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Capítulo 63 El juego de las sombras

Enzo regresó a la mansión Bourth con el rostro endurecido por la frustración. Cada paso que daba hacia su habitación parecía más pesado, como si el aire a su alrededor estuviera cargado de preguntas sin respuesta. Había pasado horas interrogando al hombre capturado, pero todo lo que obtuvo fue información incompleta y pistas vagas. La camioneta amarilla, el galpón en las afueras de la ciudad, el pago dejado como un premio... todo apuntaba a un plan meticulosamente calculado. Pero lo que más lo consumía era la certeza de que alguien estaba jugando con él. Al cruzar las puertas de la mansión, se encontró con Martina y Hugo Ruffo esperándolo en el salón principal. Sus rostros mostraban una mezcla de preocupación y curiosidad que, a ojos de Enzo, no eran más que una burda actuación. —Enzo —dijo Martina, dando un paso hacia él con una expresión que intentaba parecer compasiva—, hemos estado tan preocupados por Amatista. Esto es terrible. ¿Hay alguna novedad? Hugo asintió, llevando una mano al corazón para añadir un toque teatral a sus palabras. —Sí, Enzo. Cualquier cosa que necesites, estamos aquí para ayudar. Esto... esto no debería estar pasando. Enzo los miró con una mezcla de disgusto y desconfianza. Había aprendido a leer a las personas desde muy joven, y los Ruffo no eran la excepción. Podía sentir que sus palabras eran huecas, que cada gesto estaba calculado. Sin embargo, no mostró su furia. No todavía. —Es curioso que estén tan preocupados —dijo Enzo con un tono seco, caminando lentamente hacia ellos. Sus ojos se fijaron en Martina, y por un instante, ella pareció titubear—. Recibí una carta. Supuestamente de Amatista. Pero no creo ni una sola palabra de lo que dice. Martina frunció el ceño, intentando mantener la compostura. —¿Una carta? ¿Qué decía? —preguntó, tratando de sonar genuina. Enzo sonrió, pero no era una sonrisa cálida. Era fría, peligrosa. —Que decidió irse por voluntad propia. Que no quiere que la busque. —Se inclinó ligeramente hacia ellos, dejando que sus palabras se cargaran de intención—. Pero conozco a mi esposa. Y sé que eso no es cierto. Hugo tragó saliva, retrocediendo un paso ante la intensidad en los ojos de Enzo. —Bueno, quizá... quizá alguien la convenció de que sería lo mejor —balbuceó, intentando encontrar una explicación que no lo involucrara directamente. Enzo dejó escapar una risa breve y amarga. —No me importa quién la convenció. Lo que sí sé es que alguien la tiene, y no voy a detenerme hasta encontrarla. —Su mirada se volvió aún más helada cuando se dirigió directamente a Martina—. Espero, por su bien, que ustedes no tengan nada que ver con esto. Martina abrió la boca para responder, pero Enzo levantó una mano, cortando cualquier intento de justificación. —No necesito sus palabras. Solo recuerden esto: si descubro que están involucrados, no habrá lugar en este mundo donde puedan esconderse. El silencio que siguió fue denso y cargado de tensión. Martina bajó la mirada, evitando el contacto visual con Enzo, mientras Hugo asentía repetidamente como si eso pudiera calmarlo. Sin decir más, Enzo los dejó en el salón y se dirigió a su habitación. Allí, comenzó a cambiarse con movimientos rápidos y precisos, como si el simple acto de vestirse pudiera disipar la tormenta de emociones que lo consumía. Mientras se ajustaba los puños de su camisa, su mente regresaba a Amatista, a su sonrisa y a la forma en que siempre lograba calmarlo incluso en los momentos más oscuros. "Te voy a encontrar, gatita. No importa cuánto tiempo tome, ni a cuántos tenga que derribar en el camino", pensó, mientras cerraba el último botón. De regreso en el salón, Martina y Hugo seguían allí, conversando en voz baja. Enzo los ignoró por completo mientras pasaba junto a ellos, pero no antes de dejarles una última advertencia. —Manténganse fuera de mi camino. Si no tienen nada que ocultar, eso será fácil. Si no... bueno, ya conocen el resto. Con esas palabras, salió de la mansión, dejando a los Ruffo sumidos en un silencio incómodo, conscientes de que su teatro empezaba a desmoronarse. Una