Capítulo 98 El silencio de la obsesión

Federico llegó a la mansión Bourth con su maletín en mano. Roque, quien lo había estado esperando en la entrada, lo condujo por los pasillos oscuros de la mansión. El ambiente estaba cargado de una tensión palpable, y Roque no perdió la oportunidad de advertirle al médico. —Si quieres seguir vivo, no hagas demasiadas preguntas —le dijo Roque en voz baja, con una mirada que denotaba una seriedad escalofriante. Federico asintió en silencio, sabiendo que no podía hacer más que cumplir con lo que se le ordenaba. Al llegar a la habitación de Enzo y Amatista, Roque se retiró y dejó al médico solo. Dentro de la habitación, la luz tenue resaltaba la figura de Amatista, todavía reposando en la cama. Federico se acercó con calma y comenzó a revisarla. El aire estaba impregnado con una quietud tensa, como si cada uno de los que se encontraban en la mansión estuviera esperando algo más que simples palabras. Después de unos minutos, Federico se retiró de la cama y se dirigió a Enzo, que observaba desde una esquina de la habitación con una mirada preocupada. —Está todo en orden —informó Federico, con una calma profesional que contrastaba con la pesadez del ambiente. —De hecho, su salud ha mejorado desde la última vez que la revisé. No hay signos de complicaciones mayores. Enzo frunció el ceño. Su voz se tornó más grave cuando preguntó: —Entonces, ¿por qué se desmayó? Federico lo miró por un momento antes de preguntar con cautela: —¿Qué sucedió antes de su desmayo? Enzo no respondió de inmediato. Su ira brotó como una llamarada que amenazaba con consumirlo, pero optó por mantener la calma, al menos externamente. —Hubo una discusión —respondió finalmente, con una dureza en su tono que dejó claro que no deseaba entrar en más detalles. Federico lo observó en silencio, sin forzar más la situación. Después de una breve pausa, comentó: —El impacto de la discusión probablemente fue lo que la hizo colapsar. Es más común de lo que parece. El cuerpo responde a un estrés emocional de formas impredecibles. Enzo asintió, aunque su expresión no se suavizó. —Lo mejor es que descanse —dijo Federico, mirando a Amatista una vez más. —Eventualmente se recuperará. Pero si algo más ocurre, no dude en llamarme. Estaré atento. Enzo no dijo una palabra más mientras acompañaba a Federico fuera de la habitación, bajando las escaleras con rapidez. Al llegar a la sala principal, Alicia estaba esperando, sentada en uno de los sillones, como si hubiera estado allí todo el tiempo. Cuando Enzo la vio, su rostro se endureció al instante. Alicia, al notar la tensión en su hijo, le preguntó con suavidad: —¿Cómo está Amatista? Enzo le dedicó una mirada fulminante, dejando claro que no estaba dispuesto a tolerar ninguna insinuación o comentario sobre ella. —Se desmayó por el impacto —respondió, con frialdad, antes de acercarse a su madre. Sus palabras, aunque contenidas, estaban cargadas de una amenaza implícita que hacía el aire aún más denso. Alicia se tensó ante la mirada de su hijo, una que sabía que no era la misma de antaño, una que reflejaba una frialdad inhumana. No pudo evitar que un escalofrío le recorriera la columna vertebral. —Si Amatista se va por tus mentiras y las de Romano, no te lo perdonaré jamás —dijo Enzo en un tono bajo pero peligroso. Alicia no respondió de inmediato. En su pecho, un nudo de ansiedad se formó mientras comprendía la magnitud de las palabras de Enzo. Sabía que él no vacilaría en hacerle daño, pero también entendía que, por su posición, el castigo hacia ella sería mucho más sutil. El miedo y la preocupación se mezclaron en su interior, mientras las palabras de Enzo calaban profundamente en su alma. —No te haré nada, pero jamás te consideraré como mi madre —añadió Enzo, su voz fría como el hielo. Alicia, debilitada por las emociones encontradas, no pudo pronunciar palabra. Enzo no le dio tiempo a responder y se