Capítulo 76 Un desafío en el campo

El restaurante comenzaba a vaciarse mientras el almuerzo de Amatista y Enzo llegaba a su fin. La conversación fluía con la misma ligereza que las copas de vino sobre la mesa, el tema principal aun siendo lo deliciosa que había resultado la pasta. —Amor, no estoy exagerando cuando digo que podríamos venir aquí cada semana. —comentó Amatista, señalando su plato vacío con un gesto teatral—. Estoy completamente enamorada de este lugar. Enzo soltó una risa suave, recostándose en su silla mientras la miraba con una mezcla de ternura y diversión. —Gatita, si cada lugar al que te llevo te conquista de esta manera, voy a empezar a pensar que te quedas conmigo solo por la comida. —dijo, arqueando una ceja, su tono juguetón. Amatista rió, llevándose una mano al pecho como si estuviera ofendida. —¿Cómo puedes decir eso? Si me quedo contigo, es porque la comida es el segundo mejor regalo que recibo cuando estoy contigo. —respondió, su tono coqueto, mientras le guiñaba un ojo. Enzo estaba a punto de responder cuando las figuras de Maicol, Diego, Bera, Eva y Alex se acercaron a su mesa. Eran imponentes, con la elegancia y seguridad que solo los años de experiencia y poder podían otorgarles. —Enzo. —dijo Maicol, extendiendo una mano hacia él con una sonrisa que parecía más estratégica que amistosa—. No podíamos marcharnos sin saludar. Enzo estrechó su mano con firmeza, su postura relajada pero alerta, como siempre lo estaba frente a figuras del pasado. —Maicol, un gusto verte. —respondió, con la misma cordialidad. Las miradas de los socios se dirigieron rápidamente a Amatista, evaluándola con curiosidad apenas disimulada. —¿Y quién es esta encantadora compañía? —preguntó Eva, inclinándose ligeramente hacia Amatista, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. —Soy Amatista. —respondió ella con calma, sosteniendo la mirada de Eva mientras extendía su mano en un gesto educado. Las preguntas comenzaron a fluir, centradas todas en ella. Desde comentarios sobre su relación con Enzo hasta insinuaciones sutiles sobre cómo encajaba en el mundo que los rodeaba. Aunque Amatista respondía con elegancia y confianza, Enzo no tardó en percibir que la incomodidad comenzaba a filtrarse en sus ojos. —Bueno, señores y señoras. —dijo Enzo, levantándose de su asiento y despidiendo a los socios con una leve inclinación de cabeza—. Estoy seguro de que tienen otros compromisos que atender. Nosotros también debemos continuar nuestro día. El grupo captó el mensaje, y tras unas últimas palabras corteses, se retiraron. Cuando finalmente se quedaron solos, Amatista soltó una risa suave, como si se quitara un peso de encima. —¿Siempre son así de curiosos? —preguntó, llevándose la copa a los labios. —Siempre. —respondió Enzo, riendo suavemente—. Pero no volverán a molestarte, amor. Ambos comenzaron a reír, encontrando la situación más cómica que molesta. Cuando terminaron el almuerzo y salieron del restaurante, el sol de la tarde los recibió con calidez. Enzo tomó la mano de Amatista y la guió hacia el auto, pero antes de que subieran, se detuvo y la miró con una expresión traviesa. —¿Qué tal si hacemos algo divertido esta tarde? —preguntó, inclinando la cabeza. —¿Divertido cómo? —respondió Amatista, cruzándose de brazos, intrigada. —Un pequeño desafío en el club de golf. —dijo Enzo, con una sonrisa que dejaba claro que ya había decidido el plan. Amatista rió suavemente, negando con la cabeza. —No estamos vestidos para eso, amor. —dijo, señalando sus atuendos casuales—. Y, además, estoy agotada. —Podemos comprar ropa en la tienda cerca del club. —respondió Enzo, sin dejarle espacio para rechazar la idea—. Y no me engañas, gatita. Te vi devorar esa pasta como si fuera el combustible que necesitabas para vencerme. Amatista entrecerró los ojos, aceptando el desafío con una sonrisa desafiante. —Muy bien, Bourth. Si insistes, vamos al club. Pero te advierto, no voy a dejar que ganes tan fácilmente. —dijo, flexionando ligeramente un brazo y señalando un músculo inexistente en broma. Enzo soltó una carcajada, negando con la cabeza mientras abría la puerta del auto para que ella subiera. En el auto, la conversación fluyó con la naturalidad que siempre los había caracterizado. Amatista, recostada contra la ventana, jugaba distraídamente con su cabello, mientras miraba el paisaje pasar. Su sonrisa burlona era un presagio claro de las bromas que estaban por venir. —¿Qué vas a hacer cuando