Capítulo 136 Refugio en la calma

El viaje de regreso a la mansión fue breve y silencioso. Enzo mantenía la vista fija en el camino, mientras Amatista miraba por la ventana, disfrutando del tranquilo paisaje nocturno. Al llegar, las luces de la entrada iluminaban la figura de Isis, que los esperaba con los brazos cruzados y el ceño fruncido. —¿Por qué no me ayudaste? —reclamó Isis apenas Enzo descendió del auto. Enzo cerró la puerta con calma, sin inmutarse. —Te dejé bien claro que Rita podía quedarse, pero sería tu responsabilidad. Isis bufó, cruzando más los brazos. —¡Ya lo sé! Pero estaban muy asustadas y a ti ni siquiera te importó. Enzo la observó con frialdad. —Estaba ocupado. Además, en la mansión está Roque y hay cientos de guardias armados. No había razón para alarmarse. Isis apretó los labios, pero no dijo nada más. Amatista, que había permanecido en silencio, se dirigió directamente a su habitación, desinteresada en la discusión. La tensión entre Enzo e Isis no le preocupaba; prefería refugiarse en la calidez de su espacio personal. Al llegar a la habitación, Amatista suspiró aliviada. Sentía el peso del día acumulado en sus hombros, y el embarazo comenzaba a agotar sus energías. Se dirigió al baño y preparó un baño relajante, dejando que el vapor llenara el ambiente. Antes de sumergirse, fue al vestidor a buscar su pijama. Cuando regresaba con la prenda en mano, Enzo entró en la habitación. Su expresión estaba tensa, los músculos de su mandíbula marcados. Amatista lo miró con suavidad y se acercó. —Preparé el baño... —susurró, buscando aliviar su tensión—. ¿Por qué no te unes a mí? Enzo la miró por un momento, y la dureza en sus ojos se disipó. Esbozó una sonrisa y se inclinó para besarla. —No podría decirte que no, gatita. Amatista tomó su mano y lo guió al baño. Ambos se desvistieron lentamente, sin prisa. Enzo fue el primero en entrar al agua tibia, y luego ayudó con sumo cuidado a Amatista a acomodarse entre sus brazos. Las manos de Enzo se posaron con ternura sobre el vientre de Amatista. Ella colocó sus manos sobre las de él y apoyó la cabeza en su hombro. El silencio era reconfortante, solo interrumpido por el sonido del agua. —¿Cómo crees que será nuestro hijo? —preguntó Enzo en voz baja, rompiendo el silencio. Amatista rió suavemente. —Tal vez perezoso, como yo. Enzo dejó escapar una carcajada, besando su sien. —Sería adorable. Amatista giró un poco el rostro para mirarlo. —Me encantaría que tuviera mis ojos… pero, sin duda, que herede el cuerpazo de su padre —bromeó, acariciando su pecho. Enzo rió de buena gana. —Eso se trabaja, gatita. No se hereda. Amatista sonrió. —No importa. Cualquier cosa que herede de nosotros será perfecta. Enzo asintió, estrechándola un poco más entre sus brazos. Pasaron un largo rato en silencio, disfrutando de la tranquilidad. Finalmente, salieron del baño. Enzo tomó una toalla y comenzó a secar con delicadeza a Amatista, cuidando cada movimiento. Ella, con una sonrisa, tomó otra toalla y lo ayudó a secarse después. Se pusieron sus pijamas y, agotados, decidieron acostarse sin cenar. Enzo envolvió a Amatista entre sus brazos, y ella se acurrucó contra su pecho, dejando que el sueño los envolviera lentamente. Mientras Enzo y Amatista descansaban profundamente en la calidez de su habitación, en otra ala de la mansión, Isis se encontraba en su habitación junto a Rita. Ambas estaban sentadas en la cama, la expresión frustrada de Isis contrastaba con la aparente calma de Rita. —No puedo creer que todo nuestro plan haya sido para nada —bufó Isis, cruzándose de brazos. Rita suspiró, jugando con un mechón de su cabello. —Parece que Amatista lo tiene hechizado. No hay nada que la saque de su lugar. Isis frunció el ceño y la miró con desdén. —No te preocupes. Mi primo se casará contigo. Solo tienes que seguir actuando vulnerable y desprotegida. Rita arqueó una ceja, interesada. —¿Y cómo planeas lograrlo? Isis sonrió con malicia. —Usaremos las fotos de Amatista con Santiago. Incluso me enviaron un video que