dio media vuelta, dirigiéndose de nuevo a la habitación. Amatista aún descansaba cuando Enzo entró. Su rostro pálido estaba algo más relajado, y respiraba con calma, aunque el agotamiento seguía notándose. Enzo se acercó a la cama y la observó en silencio antes de hablar. —¿Cómo te encuentras? —preguntó suavemente, aunque sus ojos reflejaban una preocupación genuina que se mezclaba con una sombra de duda. Amatista, al oír su voz, despertó lentamente. Sus ojos se entreabrieron, y una leve sonrisa apareció en su rostro cuando vio a Enzo a su lado. —Estoy bien —respondió con suavidad, sin fuerzas para decir mucho más. Enzo se inclinó hacia ella, sus ojos llenos de una mezcla de amor y frustración. —Puedo explicarte lo que pasó, lo que ocurrió antes de… esto. No es como Daniel piensa, lo juro —dijo, intentando buscar las palabras adecuadas. Pero Amatista, con una voz baja y agotada, negó suavemente con la cabeza. —No quiero hablar ahora —murmuró. —Déjame descansar. Enzo la observó unos segundos más, sintiendo un nudo en su garganta. Aunque entendía su cansancio, algo dentro de él no podía dejar de preguntarse si realmente ella deseaba escuchar lo que tenía para decir. Aun así, asintió y se retiró, dejando que ella descansara. Al llegar a la sala principal, Enzo encontró a los pocos que aún quedaban: Massimo, Emilio, Mateo, Paolo, Maximiliano y Mauricio Sotelo. Todos parecían preocupados por Amatista, aunque ninguno osó preguntar demasiado. Enzo, en un intento de tranquilizarlos, explicó rápidamente: —Está bien. No hay nada de qué preocuparse, sólo un desmayo por el impacto emocional. Emilio, observando la expresión cerrada de Enzo, notó algo más en su comportamiento, algo que lo inquietó. —¿Cómo está realmente? —preguntó Emilio, sin querer hacerle más preguntas, pero sintiendo que algo no cuadraba. Enzo, mientras se servía una copa, respondió sin mirar a Emilio: —No quiere hablar conmigo. Está… cansada. Sólo eso —dijo, con las palabras vacías, mientras su mente seguía dando vueltas en torno a todo lo que había sucedido, a la situación con Amatista y la creciente incertidumbre. Emilio percibió la frustración que Enzo trataba de esconder detrás de la calma, y aunque no dijo nada, la tensión en el aire era palpable. Enzo apuró otro trago, buscando algo que lo ayudara a procesar su enojo, pero nada parecía calmar el torbellino que lo atormentaba. De repente, se levantó y, golpeando la mesa con la mano, gritó: —¡Roque! Poco después, Roque apareció, la expresión seria como siempre. —Quiero que hagas una visita. Necesito saber si Isabel le ha contado todo a Daniel —ordenó Enzo con voz grave. Roque asintió y salió rápidamente, dejando a Enzo con sus pensamientos oscuros. Mientras tanto, en la habitación, Amatista se encontraba sumida en sus propios pensamientos. Las revelaciones que había descubierto la habían dejado completamente abrumada. Recordaba con dolor las veces en que lloró por la muerte de su madre, Isabel, y cómo fue Alicia quien la consoló en esos momentos de desesperación. Pero ahora, al saber que Isabel estaba viva y que Alicia lo sabía, el dolor se convirtió en algo mucho más complejo: frustración y enojo. ¿Por qué? se preguntaba una y otra vez. ¿Por qué le habían ocultado la verdad durante tanto tiempo? Las imágenes de Alicia dándole consuelo, de su gesto protector, ahora le parecían falsas, como si todo fuera parte de un juego de mentiras. Y sin embargo, aún sentía el amor que Alicia le había mostrado, como si fuera genuino. Al mismo tiempo, el pensamiento de Romano, el hombre a quien había considerado un padre, la hizo sentir un nudo en el estómago. Ahora entendía que todo lo que había vivido con él tenía un precio. ¿La habían comprado? La idea la asqueaba, pero al mismo tiempo no podía borrar las huellas de amor que él le había dado, al menos hasta ese momento. Las emociones se agolpaban en su mente, pero no lograba entenderlas