Capítulo 82 Una mañana de aventuras

El amanecer trajo consigo una luz suave que se colaba entre las cortinas de la suite. El silencio del lugar era tranquilizador, y todo parecía indicar que la mañana sería perfecta. Enzo ya estaba despierto, apoyado contra el marco de la ventana, vestido solo con un pantalón de pijama ligero. Sus ojos se desviaron hacia la cama donde Amatista dormía profundamente, su rostro relajado y su cuerpo apenas cubierto por las sábanas. Sonrió de lado, disfrutando unos segundos más de esa imagen antes de acercarse a ella con cuidado. Sabía que debía despertarla, pero no tenía prisa. Se inclinó sobre la cama, acariciándole suavemente el cabello para no asustarla. —Gatita, despierta. —murmuró con un tono suave, su voz apenas un susurro. Amatista gruñó algo ininteligible y se removió ligeramente, intentando cubrirse más con la sábana. Enzo rió bajito y volvió a insistir, esta vez deslizando una mano por su brazo de forma delicada. —Vamos, amor. Tengo algo especial planeado para nosotros esta mañana. —agregó, dejando un beso ligero en su frente. —Cinco minutos más… —murmuró ella, con los ojos aún cerrados. Enzo negó con la cabeza, divertido, antes de inclinarse hasta que sus labios rozaron el oído de Amatista. —No seas perezosa, gatita. Si no te levantas ahora, te llevaré en brazos a la ducha. Ese comentario fue suficiente para que ella abriera un ojo lentamente, su expresión mezclada entre sueño y resignación. —¿No puedes dejarme dormir un poquito más, amor? —dijo con voz ronca. —No cuando tengo algo tan divertido preparado para ti. —respondió Enzo con una sonrisa. Ante su insistencia, Amatista terminó por rendirse. Se desperezó lentamente, dejando escapar un pequeño suspiro antes de sentarse en la cama. Enzo extendió su mano y ella la tomó sin dudar, permitiéndole ayudarla a ponerse de pie. —Espero que esto valga la pena. —bromeó, frotándose los ojos mientras lo seguía hacia el baño. —Confía en mí, gatita. —respondió él, guiándola con firmeza. La ducha fue, como siempre, un ritual compartido. La calidez del agua ayudó a despejar cualquier rastro de sueño, y aunque los momentos de coqueteo no faltaron, ambos se tomaron su tiempo para prepararse para el día. Enzo salió primero, vistiendo una camisa ligera y jeans oscuros, mientras que Amatista eligió un conjunto cómodo pero ajustado que marcaba su figura sin esfuerzo. —Estás perfecta. —comentó Enzo al verla, entregándole un guiño cómplice. —Lo sé. —respondió Amatista con un toque de humor, atándose el cabello en una coleta alta. El ascensor descendía suavemente hacia el restaurante del hotel. Enzo y Amatista estaban solos en su interior, y mientras Enzo mantenía las manos en los bolsillos, Amatista se miraba en el reflejo del panel del ascensor, ajustando la coleta con aire distraído. —Te ves más despierta ahora. —comentó Enzo, rompiendo el silencio. —Gracias a ti. —respondió ella con un toque de ironía, girándose para mirarlo—. Pero si esto no es tan divertido como dices, te haré pagar por despertarme. Enzo rió, acercándose un poco más a ella hasta que sus cuerpos quedaron apenas separados. —Te prometo que te encantará. —susurró con voz grave, antes de que las puertas se abrieran. Al llegar al restaurante, el aroma del café recién hecho y el pan horneado los envolvió. El lugar, aunque elegante, estaba lleno de tranquilidad a esa hora de la mañana. Eligieron una mesa junto a una ventana que ofrecía vistas del océano a lo lejos, con el sol comenzando a reflejarse sobre el agua. El desayuno fue ligero. Enzo pidió café negro y tostadas con algo de fruta, mientras Amatista disfrutaba de un capuchino con croissants. La conversación era relajada, con Amatista intentando adivinar qué sorpresa le tenía preparada Enzo. —¿No vas a decirme a dónde vamos? —preguntó, inclinándose ligeramente sobre la mesa. Enzo negó con la cabeza, sonriendo de lado. —No tan fácil, gatita. Te gusta probar cosas nuevas, así que pensé que era el momento perfecto. Amatista lo miró con una mezcla de curiosidad y diversión. —Espero que no sea algo peligroso. —¿No confías en mí? —bromeó Enzo, terminando su café. —Demasiado. Y eso es lo que me preocupa. —respondió ella con una risa suave. El trayecto en auto hacia el campo fue tranquilo. La carretera los llevaba a través de zonas abiertas y verdes, con el sol iluminando el paisaje. Amatista miraba por la ventana, entretenida con las vistas, mientras Enzo mantenía una mano en el volante y la otra descansaba sobre su