ya se haya encargado de eso. —Es posible, pero aún es una oportunidad para saber dónde está —respondió Enzo, con una ligera sensación de urgencia. Alan, al escuchar la conversación, levantó la mano con una idea. —Tengo una idea, Enzo —dijo, con una sonrisa astuta. Enzo, un poco fastidiado por la interrupción, le preguntó: —¿Cuál es tu idea, Alan? Alan le sonrió, confiado. —Aprovecha que nacieron tus hijos para enviarle un regalo a través de Roque. Si le pones un rastreador al regalo, podrás saber dónde está. Ezequiel, al escuchar la propuesta, asintió con aprobación. —Es una buena idea, pero tendrás que asegurarte de que Roque no sospeche del rastreador. No puedes arriesgarte a que lo descubra. Enzo asintió lentamente, tomando una decisión. —Primero busca el hospital. Si no logran encontrarla, haremos lo que Alan sugiere. Ezequiel se levantó de inmediato, tomando su teléfono. —Lo haré ahora mismo —dijo antes de salir de la sala, dejando a Enzo con las demás personas. Apenas Ezequiel cerró la puerta, Rita no perdió la oportunidad de volver a alzar la voz. —¡Ya basta, Enzo! ¿Qué tanto esperas conseguir con Amatista? Deja a esa mujer donde está. Solo te traerá problemas. Isis asintió rápidamente, uniendo su voz al reclamo de Rita. —Rita tiene razón. Amatista no traerá nada bueno si vuelve. Ella es una traidora. Es mejor que la dejes fuera de nuestras vidas y de la mansión. Enzo se giró lentamente hacia ellas, su paciencia completamente agotada. —Cierren la boca —ordenó, con un tono tan cortante que la sala entera quedó en silencio. Isis, indignada, se levantó de su asiento, plantándose frente a él. —¡Estoy harta de que defiendas tanto a esa cualquiera! —espetó, con una mezcla de enojo y resentimiento. La reacción de Enzo fue inmediata. Se levantó de su silla y, sin previo aviso, le dio una cachetada tan fuerte que Isis cayó al piso. El golpe resonó en la sala, dejando a todos en shock. Isis, con la mano en la mejilla, lo miró desde el suelo, incrédula y furiosa. Enzo no mostró ni un atisbo de arrepentimiento mientras las observaba desde arriba, su mirada fría y despectiva. —Amatista tiene más derecho de estar en la mansión que ustedes dos juntas —declaró, señalando tanto a Isis como a Rita—. Ella es mi mujer y la madre de mis hijos. Si no les gusta, pueden irse ahora mismo. Rita, furiosa, se levantó de su asiento, enfrentándolo. —¡Soy tu esposa! —espetó—. Deberías mostrarme respeto. La risa de Enzo fue dura y sarcástica. —¿Respeto? —repitió, con desdén—. Tú no eres nada, Rita. Solo una puta por la que pagué veinte mil. Y créeme, incluso esa cifra tan insignificante fue demasiado por alguien tan inútil como tú. Rita, herida y humillada, apretó los puños. —¡Te devolveré el dinero! —gritó. Enzo dio un paso hacia ella, su expresión implacable. —Mejor firma el divorcio y lárgate. Ya no te aguanto. El rostro de Rita cambió, pasando de furia a arrepentimiento. Su tono se suavizó, tratando de recuperar el control de la situación. —No hace falta decidir nada mientras estamos enojados —dijo, con una voz más calma—. Es mejor que lo hablemos después. Sin responderle, Enzo se giró hacia una de las mujeres que estaban en la sala, una rubia despampanante que había estado observando todo con interés. —Ve a darte un baño y espérame en la habitación —ordenó con frialdad. La mujer asintió rápidamente, sonriendo coquetamente antes de salir de la sala. Rita, al borde de un ataque de nervios, volvió a alzar la voz. —¡¿Por qué vas a acostarte con esa mujer delante de todos nosotros?! Enzo no respondió. Terminó su bebida de un solo trago, lanzó una última mirada de desprecio hacia Rita y salió del lugar, ignorándola por completo. Cuando la puerta se cerró tras él, las risas contenidas de los socios llenaron el ambiente. Alan