ya mandé a modificar para que parezca que tienen una relación. Mañana nos enviarán todo el material listo. Rita se mordió el labio inferior, dudosa. —¿No es arriesgado? Si Enzo descubre la verdad, podría hacernos algo. Isis negó con la cabeza, confiada. —Ya pensé en eso. Hice que todo pareciera que fue idea de Albertina. Nadie sospechará de nosotras. Rita asintió lentamente. —Confío en ti, Isis. Isis sonrió con satisfacción y se levantó. —Vamos a cenar. Si no bajamos, Enzo se molestará más. Ambas salieron de la habitación y descendieron al comedor. Se acomodaron con elegancia en sus asientos, aparentando tranquilidad. Mariel se acercó con una leve inclinación. —Señoritas, les serviré la cena de inmediato. Isis la detuvo con un gesto. —Esperaremos a Enzo. Mariel mantuvo la compostura. —El señor Enzo y la señorita Amatista no bajarán a cenar esta noche. Isis forzó una sonrisa y asintió. —Entonces sírvenos la cena. Mariel asintió respetuosamente y se retiró. Rita miró de reojo a Isis, quien mantenía la expresión serena, pero en su mirada brillaba la determinación. —Mañana será otro día —murmuró Isis con seguridad. Mientras cenaban en silencio, el sonido de una notificación interrumpió el ambiente tranquilo. Isis tomó su teléfono y al ver la pantalla, una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios. Había recibido la confirmación de que las imágenes y el video manipulados estaban listos. Sin perder tiempo, escribió un mensaje dando la orden para que el material fuera dejado en la mansión, estratégicamente colocado para ser descubierto al día siguiente. Sabía que debían ser cuidadosos; la propiedad estaba repleta de guardias, pero confiaba en que todo saldría según lo planeado. Isis se inclinó levemente hacia Rita, sus ojos brillando con astucia. —Mañana mismo caerá la gata —susurró con satisfacción. Rita soltó una risa baja y cómplice, compartiendo la emoción del momento. —No puedo esperar a ver su cara cuando todo estalle —murmuró, disfrutando de la idea. Ambas continuaron cenando tranquilamente, disimulando sus verdaderas intenciones. Una vez terminaron, se pusieron de pie con elegancia y, sin cruzar palabra con nadie, se dirigieron a sus habitaciones, cada paso reforzando su seguridad en que su plan estaba por concretarse. La mañana llegó con la luz del sol filtrándose suavemente a través de las cortinas. Amatista despertó lentamente, sintiendo aún el cansancio en su cuerpo, pero la responsabilidad de trabajar en la nueva colección la impulsó a levantarse. A su lado, Enzo también despertó con pereza, recordando que tenía reuniones importantes por la tarde y debía preparar algunos documentos en su oficina antes de salir. Ambos bajaron juntos al comedor para desayunar. Isis y Rita ya estaban sentadas, esperándolos con una actitud aparentemente tranquila. Sin intercambiar muchas palabras, Amatista y Enzo ocuparon sus lugares mientras Mariel comenzaba a servir el desayuno. Roque se acercó a Enzo con discreción. —Señor, he dejado varios paquetes en su oficina. Llegaron esta mañana —informó con respeto. Enzo asintió. —Gracias, Roque. Continuó desayunando sin darle demasiada importancia. Al terminar, Amatista subió a su oficina para concentrarse en su trabajo, mientras Enzo se dirigió a la suya. Isis y Rita permanecieron en la sala principal, intercambiando miradas cómplices, sabiendo que solo era cuestión de tiempo para que su plan diera frutos. El silencio se mantuvo hasta el mediodía. Enzo abrió uno de los paquetes en su escritorio, extrañado. Encontró una memoria USB. Sin pensarlo demasiado, la conectó a su laptop. En la pantalla aparecieron fotografías de Amatista y Santiago, donde ambos parecían demasiado cercanos. Su expresión se endureció al instante. Sin embargo, lo peor llegó al reproducir el video: Santiago entraba a un hotel acompañado de una mujer que, aunque no se le veía bien el rostro, vestía igual que Amatista. La rabia lo consumió. De un manotazo, arrojó los objetos sobre su escritorio, haciendo que varios papeles y adornos