pierna. —¿Vas a decirme ahora? —insistió Amatista, girándose hacia él. —No falta mucho para que lo veas. —respondió Enzo, su sonrisa inmutable. —Te gusta mantener el misterio, ¿no? —Solo contigo, gatita. —respondió él, echándole una breve mirada antes de volver a centrarse en la carretera. Finalmente, tras unos treinta minutos de viaje, llegaron al lugar. Un amplio campo verde se extendía frente a ellos, con varias personas preparándose alrededor de los cuatriciclos. La emoción fue instantánea en el rostro de Amatista. —¡Vamos a manejar esos! —exclamó, girándose hacia Enzo. —Te dije que te gustaría. —respondió él, bajando del auto y abriendo su puerta. Amatista salió apresurada, mirando a su alrededor con entusiasmo mientras se ataba el cabello nuevamente. —¿Tú vas a manejar también? —preguntó, mirando a Enzo con un brillo retador en los ojos. —No voy a dejar que te diviertas sola. —respondió él, tomando uno de los cascos y entregándoselo. La experiencia fue aún mejor de lo que Amatista imaginaba. Al principio, Enzo la ayudó a manejar el cuatriciclo, enseñándole cómo controlar la velocidad y los giros. Pero una vez que ella tomó confianza, comenzó a disfrutar como nunca. El viento soplaba contra su rostro mientras avanzaba sobre el terreno, dejando escapar risas que resonaban en el aire. Enzo, a poca distancia, la observaba con una sonrisa genuina. Le encantaba verla tan feliz, libre y despreocupada. —¡Te estoy ganando, amor! —gritó Amatista en un momento, volteándose para mirarlo mientras aceleraba ligeramente. —¡No cantes victoria tan rápido, gatita! —respondió él, alcanzándola sin esfuerzo. Después de un rato con el grupo, decidieron alejarse para disfrutar del paisaje solos. Amatista seguía jugando, girando con agilidad mientras Enzo la seguía de cerca, como si estuvieran en una competencia privada. Finalmente, ambos se detuvieron cerca de un pequeño grupo de árboles donde el terreno era más suave. Amatista bajó del cuatriciclo, aún riendo mientras se quitaba el casco. —Esto es increíble. —dijo, respirando hondo—. Creo que necesito uno de estos. Enzo bajó también, acercándose a ella con el casco en la mano. —¿En serio? —preguntó, divertido—. ¿Y qué harías con un cuatriciclo? —Manejarlo por toda la mansión Bourth, por supuesto. —respondió ella, girándose hacia él con una sonrisa traviesa. Enzo negó con la cabeza, riendo suavemente antes de acercarse para tomar su rostro entre las manos. —Si eso te hace feliz, gatita, te lo conseguiré. Amatista rodó los ojos, divertida. —No tienes que comprarme todo, amor. Con momentos como este me basta. El resto de la tarde transcurrió entre risas, juegos y momentos de calma bajo la sombra de los árboles. Cuando el sol comenzó a bajar, decidieron regresar al hotel. De vuelta en la suite, Enzo se dio una ducha rápida mientras Amatista se sentaba en el escritorio para revisar algunos materiales del curso. La mañana había sido perfecta, y ahora aprovechaba las horas libres para concentrarse en sus estudios. Antes de marcharse, Enzo se acercó a ella, inclinándose para darle un beso en la cabeza. —Me voy a reunir con los socios. Si llego tarde, no me esperes despierta. —Está bien, amor. —respondió Amatista, girándose hacia él—. Diviértete. Enzo sonrió ligeramente, aunque ambos sabían que las reuniones rara vez eran “divertidas” para él. —Te enviaré un mensaje cuando termine. —dijo, antes de marcharse. Amatista pasó la tarde en tranquilidad. Aprovechó para almorzar algo ligero que pidió al servicio de habitaciones, y luego continuó con sus clases de diseño. La pasión por lo que estudiaba hacía que las horas se le pasaran volando. Cuando finalmente recibió un mensaje de Enzo diciéndole que llegaría tarde Mientras Amatista cerraba su computadora y se preparaba para descansar, en una sala privada del hotel, Enzo estaba en medio de una tensa reunión con sus socios. Sentado en la cabecera de la mesa, irradiaba una calma que contrastaba con el ambiente cargado de desacuerdos que llenaban el espacio. Frente a él, Pablo y Milán discutían con vehemencia, mientras Leticia, María e Irene intercambiaban miradas de frustración. —La expansión hacia los terrenos de la costa no tiene sentido en este momento. —declaró Pablo, cruzando los brazos con firmeza—. El mercado está saturado, y nuestra prioridad debería ser consolidar lo que ya tenemos. —¿Saturado? —replicó Milán con incredulidad—. Estamos hablando de Costa Azul, uno de los destinos más exclusivos. Esa propiedad tiene un potencial