completamente. Sentía la necesidad de un respiro, de espacio para procesar todo lo que había aprendido en tan poco tiempo. Una sola cosa le resultaba clara, lo único que parecía firme en su confusión: Enzo era inocente. Él había sido un niño, igual que ella, y lo que sabía sobre su pasado solo lo había descubierto mucho tiempo después, ya adulto. Enzo había guardado silencio por protegerla, de alguna forma. Si algo sabía, había sido por su propia cuenta, no porque le hubiera hecho daño. El ambiente en la habitación estaba quieto, casi pesado, mientras Amatista permanecía con los ojos cerrados, simulando un sueño profundo. La ansiedad que la invadía era palpable, pero no quería que Enzo lo notara. Podía sentir su presencia acercándose lentamente, el sonido de sus pasos suaves sobre el suelo de madera. No tardó en llegar junto a ella. Cuando sus dedos rozaron su cabello, Amatista no pudo evitar tensarse, aunque siguió inmóvil. La caricia en su frente fue suave, un gesto tan habitual de él, y su boca se posó brevemente sobre su piel, en un beso que en otro tiempo le habría dado paz. Pero ahora, solo le provocó una punzada en el corazón. —Descansa, gatita. No quiero presionarte —dijo Enzo en voz baja, con un tono que intentaba ser suave, pero que, sin duda, llevaba consigo el peso de todo lo que había sucedido. Amatista respiró profundamente, manteniéndose quieta, y cuando Enzo se levantó para marcharse, el aire en la habitación volvió a sentirse más denso. Ella siguió escuchando sus pasos mientras salía y la puerta se cerraba suavemente. Finalmente, se sintió sola, pero también aliviada. Necesitaba espacio. Pasaron varias horas antes de que Amatista se decidiera a actuar. Había estado dando vueltas en la cama, debatiéndose con sus pensamientos. Necesitaba salir, alejarse de todo por un momento para ordenar sus emociones y su mente. Se levantó de la cama con sigilo, y comenzó a escribir una carta. Las palabras fluían, pero las emociones que las acompañaban eran más difíciles de ordenar. No podía decirle todo lo que pensaba, pero sí lo que sentía en lo más profundo de su ser: lo que había sucedido no cambiaría su amor por él. En la carta, simplemente le expresaba que necesitaba tiempo para pensar y que se iría, pero que en una semana se encontrarían en la casa de Rose, sin explicaciones mayores. Dejaba en claro que no quería que la contactara, por lo que dejaba su teléfono atrás. Después de terminar la carta, la dejó cuidadosamente sobre la almohada, y comenzó a tomar algunas cosas. Un par de cambios de ropa, y su cuaderno de diseño, siempre tan cercano a su corazón. Todo estaba en su mente, pero aún así, necesitaba llevar consigo algo más, algo que realmente significara algo para ella. Fue hasta el despacho de Enzo, y con una mezcla de incertidumbre y determinación, abrió uno de los cajones. Dentro, encontró una pequeña caja que contenía algo importante, algo que no podía dejar atrás. Con todo lo necesario ya reunido, Amatista se dispuso a marcharse. En su camino, pensó en Cookie, el cachorro que se había convertido en su compañero fiel. Sin embargo, al buscarlo, no lo encontró donde siempre solía estar. En su lugar, recorrió la casa en silencio, buscando al pequeño animal. Finalmente, en la habitación de Enzo, lo encontró durmiendo tranquilo a su lado. La imagen de ambos, Enzo y Cookie, juntos en ese momento tan vulnerable, le sacó una leve sonrisa. Pero sabía que no podía llevárselo. No en ese momento. Dejó la mansión con cuidado, esquivando a los pocos guardias que había por el camino, y salió sin ser vista. Una vez fuera, tomó un taxi que la llevaría a la Mansión Torner. Quería hablar con Daniel, confrontarlo, pero al llegar, se dio cuenta de que él no estaba en su mejor estado. Preocupada, decidió hablar con Marco, quien estaba dispuesto a darle las respuestas que buscaba. La mansión Torner estaba sumida en un silencio profundo, y Amatista