fue el primero en romper el silencio. —Parece que la reina de la mansión se quedó sin corona —dijo, lanzándole una mirada burlona a Rita. Joel se rió entre dientes y añadió: —Oye, Isis, tal vez tú podrías tomar su lugar. Aunque después de esa cachetada, no sé si te animarías. Facundo miró a Rita con una sonrisa maliciosa. —¿Veinte mil, Rita? —se burló—. Pensé que el precio sería más alto. Tal vez deberías devolverle una parte con intereses, ¿no crees? Andrés, recostado cómodamente, lanzó la última estocada. —Deberían aprender algo de Amatista. Parece que ella sí sabe cómo mantener a Enzo interesado. Rita apretó los dientes y les lanzó una mirada de furia mientras ayudaba a Isis a levantarse del suelo. —¡Cierren la boca! —espetó, tratando de ocultar la humillación en su rostro. Isis se sacudió la falda y, aunque intentaba mantener la compostura, su mirada reflejaba un profundo rencor. Las risas continuaron, pero ambas mujeres eligieron no responder, sabiendo que cualquier intento de defenderse solo alimentaría más las burlas. En el hospital, Amatista estaba recostada en la cama, sosteniendo a uno de los bebés en brazos mientras el otro descansaba en la cuna. Miró a Roque con un brillo en los ojos. —Roque, quiero que le envíes una foto de los bebés a Enzo. Seguro le gustará saber de ellos. Roque la miró en silencio por un momento, entendiendo las implicaciones de su solicitud. Asintió sin decir nada y se acercó para tomar al otro bebé de la cuna, acomodándolo en los brazos de Amatista. Los tres formaban una escena enternecedora, con los pequeños profundamente dormidos en el regazo de su madre. Roque tomó su teléfono y capturó la imagen. Después de revisarla, la envió directamente al número de Enzo. Enzo estaba en la habitación del club Le Diable, sentado al borde de la cama, esperando a que la mujer con la que había decidido pasar la noche saliera del baño. Su teléfono vibró y lo tomó con desgano, pero al ver el remitente de Roque, su atención se agudizó. Abrió el mensaje y encontró la foto. Por un instante, el mundo se detuvo. Los bebés eran perfectos, con las mejillas rosadas y una calma angelical en sus rostros. Pero lo que realmente capturó su atención fue Amatista. En la imagen, ella tenía una expresión dulce y serena, aunque el cansancio del parto aún era visible en sus ojos. Para Enzo, parecía incluso más hermosa de lo que podía recordar. Perfecta. Absolutamente perfecta. Una sonrisa suave, casi imperceptible, se formó en su rostro mientras seguía mirando la foto. La mujer salió del baño en ese momento, envuelta en una toalla, y lo miró con una mezcla de expectativa y coquetería. —¿Adónde vas? —preguntó cuando lo vio levantarse y dirigirse hacia la puerta. Enzo no respondió. Sin mirarla, salió de la habitación y cerró la puerta detrás de él, dejando a la mujer completamente desconcertada. Cuando Enzo apareció en la sala principal, Rita, Isis y los socios lo observaron salir rápidamente. Las conversaciones se detuvieron por un momento mientras lo veían pasar. —¿Qué demonios pasó ahora? —preguntó Alan, mirando a los demás con curiosidad. Joel lanzó una risa breve. —¿Se habrá arrepentido en el último segundo? Eso sí que sería raro. Facundo levantó una ceja. —No sería la primera vez que deja tirada a una mujer. Pero parece que esta vez es algo más. Andrés se encogió de hombros, bebiendo de su copa. —Si fue por Amatista, entonces ya sabemos la respuesta. Nada ni nadie compite con ella. Rita y Isis intercambiaron miradas cargadas de frustración, pero no dijeron nada. Mientras tanto, Enzo ya había salido del club, perdido en sus pensamientos, con la imagen de Amatista y sus hijos grabada en su mente.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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