Español

Capítulo 10 La traición bajo la sombra

La mañana en la mansión Bourth transcurría con la habitual mezcla de elegancia y rigor. Enzo caminaba por el largo corredor con pasos firmes, escoltando a su madre Alicia y a su hermana Alessandra hacia la salida. Las dos mujeres, impecablemente vestidas, iban a partir hacia el aeropuerto, acompañadas por Roque, el hombre de confianza de Enzo. Era un viaje planeado hacía semanas; se reunirían con unos parientes en Europa, algo que Alessandra había esperado con ansias. Enzo, sin embargo, tenía otros planes una vez las viera partir. Su mente no dejaba de divagar hacia la mansión del campo, donde Amatista lo esperaba. El sonido de unos vehículos acercándose al portón interrumpió sus pensamientos. Apenas se giró, se encontró con la llegada intempestiva de Massimo, Emilio, Paolo y Mateo. Todos descendieron con aires de triunfo, portando una botella de whisky como símbolo de celebración. Sus rostros, iluminados por sonrisas cómplices, dejaban en claro que venían a festejar la caída del traidor que había filtrado información vital. Alicia, siempre observadora, percibió el cambio en la dinámica. Con una sonrisa tranquila, le sugirió a su hijo que se quedara con sus socios. “Roque y yo podemos llevar a Alessandra al aeropuerto, hijo. Nos vemos cuando regresemos.” Enzo no necesitó mucho convencimiento; sabía que su madre era más que capaz de manejar cualquier eventualidad. Así que, después de un breve intercambio de despedidas, se despidió y observó cómo el auto se alejaba. El grupo entró en la espaciosa sala principal, donde el aire pronto se llenó de risas y un aroma fuerte a licor. A medida que el whisky fluía, las bromas y comentarios se volvían cada vez más animados. Era inevitable que surgieran menciones al reciente éxito: el traidor había sido eliminado de manera impecable, y todos sabían lo que eso significaba para la organización. La sensación de invulnerabilidad era casi tangible, como si en ese momento nada pudiera tocarlos. Fue Emilio quien, en un tono burlón pero amistoso, soltó la primera provocación hacia Enzo. “Seguro estás deseando que nos larguemos para ir a ver a tu famosa ‘gatita’, ¿eh?” Las carcajadas resonaron en la habitación. Esta vez, sin embargo, Enzo no reaccionó con el típico ceño fruncido que solía acompañar tales comentarios. En cambio, dejó escapar una breve risa y replicó con calma: “No te voy a mentir, no veo la hora de estar con ella.” El comentario relajó aún más el ambiente, aunque pronto Enzo adoptó un tono más serio. Apoyando el vaso de cristal sobre la mesa, dejó clara una advertencia. “Confío en ustedes más que en nadie. Pero este asunto es delicado. Nadie más debe saberlo, ¿entendido? Esto se queda entre mis hombres de confianza, mi madre, Alessandra y ustedes. Ni una palabra más allá de este círculo.” Su voz era firme, y la mirada que recorrió a cada uno de sus socios no dejó lugar a dudas. Nadie cuestionó sus palabras; lo conocían lo suficiente como para saber que no hacía ese tipo de declaraciones a la ligera. La celebración continuó un rato más hasta que, uno a uno, sus socios comenzaron a retirarse. Cuando el último de ellos se despidió, Enzo se permitió un momento de respiro. Subió a su habitación, se deshizo de la ropa formal y tomó una ducha rápida. El agua caliente recorría su piel mientras su mente volaba hacia Amatista. Podía imaginarla esperándolo, quizás preparando algo especial. Esa sola idea era suficiente para acelerar sus movimientos. Se vistió con ropa más casual, aunque siempre elegante, y emprendió el camino hacia la mansión del campo. Al llegar, el ambiente cambió por completo. La casa estaba bañada por la luz cálida del atardecer, y desde la ventana pudo vislumbrar una silueta femenina que lo esperaba en el comedor. Amatista estaba deslumbrante. Llevaba un vestido negro que caía suavemente sobre su figura, con un escote en la espalda que dejaba entrever su piel clara, adornada con sutiles brillos que reflejaban la luz. Su cabello estaba recogido, dejando su rostro despejado, y sus movimientos tenían una gracia natural que parecía casi ensayada. Cuando Enzo entró, un suspiro escapó de sus labios antes de que pudiera evitarlo. Amatista lo recibió con una sonrisa contenida, su mirada lo escrutaba como si quisiera asegurarse de que estuviera bien. “Llegaste justo a tiempo,” dijo, guiándolo hacia la mesa donde había dispuesto una cena cuidadosamente preparada. El aroma delicioso de los platillos llenaba la habitación, pero lo que realmente capturó a Enzo fue el esfuerzo que ella había puesto en todo. “Te ves increíble,” murmuró