Capítulo 133 Bajo la seda de la noche

La fiesta finalmente llegó a su fin. Los últimos invitados se retiraban del salón, dejando tras de sí el eco de risas apagadas y copas entrechocando. Enzo, Amatista, Isis y Rita salieron juntos hacia el auto que los esperaba en la entrada. La noche estaba fresca, y el silencio del ambiente contrastaba con el bullicio de la velada. Enzo sintió una punzada en el hombro, la herida de Albertina comenzaba a recordarle su presencia. Llevó una mano al lugar, disimulando el dolor. Amatista, siempre atenta, lo notó de inmediato. —¿Te duele mucho, amor? —preguntó con suavidad. —Un poco, nada que no pueda soportar —respondió Enzo, restándole importancia. Amatista frunció el ceño. —Déjame manejar, así puedes descansar un poco. Enzo la miró, apreciando el gesto. —Está bien, gatita. Pero solo porque me lo pides tú. Isis, al escuchar esto, intervino con una sonrisa forzada. —Enzo, ¿por qué no vienes atrás con nosotras? Así Amatista puede concentrarse en manejar. Él la miró de reojo, esbozando una sonrisa ladeada. —No, prefiero quedarme aquí. No quiero dejar sola a mi mujer. La respuesta fue clara y definitiva. Isis apretó la mandíbula, pero mantuvo su compostura. Rita, en silencio, evitó mostrar su incomodidad. Ya en el auto, Amatista tomó el volante. Enzo, recostado en el asiento del copiloto, giró ligeramente hacia ella. Su mirada se suavizó, y una sonrisa pícara asomó en sus labios. —Conduces bien, pero no tan bien como me besas —susurró, dejando que su mano descansara sobre el muslo de Amatista. Ella rodó los ojos, pero una sonrisa divertida apareció en su rostro. —Amor, ¿quieres que choquemos? Enzo soltó una carcajada baja. Su mano subió lentamente hasta posarse sobre el vientre de Amatista, acariciándolo con suavidad. —Solo pienso en nuestro bebé. ¿No crees que merece lo mejor? —murmuró, presionando apenas su mano. Amatista rió, sacudiendo la cabeza. —¿No se supone que te duele el hombro? —Ay, sí, el hombro… —fingió un gesto de dolor exagerado—. Deberías cuidarme, gatita. Ella soltó una risa divertida. —Eres incorregible. Desde el asiento trasero, Isis observaba la escena con desdén contenido, mientras Rita bajaba la mirada, ocultando su molestia. El resto del trayecto transcurrió entre bromas y risas compartidas. Al llegar a la Mansión Bourth, el silencio del lugar los recibió como un manto. Bajaron del auto y se dirigieron a la sala principal. El cansancio comenzaba a hacerse evidente en sus rostros. —Creo que ya tuvimos suficiente por hoy —murmuró Enzo, quitándose la corbata mientras subía las escaleras junto a Amatista. Sin prestar atención a Isis ni a Rita, ambos desaparecieron por el pasillo que conducía a su habitación. Al cerrar la puerta detrás de ellos, Enzo se giró rápidamente y acorraló a Amatista contra la pared. Sus labios buscaron los de ella con intensidad. Amatista rió ante el ímpetu de Enzo, pero respondió al beso con igual pasión. Sus manos se deslizaron por el cuello de Enzo, despojándolo del saco y comenzando a desabotonar su camisa. Enzo bajó sus manos hasta el vestido de seda celeste, acariciando la tela antes de deslizar los finos hilos del escote en su espalda. —Amor… —murmuró Amatista entre risas suaves—. Ten cuidado, recuerda que estoy embarazada. Él sonrió contra sus labios, su voz ronca y baja. —No te preocupes, gatita. Solo déjate llevar. Amatista rió suavemente mientras continuaba despojándolo de su camisa. Enzo la guió con cuidado hacia la cama, sus movimientos seguros pero atentos a cada reacción de ella. Sus labios recorrieron el cuello y los hombros de Amatista, depositando besos lentos y cálidos. Mientras sus cuerpos se entrelazaban, Enzo mantuvo el control, pero nunca fue brusco. Sus caricias eran apasionadas, pero llenas de ternura. La cuidaba incluso en los momentos más intensos. El tiempo se desvaneció entre susurros y caricias. Ambos llegaron al clímax, exhaustos pero satisfechos. Enzo envolvió a Amatista en sus brazos, atrayéndola contra su pecho. —¿Estás bien, gatita? —murmuró, acariciando su cabello. —Perfecta, amor —respondió Amatista, sonriendo con los ojos cerrados. Isis se encontraba en su habitación, sentada frente al espejo mientras retiraba con lentitud los pendientes que había usado en la fiesta. Rita, de pie junto