pierdas, amor? —preguntó, girándose hacia él con un destello de picardía en los ojos. Enzo, con ambas manos firmes en el volante, dejó escapar una leve risa antes de mirarla de reojo. —¿Perder? —repitió, alzando una ceja con una mezcla de incredulidad y diversión—. Gatita, creo que te estás olvidando de quién soy. Amatista soltó una carcajada suave, inclinándose ligeramente hacia él, como si estuviera a punto de contarle un secreto. —Oh, lo sé perfectamente. Eres Enzo Bourth, el hombre perfecto. —dijo, enfatizando cada palabra con un toque de ironía—. Pero incluso los hombres perfectos pueden perder de vez en cuando. Enzo negó con la cabeza, una sonrisa ladeada dibujándose en su rostro mientras regresaba la mirada al camino. —Si pierdo, gatita, será porque te dejé ganar. —respondió con tono confiado, su voz grave llenando el auto. Amatista rodó los ojos, aunque no pudo evitar que una sonrisa divertida se asomara en sus labios. —Claro, claro. Siempre tienes una excusa lista, amor. —replicó, dejando que su dedo trazara círculos en el borde de su asiento con un gesto despreocupado. La conversación hizo una breve pausa mientras ambos disfrutaban del juego verbal. Amatista, aún con esa chispa traviesa, decidió cambiar de tema, pero sin dejar el tono de desafío. —Solo asegúrate de comprarme algo bonito en la tienda. Quiero verme bien cuando te derrote. —dijo, girándose hacia él con una sonrisa que mezclaba confianza y provocación. Enzo soltó una risa baja, una que vibró en el aire entre ellos. —Te compraré lo que quieras, gatita. Pero ten cuidado con esas palabras. No querrás que este hombre perfecto te humille en público. Amatista lo miró con fingida sorpresa, llevándose una mano al pecho como si estuviera ofendida. —¿Humillarme? Amor, eres bueno en muchas cosas, pero este juego será mío. —respondió, inclinándose hacia él con un aire desafiante—. Y cuando te gane, te haré prometer algo. —¿Ah, sí? —preguntó Enzo, arqueando una ceja mientras le lanzaba una rápida mirada antes de volver la atención al camino—. ¿Y qué me vas a hacer prometer? Amatista se tomó un momento, como si lo estuviera considerando seriamente, antes de responder con una sonrisa que brillaba con malicia. —Que siempre reconocerás que soy mejor que tú en algo. Aunque sea solo en el golf. Enzo dejó escapar una risa, pero no contestó de inmediato. La pausa en su respuesta hizo que Amatista se sintiera victoriosa por un breve momento, hasta que él finalmente habló. —Gatita, si llegas a ganarme, te prometo que lo reconoceré. Pero no olvides que, si pierdes, tendrás que cumplir con mi pedido. —respondió con un tono que mezclaba desafío y misterio, dejando claro que ya tenía algo en mente. Amatista lo miró, intrigada, pero no lo presionó para que revelara su idea. En cambio, sonrió para sí misma, disfrutando de la anticipación que siempre parecía rodear cualquier interacción entre ellos. El auto siguió avanzando por el camino mientras el sol de la tarde iluminaba el interior. Amatista cruzó las piernas y dejó que su pie se balanceara ligeramente al ritmo de la música que sonaba en el fondo, sus ojos fijos en el perfil de Enzo. —¿Sabes algo, amor? —preguntó, rompiendo el cómodo silencio que se había instalado por un momento. —¿Qué pasa, gatita? —respondió él, con un tono más suave pero igual de atento. —A veces pienso que te gusta demasiado este juego de poder entre nosotros. —dijo, inclinándose hacia él con una sonrisa traviesa—. Pero esta vez, soy yo la que tiene la ventaja. Enzo se permitió una leve sonrisa, esa que siempre aparecía cuando sabía que la situación estaba bajo su control. —No es un juego de poder, gatita. Es un recordatorio de lo bien que funcionamos juntos. Tú desafías, y yo gano. Amatista soltó una risa, sacudiendo la cabeza mientras se recostaba nuevamente en su asiento. —Veremos, amor. Veremos. El resto del viaje estuvo salpicado de bromas y comentarios ligeros, la tensión amistosa entre ellos creciendo con cada kilómetro que los acercaba al club. Ambos sabían que, aunque el golf era el pretexto, lo que realmente disfrutaban era la conexión y el constante desafío que compartían. Cuando finalmente divisaron la tienda cercana al club, Amatista se inclinó hacia adelante, apoyando las manos en el tablero con entusiasmo fingido. —Bien, amor. Hora de comprarme algo que me haga ver como una campeona. —dijo, girándose hacia él con una sonrisa radiante. Enzo negó con la cabeza, pero la diversión en sus ojos delataba que estaba disfrutando