mientras tomaba asiento, incapaz de apartar los ojos de ella. Amatista, algo sonrojada, se limitó a devolverle una mirada cómplice antes de sentarse frente a él. Durante la cena, la conversación fluyó con naturalidad, aunque hubo momentos en los que Amatista mencionó sentirse débil y sin energía. Enzo, perceptivo como siempre, frunció el ceño con preocupación. “¿Desde cuándo te sientes así? ¿Por qué no me lo dijiste antes?” preguntó, tomando su mano entre las suyas. “No quería preocuparte,” respondió ella suavemente. Su voz tenía un matiz de vulnerabilidad que lo desarmó. “Es solo cansancio, nada más.” Después de cenar, se trasladaron al sofá de la sala. Enzo se acomodó en un extremo, mientras Amatista se recostaba, apoyando la cabeza sobre sus piernas. Él comenzó a acariciar su cabello con movimientos lentos y constantes, mientras la miraba con una intensidad que hablaba más que cualquier palabra. Había algo profundamente íntimo en ese momento, un silencio lleno de significado donde ambos parecían entenderse sin necesidad de hablar. El tiempo pasó casi inadvertido hasta que el sonido del teléfono interrumpió la atmósfera. Enzo tomó el aparato y su expresión cambió de inmediato al escuchar la voz de Roque al otro lado de la línea. “Enzo, atacaron la mansión de Massimo. Parece que aún había información filtrada que no habíamos detectado. Necesitamos refuerzos.” La mandíbula de Enzo se tensó, y sus ojos oscuros reflejaron una mezcla de furia y determinación. “Refuerza la seguridad aquí y envía hombres a la mansión de Massimo. Yo estaré allá en cuanto pueda.” Cortó la llamada y se levantó con rapidez, buscando su abrigo. Amatista, que había escuchado parte de la conversación, se incorporó con el ceño fruncido. “¿Te vas? Dijiste que te quedarías conmigo.” Había tristeza en su voz, un reproche que no intentaba esconder. Enzo la miró mientras se colocaba el abrigo, sabiendo que no había una respuesta que pudiera calmarla por completo. “Lo sé, gatita, pero esto es importante. No puedo ignorarlo.” Se acercó a ella y tomó su rostro entre las manos, depositando un beso en sus labios. Sin embargo, ella no respondió, su descontento era evidente. “Prometo compensártelo,” dijo antes de salir, dejando tras de sí un aire de tensión que pesaba sobre la mansión. Mientras conducía hacia la mansión de Massimo, su mente se dividía entre la misión que tenía por delante y la imagen de Amatista, tan frágil, pero a la vez tan fuerte. Sabía que cada decisión que tomaba afectaba no solo su vida, sino también la de ella, y eso era un peso que llevaba consigo en cada paso que daba. Amatista se quedó un rato frente a la mesa, mirando los platos vacíos que habían sido parte de la cena que había preparado con tanto esmero. La frustración y la tristeza la envolvieron como una nube pesada. Había puesto todo su empeño en que esa noche fuera especial, y ahora, todo lo que quedaba era un comedor vacío y un silencio que parecía ensordecedor. El eco de las palabras de Enzo al despedirse aún resonaba en su mente, prometiendo compensarla, pero en ese momento, no era suficiente. La idea de que él estuviera lejos, lidiando con problemas que ella apenas comprendía, la hacía sentir invisible, relegada a un segundo plano. La presión en su pecho comenzó a crecer, alimentando una rabia contenida que ya no podía ignorar. Con un movimiento impulsivo, tomó uno de los platos vacíos y lo lanzó al suelo. El sonido del cristal al romperse fue casi catártico, liberador. Sin embargo, al mismo tiempo, era insuficiente. No era solo la partida de Enzo lo que la atormentaba; era el cúmulo de emociones que llevaba guardando durante tanto tiempo. Tomó otro plato y lo arrojó con fuerza contra la pared, dejando que se hiciera añicos. Luego, el mantel que había arreglado con tanto cuidado fue arrancado de la mesa, llevándose consigo copas que cayeron al suelo y se rompieron en mil pedazos. Todo en la sala fue víctima de su rabia: los adornos, las velas que había encendido, incluso las sillas que movió bruscamente mientras dejaba escapar sollozos entrecortados. Pero a pesar de todo, el alivio no llegaba. Cada objeto que rompía parecía gritarle que su encierro, sus dudas, su dependencia emocional de Enzo, seguían ahí, tan sólidos como siempre. Se dejó caer en el suelo, rodeada de los restos de su desahogo, con lágrimas resbalando por sus mejillas. Estaba exhausta, no solo físicamente, sino también emocionalmente. En el primer piso, los guardias asignados a proteger la mansión escucharon los ruidos con creciente preocupación. Uno de ellos, más joven y nervioso, miró hacia las escaleras, como