a la ventana, miraba hacia la oscuridad exterior, cruzada de brazos. —Si planeamos bien el conflicto con mi padre y mi hermano, Enzo comenzará a verme con otros ojos —comentó Rita con un deje de seguridad en su voz. Isis giró lentamente hacia ella, alzando una ceja. —No es suficiente, Rita. No solo basta con hacerlo parecer vulnerable… necesitamos alejarlo de Amatista. Rita sonrió de lado, jugando con un mechón de su cabello. —Emilio siempre ha sido muy cercano a Amatista. Podríamos utilizar eso. Isis chasqueó la lengua, molesta. —No. Eso podría ser peligroso. Emilio es como un padre para Enzo. Si intentamos algo con él, el conflicto sería enorme, y podría volverse en nuestra contra. Rita frunció el ceño, pensativa. —También noté que Amatista estaba bastante cercana a Santiago, el organizador del evento. Esa observación captó la atención de Isis. Sus ojos brillaron con malicia. —Eso… eso sí podría funcionar. Podríamos conseguir fotos y videos, editarlos para que parezca que tienen algo. Incluso podríamos hacer que Enzo dude si ese bebé es suyo. Rita soltó una risa contenida. —Sería un golpe bajo… pero efectivo. Isis sonrió con frialdad. —A veces, los golpes bajos son necesarios para ganar. Ambas intercambiaron una mirada cómplice, sabiendo que su siguiente paso debía ser calculado y preciso. Mientras tanto, en la calidez de la habitación principal, Amatista descansaba envuelta en las sábanas y en los brazos de Enzo. El silencio era cómodo, solo interrumpido por la respiración acompasada de ambos. Enzo deslizó una mano por el vientre de Amatista, acariciándolo con ternura. Sus ojos, antes fríos y calculadores, se suavizaron al contemplarla. —Cada vez que veo tu vientre más crecido, no puedo evitar verte aún más hermosa, gatita —susurró, besando suavemente su cuello. Amatista sonrió y le dio un beso en los labios, lento y dulce. —Amor, todavía no hemos pensado en un nombre para nuestro bebé. Enzo dejó escapar una suave risa. —Tienes razón… ¿y si lo llamamos… Titán? Así impone respeto. Amatista estalló en carcajadas. —¡Por favor, Enzo! ¿Titán? ¿Qué es, un gladiador? —O mejor… Máximo Decimus —añadió Enzo con dramatismo, imitando la voz de un narrador. Amatista no podía parar de reír. —Definitivamente, no. Nuestro hijo no se llamará como un personaje de película. Enzo frunció el ceño, pero la sonrisa no abandonaba sus labios. —Entonces, ¿qué tal… Tormenta? —¡Eso ni siquiera es un nombre, amor! —dijo Amatista entre risas. —Bueno, si vamos a ponernos creativos, ¿qué te parece Trueno? —Ahora solo falta que lo llamemos Relámpago y completamos el clima. Ambos rieron, sintiendo cómo la complicidad los envolvía. Enzo acarició el rostro de Amatista, aún sonriendo. —Quizá deberíamos pensarlo con más calma. Pero sea cual sea el nombre, será perfecto porque será nuestro. Amatista apoyó su frente contra la de Enzo, suspirando feliz. —Nuestro pequeño. Enzo deslizó lentamente su mano por la espalda desnuda de Amatista, disfrutando de la calidez de su piel. Sus ojos se entrecerraron por el cansancio, pero una sonrisa perezosa se dibujó en sus labios. —Deberíamos descansar, gatita —murmuró, su voz ronca por el desgaste de la noche. Amatista levantó la mirada y sonrió. —Quiero darme un baño antes de dormir. Enzo frunció el ceño, acomodándose en el respaldo de la cama mientras aún la tenía entre sus brazos. —No, quédate aquí conmigo —pidió con un tono suave, pero firme. Ella soltó una risa leve y se acomodó en su regazo, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello. La sábana resbaló un poco, dejando al descubierto parte de su espalda. —Está bien, amor. No me iré. Amatista comenzó a besar lentamente el cuello de Enzo, sus labios cálidos recorriendo su piel. Sus dedos se enredaron en su cabello oscuro, acariciándolo con ternura. —¿Y tu hombro? —susurró entre besos—. ¿Cómo te sientes? Enzo cerró los ojos, disfrutando de la atención. —Estoy bien, pero igual iré al médico a ver si está todo en orden. Ella asintió suavemente, dejando un beso más delicado sobre su hombro lastimado. —Me parece bien. Debes cuidarte. Los besos de Amatista se volvieron más lentos, más provocadores, recorriendo la línea de su cuello. Enzo entreabrió los ojos, una sonrisa ladina curvando sus labios. —¿No estarás provocándome porque