Capítulo 100 El encuentro con clara
Mateo se encontraba frente al espejo de su pequeño apartamento, observando su reflejo con una mezcla de incertidumbre y ansiedad. Habían pasado varios días desde que había decidido ir a buscar a Clara. Lo que comenzó como una simple curiosidad por su paradero había crecido en algo mucho más grande: una necesidad de enfrentar el pasado, de obtener respuestas a las preguntas que lo habían atormentado durante años. ¿Qué había pasado con ella? ¿Por qué se había alejado de su vida? Y lo más importante, ¿aún había algo entre ellos?
Se pasó la mano por el cabello, tratando de aplacar la agitación que sentía en el estómago. Estaba nervioso, y aunque trataba de convencerse de que todo iba a salir bien, la verdad era que no tenía idea de lo que iba a suceder en esa cita. El encuentro que tanto había imaginado en sus pensamientos ahora era una realidad que lo intimidaba.
Mateo eligió su ropa con cuidado, queriendo dar una buena impresión, pero al mismo tiempo no quería que Clara pensara que estaba tratando de impresionar. Optó por un conjunto sencillo pero elegante: una camisa blanca, un blazer oscuro y pantalones oscuros. Algo casual, pero que denotara seriedad. Se miró una vez más en el espejo, se ajustó la camisa y suspiró profundamente antes de salir del apartamento.
La ciudad estaba en pleno auge de la tarde cuando llegó al local de ropa donde Clara trabajaba. El lugar era pequeño, pero acogedor, lleno de prendas cuidadosamente dispuestas en estantes y percheros. La fachada estaba adornada con carteles coloridos que anunciaban ofertas, pero lo que más destacaba era la tienda en sí misma, con su aire moderno y elegante. Mateo se detuvo frente a la puerta, dudando un momento. ¿Qué iba a decir? ¿Cómo comenzaría la conversación? No tenía un plan, solo un deseo inmenso de ver a Clara y entender qué había ocurrido entre ellos.
Finalmente, se armó de valor y empujó la puerta. Un timbre sonó al ingresar, y al instante, un aroma a perfume suave y a telas frescas lo envolvió. La tienda estaba decorada con gusto, y en el centro, Clara estaba atendiendo a una cliente. Mateo la observó desde lejos por unos segundos, sin que ella lo notara. Estaba más hermosa de lo que recordaba, pero también diferente. Había una seriedad en su postura, una distancia emocional que no había estado allí antes.
La cliente terminó su compra y Clara se acercó a la caja. Al verla más cerca, Mateo sintió cómo su corazón dio un vuelco. El tiempo no había pasado en vano; Clara seguía siendo la mujer que él había conocido, pero ahora había algo más en ella. Había madurado, como él mismo lo había hecho. Ella levantó la vista y sus ojos se encontraron por primera vez después de tantos años.
El primer impacto fue silencioso. No hubo palabras inmediatamente. Clara lo miró, sorprendida, pero no parecía incómoda. Al contrario, había una calma en su rostro, como si ya hubiera anticipado este encuentro en algún rincón de su mente.
—Mateo… —dijo ella, como si probaran el sonido de su nombre en sus labios, como si no estuviera segura de que era él o si debía reaccionar de alguna forma.
—Hola, Clara —respondió él, finalmente rompiendo el silencio. Su voz sonó más firme de lo que se sentía. Su corazón latía rápidamente, pero se mantenía centrado. Por fin había llegado hasta ella.
Clara dio un paso atrás, mirando a su alrededor como si tratara de encontrar la forma correcta de abordar la situación.
—No esperaba verte… —dijo, su tono era calmado, pero Mateo pudo escuchar la mezcla de sorpresa y algo más en su voz. Tal vez algo de desconcierto, como si no supiera si estar feliz o nerviosa por ese reencuentro.
—Tampoco lo esperaba —respondió Mateo, con una sonrisa incómoda—. Solo estaba... pasando por aquí y pensé que podría detenerme.
Clara lo miró un momento, como si estuviera evaluando si había alguna razón más detrás de su visita. Mateo no podía ocultar la ansiedad en su rostro. Aquella conversación, aquella cita que no había sucedido, seguía rondando en su mente.
