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Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde

La tarde avanzaba con una pereza agradable, bañada por el calor del verano. Enzo y Amatista dejaron atrás el momento íntimo en el sofá y se dirigieron hacia la piscina, buscando refugio en el agua fresca. La idea era simple: Enzo quería enseñarle a Amatista a nadar, aunque ambos sabían que no sería una lección fácil, especialmente con la distracción que provocaba el traje de baño de Amatista. La joven llevaba un bikini azul celeste que realzaba su figura, mientras que Enzo, con un short oscuro, no podía apartar la vista de ella. Cada movimiento de Amatista parecía diseñado para tentarlo, aunque ella lo hacía sin intención aparente. Enzo sabía que debía concentrarse, pero su mirada seguía a cada paso de ella con un interés que no trataba de ocultar. —¿En qué piensas, amor? —preguntó Amatista, notando la intensidad en su mirada. Enzo sonrió, inclinándose ligeramente hacia ella mientras se apoyaba en el borde de la piscina. —En lo difícil que será concentrarme contigo luciendo así, gatita. Amatista rio suavemente, lanzándole una mirada juguetona antes de entrar al agua. —Entonces será un desafío para ambos. —Le guiñó un ojo antes de comenzar a chapotear torpemente, demostrando que sus habilidades para nadar eran, en el mejor de los casos, básicas. Enzo entró detrás de ella, dejando que el agua fresca envolviera su cuerpo. Se acercó a Amatista, que intentaba mantenerse a flote, y la sostuvo con firmeza por la cintura, guiándola en el movimiento correcto. —Relájate, gatita. Solo sigue mis indicaciones —le dijo con calma, su voz grave contrastando con las risitas nerviosas de ella. Las primeras lecciones estuvieron llenas de momentos torpes y risas. Amatista se frustraba fácilmente cuando no lograba coordinar sus movimientos, pero Enzo, paciente, la sostenía cada vez que el agua amenazaba con desbordarla. —¡No puedo hacerlo! —protestó ella después de varios intentos fallidos, aferrándose a los hombros de Enzo con una mezcla de frustración y diversión. —Claro que puedes, gatita. Solo necesitas dejar de pensar tanto. Confía en mí. Amatista lo miró con fingida incredulidad. —¿Y si no confío? Enzo sonrió con malicia antes de inclinarse hacia ella y susurrar: —Entonces tendré que distraerte hasta que lo hagas. Amatista soltó una carcajada, y el momento de tensión se disipó. Continuaron con la lección, pero eventualmente, el cansancio ganó. Amatista se aferró al cuello de Enzo, dejando que él la sostuviera mientras salían de la piscina. Enzo posó sus manos en sus glúteos para mantenerla en equilibrio, lo que provocó que Amatista lo mirara con una mezcla de diversión y coquetería. —Siempre encuentras una excusa, amor —dijo, mientras Enzo la colocaba con cuidado sobre el borde de la piscina. —Solo aprovecho lo que me das, gatita —respondió él con una sonrisa que hablaba de orgullo y deseo. Ambos decidieron sentarse en el jardín, donde los grandes sillones bajo la sombra de un árbol ofrecían un refugio del sol abrasador. Amatista llevó un par de toallas, mientras que Enzo regresaba con bebidas frías. La conversación entre ellos se volvió ligera y relajada, pero pronto Enzo sacó unos papeles que había dejado en la mesa y comenzó a revisarlos. —¿Ya trabajando? —preguntó Amatista, mientras bebía su limonada. —No queda otra, gatita. —Enzo le lanzó una mirada breve antes de volver a sus documentos—. Además, quiero que entiendas cómo funcionan algunas cosas. Comenzó a explicarle detalles sobre los proyectos en los que estaba trabajando, simplificando los términos para que Amatista pudiera seguir el hilo. Aunque ella escuchaba con atención al principio, pronto empezó a aburrirse. —Esto no es tan emocionante como nadar —comentó, dejando escapar un suspiro. Enzo rio suavemente. —Es el lado menos glamoroso de todo, gatita. Pero igual de importante. Amatista no respondió. En cambio, se deslizó hasta apoyar la cabeza entre las piernas de Enzo, buscando una posición más cómoda. Desde allí, podía observar su rostro concentrado mientras él repasaba los papeles. La cercanía entre ellos era natural, como si sus cuerpos se ajustaran perfectamente el uno al otro. Un rato después, Amatista levantó la vista y preguntó: —Amor, ¿te molestaría si estudio algo? La pregunta sorprendió a Enzo, quien dejó los papeles de lado y la miró fijamente. Se tomó unos segundos para responder, sus ojos analizando cada