Capítulo 120 Protección y frustración

Dos semanas habían transcurrido desde que Amatista confirmó su embarazo. Aunque apenas se notaba su vientre, ella sentía cada vez más cerca la conexión con la nueva vida que llevaba dentro. Esa mañana, con determinación renovada, decidió presentarse en la empresa Lune. Había trabajado sin descanso en los 20 diseños que Santiago le había encargado, pero su inspiración había ido más allá. Había creado cinco diseños adicionales: dos pulseras y tres collares, todos pensados para mujeres, buscando un balance perfecto entre las colecciones para ambos géneros. Cuando Santiago llegó a la empresa y escuchó su propuesta, quedó impresionado. —Esto es fantástico, Amatista. Una colección de 25 piezas con este equilibrio atraerá tanto al público masculino como al femenino. Has superado todas mis expectativas. Ambos revisaron los diseños finales y, después de darles el visto bueno, enviaron los bocetos al taller para que comenzaran a fabricarlos. Amatista sonrió, orgullosa de su trabajo. Era un paso más en su independencia y en construir algo más. Albertina, consumida por sus celos y resentimiento, acompañó a su padre, Santino, en la búsqueda de alguien dispuesto a deshacerse de Amatista. Sabían que debían actuar con sigilo, por lo que fueron a visitar a Alex, un hombre conocido por ser profesional, eficiente y leal en este tipo de trabajos. —Queremos que elimines a esta mujer —dijo Albertina con frialdad mientras le entregaban una foto de Amatista junto con sus datos. Alex miró la imagen y sus ojos se endurecieron. Dejó los papeles sobre la mesa y, con una voz cargada de enojo, respondió: —Fuera de aquí. No lo haré. Y si no se van ahora, haré que los golpeen. Albertina y Santino, sorprendidos y furiosos, se retiraron de inmediato. —¿Qué le pasa a ese idiota? —gritó Albertina cuando ya estaban fuera. —Cálmate, hija. Hay otros que estarán dispuestos a hacerlo —respondió Santino mientras revisaba mentalmente sus contactos. Santino los llevó con Saúl, otro hombre conocido por aceptar cualquier tipo de trabajo a cambio de dinero. Al principio, Saúl se mostró interesado y dispuesto, pero al ver la foto de Amatista y leer sus datos, su rostro cambió. —No. Fuera de aquí, y no vuelvan a buscarme —ordenó mientras los echaba de su propiedad. —¡Idiota! ¡Eres un cobarde! —gritó Albertina desde la entrada mientras su padre intentaba calmarla. —Es extraño que dos hombres diferentes hayan rechazado esto. Necesitamos saber por qué —comentó Santino. Decididos a encontrar respuestas, fueron a visitar a Bruno, un hombre que aceptaba cualquier trabajo mientras le pagaran bien. Bruno los recibió con su habitual actitud despreocupada. —¿Qué necesitan? Cuando le explicaron y mostraron la foto de Amatista, Bruno los observó en silencio, y luego negó con la cabeza. —No. Es mejor que dejen este asunto. Si Enzo Bourth se entera de lo que están planeando, los hará pagar caro. Albertina, perdiendo la paciencia, le preguntó: —¿Por qué nadie quiere aceptar este trabajo? ¡Podemos pagarte el doble! Bruno suspiró, con una mezcla de cansancio y miedo en su rostro. —No es cuestión de dinero. ¿No saben lo que pasó hace un tiempo? Santino negó con la cabeza, y Bruno continuó: —Amatista fue secuestrada por Martina y su padre, Hugo Ruffo. La tuvieron cautiva durante un mes. Enzo estaba desesperado, y ofreció una fortuna para encontrarla. Aunque logró dar con su ubicación, Franco Calpi se adelantó y rescató a Amatista, capturando a dos de los hombres que la tenían. Bruno hizo una pausa, evaluando su reacción antes de seguir. —Enzo no dejó que esos hombres vivieran. Los mató a golpes, luego eliminó a los Ruffo por completo, y como agradecimiento, construyó un casino para Calpi. Después de eso, fue directo con nosotros, los que trabajamos en esto: nos advirtió que quien aceptara un trabajo en contra de Amatista pagaría con su vida. Y