tanto como ella. —Vamos, campeona. Veamos si la ropa te da la ventaja que necesitas. —respondió, estacionando el auto y abriendo la puerta para que ella saliera. Ambos sabían que el verdadero desafío estaba a punto de comenzar. El auto se detuvo suavemente frente a la tienda. Desde el exterior, el lugar parecía más una boutique de lujo que un sitio donde se vendía ropa deportiva. Amatista miró el edificio con una mezcla de curiosidad y escepticismo antes de girarse hacia Enzo. —¿Estás seguro de que esto no es una tienda de joyas? —preguntó, levantando una ceja. Enzo soltó una risa baja mientras apagaba el motor. —Gatita, te prometí que aquí encontrarías lo que necesitas para vencerme… o al menos intentarlo. Amatista rodó los ojos, pero una sonrisa juguetona apareció en sus labios. —¿Intentarlo? Amor, deberías empezar a practicar tu discurso de derrota. Ambos entraron a la tienda, donde un aire de exclusividad los envolvió de inmediato. Las prendas estaban perfectamente organizadas, cada pieza parecía más elegante que la anterior, y el personal los recibió con una mezcla de respeto y discreción que solo los clientes de alto perfil podían esperar. Mientras caminaban por los pasillos, Amatista se detuvo frente a un conjunto que llamó su atención: una pollera celeste con un diseño que mezclaba comodidad y estilo, y una remera de mangas cortas con botones que combinaba a la perfección. —Creo que esto funcionará. —comentó, tomando ambas prendas y sosteniéndolas frente a su cuerpo mientras miraba a Enzo. Él, apoyado casualmente contra un mostrador, la observó con atención, su mirada deteniéndose un momento más del necesario en ella antes de asentir con una sonrisa aprobatoria. —Perfecto, como siempre, gatita. Aunque me pregunto si realmente necesitas algo tan bonito para jugar al golf. —dijo, con un tono que mezclaba admiración y burla. Amatista le lanzó una mirada rápida, divertida. —Bueno, amor, una campeona también debe verse como tal. —¿Campeona? —repitió Enzo, riendo suavemente mientras tomaba una remera negra y unas bermudas—. Mejor apúrate, campeona. No quiero que uses la excusa de que no tuviste tiempo para prepararte cuando pierdas. Amatista rió mientras se dirigía al vestidor. —No te preocupes, amor. No necesitaré excusas. Tú, por otro lado… —dejó la frase en el aire, disfrutando de la anticipación mientras desaparecía tras la cortina del vestidor. Dentro del vestidor, Amatista se cambió rápidamente, pero se detuvo un momento frente al espejo, ajustándose la coleta alta para asegurarse de que todo estuviera en su lugar. El conjunto que había elegido le quedaba perfecto: la pollera celeste resaltaba su figura, mientras que la remera de mangas cortas con botones le daba un aire juvenil pero elegante. Al salir, encontró a Enzo esperándola junto a uno de los mostradores. Su mirada la recorrió de arriba abajo, y la sonrisa en su rostro fue suficiente para que Amatista supiera lo que estaba pensando. La remera negra y las bermudas que llevaba él destacaban su físico impecable, y su postura relajada solo hacía que se viera aún más atractivo. —Bueno, ¿qué te parece? —preguntó Amatista, girando lentamente para que pudiera ver el conjunto completo, con una sonrisa juguetona en los labios. Enzo cruzó los brazos, dejando escapar una risa suave antes de responder. —No tengo palabras, gatita. Aunque ahora estoy empezando a pensar que deberíamos haber traído una cámara. Este momento merece ser inmortalizado. Amatista rió y, sin perder tiempo, extendió la mano para tomar el teléfono que descansaba en el bolsillo de Enzo. —Eso puedo solucionarlo, amor. —dijo, desbloqueando el teléfono con rapidez—. Ven, vamos a hacer que este momento quede para la posteridad. Antes de que él pudiera objetar, Amatista se colocó a su lado, sosteniendo el teléfono frente a ellos. Enzo, aunque fingía resignación, se inclinó hacia ella, colocando una mano en su cintura mientras ambos sonreían para la cámara. —Perfecto. —murmuró Amatista, revisando la foto antes de guardarla en el teléfono—. Ahora sí, estamos listos para la competencia. Enzo negó con la cabeza, dejando escapar una leve risa. —Deja de exagerar, amor. Solo necesitas admitir que ya gané en estilo. —Eso lo admito sin dudar. —respondió él, inclinándose ligeramente hacia ella—. Pero recuerda, el estilo no te hará ganar en el campo. Amatista lo miró con una ceja alzada, cruzando los brazos en un gesto de desafío. —Ya lo veremos. Mientras continuaban con sus bromas, una