Capítulo 175 La jaula dorada

La tarde se deslizaba lentamente dentro de la mansión. Afuera, el cielo comenzaba a teñirse con tonos anaranjados, pero en la sala principal, la atmósfera era más densa, cargada de humo y licor. Enzo se apoyó contra la barra, con el vaso de whisky en una mano y el cigarro en la otra. Dio una calada larga, dejando que el humo escapara lentamente de sus labios, pero su mente seguía atrapada en la imagen de Amatista recostada en la cama, demasiado débil, demasiado frágil. No se dio cuenta de la presencia de Emilio hasta que este tomó asiento a su lado. —¿Qué pasa? —preguntó su amigo, con el ceño fruncido. Enzo exhaló con pesadez y tomó un trago largo antes de responder. —Está muy delgada —murmuró, sin levantar la vista—. Se obsesionó tanto con atrapar a Diego que dejó de alimentarse, apenas descansaba… y ahora está así. Emilio dejó escapar un suspiro. —Lo solucionaremos. La ayudaremos a recuperarse. —¿Y si no quiere? —replicó Enzo con una risa seca, cargada de frustración—. No la puedo obligar… pero verla así me vuelve loco. Emilio no respondió de inmediato. Sabía que no había palabras que pudieran calmar la obsesión de Enzo, ni el nudo de culpa y enojo que lo carcomía. Antes de que pudiera decir algo más, la conversación se vio interrumpida por la llegada de Alan, Joel, Facundo y Andrés, quienes, al notar el ambiente cargado, se unieron a los tragos sin preguntar demasiado. —Hombre, parece que necesitas más que un whisky —comentó Alan con una media sonrisa mientras tomaba asiento. —O unas cuantas mujeres que te distraigan —agregó Joel con tono divertido. Andrés rió entre dientes. —No creo que tenga cabeza para eso. —Ni siquiera para tragos, pero aquí estamos —apuntó Facundo, sirviéndose un whisky. La charla se volvió más relajada entre ellos, entre comentarios sobre la investigación y alguna que otra broma sobre la presión que tenían encima. Pero Enzo se mantenía en silencio, bebiendo sin realmente prestar atención. A los pocos minutos, el grupo creció con la llegada de Luna, Alexander, Esteban, Samara, Yamila, Manuela, William y Francis. Las mujeres se integraron con naturalidad, y Luna y Samara no tardaron en acercarse más a Enzo. Samara se inclinó levemente sobre la barra, con una sonrisa sutil. —Parece que alguien tiene mucho en qué pensar… Enzo no le respondió, ni siquiera levantó la mirada de su vaso. Luna, por su parte, deslizó su dedo suavemente por el borde de su copa. —No siempre se puede resolver todo con un cigarro y un whisky, Bourth. Esta vez, Enzo sí alzó la vista, pero no con interés, sino con una mirada fría y ausente. —Lo sé —fue todo lo que dijo antes de volver a beber. Los demás continuaron conversando y bromeando entre sí. Alan y Joel se lanzaban indirectas burlonas sobre quién podía aguantar más alcohol, mientras William y Francis debatían sobre una jugada de póker de la semana pasada. —Si no fuera porque jugaste sucio, habrías perdido —acusó William, señalándolo con el vaso. —¡Por favor! —Francis rió—. Sólo porque te gané no significa que haya hecho trampa. En medio de la charla, Luna y Samara seguían intentando captar la atención de Enzo con gestos sutiles: una ligera inclinación al hablarle, roces casuales al tomar sus copas, sonrisas cargadas de intención. Pero él seguía ajeno a todo. Emilio notó la falta de interés de su amigo y miró a los demás con diversión contenida. —Van a necesitar más que eso para que Enzo preste atención. Alan, que ya estaba lo suficientemente entretenido con la escena, se inclinó hacia Facundo y Andrés, murmurando en tono burlón: —Se nota que no tienen ni idea de a quién intentan seducir. Andrés soltó una carcajada. —Definitivamente. Facundo negó con la cabeza y bebió un sorbo de su whisky. —No sé qué es peor: que lo intenten o que Enzo ni siquiera lo note. Joel se rió por lo bajo. —Las dos cosas. El ambiente seguía cargado de humo y licor. La risa de Joel se perdió entre el tintineo de los vasos y el murmullo de la conversación, pero Luna y Samara no se dieron por vencidas. Luna cruzó las piernas con elegancia, dejando que la abertura de su vestido mostrara apenas un poco más de piel. Con su copa en la mano, giró hacia Enzo con una sonrisa calculada. —No te había visto tan callado, Bourth. Empiezo a pensar que necesitas otra copa… o algo más interesante que solo beber. Su tono era ligero, con una pizca de insinuación, pero Enzo apenas alzó la mirada de su vaso. —Estoy bien —respondió con frialdad. Samara apoyó el codo en la barra, inclinándose ligeramente hacia él. —Tal vez deberías dejar de pensar tanto y disfrutar un poco. No todo es control y estrategias, Enzo. Joel y Alan intercambiaron una mirada divertida mientras bebían, expectantes ante la escena. —Si