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Capítulo 89 La reunión que perdura

Enzo estaba acostumbrado a la dinámica de sus reuniones, la frialdad, la precisión y, sobre todo, el control. Siempre vigilante, siempre en control, incluso cuando las ideas y propuestas se sucedían con rapidez y sin descanso. Aquella tarde, los socios no eran la excepción: las conversaciones sobre la expansión del hotel seguían su curso, pero algo en el aire estaba diferente, más denso, como si cada palabra estuviera cargada de una tensión latente, algo que Enzo no podía dejar de notar. Sin embargo, su mente seguía fijada en otro lugar, en la suite donde Amatista lo esperaba. "Estamos proponiendo ampliar la zona de suites privadas," dijo Pablo, un socio de confianza, mientras señalaba las imágenes del plano de la expansión que habían distribuido entre todos. "Además, deberíamos considerar un segundo restaurante en las plantas altas, algo exclusivo, solo para los clientes más selectos." Enzo observó los planos con una mirada calculadora. Las ideas eran interesantes, incluso prometedoras en términos de aumentar las ganancias, pero no podía evitar pensar que las propuestas de lujo eran innecesarias. La esencia del hotel, en su mente, debía seguir siendo un refugio, un lugar privado y seguro para quienes buscaban más que solo una experiencia de lujo superficial. Sin embargo, el mercado de clientes exclusivos no era algo que pudiera ignorar. Sabía que ciertas negociaciones requerían una privacidad que solo un espacio como ese podría ofrecer. "Es una buena idea," dijo Enzo con tono grave, sin mirar a los socios, sino observando el plano del proyecto. "Aunque creo que las suites privadas ya son suficientes. Pero... acepto la propuesta del restaurante exclusivo. Hay clientes que aprecian ese tipo de privacidad." Hubo un suspiro colectivo en la sala, como si todos esperaran que Enzo resistiera un poco más. Sin embargo, conocían bien su estilo: directo, tajante, pero siempre sabiendo cuándo ceder. Con la decisión tomada, la conversación continuó, y Enzo se mantenía atento, escuchando las opiniones de todos. Sin embargo, no podía evitar sentirse distante, como si una sombra lo apartara del resto, siempre con la mente volviendo a un pensamiento recurrente: Amatista. Estaba cansado, y la reunión parecía extenderse más de lo que había anticipado. “Un momento,” dijo Enzo de repente, levantándose de su asiento con calma, mirando a sus socios. “Voy a retirarme un momento.” En su mente, el deseo de hablar con Amatista, de saber cómo se encontraba, era más urgente que las propuestas y negociaciones. Se alejó de la mesa y salió de la sala, cerrando la puerta tras de sí con suavidad. En el pasillo, sacó su teléfono móvil y marcó el número de la suite. “Gatita, soy yo,” dijo Enzo apenas la llamada fue respondida, su voz suave, pero con un leve tono preocupado. “La reunión se está extendiendo más de lo que pensaba. No quiero que me esperes, ya sabes cómo son estos temas. Mejor descansa.” Amatista, quien ya había pasado varias horas en el silencio de la suite, sintió una punzada de cansancio recorrer su cuerpo. Había pasado la tarde leyéndose su libro, pero ahora, al escuchar la voz de Enzo, la fatiga se apoderó de ella. “No te preocupes, amor,” respondió ella, su voz suave y melancólica, sabiendo que su presencia no era necesaria en ese momento. “Me iré a descansar, pero no tardes demasiado.” “Te prometo que no tardaré,” aseguró Enzo, su voz sonaba más cálida ahora, como si le diera todo el consuelo que ella necesitaba en esos momentos de soledad. “Descansa, gatita.” Amatista suspiró y, aunque una pequeña parte de ella deseaba tenerlo cerca, aceptó la idea de descansar. La conversación fue breve, pero dejó en Enzo una sensación de calma que necesitaba para poder seguir con la reunión sin distracciones. Colgó el teléfono y se dirigió de nuevo hacia la sala. Los socios lo esperaban, ajenos a la llamada que había tenido con Amatista. Cuando Enzo regresó, la dinámica en la sala parecía más relajada. Aún había tensión, pero también una cierta liviandad en el ambiente. “Vamos a pedir algo de comer,” propuso Enzo sin rodeos, su tono implacable a pesar de la situación. “Podemos continuar después de que comamos algo. Nos tomará más tiempo, y no quiero que sigamos discutiendo sin una pausa.” La idea fue bien recibida, y los socios comenzaron a hacer sus pedidos. Fue entonces cuando Leticia, una de las socias que