cayeran al suelo. Respiraba con dificultad, sus pensamientos desordenados y oscuros. Tomó las fotos con fuerza, arrugándolas un poco, y salió de la oficina con paso decidido. Sin detenerse, caminó por los pasillos hasta llegar a la oficina de Amatista. Abrió la puerta de golpe y la cerró con violencia, provocando un fuerte estruendo. Amatista levantó la mirada, sorprendida. —¿Enzo? ¿Qué te pasa? —preguntó, dejando lo que estaba haciendo. Enzo la fulminó con la mirada. —¿De verdad creés que soy un estúpido? —espetó, con voz cargada de ira. Amatista frunció el ceño, confundida. —¿De qué estás hablando? —¡Quiero saber qué clase de relación tenés con Santiago! —gruñó, avanzando hacia ella. —Es mi socio... y mi amigo, nada más. —Su voz sonaba firme, pero la tensión en el aire era palpable. Enzo soltó una risa amarga. —¿Socio? ¿O te ofreció ser su socia a cambio de acostarte con él? Amatista se quedó helada por un segundo, luego su mirada se endureció. —¡Cuida tus palabras, Enzo! Estás diciendo estupideces. Sin decir más, Enzo arrojó las fotos sobre su escritorio. —¿Entonces me vas a decir que esto también es una estupidez? —su voz era un filo cortante—. Y también tengo un video de vos entrando a un hotel con él. Amatista miró las fotos con incredulidad y luego lo encaró. —Esas fotos no son reales. Jamás fui a un hotel con nadie. Vos sos el único hombre con el que he estado. Enzo negó con la cabeza, soltando otra risa amarga. —No te creo. De pronto, tomó a Amatista de la muñeca con fuerza. —Vamos a hacerle una prueba de ADN a ese bebé. Amatista forcejeó y logró soltarse. Sin pensarlo, le dio una fuerte cachetada que resonó en la oficina. —¡Pensá bien las estupideces que estás diciendo! —gritó, temblando de furia. Enzo no se inmutó, solo la miró con frialdad. —Te puedo perdonar que te acuestes con otro, pero no voy a aceptar que ese hijo no sea mío. —¡No me acosté con nadie! —rugió Amatista, con lágrimas contenidas. —Entonces no tendrás problema en hacerte la prueba. Amatista lo miró con rabia. —Me la haré, pero después de eso te vas a olvidar de mí. La tensión era insoportable. Sin perder tiempo, ambos bajaron apresuradamente las escaleras. Enzo tomó las llaves de la camioneta y salieron de la mansión en silencio, cada uno consumido por sus propios pensamientos. Desde la sala, Isis observó por la ventana cómo se marchaban, con una sonrisa satisfecha. —El espectáculo acaba de comenzar —susurró, saboreando su aparente victoria. El frío de la clínica calaba en los huesos. La luz fluorescente del pasillo se reflejaba en las paredes blancas, creando una atmósfera impersonal que acentuaba la tensión en el aire. Enzo y Amatista caminaron por el pasillo hacia el consultorio de Federico. Ambos parecían sumidos en su propia furia y angustia, el silencio entre ellos tan pesado que no se atrevían a romperlo. Federico los recibió con una mirada profesional, pero al notar la tensión en sus rostros, optó por no preguntar nada. Sabía que el ambiente estaba cargado y que no era el momento de indagar. —¿Qué es lo que necesitan? —preguntó con calma. —Quiero que le hagan la prueba de ADN al bebé ahora mismo. —La voz de Enzo era tajante, decidida, aún con la furia a flor de piel. Federico suspiró y miró a ambos, buscando el equilibrio en su respuesta. —Entiendo lo que quieren hacer, pero debo advertirles que esta prueba es muy riesgosa. Puede poner en peligro tanto la vida de Amatista como la del bebé. Es un procedimiento delicado que preferiría evitar. Amatista, que había estado callada hasta ese momento, respiró hondo y miró a Enzo. —Amor, por favor… Te lo pido. Dejemos que el bebé nazca primero, y después realizamos la prueba —dijo con la voz suave, pero firme en su solicitud. Enzo la miró con ojos duros, su enojo aún no disipado. —No, Amatista. Esto no es negociable. Necesito saber que el bebé es mío. —Sus palabras eran cortantes, como si cada frase fuera un golpe. Amatista, que ya había soportado mucho en ese momento, lo encaró con una mirada desafiante. —Si algo le pasa