semana transcurrió sin novedades, y la búsqueda seguía estancada. Los rastros de la camioneta amarilla se desvanecieron, y aunque tenían la certeza de que los Ruffo estaban detrás de todo esto, las pruebas seguían siendo esquivas. Amatista, encadenada a la pared de la fría y húmeda habitación, despertó una vez más en su cautiverio. El silencio se cernía sobre el lugar, quebrado solo por el sonido de sus propias respiraciones. El calor del día anterior había cedido al fresco de la mañana, pero la incomodidad de estar confinada no disminuía. Cuando sus ojos se abrieron, vio que nuevamente era Lucas quien la vigilaba. No era un guardia como los demás, su actitud diferente, aunque aún seguía cumpliendo con su tarea. Amatista se encontraba más tranquila de lo habitual, sabiendo que Lucas no era completamente indiferente a su situación. En sus ojos podía ver la contradicción, la duda, lo que le daba esperanza de que aún había algo de humanidad en él. Con una sonrisa ligera, Amatista decidió romper el silencio, como siempre lo hacía, para probar si podía sacar algo de información o, al menos, mantener su mente ocupada. —¿Por qué te has ido toda la semana? —preguntó con voz suave, pero curiosa. Lucas la miró, pero permaneció en silencio por un momento, como si las palabras le costaran salir. Finalmente, con un suspiro, habló: —No tengo mucho que decir, solo... no quería que me mataran —respondió, bajando la mirada. Amatista se recostó contra la pared, observando a Lucas con atención. —El otro guardia no me caía nada bien. No sé cómo ustedes hacen esto. —dijo en tono de broma, tratando de aliviar la tensión con humor, aunque su situación no lo permitía. Lucas, para su sorpresa, sonrió ligeramente, una expresión casi imperceptible, pero suficiente para que Amatista notara que algo había cambiado. —No entiendo cómo puedes reírte en una situación así. —comentó Lucas, ahora algo más relajado por su respuesta. Amatista, viendo la oportunidad, siguió bromeando. —Es difícil no encontrar algo gracioso en la vida, incluso en las peores situaciones. —dijo, aunque su tono se tornó algo más serio—. Aunque, sinceramente, si me mudas a una habitación VIP, podría dejar una buena reseña. Lucas soltó una risa nerviosa, claramente más relajado por su respuesta. —Eso me hace reír... ¿Cómo sigues tan... tranquila? —preguntó, todavía sorprendido por su actitud. Amatista dejó escapar una pequeña sonrisa antes de responder. —Porque sé que Enzo vendrá por mí. No me preocupa. Lucas la miró con seriedad, como si intentara comprenderla. —Cada día deberías estar menos segura, no más —comentó, con un dejo de desesperanza en su voz. Amatista, al escuchar sus palabras, comprendió lo que realmente sentía. Estaba atrapado en la misma situación que ella, obligado a seguir órdenes que iban en contra de su naturaleza. —Nunca fui muy buena para seguir reglas —respondió con una sonrisa irónica, dejando escapar un suspiro. Lucas, mirándola fijamente, bajó la vista. —Eres igual a mi hijo... —dijo, casi en un susurro. —¿Cómo se llama tu hijo? —preguntó Amatista, más por curiosidad que por necesidad de obtener información. Lucas se quedó en silencio por un largo rato, luego de un tiempo respondió con tono grave. —Mariano. Está muy enfermo. Tuve que faltar esta semana para estar con él. No hay mucho que hacer... —su voz se quebró un poco. Amatista lo miró, comprendiendo la tristeza que llevaba consigo. —Lo siento mucho... Espero que se recupere pronto. —dijo, con una sinceridad palpable en su tono. Lucas suspiró, dejando caer la cabeza. —Es imposible. Nadie hace nada sin dinero. Si no hay dinero, no hay esperanza para él. Amatista lo miró, una idea surgiendo en su mente. —Si me ayudas, puedo pedirle a Enzo que te ayude con los gastos médicos. Él puede proteger a tu familia. Te lo prometo. Lucas la miró con incredulidad. —Si hago eso, me matarán. —respondió, con voz áspera. —No. Enzo no hará eso. Él puede ayudarte. Te protegerá. Tú solo tienes que confiar en mí. —dijo Amatista, con tono suave pero decidido. Después de un largo silencio, Lucas finalmente asintió, pero aún dudaba. —No lo haré. —dijo, su voz llena de incertidumbre y