siempre se mostraba cercana a Enzo, se acercó a él con una sonrisa, de esas que siempre solían ser un poco más personales de lo que a Enzo le gustaba. Su actitud coquetería había sido evidente desde que comenzó la reunión, pero esta vez, su intento de acercarse fue torpe. Leticia alzó su brazo hacia el de Enzo, pero en su movimiento perdió el equilibrio y golpeó su brazo con el de Enzo, haciendo que su celular cayera al suelo con un fuerte estruendo. “¡Oh, lo siento!” exclamó Leticia, agachándose rápidamente para recoger el teléfono. Sin embargo, al mirar la pantalla, notó que la pantalla del móvil estaba rota. Su sonrisa no desapareció, pero la vergüenza se instaló rápidamente en su rostro. “Te lo pagaré, no te preocupes.” Enzo, que había sido testigo de la escena, se sintió completamente cansado de la atención que Leticia le había estado prestando durante toda la reunión. Sabía que sus comentarios y gestos de cercanía no eran casuales. Pero a esa altura, simplemente quería que se apartara. “No es necesario,” dijo, con un tono frío, aunque lo suficientemente calmado para no hacer un escándalo. “Solo… déjame en paz, Leticia.” Leticia se quedó en shock por un momento, su expresión cambiando entre la sorpresa y la vergüenza. Sin decir más, se apartó lentamente, dejando a Enzo de nuevo en su posición central, donde todos los ojos se volvieron hacia él, como si esperaran que continuara. Pero no dijo nada más sobre el incidente. Enzo no tenía interés en darle más protagonismo a esa escena tan incómoda. “Ordenen lo que quieran, yo pago la cuenta,” dijo Enzo, manteniendo su tono serio y autoritario. No pensaba en lo que ocurría a su alrededor. Su mente estaba en otro lugar. En cuanto todos hicieron sus pedidos, Enzo se acomodó de nuevo en su asiento, listo para retomar la reunión. La comida llegó poco después, y el ambiente se relajó momentáneamente con la llegada de la comida. Los socios, que ya estaban acostumbrados a la naturaleza eficiente de Enzo, no se atrevieron a comentar más sobre el incidente con Leticia. Comieron, hablaron sobre sus ideas, intercambiaron opiniones. Cada uno de ellos proponía puntos valiosos, algunas ideas incluso más arriesgadas, pero siempre con la garantía de que las decisiones finales las tomaría Enzo. La conversación fluyó con más tranquilidad durante la cena. Enzo, aunque atento a cada palabra, se permitió una leve sonrisa en un par de ocasiones. Estaba satisfecho con los avances y sabía que, al final, todo saldría como él lo había planeado. Mientras tanto, su mente seguía regresando, incesante, hacia la figura de Amatista, a la cual no había dejado de pensar durante toda la tarde. Horas después, la reunión finalmente terminó. Enzo se levantó, agradeciendo a todos por su tiempo y dejándoles claro que se pondría en contacto con ellos para afinar detalles. De regreso a la suite, las luces suaves y la tranquilidad del lugar lo recibieron como un bálsamo. Al abrir la puerta, vio a Amatista profundamente dormida, envuelta en la calma de su sueño. El aire en la habitación estaba fresco, y Enzo se acercó lentamente a la cama, observando su rostro relajado, sin preocupaciones, sin tensiones. Se dirigió al baño rápidamente para una ducha caliente, queriendo despejarse de las tensiones de la noche. El agua cayó sobre su piel, como un alivio que lo reconfortaba. No pensó en nada, solo dejó que el agua lo envolviera. Al salir de la ducha, el aroma de su piel mojada se mezcló con el ambiente tranquilo de la habitación. Se acercó a la cama, observando a Amatista una vez más. Ella seguía dormida, tan serena, tan perfecta para él. Enzo se acostó a su lado, y en cuanto sus brazos rodearon su figura, ella se despertó lentamente. Sus ojos se abrieron, y una pequeña sonrisa apareció en su rostro al sentir la cercanía de Enzo. “Amor...” susurró Amatista, acomodándose junto a él, su cuerpo buscó el calor de su pecho mientras se entregaba de nuevo al sueño, esta vez mucho más tranquila, en brazos de Enzo, su protector, su dueño, el hombre que siempre estaba allí, aunque el mundo a su alrededor pudiera cambiar. Amatista se había acomodado junto a Enzo, sintiendo la seguridad de sus brazos rodeándola. Sus respiraciones se entrelazaban en una danza suave mientras la calma la envolvía. Sin embargo, en la quietud de la madrugada, Enzo se despertó de golpe, sobresaltado por una sensación inquietante. Abrió los ojos en la oscuridad de la habitación, su cuerpo en alerta. Algo