al bebé, será tu culpa, Enzo. No te lo perdonaré nunca. Federico los miró a ambos, sabiendo que no había mucho más que decir en ese momento. Con un suspiro, asintió. —Está bien. Acompáñame, Amatista. Te prepararé para la prueba. Amatista, con una última mirada a Enzo, siguió a Federico al consultorio. Enzo permaneció en el pasillo, su cuerpo tenso, como una olla a presión a punto de estallar. Poco después, la sala de espera se llenó de voces. Emilio y Mateo llegaron, seguidos de cerca por Isis y Rita, quienes entraron con una sonrisa que no pasaba desapercibida. Isis observó a Enzo y, con aire despreocupado, se acercó. —¿Qué pasó, Enzo? ¿Por qué salieron así de la casa? —preguntó, su tono lleno de curiosidad, pero también de cierta diversión. Enzo, sin alzar la voz, respondió con frialdad. —Amatista me engañó. Necesito asegurarme de que el bebé sea mío. Emilio y Mateo intercambiaron una mirada incrédula, como si lo que acababan de escuchar fuera una broma cruel. —Eso es una estupidez —respondió Emilio, sin contener su desconcierto. —Enzo, ¿en serio crees eso? —añadió Mateo, visiblemente molesto por el tono de su amigo. Pero Enzo, todavía cegado por la rabia, no les prestó atención. Su mente estaba fija en la prueba de ADN y en el dolor que sentía al pensar que Amatista pudiera traicionarlo. Isis, notando la tensión en la sala, aprovechó la oportunidad para retirarse. —Voy al baño, no tardo —dijo con una sonrisa que, a nadie, le pareció genuina. Mientras tanto, Enzo se mantenía rígido en su asiento, esperando a recibir noticias. Poco después, un equipo médico salió con Amatista en una camilla, llevándola rápidamente hacia el quirófano. Federico se acercó a Enzo para informarle, su rostro serio. —La prueba afectó tanto a Amatista como al bebé. Necesitamos estabilizarlos, pero estarán bien. Enzo se sintió un poco más tranquilo al escuchar esas palabras, pero su impaciencia no desapareció. —¿Puedo verlos? —preguntó con voz rasposa, deseando estar cerca de ella. Federico lo miró, vacilando. —Amatista no quiere recibirte. Lo siento, pero... ella está muy alterada. El golpe de esas palabras fue como una daga para Enzo. Frunció el ceño, sin saber qué hacer con esa información. La espera fue insoportable. Los minutos se estiraron como horas, hasta que finalmente Federico regresó con la prueba de ADN en la mano. Sin decir una palabra más, le entregó el sobre a Enzo. —Aquí está. La prueba de ADN. Amatista y el bebé deberán permanecer en observación por un tiempo, pero se encuentran estables. Enzo abrió el sobre con manos temblorosas, sin poder dejar de pensar en las consecuencias que todo esto tendría. Cuando vio el resultado, un suspiro de alivio escapó de sus labios. Era su bebé. La prueba lo confirmaba. Emilio, que había estado observando todo con cautela, tomó el papel de las manos de Enzo. Al leerlo, lo miró con una mezcla de incredulidad y resignación. —Esto es obvio, Enzo. El bebé es tuyo. Amatista jamás te engañaría. Debe haber alguna confusión. Isis y Rita, que no se habían movido de sus asientos, intercambiaron miradas de desconcierto. Sin entender bien lo que estaba ocurriendo, Isis decidió dar un paso atrás, pero no sin antes hacer una última llamada. En el pasillo, se encontró con el hombre que debía haber cambiado los resultados. —¿Qué pasó? ¿Por qué no hiciste lo que te pedí? —le exigió con un tono que dejaba clara su molestia. El hombre se rió, como si todo fuera un juego. —Se me olvidó. No lo hice. —Su sonrisa era arrogante, como si no le importara lo más mínimo. Isis lo miró con furia, pero no dijo nada más. Sabía que no valía la pena insistir en ese momento. Se dio la vuelta y se alejó, su mente maquinando nuevas formas de lograr lo que quería. Mientras tanto, Amatista descansaba en la habitación, débil pero viva. Ella y su bebé peleaban por sobrevivir, el dolor de lo ocurrido y el miedo por lo que vendría se mezclaban en sus corazones.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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