—¿Cómo has estado? —preguntó ella, tomando la iniciativa para romper el hielo. Mateo agradeció el gesto.
—Bien... He estado bien. ¿Y tú? —la pregunta sonaba más casual de lo que realmente sentía. No sabía por qué, pero necesitaba saberlo todo sobre Clara, no solo sobre lo que había hecho con su vida, sino por qué se había ido tan de repente.
Clara dejó escapar una pequeña sonrisa, una mezcla de nostalgia y algo de tristeza.
—La vida sigue, ya sabes. Trabajo, cambios… —hizo una pausa, mirando a los clientes que entraban al local—. Mudanzas. Es un poco complicado.
Mateo frunció el ceño, no entendiendo del todo a qué se refería. La ciudad no era tan grande, y se había enterado de que ella no vivía aquí ya.
—¿Mudanzas? —repitió él, sintiendo que tal vez necesitaba una aclaración.
Clara asintió, mirando a los lados con una ligera incomodidad.
—Sí, mi padre consiguió un trabajo en otro estado, y tuvimos que mudarnos. Por eso no pude quedarme.
Mateo la miró fijamente, asimilando la respuesta. Claro, eso tenía sentido. Entonces, no era que Clara lo hubiera olvidado o abandonado. Fue la vida, las circunstancias, lo que la llevó a irse.
—Siempre quise explicarte lo que pasó el día de nuestra cita... —comenzó a decir Mateo, sus palabras saliendo un poco atropelladas. Había tenido esa conversación en su cabeza tantas veces que, finalmente, era un alivio poder decirlo en voz alta.
Clara levantó una ceja, recordando el viejo incidente con una ligera risa.
—¿Te refieres a cuando me dejaste plantada? —dijo con tono juguetón, pero con una leve sonrisa. Mateo sonrió también, aliviado de que Clara no le guardara rencor por aquel malentendido.
—Mi padre me castigó y no pude llegar a tiempo. Estaba tan enojado que ni siquiera me permitió salir de casa. —Mateo sintió un peso levantarse al compartir su versión de los hechos. Había sido un adolescente ingenuo, y el enojo de su padre había echado a perder todo.
Clara se echó atrás y soltó una risa suave. No podía evitarlo. Recordaba perfectamente cómo se había sentido cuando él no apareció.
—Lo recuerdo bien, Mateo. Estaba furiosa. Pensé que me habías olvidado o que simplemente no te importaba.
Mateo se sintió tonto por haber dejado que las circunstancias lo superaran. Aquella cita significaba mucho para él, pero no había sido capaz de controlarlo todo en ese momento. Sin embargo, ver a Clara reír le dio una sensación de alivio.
—Nunca fue así. Te lo juro. —Su voz sonaba sincera, pero también había algo más en ella, una mezcla de arrepentimiento y deseo de hacer las cosas bien.
El ambiente entre ellos parecía relajarse un poco. Habían roto el hielo, pero aún quedaba mucho por decir. Sin embargo, la conversación se vio interrumpida cuando varios clientes entraron a la tienda. Clara sonrió disculpándose.
—Disculpa, Mateo. Tengo que atender a algunos clientes.
Mateo asintió, comprendiendo que no podía robarle más tiempo. Después de todo, ella tenía que trabajar. No quería hacerla sentir incómoda.
—Claro, no te preocupes —dijo, levantándose de su asiento. Pero antes de irse, algo lo detuvo.
Clara lo miró mientras él se acercaba a la puerta, como si hubiera algo que aún quedaba pendiente.
—¿No me invitarás a salir? —preguntó Clara, sin rodeos. Sus palabras fueron directas, pero había una sonrisa en sus labios que hizo que Mateo se sintiera mejor. Parecía que no todo había quedado en el pasado después de todo.
Mateo se quedó congelado por un momento, sin saber qué decir. La emoción que lo había embargado durante su conversación se intensificó.
—Claro que sí —respondió con una sonrisa genuina. Se acercó a la barra, sacó su celular y le pidió su número.