leve risa llamó su atención. Las empleadas de la tienda, discretamente ubicadas cerca del mostrador, no pudieron evitar sonreír al ver la interacción entre ambos. —¿Algo que comentar? —preguntó Amatista, con una sonrisa cómplice hacia ellas, aunque su tono seguía siendo juguetón. —Nada, señorita. Solo que hacen una pareja encantadora. —respondió una de ellas, con una sonrisa tímida. Enzo sacó su billetera, acercándose al mostrador mientras entregaba su tarjeta para pagar las prendas. —Gracias por la atención. —dijo Enzo, con la misma cortesía impecable que siempre lo caracterizaba. El sol de la tarde bañaba el campo de golf, iluminando el césped perfectamente cuidado y creando el escenario perfecto para el desafío que ambos estaban por enfrentar. Amatista y Enzo tomaron sus posiciones iniciales, el aire entre ellos cargado de tensión competitiva, dejando a un lado por un momento las bromas y el coqueteo. Desde el primer golpe, quedó claro que ambos estaban determinados a ganar. Enzo, con su postura impecable y movimientos calculados, logró un golpe preciso que envió la pelota a una distancia considerable, cerca del hoyo. —Nada mal. —comentó Amatista mientras ajustaba su postura, concentrándose en su próximo golpe. Con un movimiento fluido y preciso, Amatista logró igualar la jugada, haciendo que Enzo la mirara con una mezcla de admiración y desafío. —Buen golpe, gatita. —dijo, su tono respetuoso pero claramente competitivo. El juego avanzaba, y la rivalidad entre ambos se intensificaba. Enzo parecía tener la ventaja en los primeros hoyos, su técnica perfecta era difícil de superar. Sin embargo, Amatista se mantenía firme, estudiando cada movimiento de su oponente y aprovechando cualquier oportunidad para reducir la distancia entre ellos. En el cuarto hoyo, Amatista logró un golpe impecable que dejó a Enzo visiblemente impresionado. —Eso fue suerte, gatita. —comentó él, tomando su turno inmediatamente después y logrando un golpe igualmente impresionante. —¿Suerte? No, amor. Es pura habilidad. —respondió ella con una sonrisa confiada, colocando sus manos en las caderas mientras lo miraba con desafío. La competencia se mantenía reñida, cada golpe seguido de miradas intensas y comentarios que reflejaban la tensión y la conexión entre ellos. Ambos estaban tan concentrados en el juego que las bromas habían quedado en segundo plano, reemplazadas por la seriedad de dos personas que no querían ceder. Cuando llegaron al penúltimo hoyo, Amatista comenzó a tomar la delantera. Su concentración, combinada con la determinación de ganar, le permitió realizar jugadas cada vez más precisas. Enzo, aunque no lo decía, sentía una mezcla de orgullo y frustración al verla desempeñarse tan bien. —Tienes que admitirlo, amor. Estoy jugando mejor que tú. —dijo Amatista después de un golpe perfecto, girándose hacia él con una sonrisa satisfecha. Enzo, con los brazos cruzados, negó con la cabeza antes de responder. —El juego aún no termina, gatita. Ten cuidado con confiarte demasiado. Amatista rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír. Aunque estaba disfrutando de la competencia, también sabía que Enzo no se rendiría fácilmente. Finalmente, llegaron al último hoyo, y la tensión alcanzó su punto máximo. Ambos estaban empatados, y el golpe final determinaría al ganador. Amatista tomó su posición, inhaló profundamente y golpeó la pelota con precisión. La trayectoria era perfecta, y ambos observaron cómo la pelota rodaba directamente hacia el hoyo, cayendo con un sonido que marcaba su victoria. Amatista soltó el palo y levantó los brazos al aire, girando sobre sí misma con una risa de pura alegría. —¡Lo hice! ¡Gané! —exclamó, corriendo hacia Enzo con una energía contagiosa. Enzo, con los brazos cruzados y una sonrisa resignada, la observó festejar como una niña pequeña. —Admito mi derrota, gatita. —dijo finalmente, inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto—. Pero no te acostumbres. Amatista, aún riendo, se acercó a él, colocando las manos en sus hombros mientras lo miraba con una expresión traviesa. —No te preocupes, amor. Siempre puedes intentarlo de nuevo… aunque no prometo dejarte ganar. Enzo rió suavemente, tomándola de la cintura y acercándola un poco más. —¿Dejarme ganar? Gatita, sabemos que no jugaste limpio la última vez. Seducir a tu oponente no cuenta como estrategia válida.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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