expresión en el rostro de Amatista. —¿Qué tienes en mente, gatita? —preguntó finalmente, con un tono neutral, aunque había cierta tensión en su postura. —No estoy segura aún. Pero ahora que mamá y Alesandra se fueron, estaré más sola cuando estés trabajando. Quiero ocupar mi tiempo en algo útil. Enzo no respondió de inmediato. Sus manos acariciaron lentamente el cabello de Amatista mientras reflexionaba sobre la idea. Finalmente, asintió. —Está bien. Pero si es algo presencial, tendrás que ir con Roque a todas partes. Eso no es negociable. Amatista sonrió, aliviada por su aprobación. —Buscaré algo en línea. Así no tendrás que preocuparte. La emoción era evidente en su voz, y antes de que Enzo pudiera decir algo más, se incorporó ligeramente para besarle la mejilla. —Gracias, amor. —No tienes que agradecerme nada, gatita. Quiero que hagas lo que te haga feliz. Amatista volvió a acomodarse en su regazo, cerrando los ojos mientras disfrutaba de las caricias de Enzo. El cansancio del día comenzó a apoderarse de ella, y pronto se quedó dormida, su respiración volviéndose lenta y tranquila. El tiempo pasó, y Enzo continuó revisando los papeles con una mano, mientras con la otra acariciaba el cabello de Amatista. Su rostro reflejaba una calma que solo ella podía provocar. El sol comenzaba a teñir el cielo con tonos dorados y rosados cuando los sonidos de pasos y risas se aproximaron al jardín de la mansión Bourth. Enzo, aún concentrado en acariciar distraídamente el cabello de Amatista, alzó la mirada al ver llegar a sus invitados. Uno tras otro, Demetrio, David, Tyler, Maximiliano, Mauricio, Massimo, Emilio, Sofía, Bianca y Alba hicieron su aparición, llevando consigo el bullicio de una tarde relajada entre amigos. Amatista seguía profundamente dormida, su cuerpo acurrucado cómodamente en el sillón. Con la entrada de los demás, Enzo tomó una de las mantas que estaban sobre el respaldo y la colocó sobre ella, cubriéndola cuidadosamente. No lo hizo por preocupación al clima, sino por algo mucho más sencillo: celos. No quería que ninguno de los presentes, ni hombres ni mujeres, viera demasiado de su esposa en ese momento, vestida únicamente con su bikini. Demetrio fue el primero en notar el gesto, arqueando una ceja con evidente diversión. —¿Una manta, Bourth? ¿En pleno verano? —preguntó con un tono burlón mientras se acomodaba en uno de los sillones cercanos. —Protección contra el sol, supongo —añadió Tyler con una risa baja. Enzo, como siempre, mantuvo su calma habitual. —Está descansando, y prefiero que nadie la moleste —respondió, su tono firme pero tranquilo, dejando claro que no iba a justificar su acto más allá de lo necesario. Emilio, sentado justo frente a él, soltó una carcajada mientras tomaba un vaso de whisky que le ofreció uno de los empleados. —Claro, claro. Porque seguro que está pensando en el sol, ¿no? Vamos, Bourth, todos sabemos que es puro instinto territorial. Massimo, divertido, se unió al juego. —Ya sabíamos que eras posesivo con los negocios, pero esto es un nuevo nivel, amigo. —Tú hablas como si no lo fueras —le respondió Enzo con una leve sonrisa, sin apartar la mirada de Amatista. Mientras las bromas seguían, Bianca, sentada junto a Sofía y Alba, observaba la escena con los brazos cruzados, visiblemente molesta. —Qué exageración —murmuró, aunque Sofía, siempre rápida con sus comentarios, no tardó en responderle. —¿Exageración? Yo lo llamo amor verdadero —dijo Sofía, con una sonrisa que Bianca no supo si tomar como burla o sinceridad. —Yo lo llamo “cuidar lo suyo” —añadió Alba, apoyándose cómodamente en el respaldo del sillón mientras miraba a Amatista con curiosidad—. Aunque admito que tener a alguien que te cuide así no suena nada mal. Bianca rodó los ojos, pero decidió no responder. La conversación entre los hombres fluyó hacia temas triviales, desde recuerdos de reuniones pasadas hasta anécdotas de viajes y negocios. El calor de la tarde se intensificaba en el jardín de la mansión Bourth, donde Enzo y sus invitados compartían una charla relajada. Amatista seguía profundamente dormida, envuelta en la manta que Enzo había puesto sobre ella por pura posesividad. Sin embargo, el calor comenzaba a hacerse evidente. Con un movimiento perezoso, Amatista se giró, dejando que la manta resbalara de su cuerpo hasta revelar el bikini que llevaba puesto. La reacción fue inmediata. Las conversaciones cesaron y las miradas se dirigieron hacia ella. Enzo, con el ceño fruncido, se