—Hoy por la noche estaré en el bar del centro, en la calle principal. Si vas, te lo daré —dijo Clara, y sus ojos brillaron con una mezcla de diversión y una curiosa expectativa.
Mateo sonrió más ampliamente.
—Ese bar es de un amigo mío —comentó, sin pensarlo demasiado—. Estaré allí, seguro.
Clara asintió, y sus ojos se encontraron por un momento, compartiendo una pequeña complicidad antes de que Mateo se despidiera.
—Nos vemos entonces, Clara. —Dijo él con una sonrisa que reflejaba la emoción de ese encuentro inesperado.
—Hasta luego, Mateo. —Clara lo despidió con un gesto leve, pero los dos sabían que algo había cambiado entre ellos. Había una promesa en el aire, algo que ni el tiempo ni la distancia podrían borrar.
Mateo salió del local y caminó hacia su coche, su mente trabajando a toda velocidad. Tenía una cita. Y esta vez, no dejaría que nada se interpusiera en el camino.
Mateo llegó al bar del centro poco después de las nueve de la noche. Las luces cálidas del lugar iluminaban la fachada de ladrillo rústico, y la música que salía de su interior tenía un ritmo animado pero relajado, perfecto para un viernes por la noche. Aunque el lugar le era familiar, esta vez la sensación era diferente. Su corazón latía con fuerza, sabiendo que Clara estaría ahí.
El interior estaba lleno de gente, pero no al punto de ser abrumador. Mateo saludó al encargado de la barra, un viejo amigo suyo llamado Jorge, y le preguntó si había visto a una mujer con el cabello oscuro y una sonrisa deslumbrante.
—¿Clara? Sí, llegó hace unos minutos —respondió Jorge con una sonrisa cómplice—. Está en la mesa del fondo, junto a la ventana.
Mateo agradeció con un leve gesto y se dirigió hacia donde le indicaron. Clara estaba sentada, revisando algo en su celular mientras jugueteaba con un vaso de mojito medio vacío. Llevaba un vestido sencillo pero elegante que resaltaba su figura, y su cabello estaba suelto, cayendo en ondas suaves sobre sus hombros. Cuando lo vio acercarse, levantó la mirada y sonrió.
—Pensé que no vendrías —dijo Clara, alzando una ceja con un tono juguetón.
—¿Y perderme la oportunidad de verte? Ni lo sueñes —respondió Mateo mientras se sentaba frente a ella.
Clara rió suavemente, y el sonido relajó a Mateo de inmediato. Había algo en ella que seguía siendo tan natural y auténtico como cuando eran adolescentes, pero al mismo tiempo, había una madurez que lo intrigaba.
—¿Siempre fuiste así de encantador, o es algo nuevo? —preguntó Clara, llevándose el vaso a los labios para tomar un sorbo.
—Tal vez nunca tuve la oportunidad de demostrarlo antes —dijo él con una sonrisa.
Por unos momentos, ambos quedaron en silencio, simplemente disfrutando de la compañía del otro. La música de fondo llenaba los espacios vacíos, pero no había incomodidad entre ellos. Mateo aprovechó el momento para observarla más de cerca. Clara estaba tranquila, pero en sus ojos podía percibir un destello de curiosidad, como si también estuviera intentando descifrarlo a él.
—Este lugar tiene su encanto —comentó Clara, rompiendo el silencio.
—Lo sé. Es uno de mis favoritos. Jorge, el dueño, es un buen amigo mío. Pasé muchas noches aquí, pero esta es la primera vez que estoy tan nervioso.
Clara lo miró con interés.
—¿Nervioso? ¿Por qué? —preguntó, aunque su sonrisa sugería que tenía una idea.
—Porque no sabía si aceptarías verme después de tantos años. —Mateo bajó un poco la mirada, siendo sincero.
Clara rió de nuevo, pero esta vez había un toque de calidez en su expresión.
—Mateo, somos adultos ahora. No creo que haya necesidad de ponernos nerviosos. Además, yo fui la que prácticamente te pidió que me invitaras a salir, ¿no?
Mateo asintió, aliviado por su respuesta. Clara siempre había tenido esa habilidad de desarmarlo con su naturalidad.