que no podemos ignorar. Leticia, siempre hábil para intervenir en los momentos de mayor tensión, levantó una mano para pedir la palabra. —Entiendo ambos puntos, pero creo que debemos analizar esto desde otra perspectiva. —dijo con un tono conciliador—. ¿Tenemos datos concretos que respalden el retorno de inversión? Porque sin eso, no podemos decidir nada. Gabriel, sentado junto a ella, asintió lentamente. —Es un punto válido. —dijo, su voz más tranquila que la de los demás—. Pero también necesitamos considerar los riesgos de quedarnos atrás. Si no tomamos esta oportunidad, otros lo harán, y perderemos terreno frente a nuestros competidores. Enzo, que hasta ese momento había permanecido en silencio, dejó escapar un suspiro y golpeó ligeramente la mesa con los dedos, atrayendo la atención de todos. —Antes de seguir repitiendo los mismos argumentos, quiero que recuerden algo. —comenzó, su voz baja pero firme—. No estamos aquí para discutir quién tiene razón o quién está equivocado. Estamos aquí para tomar decisiones estratégicas que beneficien al grupo. Los murmullos cesaron, y todas las miradas se centraron en él. —El terreno frente a la playa es una inversión a largo plazo, y lo sabemos. —continuó—. No espero que todos estén de acuerdo de inmediato, pero quiero que revisen los informes que he preparado antes de descartar la idea. Tenemos proyecciones claras y un plan sólido para minimizar riesgos. Pablo frunció el ceño, pero no pudo evitar asentir ante las palabras de Enzo. María, por su parte, inclinó la cabeza hacia un lado, claramente reflexionando sobre el tema. —¿Qué sucede si invertimos y no obtenemos los resultados esperados? —preguntó Irene, su voz cautelosa—. ¿Cuál es el plan B? Enzo la miró directamente, con una pequeña sonrisa en los labios. —Siempre tengo un plan B. Pero si dejamos que el miedo a los riesgos nos paralice, nunca avanzaremos. —respondió—. No llegamos hasta aquí por ser cautelosos, sino por ser inteligentes. El grupo permaneció en silencio por unos segundos, procesando sus palabras. Fue Leticia quien finalmente rompió el silencio. —Creo que Enzo tiene razón. Deberíamos revisar esos informes antes de tomar una decisión definitiva. Gabriel asintió, seguido por Milán y Javier. Poco a poco, los ánimos comenzaron a calmarse, aunque era evidente que el debate continuaría en futuras reuniones. Antes de dar por concluida la sesión, Leticia, quien no había perdido su actitud coqueta durante toda la reunión, se inclinó ligeramente hacia Enzo. —Tal vez podríamos discutir esto más a fondo en otro ambiente. Una cena, tal vez. —sugirió, con una sonrisa que no pasó desapercibida para nadie. La propuesta de Leticia quedó flotando en el aire, sus palabras impregnadas de una intención que no pasó desapercibida para nadie. Enzo, recogiendo los últimos documentos de la mesa, se mantuvo inmutable. Sin embargo, cuando revisó su teléfono, su atención se desvió por completo. Un mensaje de Amatista brillaba en la pantalla: "Amor, estoy cansada. Me voy a acostar. No tardes mucho. Buenas noches ❤." Enzo levantó la vista hacia el grupo, que esperaba su respuesta, algunos más pacientes que otros. El ambiente tenso de la reunión comenzaba a disiparse, pero aún quedaban rastros de incomodidad por el debate sobre la expansión. —Escuchen —dijo Enzo con voz firme, guardando su teléfono en el bolsillo—. Creo que hemos discutido suficiente por hoy. Lo mejor será que tomemos un momento para cenar y retomemos este tema en la próxima reunión con las ideas más claras. La sugerencia pareció caer como un bálsamo sobre los presentes. Pablo y Milán intercambiaron miradas de aprobación, mientras Irene y Gabriel recogían sus documentos con gestos más relajados. María y Javier también se levantaron de sus asientos, listos para finalizar el día. Leticia, por supuesto, aprovechó la ocasión para lanzar otro comentario. —No me parece una mala idea. Además, siempre viene bien una buena cena después de un día tan productivo, ¿no creen? —dijo con una sonrisa dirigida principalmente hacia Enzo. Enzo no respondió más que con una inclinación de cabeza. Sabía perfectamente cómo manejar situaciones como esta. Aunque Leticia intentara atraer su atención con sutilezas, no le daba lugar a que lo malinterpretara. —Nos vemos en el restaurante del hotel en veinte minutos. —añadió él, zanjando la conversación mientras se dirigía a la salida. Los demás aceptaron sin discutir. Al final, nadie rechazaría la oportunidad de disfrutar de una buena