apresuró a cubrirla nuevamente antes de que alguien pudiera observar más de lo necesario. —¿Siempre tan rápido, Bourth? —bromeó Tyler, inclinándose hacia Maximiliano. —Diría que esto supera incluso tus estándares de control —añadió Emilio, riendo. Enzo les dirigió una mirada seria, pero no dijo nada. Su enfoque seguía en mantener a Amatista cubierta. —Debo admitir que es admirable lo atento que eres —dijo Massimo con un tono burlón—. Aunque estoy seguro de que no lo haces por protegerla del fresco. Los hombres rieron, excepto Enzo, que se limitó a ajustar la manta con cuidado mientras fingía ignorar los comentarios. Bianca, que también estaba presente, cruzó los brazos con evidente molestia. —Al menos alguien cuida lo que es suyo —comentó Alba con una sonrisa divertida, provocando que Sofía se uniera con un gesto cómplice. —Es un ejemplo para todos nosotros, ¿no creen? —añadió Sofía, mirando a Bianca con intención. Mientras las bromas continuaban, Amatista comenzó a moverse nuevamente, esta vez liberándose casi por completo de la manta. Su figura quedó nuevamente expuesta, y antes de que Enzo pudiera reaccionar, los murmullos y risas se intensificaron. —Es oficial. Este es el mejor día que hemos tenido en mucho tiempo —bromeó Maximiliano, levantando su copa. Finalmente, Amatista abrió los ojos, parpadeando lentamente mientras se incorporaba. Su mirada, aún algo somnolienta, recorrió el jardín hasta encontrarse con las caras de los hombres. Por un momento, pareció confundida, pero rápidamente comprendió la situación. —Oh, entiendo todo ahora —dijo, dirigiéndose a Enzo, mientras tomaba la manta con una mezcla de diversión y reproche. Sin perder tiempo, se levantó y envolvió la manta alrededor de su cuerpo antes de dirigirse a la mansión. Pero antes de alejarse, se inclinó hacia Enzo y le susurró al oído: —Eres de lo peor. Enzo no respondió, pero una leve sonrisa se formó en su rostro mientras la observaba marcharse. Los demás estallaron en carcajadas. —¿De lo peor? Creo que quiso decir “el más protector” —comentó Tyler, riendo mientras bebía de su copa. Massimo añadió: —Bourth, ¿cuántas veces más vamos a presenciar esto? Porque estoy disfrutando cada segundo. Bianca rodó los ojos, claramente irritada. Sofía, notando su incomodidad, no dejó pasar la oportunidad de lanzar un comentario. —Bianca, quizás podrías aprender algo de esto. No todo es competencia, ¿sabes? —Aprender a qué, ¿a ser una sombra? —replicó Bianca, aunque su tono no tenía tanta fuerza como de costumbre. Alba se unió a las bromas, señalando hacia la mansión donde Amatista había desaparecido. —Creo que si tuviera una competencia, ya estaría perdida desde hace rato. Amatista regresó poco después, vestida con un short blanco y una camiseta de manga corta que resaltaban su figura sin esfuerzo. Como siempre, estaba descalza, y en una mano llevaba una galletita que mordisqueaba despreocupadamente. En la otra sostenía un sobre. —Estoy de vuelta —anunció con naturalidad, entregándole el sobre a Enzo—. Roque me pidió que te lo diera. Dice que es importante. Mientras Enzo tomaba el sobre, Amatista se inclinó hacia él nuevamente, esta vez con una sonrisa divertida. —La próxima vez, despiértame para cambiarme. No me hagas morir de calor —murmuró antes de acomodarse nuevamente en uno de los sillones cercanos. Las risas volvieron a llenar el jardín. —Esto es demasiado para procesar en un solo día —dijo Maximiliano, aún riendo. —Definitivamente, la pareja más interesante de todo el club —añadió Massimo, levantando su copa hacia Enzo. —No hay duda —concluyó Alba, mirando a Amatista con una sonrisa cómplice—. Y siempre regresa con una galletita. Amatista rio suavemente, sin dejar de morder su galletita. —Es que siempre son una buena idea. —Y tú siempre sabes cómo mantener el ambiente interesante —comentó Sofía, ganándose una mirada agradecida de Amatista mientras la conversación continuaba en el jardín, cargada de camaradería y risas. La atmósfera en el jardín había comenzado a relajarse nuevamente cuando Enzo, con gesto serio, abrió el sobre que Amatista le había entregado. Mientras lo leía, su mandíbula se tensó, y sus cejas se fruncieron ligeramente. Amatista, siempre atenta a sus cambios de humor, alzó la mirada desde su galletita y notó la incomodidad de Enzo. Sin decir nada, deslizó su mano por el antebrazo de él, acariciándolo en un intento de calmarlo. Emilio, que había estado observando en silencio, se inclinó hacia