supieran lo que pasa por su cabeza, ni lo intentarían —murmuró Alan en voz baja. —O tal vez lo harían más —añadió Facundo con una sonrisa torcida. Mientras tanto, Enzo giró lentamente el vaso entre sus dedos, sin prestar verdadera atención a las mujeres que lo rodeaban. Su mente seguía en la habitación de arriba, donde Amatista dormía, demasiado frágil, demasiado ausente. Pero Luna y Samara no parecían dispuestas a darse por vencidas. —Tantos tragos y ni siquiera brindamos —dijo Luna, alzando su copa con una mirada insinuante—. ¿Por qué no hacemos uno por los momentos… placenteros? Samara le siguió el juego, levantando su copa también. —Sí, por los placeres de la vida. Hubo un breve silencio. Todos en la mesa sabían a qué se referían, pero la expresión de Enzo no cambió. Finalmente, sin mucho interés, levantó su vaso solo por educación y bebió un sorbo sin mirarlas. Luna sonrió, confiada. —Al menos no estás tan muerto por dentro como pareces. Alan soltó una carcajada, y Joel negó con la cabeza. —Qué ilusas —murmuró en tono divertido. Andrés, observando la escena, se inclinó hacia Emilio y le susurró: —¿Cuánto crees que tarden en darse cuenta de que Enzo no está en esto? Emilio sonrió con sorna. —No creo que importe. Algunas mujeres disfrutan intentar lo imposible. El teléfono de Enzo vibró sobre la mesa, atrayendo su atención de inmediato. "Tráeme helado. Lo dejé en el congelador." Era de Amatista. La ansiedad le recorrió el cuerpo como un rayo. No solo le estaba escribiendo, sino que tenía apetito. Sin pensarlo dos veces, dejó el vaso sobre la mesa y se puso de pie, sin molestarse en dar explicaciones. Se dirigió directamente a la cocina, ignorando las miradas de los presentes. Joel levantó una ceja, observando cómo Enzo desaparecía sin una sola palabra. —Eso fue raro. Alan se cruzó de brazos y sonrió de lado. —¿Raro? Nah. Ya sabemos qué lo mueve. Luna y Samara se miraron, confundidas. —¿A dónde fue? —preguntó Luna, fingiendo desinterés. —No lo sé —respondió Emilio con falsa inocencia, bebiendo de su vaso—. Pero sé por qué se fue. Facundo rió por lo bajo. —Lo que me sorprende es que pensaran que tenían oportunidad. Las mujeres fruncieron el ceño, sintiendo el peso de las burlas, pero ninguna insistió más. Mientras tanto, en la cocina, Enzo sacó el helado del congelador y tomó una copa de cristal. Recordó perfectamente la vez que Amatista le había dicho que le gustaba más así, porque se veía más bonito y le daba una sensación de "momento especial". Con movimientos cuidadosos, sirvió el helado y tomó una cuchara pequeña, asegurándose de que estuviera perfecta antes de subir. Sin más demora, dejó atrás la sala, a los hombres riendo y a las mujeres confundidas, y subió con paso firme. Cuando entró a la habitación, encontró a Amatista recostada, con el celular en la mano. Al verlo, bajó la mirada y suspiró, como si no quisiera demostrar cuánto había esperado. Enzo se acercó, dejando la copa en la mesita de noche. —Aquí tienes, Gatita —murmuró, observándola con intensidad. Amatista tomó la cuchara con calma, sin mirarlo directamente. —Gracias. No dijo más, pero el simple hecho de que le hubiera pedido algo lo llenaba de una satisfacción que no quería analizar. Amatista tomó la cuchara con calma y hundió el utensilio en el helado, llevándoselo a la boca con la misma indiferencia con la que le había agradecido. Enzo se quedó de pie junto a la cama, observándola con atención. Había algo en su manera de comer, en la quietud de sus movimientos, que le decía que aún estaba cansada, pero al menos estaba comiendo. Después de unos segundos de silencio, ella habló, sin mirarlo. —Tienes razón. Me cuidaré… porque los bebés me necesitarán. Su tono seguía siendo distante, pero él lo tomó como un pequeño triunfo. A pesar de su indiferencia, lo había escuchado. Amatista siguió comiendo, lenta pero constante. Luego, como si no quisiera que él malinterpretara su cambio de actitud, agregó con el mismo tono sereno: —No necesitas estar todo el tiempo aquí. Si te necesito, te avisaré. Enzo apretó la mandíbula, conteniendo la reacción que quería tener. Sabía que Amatista seguía molesta, que su frialdad no iba a desaparecer de un momento a otro. Pero, aún así, le molestó que lo echara de su lado de esa forma. No dijo nada de inmediato. Solo la miró un poco más, grabándose cada gesto suyo, cada movimiento de la cuchara entre sus labios. Finalmente, tomó aire y exhaló despacio. —Está bien —respondió, con voz grave. Sin añadir nada más, giró sobre sus talones y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de él. Enzo descendió las escaleras con el ceño fruncido, sus pasos firmes resonando en el silencio del pasillo. Aún podía sentir la frialdad en la voz de Amatista, su