créanme, cumplirá su amenaza. Albertina y Santino se miraron, incrédulos. —¿Estás diciendo que no hay forma de que nadie acepte este trabajo? —preguntó Santino. Bruno asintió. —Exacto. Si fueran inteligentes, dejarían de buscar. Si esto llega a oídos de Enzo, estarán muertos antes de poder arrepentirse. Albertina y Santino salieron de la mansión de Bruno como una tormenta. Los pasos de Albertina resonaban furiosos sobre el pavimento mientras lanzaba insultos al aire, su rostro desencajado por la rabia. —¡Es inútil! —gritó Albertina, con la voz temblando de furia—. Nadie aceptará el trabajo. Y ni siquiera podemos arriesgarnos tanto. Santino la miró con una mezcla de comprensión y preocupación, pero no dejó que la desesperación los venciera. —Es cierto, hija. Pero no te preocupes. Aún puedo pensar en alguien que pueda ayudarnos. Albertina se detuvo bruscamente, dándole la espalda a su padre mientras lo fulminaba con la mirada. —No. No vamos a conformarnos con eso. No me importa lo que tengamos que hacer, todo lo que tiene Amatista debe ser mío —declaró, el veneno en sus palabras claro y punzante—. No dejaré que se quede con lo que por derecho debería ser mío. Santino suspiró, mirando a su hija. Sabía que no había forma de detenerla. —Tienes razón, si Enzo estuvo dispuesto a amenazar a gente tan peligrosa, es porque está dispuesto a todo por ella. Pero lo que me preocupa es... ¿qué pasa si ellos nos descubren? Es arriesgado. Albertina, con los ojos brillando de ambición, no se dejó disuadir. —No me importa lo que arriesguemos. No quiero solo ser su "falsa novia", quiero ser una Bourth, ¡y lo haré! Lo haré con tu ayuda o sin ella. Mientras tanto, en la empresa Lune, Amatista, Santiago y Alejo se encontraban en una pausa almorzando juntos en la sala de reuniones. La atmósfera era relajada, y las risas de los tres rompían la tensa normalidad de la oficina. —Te ves hermosa con tu pancita —dijo Alejo a Amatista, sonriéndole con ternura. Santiago, levantando la mirada hacia ella con curiosidad, preguntó: —¿Qué prefieres? ¿Un niño o una niña? Amatista sonrió y negó suavemente con la cabeza. —No me importa. Solo quiero que todo esté bien para el bebé —dijo con sinceridad, apretándose un poco la pancita. Ambos, con una sonrisa tierna, expresaron sus buenos deseos para el bebé, deseando de todo corazón que todo saliera bien. —Cualquiera de los dos será perfecto, pero lo más importante es que estés bien —dijo Santiago, mientras Alejo asentía con una expresión de ternura. Amatista les agradeció con una sonrisa cálida, agradecida por tener amigos como ellos. —Gracias, chicos. Me siento afortunada de tenerlos. Luego, se levantó de la mesa y dijo: —Bueno, ya debo irme. Tengo que ver a Jeremías para revisar las pruebas de ADN. Ambos le desearon suerte antes de que se marchara. El sol de la tarde comenzaba a declinar cuando Amatista llegó al club de golf. Tomó un taxi y, al llegar, vio a Jeremías esperando en la entrada, con una expresión ansiosa. Ambos compartían la misma tensión. Al entrar al café, se sentaron en una mesa apartada para revisar los resultados de las pruebas. Cuando Amatista vio el resultado positivo de la prueba de ADN, un sentimiento de indignación y confusión la invadió. Las mentiras de Isabel no tienen fin... Jeremías, por su parte, sonrió con una expresión que hacía pensar que estaba satisfecho con el resultado. —Será un gran padre, Amatista. Recuperaremos el tiempo que hemos perdido —dijo con seguridad, aunque en su interior comenzaba a idear cómo utilizarla para sus propios fines. Amatista, sintiendo una mezcla de rabia y desconcierto, se levantó de la mesa. —Hablemos después —dijo, sin querer escuchar más. Al salir del café, mientras bajaba las escaleras hacia la salida del club, se encontró con Enzo, quien subía las escaleras junto a algunos socios y... Albertina. Amatista intentó mantener la compostura, pero