Enzo con curiosidad. —¿Qué pasa, Bourth? No pareces muy feliz con esa carta. Enzo dejó el sobre sobre la mesa y dejó escapar un suspiro, apoyándose en el respaldo del sillón. —Es de los Ruffo —respondió con un tono seco. El simple nombre pareció resonar entre los presentes. Maximiliano arqueó una ceja, mientras que Alba y Sofía intercambiaron miradas cómplices. Massimo dejó su copa en la mesa y se cruzó de brazos, claramente intrigado. —¿Los Ruffo? —repitió Emilio con incredulidad—. ¿Qué quieren ahora? Amatista, que hasta ese momento había permanecido tranquila, parpadeó sorprendida. —¿Quiénes son los Ruffo? —preguntó con un tono inocente, mirando a Enzo y luego a Emilio. Enzo hizo una pausa antes de responder. Sus dedos tamborilearon sobre el reposabrazos mientras organizaba sus pensamientos. —Hugo Ruffo fue amigo de mi padre, Romano. Aunque "amigo" es una palabra generosa —añadió con un deje de sarcasmo—. Más bien era un oportunista que siempre encontraba la manera de sacar provecho de las conexiones con nuestra familia. Amatista ladeó la cabeza, intrigada por la brusquedad de Enzo. Era raro verlo tan molesto por algo que, en apariencia, parecía trivial. —¿Y qué dice la carta? —preguntó Maximiliano, directo al punto. Enzo tomó el sobre nuevamente y leyó en voz baja, como si confirmara lo que ya sabía. —Anuncian una visita a la mansión Bourth en unos días. No explican el motivo, pero viniendo de Hugo, seguramente buscarán algo. —Nada nuevo bajo el sol —comentó Massimo, soltando una risa corta y sarcástica—. Los Ruffo siempre han sabido cómo llegar en el momento justo para pedir favores. —O para crear problemas —añadió Emilio, apoyándose contra el respaldo de su silla. Amatista observaba con atención, su mano todavía descansando sobre el brazo de Enzo. La tensión en él era palpable, y su expresión endurecida no hacía más que aumentar su curiosidad. —No entiendo, ¿por qué querrían venir ahora? —preguntó, dirigiéndose a Enzo con suavidad. Él la miró por un momento, y su expresión se suavizó ligeramente al encontrar la de ella. Sin embargo, su tono seguía siendo firme cuando respondió. —No lo sé, gatita. Quizás usen la relación que Hugo tenía con mi padre como excusa. Tal vez quieran algo relacionado con negocios o... quién sabe. —Es Hugo Ruffo, Enzo. Seguro viene con un discurso bien preparado para justificar cualquier cosa —dijo Maximiliano, levantando su copa en un gesto despreocupado—. Aunque sabes tan bien como nosotros que siempre tiene un objetivo escondido. Alba, que había estado escuchando en silencio, interrumpió con un comentario mordaz. —Tal vez solo quieren asegurarse de que los recuerdes. Dicen que el tiempo borra las deudas, pero ellos parecen tener buena memoria. Las risas llenaron el jardín, pero Amatista seguía mirando a Enzo, intentando descifrar el motivo de su irritación. —¿Te preocupa algo, amor? —preguntó en voz baja, sin dejar de acariciar su brazo. Enzo negó con la cabeza, su tono más suave esta vez. —No, gatita. No hay nada que me preocupe. Solo me molesta tener que lidiar con gente como ellos. —¿Vas a recibirlos? —preguntó Emilio con genuino interés. Enzo suspiró, entrecerrando los ojos. —No tengo muchas opciones. Si los rechazo, buscarán otra forma de acercarse, y prefiero saber de primera mano qué quieren. —Eso sí —dijo Massimo, asintiendo lentamente—. Mejor que lleguen a tu terreno. Amatista, aún algo impresionada por el cambio en el humor de Enzo, dejó caer su cabeza ligeramente hacia un lado, observándolo con una mezcla de curiosidad y cautela. Aunque confiaba plenamente en él, las palabras de los demás y su propia reacción la dejaban con muchas preguntas. Sin embargo, decidió no insistir en ese momento. —Bueno, al menos tendrás un poco de entretenimiento la próxima semana, Bourth —bromeó Maximiliano, intentando aligerar el ambiente—. Aunque no sé si "entretenimiento" sea la palabra adecuada. Enzo soltó una risa seca y se pasó una mano por el cabello. —Si Hugo Ruffo es entretenimiento, prefiero aburrirme. Los hombres rieron, pero Amatista no podía evitar sentir que algo más se escondía tras las palabras de Enzo. Sin embargo, eligió guardar sus pensamientos para sí misma, al menos por ahora. Mientras tanto, la conversación en el jardín comenzó a girar hacia temas más ligeros, aunque el nombre Ruffo seguía flotando en el aire como un eco incómodo.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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