desesperación. Amatista se recostó de nuevo contra la pared, su mirada fija en el techo. Sabía que había tocado un punto sensible en Lucas, pero también sabía que el miedo a las represalias era más fuerte que cualquier promesa de ayuda. La oficina del club de golf seguía envuelta en un silencio cargado de tensión. Enzo miraba a los hombres que lo acompañaban, sus rostros reflejando la misma frustración que él sentía. Después de más de una semana buscando a Amatista sin resultados concretos, era claro que algo no estaban viendo, algo que debían analizar desde otro ángulo. —Esto no puede seguir así —dijo finalmente, rompiendo el silencio, mientras cruzaba los brazos sobre el pecho—. Llevamos días dando vueltas y seguimos en el mismo punto. Quiero que volvamos al principio. Algo hemos pasado por alto. Todos asintieron, preparados para redoblar esfuerzos. Enzo giró hacia Mateo, su mirada intensa. —Quiero que investigues a fondo la denuncia anónima sobre el casino. Si fue una distracción para alejarme de Amatista, entonces alguien debió dejar un rastro. Contacta a nuestros informantes en la policía y averigua de dónde salió esa llamada. Mateo asintió de inmediato y ya sacaba su teléfono para hacer los arreglos necesarios. Enzo dirigió su atención a Emilio y Massimo, quienes estaban atentos a su siguiente orden. —Ustedes mantendrán a los Ruffo bajo vigilancia constante. Sé que están detrás de esto, pero necesitamos pruebas sólidas para actuar. Revisen cada movimiento, cada transacción, cada llamada. Quiero que se centren en sus finanzas también. Si han contratado a gente para este trabajo, el dinero debió salir de algún lado. Massimo asintió mientras Emilio preguntaba con tono práctico: —¿Algún contacto específico en mente? —Hablen con nuestros aliados en los bancos locales. Busquen transferencias sospechosas, pagos recientes o movimientos inusuales que coincidan con el tiempo desde que se llevaron a Amatista. Si los Ruffo financiaron esto, quiero saberlo. Enzo se volvió hacia Maximiliano y Mauricio Sotelo, quienes ya estaban listos para actuar. —Quiero que regresen a revisar los lugares clave. Las ubicaciones que ya investigamos, pero desde una nueva perspectiva. Hablen con la gente de los alrededores. Pregunten si han visto a alguien que no pertenezca a la zona, vehículos desconocidos o actividades fuera de lo común. Los Sotelo intercambiaron una mirada rápida y luego asintieron, listos para seguir las instrucciones de Enzo. Valentino y Alejandro, que habían permanecido en silencio, dieron un paso adelante. —¿Qué quieres que hagamos nosotros? —preguntó Alejandro. —Ustedes investigarán a fondo a cualquier persona que pueda haber tenido acceso a información interna sobre nuestros movimientos. Esto incluye a empleados, socios y contactos cercanos. Si alguien filtró algo sobre Amatista o mi agenda, quiero saber quién fue y por qué. Enzo tomó aire profundamente, apoyando ambas manos sobre el escritorio. Cerró los ojos por un momento y dejó que su mente viajara hacia Amatista. Aunque la desesperación amenazaba con abrumarlo, un recuerdo cálido lo invadió: Amatista sentada frente a él, con su sonrisa tranquila y la mirada que siempre lo hacía sentir en paz. Abrió los ojos con renovada determinación. —No voy a dejar que ellos ganen. Vamos a encontrarla, y cuando lo hagamos, se arrepentirán de haberse cruzado en mi camino —dijo con firmeza, mientras sus hombres asentían con la misma convicción. Mateo ya estaba en una llamada, recibiendo los primeros detalles sobre la denuncia del casino. Massimo y Emilio se dirigían a coordinar la vigilancia sobre los Ruffo, mientras los Sotelo salían hacia los puntos clave de la investigación. Valentino y Alejandro revisaban las listas de contactos en busca de posibles traidores. Enzo permaneció en la oficina, su mirada fija en el mapa que tenían sobre la mesa, marcado con las ubicaciones investigadas. Aunque la presión lo consumía, sabía que no podía rendirse. Amatista lo necesitaba, y estaba dispuesto a remover cielo y tierra para traerla de vuelta.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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