quieres algo más, gatita? Amatista rió, pero no respondió con palabras. En cambio, aprovechó la cercanía para morder suavemente su cuello, dejando una marca. Enzo soltó un quejido breve. —Ah… —se quejó, pero el sonido pronto se transformó en un suspiro profundo, arrastrado, casi gutural, que vibró en su pecho—. Mmm… Amatista se echó a reír. —¿Te gustó o te molestó? Enzo dejó escapar una leve risa, su voz grave vibrando en su garganta. —Me gustó… —murmuró, inclinando la cabeza hacia ella con una sonrisa cargada de picardía—. Aunque podría acostumbrarme a más. Amatista entrecerró los ojos, divertida, y sin previo aviso volvió a inclinarse hacia él, esta vez mordiendo suavemente su mandíbula. La piel caliente bajo sus labios se tensó por la sorpresa, pero Enzo no apartó el rostro. —Ah, gatita… —susurró, dejando que el placer se mezclara con un tono de advertencia. Amatista soltó una carcajada traviesa, pero Enzo no iba a dejar esa provocación sin respuesta. Con firmeza, deslizó sus manos por la espalda desnuda de Amatista, aferrándola con fuerza y atrayéndola aún más hacia él. Sus labios encontraron su cuello, y sin dudarlo, dejó un chupón marcado con intensidad. Succionó lentamente, disfrutando de cada segundo mientras sentía cómo la piel de ella respondía al contacto. Amatista soltó una risa ahogada, estremeciéndose. —¡Eres tan vengativo! —exclamó, mordiéndose el labio inferior, divertida. Enzo levantó el rostro, sus ojos brillando con deseo. —No es venganza, es equilibrio —susurró, rozando sus labios con los de ella, sin besarla del todo. Ella suspiró, pero su sonrisa no se desvaneció. Acarició su nuca, jugando con su cabello. —Entonces creo que estamos más que equilibrados, amor. Enzo soltó una risa baja, acariciando lentamente la curva de su espalda. —Por ahora, gatita. Por ahora. Amatista dejó escapar una suave risa mientras deslizaba sus dedos por el pecho de Enzo. —Por ahora lo dejaré así —susurró con una sonrisa satisfecha. Se apartó lentamente de su regazo, dejando que la sábana resbalara por su piel al recostarse cómodamente en la cama. Enzo la observó con atención, su mirada oscura siguiendo cada movimiento antes de acomodarse también. Pero fue entonces cuando Amatista notó las marcas que le había dejado. Soltó una carcajada divertida. —Deberías ir a verte al espejo, amor —dijo entre risas—. Te dejé una obra de arte. Enzo alzó una ceja, intrigado, y sin prisa, se levantó de la cama, dejando que la sábana cayera a sus pies. Caminó desnudo hacia el baño, seguro y relajado. Frente al espejo, inclinó ligeramente la cabeza para observar las dos mordidas en su cuello y mandíbula. Las marcas eran claras, con un leve enrojecimiento y pequeñas gotas de sangre asomando. Enzo sonrió de lado, satisfecho. —Vaya, gatita… —murmuró para sí mismo, pasando los dedos por una de las mordidas—. Sí que sabes dejar huella. Volvió a la habitación con paso tranquilo. Al recostarse nuevamente, lo hizo con aire triunfante, lanzando una mirada intensa a Amatista. —Debo admitir que tienes talento, pero esto no se quedará así —comentó con voz grave y coqueta, dejando que las palabras fluyeran con provocación. Amatista lo observó mordiéndose el labio, apreciando su seguridad y la forma en que las marcas resaltaban en su piel. —Tranquilo, amor, en otro momento continuamos con la competencia —le dijo con una sonrisa traviesa, palmeando suavemente el lugar a su lado. Enzo soltó una risa baja mientras se deslizaba hacia ella, acomodándose y rodeándola con sus brazos. —Está bien, gatita, esta vez ganas tú —murmuró, apoyando su frente contra la de ella. La abrazó con firmeza, sus cuerpos encajando con naturalidad. Sus labios rozaron los de Amatista en un beso fugaz antes de susurrar cerca de su oído: —Pero la próxima vez… —hizo una pausa, su voz cargada de intención— déjame marcas más abajo. Amatista rió suavemente, sintiendo el calor que sus palabras le provocaban. —Veremos, amor. Veremos. Ambos se acomodaron entre las sábanas, envueltos en el calor del otro, permitiendo que el silencio de la noche los envolviera. Sin más palabras, solo el latido acompasado de sus corazones los guiaba hacia un sueño tranquilo y compartido.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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