Enzo, al notar su alteración, no tardó en acercarse. —¿Qué pasa, gatita? —le preguntó, su voz llena de preocupación. Amatista trató de disimular, pero unas lágrimas traicioneras cayeron de sus ojos. Enzo la miró con más intensidad, preocupado. —Nada, solo... estoy bien —dijo ella, pero su voz temblaba. Enzo no dudó ni un segundo en abrazarla, rodeándola con sus brazos, y mirando de reojo a sus socios, quienes no podían ocultar su sorpresa al ver que Enzo, en lugar de estar con Albertina, se encontraba consolando a otra mujer. Albertina, incómoda, trató de intervenir. —Enzo, tenemos una negociación importante. ¿De verdad vamos a perder tiempo con esto? Enzo la ignoró por completo, dirigiendo su mirada a sus socios. —Continúen sin mí. Esto es más importante —les dijo, su tono firme. Luego se volvió hacia Albertina y, con voz controlada pero tajante, añadió—: No te metas en esto, Albertina. Aún más confundidos, los socios se retiraron, murmurando entre ellos mientras Enzo tomaba a Amatista de la mano y la guiaba hacia su oficina en el club de golf. En la oficina privada, lejos de las miradas de los demás, Enzo le ofreció agua a Amatista mientras la acomodaba en una silla. Se sentó frente a ella, su rostro aún marcado por la preocupación. —¿Qué sucedió, gatita? —preguntó con suavidad. Amatista, después de un largo silencio, finalmente le contó todo. —La prueba... Jeremías es mi padre —dijo con un susurro de frustración. Enzo frunció el ceño, pero no dudó en calmarla. —No te preocupes por eso. Yo me encargaré de que no te hagan daño. No dejaré que te toque nadie —dijo, su tono decidido. Amatista, sintiendo el peso de las mentiras y la confusión que la había arrastrado a ese punto, se acercó y lo abrazó con fuerza. —Estoy cansada de las mentiras de Isabel... de todo lo que me ocultó. Me siento perdida —murmuró, apoyando su cabeza en su pecho. Enzo la sostuvo en sus brazos, acariciando suavemente su abdomen que comenzaba a crecer, y luego pasó su mano por su cabello, intentando consolarla. La cercanía entre ambos los envolvía en una intimidad que, aunque tensa por los secretos no revelados, también alimentaba sus deseos y necesidades mutuas. —No tienes que temer, gatita —le susurró al oído—. Yo te protegeré. Albertina, furiosa por la situación, se encontraba en una esquina del café, mientras los socios se acomodaban en las mesas. Emir, uno de los hombres mayores, observó a Albertina con una ceja levantada. —¿Quién era esa mujer, Albertina? —preguntó, con voz grave, mientras sus ojos se deslizaban hacia la entrada del café, buscando al dueño de la escena. Albertina, con una sonrisa forzada, se apresuró a asegurarles que Enzo estaría de vuelta en un momento. Lo que había sucedido no era más que una molestia pasajera. —Esa mujer es una cualquiera, manipulando a Enzo con mentiras sobre el bebé —dijo, intentando mantener la calma—. Asegura que el bebé que espera es de él, pero ya veremos, estamos esperando a que nazca para hacerle una prueba de ADN y comprobarlo. Los socios lanzaron comentarios despectivos hacia la mujer, claramente disgustados con la situación. Guido, que había permanecido en silencio hasta ese momento, añadió: —Es una pena que alguien tan baja quiera involucrarse con nuestro negocio. —Su tono era frío, con una mirada desconfiada dirigida hacia la puerta. Emir asintió, claramente preocupado por la estabilidad de la relación entre Enzo y Albertina. —¿Y tú qué piensas, Albertina? —preguntó. —Deberías tener cuidado con este tipo de mujeres. No es solo una cuestión personal, también es una cuestión de negocio. Albertina agradeció su preocupación, disimulando su enojo y asegurando que mantendría todo bajo control. No podía permitirse que los socios dudaran de su posición. Pero fue entonces cuando Emilio, que había estado escuchando todo desde una mesa cercana, se levantó y se acercó con paso firme. —No se dejen