indiferencia clavándosele como una espina en la piel. Le dolía, aunque jamás lo admitiría en voz alta. Al llegar a la sala principal, tomó una copa y se sirvió whisky sin decir una palabra. Luego, encendió un cigarro y exhaló el humo con lentitud, tratando de calmar el ardor en su pecho. A su alrededor, la conversación y las risas continuaban. Emilio, Alan, Joel, Facundo y Andrés lo observaron con expresiones burlonas, sabiendo que su repentina retirada de la reunión anterior solo podía significar una cosa: Amatista. —No tardaste mucho en volver —comentó Alan con diversión. —Espero que valiera la pena —añadió Facundo, alzando su copa. Joel se rió por lo bajo, mientras Andrés y Emilio intercambiaban miradas cómplices. Enzo los ignoró y tomó un largo trago, sintiendo el ardor del licor recorrerle la garganta. Luna y Samara, quienes aún no entendían del todo la dinámica del grupo, aprovecharon su regreso. Desde que habían llegado, Enzo les había resultado un hombre fascinante: atractivo, poderoso y, sobre todo, inalcanzable. —¿No se cansa de whisky, señor Bourth? —preguntó Luna con una sonrisa suave, sentándose a su lado con un aire despreocupado. —Podríamos preparar algo diferente —sugirió Samara, inclinándose apenas, dejando que su perfume floral llegara hasta él. Enzo apenas les dedicó una mirada. —Estoy bien —respondió con indiferencia, llevándose el cigarro a los labios. La actitud distante del hombre solo parecía motivarlas más. No estaban acostumbradas a que las ignoraran, y el reto de captar su atención las divertía. —¿Y si hacemos una apuesta? —propuso Luna, con un destello pícaro en los ojos. —Dudo que le interese jugar con ustedes —intervino Emilio, divertido—. Pero pueden intentarlo, si quieren probar suerte. Los demás hombres rieron, disfrutando la situación. Enzo, sin embargo, seguía sumido en sus pensamientos. Amatista no quería que él la cuidara… pero eso no significaba que ella no necesitara a alguien que lo hiciera. Entonces, la idea llegó a su mente. Rose. Ella siempre había estado para Amatista, sabía cómo tratarla y cómo asegurarse de que se alimentara y descansara. Y si Amatista no aceptaba su ayuda, entonces acudiría a quien sí sabía que no rechazaría. Se levantó de su asiento sin dar explicaciones y se alejó del grupo. Sacó su teléfono y marcó el número de Rose. Ella atendió al segundo timbre. —Señor Bourth —saludó con respeto. —Rose, necesito que vengas mañana. Es sobre Amatista. El tono de Enzo era seco, pero con una nota de urgencia que no pasó desapercibida para la joven. —¿Qué le pasó? —preguntó preocupada. —Está muy delgada, débil. Se obsesionó con atrapar a Diego y dejó de alimentarse como debería. No me deja ayudarla, así que lo harás tú. Te pagaré el doble. Hubo un breve silencio al otro lado de la línea antes de que Rose respondiera con firmeza: —No es necesario que me pague el doble. Amatista es mi amiga, no solo alguien a quien cuidé por trabajo. Iré mañana a primera hora. Enzo asintió, aunque ella no pudiera verlo. —Bien. Más te vale asegurarte de que coma. —Haré lo que pueda —respondió Rose, con genuina preocupación. Sin añadir nada más, Enzo colgó la llamada y regresó a la sala. Tomó otro trago, ignorando las miradas curiosas de los presentes. Ahora solo quedaba esperar que Rose lograra lo que él no pudo. Enzo se sirvió otro trago con movimientos calculados y precisos. Tomó la copa y, sin dudarlo, se lo bebió de un solo trago, sintiendo el ardor del alcohol recorrerle la garganta. Cerró los ojos un instante, intentando sofocar la frustración que lo carcomía por dentro. —¿Llamaste refuerzos? —preguntó Emilio con una media sonrisa, observándolo con diversión. Enzo dejó la copa sobre la mesa con un golpe seco. —Algo así —respondió con tono neutro, antes de darse la vuelta y dirigirse escaleras arriba. El grupo lo vio marcharse sin decir nada más, aunque las risas de Alan y Joel se escucharon a lo lejos. Enzo ignoró todo. En ese momento, solo le importaba una cosa. Cuando llegó a la habitación, la encontró recostada sobre la cama con un libro entre las manos. No lo miró de inmediato, pero él supo que había notado su presencia. —Si no quieres que yo te cuide, lo hará Rose —soltó sin rodeos, apoyándose contra la puerta y cruzando los brazos. Amatista levantó la vista del libro, observándolo con calma. Su expresión no mostraba sorpresa ni molestia, solo una leve aceptación. —Me parece lo mejor —respondió simplemente, volviendo la mirada a las páginas. Enzo sintió una punzada en el pecho, pero no dijo nada. Se quedó allí, en silencio, observándola, mientras ella fingía que su presencia no le afectaba en absoluto.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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