si esperara que alguien apareciera para explicar lo que estaba sucediendo. “¿Crees que deberíamos subir?” preguntó en voz baja. El guardia más experimentado negó con la cabeza, aunque no podía disimular su incomodidad. “Tenemos órdenes estrictas de no subir al segundo piso a menos que sea absolutamente necesario. Pero esto... no sé, tal vez deberíamos informar al señor Bourth.” Finalmente, uno de ellos sacó su teléfono y llamó a Enzo. Al otro lado de la línea, Enzo estaba sentado en la sala de la mansión de Massimo, junto a Emilio, Paolo, Mateo y el propio Massimo, quien revisaba los daños sufridos tras el ataque. Cuando el teléfono sonó, Enzo lo tomó sin prisa, consciente de que, si le llamaban en ese momento, debía ser importante. “¿Qué pasa?” preguntó con voz firme, atrayendo la atención de sus socios. “Señor, hemos escuchado ruidos provenientes del segundo piso. Parece que algo se está rompiendo. Creemos que podría haber un problema,” explicó el guardia, visiblemente nervioso incluso a través del teléfono. Enzo se llevó una mano al rostro, cubriéndose los ojos mientras suspiraba. Comprendía perfectamente lo que estaba ocurriendo. No necesitaba ver para saber que Amatista estaba desahogando su frustración, probablemente arrojando lo que encontrara a su paso. “No es un problema,” respondió con voz calmada pero autoritaria. “Déjenla. Está enojada. No intervengan.” El guardia titubeó un momento, pero finalmente respondió con un respetuoso “Entendido, señor”. Enzo colgó y dejó el teléfono sobre la mesa, su expresión era difícil de leer, un equilibrio perfecto entre resignación y algo que parecía un atisbo de remordimiento. Sus socios, que habían estado observándolo con curiosidad, no tardaron en comentar. “¿Problemas domésticos?” bromeó Emilio con una sonrisa burlona. Siempre encontraba la forma de llevar cualquier situación hacia un terreno más ligero, aunque su tono solía esconder una intención de probar los límites. Enzo lo miró de reojo, sin molestarse en replicar directamente. “Nada que no pueda manejar,” dijo con voz grave, intentando restar importancia al asunto. Pero en el fondo sabía que esa noche había dejado algo sin resolver. No había duda de que Amatista estaba molesta, y aunque podía justificar su ausencia ante sí mismo, sabía que esas justificaciones no eran suficientes para ella. Emilio intercambió una mirada rápida con Paolo, pero no insistió más. Massimo, por su parte, intentó volver al tema que los reunía. “Bueno, lo importante ahora es reforzar la seguridad y asegurarnos de que esto no vuelva a pasar.” Enzo asintió, concentrándose nuevamente en los problemas que habían surgido con el ataque. Pero mientras hablaban de planes y estrategias, una parte de él seguía atrapada en el segundo piso de la mansión del campo, junto a Amatista, imaginándola enojada, triste, y sola entre los restos de su furia desatada. Por su parte, Amatista, tras minutos de llanto y frustración, decidió que no podía seguir en ese estado. La rabia la había dejado aún más agotada y sin fuerzas. Se puso de pie lentamente, evitando mirar los destrozos a su alrededor. Cada pedazo roto era un reflejo de cómo se sentía por dentro. Sabía que nadie subiría a ver qué ocurría; las órdenes de Enzo eran claras, y eso solo la hacía sentirse más aislada. Caminó hacia el baño, deseando que el agua tibia pudiera aliviar un poco la tensión acumulada. Encendió la ducha y dejó que el vapor llenara la habitación mientras se desvestía lentamente. Cada prenda que caía al suelo era un peso menos sobre sus hombros, pero la tristeza seguía adherida a su piel. Bajo el chorro de agua, Amatista cerró los ojos y permitió que las lágrimas se mezclaran con las gotas que recorrían su rostro. Enzo no volvería esa noche, y lo sabía. Sin embargo, no podía evitar desear que lo hiciera, aunque fuera solo para quedarse a su lado en silencio. Cuando finalmente salió del baño, se envolvió en una bata y se dirigió a la cama. Sabía que no encontraría descanso, pero al menos intentaría dejar que el cansancio físico venciera al emocional. Mientras tanto, en la mansión de Massimo, Enzo seguía en medio de conversaciones estratégicas, pero su mente no podía evitar regresar al rostro de Amatista. Había prometido compensarla, pero sabía que las promesas no siempre eran suficientes.
Ajustes
Fondo
Tamaño de letra
-18
Desbloquear el siguiente capítulo automáticamente
Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
Añadir a mi biblioteca
Joyread Español
FINLINKER TECHNOLOGY LIMITED
69 ABERDEEN AVENUE CAMBRIDGE ENGLAND CB2 8DL
Copyright © Joyread. Todos los derechos reservados