engañar por lo que acaba de decir Albertina —dijo, mirando a los socios con determinación—. Ella es solo la novia de Enzo, aunque lo que acaba de insinuar probablemente acabe con esa relación. Los socios se miraron confundidos. ¿Qué quería decir con eso? ¿Enzo había estado saliendo con Albertina solo para luego salir corriendo tras otra mujer? Emilio continuó, sin perder la compostura. —La mujer que vieron antes se llama Amatista, y en realidad, es la esposa de Enzo. Se conocen desde pequeños, y han sido pareja desde que ambos alcanzaron la mayoría de edad. Sin embargo, recientemente se separaron debido a algunas diferencias menores. Enzo comenzó a salir con Albertina, pero el único amor verdadero de Enzo siempre será Amatista. El ambiente se tornó tenso. Los socios intercambiaron miradas, algunos se mostraron incrédulos, otros más desconcertados. Massimo, quien había estado escuchando todo desde el principio, intervino. —Lo que Emilio dice es cierto —afirmó—. Enzo no tiene dudas sobre quién es la madre de su hijo. Y no dejen que algunos comentarios maliciosos los distraigan. Amatista es tan importante para Enzo que, si escuchara lo que acaban de decir, terminaría con las negociaciones inmediatamente. Los socios asintieron, comenzando a comprender la situación. Emir, algo más calmado, se inclinó hacia el grupo. —Tienes razón, Massimo. Perdón por habernos dejado llevar por lo que Albertina insinuó. Albertina, completamente enfadada por la interrupción y los comentarios de Emilio, no pudo soportarlo más. Se levantó de su asiento con rapidez y, sin decir palabra, se dirigió hacia la salida del café, dejando atrás a los socios. Mientras tanto, en la oficina del club, Amatista estaba sentada sobre el regazo de Enzo, con la cabeza apoyada en su pecho. Él la acariciaba con ternura, buscando tranquilizarla tras las emociones intensas de la conversación anterior. Amatista levantó la mirada, notando la preocupación aún visible en los ojos de Enzo. —¿No deberías regresar con los socios? —preguntó con un tono tranquilo, aunque en el fondo sabía que Enzo estaba debatiéndose entre sus prioridades. Él negó con la cabeza, llevando una mano a su vientre. —Iré luego. Lo más importante ahora eres tú y el bebé, gatita. —Su voz tenía un toque firme, dejando claro dónde estaba su prioridad. Amatista suspiró, enternecida por sus palabras, pero también sabía que debía dejarlo ir. —Enzo, está bien. Regresa con ellos. Yo me iré a casa, a la mansión Torner. Necesito descansar un poco. Enzo la observó por unos segundos, como si estuviera considerando algo. Finalmente asintió con una mezcla de resignación y cuidado. —Está bien, pero prométeme que te cuidarás. Federico ya nos advirtió que el estrés es muy malo para el bebé. —Lo sé. No te preocupes —respondió Amatista, dedicándole una leve sonrisa que buscaba calmarlo. Ambos salieron juntos de la oficina y se encontraron con los socios, acompañados por Emilio y Massimo. Amatista saludó con amabilidad a todos, manteniendo su elegancia y calma. —Fue un gusto verlos. Les deseo una buena tarde. —Luego, se giró hacia Enzo y, con una voz suave, agregó—: Gracias por todo, Enzo. Él asintió con un gesto breve, observándola mientras se marchaba sola. Había algo en su postura que denotaba fortaleza, pero también un ligero vacío al verla alejarse. Los socios, Emilio y Massimo permanecieron en silencio por unos segundos, observando la escena. Fue Emilio quien rompió el momento. —Parece que las cosas están más complicadas de lo que creía. —Miró a Enzo con un leve atisbo de comprensión, mientras Massimo hacía un gesto sutil hacia los socios para continuar la conversación. Enzo respiró hondo y volvió a unirse al grupo, intentando enfocarse en las negociaciones, aunque su mente seguía con Amatista y su bienestar.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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