—Tienes razón, pero aun así... no puedo evitarlo. —Su sonrisa era honesta, y Clara pareció apreciarlo.
La conversación fluyó con facilidad después de eso. Hablaron sobre sus vidas, sobre cómo Clara había dedicado su tiempo a su negocio y cómo Mateo había terminado trabajando en varios proyectos y negocios. Compartieron recuerdos de su adolescencia, riéndose de las cosas tontas que hacían y recordando a los amigos que habían perdido de vista.
—Todavía recuerdo cuando intentaste enseñarme a andar en bicicleta —dijo Clara, riendo mientras tomaba otro sorbo de su mojito.
—¿Intenté? Por favor, te enseñé a hacerlo. Aunque casi me rompes un brazo en el proceso. —Mateo fingió indignación, haciendo que Clara riera aún más.
—Bueno, sí, fue un poco caótico, pero lo logré, ¿no? —respondió ella con una sonrisa satisfecha.
Mateo la miró por un momento, perdiéndose en su risa. Había algo en esa noche que lo hacía sentirse como un adolescente otra vez, como si el tiempo no hubiera pasado.
Después de un rato, Clara señaló hacia la pista de baile, donde algunas parejas se movían al ritmo de una canción animada.
—¿Qué dices, Mateo? ¿Te animas a bailar?
Él la miró, sorprendido, pero no iba a dejar pasar la oportunidad.
—No soy el mejor bailarín, pero contigo, haré el intento.
Clara se levantó y extendió su mano, guiándolo hacia la pista. La música cambió a una melodía más lenta, y Mateo aprovechó para tomarla suavemente por la cintura mientras ella colocaba sus manos en sus hombros. Por un momento, todo lo demás desapareció. La luz tenue del bar, la música, y la cercanía entre ellos crearon una burbuja donde solo existían ellos dos.
—Esto es surrealista —murmuró Mateo, mirando a Clara a los ojos.
—¿El qué? —preguntó ella, inclinando un poco la cabeza.
—Estar aquí contigo, después de tantos años. Nunca pensé que tendría esta oportunidad. —Su voz era suave, pero cada palabra llevaba el peso de su sinceridad.
Clara lo miró por unos segundos antes de responder.
—La vida tiene maneras curiosas de sorprendernos, Mateo. —Su tono era sereno, pero sus palabras parecían esconder algo más, como si ella también estuviera lidiando con sus propios pensamientos.
Mateo la observó por un momento, tratando de descifrar la profundidad de sus palabras. Finalmente, rompió el silencio con una sonrisa reflexiva.
—Una amiga me dijo algo hace poco —dijo, inclinándose un poco hacia ella—: "Lo que está destinado a ser, será".
Clara levantó una ceja, interesada.
—¿Tú crees en eso? —preguntó, inclinando la cabeza con una mezcla de curiosidad y escepticismo.
Mateo soltó una pequeña risa antes de responder.
—No lo sé. Supongo que nunca lo había pensado seriamente hasta ahora. Pero, si estoy aquí contigo, después de tantos años, tal vez tenga algo de verdad.
La canción terminó, y ambos regresaron a la mesa. Clara revisó su reloj y suspiró.
—Es tarde. Mañana tengo que abrir el local temprano —dijo con un tono de resignación.
Mateo asintió, aunque deseaba que la noche pudiera extenderse un poco más. Antes de que ella se levantara, sacó su celular.
—¿Puedo tener tu número ahora? Creo que me lo gané. —La sonrisa en su rostro era genuina, y Clara no pudo evitar devolverle una.
—Está bien, lo has hecho bien esta noche. —Clara tomó su teléfono y escribió su número, devolviéndoselo con una sonrisa.
—Gracias por venir esta noche, Clara. Realmente lo disfruté.
—Yo también, Mateo. Fue... agradable volver a verte. —Sus palabras eran simples, pero había algo en su mirada que decía mucho más.
Clara se despidió con un gesto antes de salir del bar, y Mateo se quedó mirando la puerta por donde ella se había ido. Sus pensamientos eran un torbellino, pero una cosa era clara: no iba a dejar que esta oportunidad se desvaneciera.
Esta vez, no cometería el mismo error.