comida después de una reunión intensa. El restaurante del hotel, ubicado en la planta baja, irradiaba elegancia. La iluminación cálida de las lámparas colgantes añadía un aire sofisticado, mientras las mesas, vestidas con manteles blancos y detalles dorados, ofrecían una atmósfera de exclusividad que solo un lugar de esa categoría podía garantizar. Cuando Enzo llegó, algunos socios ya estaban acomodados. Pablo y Javier conversaban animadamente, mientras Leticia, estratégicamente sentada cerca del lugar que Enzo ocuparía, escuchaba con atención, ocasionalmente añadiendo algún comentario. Gabriel, Irene, y Milán completaban el grupo, cada uno con una copa de vino en la mano. —Te estábamos esperando, Enzo. —dijo Leticia, alzando ligeramente su copa con una sonrisa que buscaba ser cautivadora. Enzo tomó asiento con su habitual calma, dejando que su porte imponente dominara la mesa sin esfuerzo alguno. Aunque exteriormente impecable y atento, su mente no podía evitar volver al mensaje de Amatista, imaginándola descansando en la suite, con la misma tranquilidad que siempre traía a su vida. —Brindemos entonces. —dijo María, levantando su copa para romper la formalidad—. Por las decisiones inteligentes y por lo que vendrá. —Y por un futuro brillante para Costa Azul. —añadió Gabriel, con entusiasmo. Los presentes chocaron sus copas, marcando el inicio de una cena que prometía discusiones importantes, aunque ya desprovista de la rigidez de las reuniones anteriores. —Este hotel es una joya, Enzo. —comentó Javier, dejando su copa en la mesa tras un sorbo—. Es fácil ver por qué siempre está lleno. —Cierto. —respondió Pablo, asintiendo lentamente—. Aunque con la expansión que estamos planeando, podríamos elevarlo aún más. Irene, siempre directa, tomó la palabra. —No se trata solo de crecer, sino de hacerlo bien. Las reformas y nuevas construcciones no deben comprometer lo que ya funciona. Enzo asintió, tomando un sorbo de su vino antes de hablar. —La clave está en la visión compartida. Este hotel ha sido un éxito porque entendimos las necesidades del lugar y del público. Si seguimos esa línea, podemos expandir sin perder la esencia que lo hace único. —Exacto. —añadió Milán, interviniendo con entusiasmo—. Pero no olvidemos que será necesario invertir en marketing para destacar frente a la competencia. Leticia, que había permanecido relativamente en silencio hasta ese momento, decidió intervenir. —Con un líder como tú, Enzo, no me cabe duda de que será un éxito. —dijo, lanzándole una mirada intencionada, que él respondió con un simple asentimiento. —El éxito es un esfuerzo de equipo. —replicó Enzo con calma, desviando la atención del halago hacia los demás. El comentario de Enzo no dejó lugar a interpretaciones, y Leticia, aunque algo incómoda, disimuló bien su reacción, bebiendo un sorbo de vino. Mientras los meseros servían platos cuidadosamente preparados, la conversación giró en torno a la expansión del hotel. Aunque todos los socios estaban de acuerdo en la idea general, las diferencias surgieron al discutir los detalles. —Si vamos a agregar más habitaciones, debería ser con un diseño que resalte la exclusividad. —opinó Irene, cortando delicadamente su filete. —Estoy de acuerdo. Pero también deberíamos pensar en incluir un spa más grande. —sugirió Gabriel—. Algo que sea un atractivo adicional para el tipo de clientes que buscamos. —No está mal. —comentó Pablo—. Aunque creo que primero deberíamos enfocarnos en garantizar que la estructura actual soporte los cambios. Enzo escuchaba atentamente, pero su enfoque no era solo técnico. Sabía que las discusiones sobre proyectos como este solían derivar en desacuerdos más personales, y prefería cortar cualquier tensión antes de que surgiera. —Todos los puntos son válidos. —intervino finalmente—. Pero antes de tomar decisiones finales, quiero que cada uno me presente un análisis detallado de sus propuestas. Así podremos debatir con más fundamento en la próxima reunión. El grupo asintió, aceptando la instrucción. Aunque algunos mostraban signos de cansancio, las miradas de aprobación predominaban. La cena avanzaba con un ambiente más relajado mientras las conversaciones se tornaban livianas y despreocupadas —Propongo algo —dijo Enzo, atrayendo la atención de todos—. Tomemos el día de mañana trabajen en sus propuestas, y nos reuniremos más adelante con ideas más definidas.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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