aún procesaba las palabras de Marco mientras él se sentaba frente a ella. La luz tenue de la madrugada iluminaba parcialmente la habitación, y la joven, aunque agotada, sentía que necesitaba respuestas. Marco la miró con seriedad, la preocupación evidente en su rostro. No había vuelta atrás; debía contarle todo lo que Isabel le había revelado. — Isabel me contó todo —comenzó Marco, con voz grave, tomando aire antes de continuar—. Hace años, ella se enamoró de su actual esposo, un hombre que, en un principio, no quería saber nada de niños. Pero, cuando Isabel se dio cuenta de la debilidad de Enzo por ti... —hizo una breve pausa, y Amatista se tensó—, ella vio la oportunidad. Amatista frunció el ceño, procesando lo que escuchaba. No podía comprender cómo su madre había actuado de esa manera, cómo había jugado con su vida. — Isabel le ofreció a Romano comprar tu libertad, y él aceptó. Le dio el dinero, y con ese dinero, ayudaron a Isabel a fingir su muerte —dijo Marco, mirando a Amatista con una expresión que reflejaba la gravedad de la situación—. Isabel no mostró remordimiento cuando me lo contó, Amatista. Al contrario, ella estaba convencida de que habías tenido una vida mejor que la mayoría, rodeada de lujos y protecciones. El nudo en el estómago de Amatista creció más fuerte. No podía entender cómo Isabel, la mujer que había creído su madre, había sido capaz de eso. Pero lo que la hizo sentirse aún más vacía fue la forma en que lo dijo Marco: Isabel no se arrepentía, no mostraba ni un ápice de culpa. — Y ahora, después de todo esto, Isabel volvió a buscarte —continuó Marco, dándole un giro aún más doloroso a la historia—. Tiene un hijo enfermo, y estaba buscando una compatibilidad para un trasplante de órganos. Pensó que tú podrías ser compatible. Amatista se quedó en silencio, la sensación de traición apoderándose de ella. ¿Cómo podía su madre querer utilizarla de esa manera? Pero lo que la sorprendió aún más fue la reacción de Enzo, que a pesar de todo lo que había hecho Isabel, la había protegido. — Pero Enzo no lo permitió —dijo Marco rápidamente, viendo la confusión de Amatista—. Él consiguió a alguien más compatible, y le dio una gran suma de dinero a Isabel para que se alejara de ti, y que no te buscaran más. Amatista asintió lentamente, asimilando lo que le estaba diciendo. No podía creer lo que acababa de escuchar, pero, al mismo tiempo, comprendía lo que ya sospechaba: Enzo había descubierto la verdad cuando ya era adulto. Él no lo sabía de niño, ni cuando estaba creciendo junto a ella. Pero lo había descubierto, y lo había hecho todo por protegerla. — Enzo hizo todo esto por ti, Amatista. Él te protegió, aunque las circunstancias fueran tan complicadas —dijo Marco, mirando a la joven con una mezcla de compasión y respeto—. No importa lo que te haya dicho Isabel o Romano, Enzo siempre estuvo de tu lado. Amatista permaneció en silencio unos instantes, reflexionando sobre sus palabras. Finalmente, levantó la mirada, y en su rostro se reflejaba una paz recién descubierta, aunque aún algo incompleta. — No dudo ni por un segundo del amor de Enzo —respondió con firmeza, aunque su voz era suave—. Sólo necesitaba entender lo que descubrieron... lo que pasó antes. Marco asintió, comprendiendo la necesidad de respuestas de la joven. No era sólo el amor lo que la había movido hasta aquí, sino la verdad que, finalmente, había comenzado a desenredarse. Amatista se levantó lentamente de la silla, el peso de sus pensamientos aún sobre sus hombros, pero ahora un poco más ligera al comprender el papel protector de Enzo en todo esto. — Gracias, Marco —dijo, su voz un tanto más cálida—. Necesitaba saberlo. Con una última mirada agradecida, Amatista se dirigió hacia la puerta, preparada para marcharse y procesar todo lo que había aprendido.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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