no estaba bien. Se inclinó ligeramente sobre Amatista, la observó de cerca. La cálida luz de la luna que se colaba por la ventana iluminaba su rostro dormido, pero Enzo notó algo extraño: su piel estaba demasiado caliente al tacto, y un leve brillo de sudor empapaba su frente. La alarma recorrió su cuerpo en un instante. Con rapidez, Enzo se incorporó, levantando ligeramente a Amatista en sus brazos, mientras su corazón latía con fuerza, perturbado por la preocupación. La bajó de la cama con cuidado y, sin pensarlo, la llevó hacia el baño. Su mente comenzaba a correr con pensamientos acelerados, buscando soluciones. La fiebre podía ser peligrosa, y lo último que deseaba era que Amatista sufriera. Dentro del baño, encendió la luz suave y abrió la tapa de la bañera, llenándola de agua tibia. Con una delicadeza casi desesperada, comenzó a desvestirla, manteniendo su cuerpo cercano al de ella para evitar que el frío la despertara completamente. Amatista se mantenía dormida, ajena a la rapidez con la que Enzo actuaba, pero su respiración se había vuelto más pesada, lo que preocupaba aún más a Enzo. La acomodó en la bañera, asegurándose de que el agua tibia rodeara su cuerpo y comenzara a enfriar su piel. El sonido suave del agua moviéndose fue lo único que rompió el silencio en la habitación. Enzo se quedó allí por unos momentos, observando, vigilante, mientras Amatista, aún sumida en su fiebre, no parecía sentir nada más que el calor abrasador que la invadía. Al sentir que el agua comenzaba a bajar su temperatura, Enzo la sacó con cuidado y la envolvió en una toalla gruesa, acariciando su cabello con ternura. En ese momento, al intentar revisar su teléfono móvil, notó algo aún más frustrante: su celular estaba inservible, la pantalla completamente rota por el golpe durante la reunión. La rabia y la frustración comenzaron a formarse dentro de él, pero Enzo sabía que debía mantenerse enfocado. No podía permitir que su preocupación lo desbordara, debía encontrar una solución rápidamente. Sin dudarlo, salió del baño, tomó el teléfono de la habitación y marcó el número de la recepción. “Necesito que me envíen medicamentos para bajar la fiebre. Urgente,” dijo, su voz grave y urgente, sin espacio para la duda. No esperaba demoras, su mente solo quería asegurarse de que Amatista estuviera bien, de que ella no sufriera. El recepcionista le aseguró que la solicitud sería atendida de inmediato. Enzo agradeció rápidamente y colgó el teléfono, su ansiedad creciendo con cada segundo que pasaba. Mientras esperaba, se sentó al borde de la cama, manteniendo a Amatista cerca de él, vigilando cada uno de sus movimientos, notando el sudor en su frente y su respiración agitada. Cuando por fin llegaron los medicamentos, Enzo se acercó con prisa. Abrió el pequeño paquete con manos temblorosas, sintiendo el peso de la preocupación sobre sus hombros. Tomó una pastilla de cada uno de los medicamentos recomendados, mezclándolos con un vaso de agua fresca. Se acercó a Amatista con suavidad, acariciando su rostro y susurrándole con una ternura palpable en su voz. “Gatita,” dijo, inclinándose hacia ella. “Tienes que tomar esto para que te sientas mejor, amor.” Amatista, con el cuerpo aún febril, parpadeó lentamente, luchando contra el calor que sentía en su interior. Enzo la ayudó a incorporarse un poco, sosteniendo el vaso con una mano mientras con la otra sujetaba su cabeza. A pesar de la fiebre, sus ojos se entreabrieron, y sus labios murmuraron, reconociendo la presencia de Enzo. “Amor…” susurró, su voz débil pero llena de confianza. Enzo le ofreció el vaso, y Amatista bebió lentamente, su cuerpo aún frágil, sin poder resistirse a la sensación de alivio que el agua y los medicamentos comenzaban a brindarle. Al terminar, Enzo la recostó de nuevo en la cama, con la mano en su frente, aliviado por el descenso del calor en su piel. “Descansa, gatita,” le dijo con dulzura, casi como un mandato, pero también como una promesa. “Voy a estar aquí todo el tiempo. Te cuidaré.” Amatista asintió suavemente, y sus ojos se cerraron de nuevo, el sueño regresando con más calma que antes. La fiebre no había desaparecido por completo, pero el alivio parecía estar llegando poco a poco. Enzo permaneció a su lado, observando sus movimientos, pendiente de cada respiración, cada suspiro que escapaba de sus labios.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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