Capítulo 199 Una noche de coincidencias

Después de explicarle a Alessandra todo lo necesario para su pasantía en Lune, Amatista notó que su entusiasmo seguía intacto. —¿Entonces, te vemos en la celebración más tarde? —preguntó Santiago. Alessandra negó con la cabeza, con una sonrisa decidida. —No, voy a aprovechar el tiempo para comprar todo lo necesario para mis estudios. Quiero estar completamente lista para empezar. Amatista sonrió con aprobación. —Me parece una excelente decisión. Tras despedirse de su nueva aprendiz, Amatista se quedó en su oficina un rato más, revisando algunos diseños pendientes. Su trabajo en Lune no se detenía, y aunque el día había sido productivo, aún quedaban detalles por afinar. Mientras terminaba unos últimos ajustes, sacó su teléfono y le envió un mensaje a Enzo: "Amor, hoy no voy a poder ir al club con los niños. Más tarde tendré una celebración en Renaissance con los de Lune. Nos vemos cuando vuelva." No pasaron muchos minutos para que Enzo respondiera. "Estoy en la misma situación. Esta noche también tengo una reunión en Renaissance. Cuando termines, vení a buscarme y volvemos juntos." Amatista sonrió al leerlo y rápidamente le contestó: "Perfecto. Nos vemos allí." Al cerrar su laptop, se levantó de su silla y se dirigió hacia los demás. —Me marcho, nos vemos más tarde en el club. Ernesto, que ya había recogido sus cosas, miró a Santiago y luego a Amatista. —Yo también me retiro. Antes de que Amatista saliera, Santiago la llamó. —Antes de que te vayas, tomá esto. —Le extendió un sobre—. Es el contrato de pasantía de Alessandra. Entregárselo cuando la veas. Amatista lo tomó y lo guardó en su bolso. —Me encargo de eso. Finalmente, ella y Ernesto salieron juntos de Lune, cada uno dirigiéndose a sus respectivos destinos. Después de un corto trayecto, Amatista llegó a la Mansión Bourth y, como era costumbre, lo primero que hizo fue buscar a sus hijos. Ester, la niñera, estaba con Renata y Abraham en la sala de juegos, y en cuanto Amatista entró, los pequeños extendieron sus brazos hacia ella. —¡Mis amores! —exclamó, acercándose a ellos. Los siguientes minutos fueron solo para ellos. Amatista jugó con los gemelos mientras Ester sonreía al ver la conexión entre madre e hijos. Después de un rato, Amatista miró la hora y supo que debía comenzar a prepararse. —Voy a darme un baño y alistarme para salir. Ester, cualquier cosa, avisame. —No se preocupe, señora Amatista —respondió la niñera con amabilidad. Amatista se dirigió a su habitación, donde dejó el bolso sobre la cama y se dirigió directamente al baño. Se sumergió en el agua caliente, disfrutando de un momento de relajación antes de la noche que tenía por delante. Después de salir de la ducha, Amatista se tomó su tiempo para arreglarse. Eligió un vestido rosado corto, elegante pero lo suficientemente atrevido para una noche de celebración. Lo complementó con unos zapatos de tacón a juego, joyas delicadas y un maquillaje ligero que realzaba su belleza natural. Cuando estuvo lista, tomó su bolso y bajó a la sala principal. Antes de marcharse, se despidió de sus hijos con besos y caricias, asegurándose de que estuvieran cómodos con Ester. Mientras se dirigía a la salida, se encontró con Alessandra y Alicia, quienes acababan de regresar de las compras. Alessandra cargaba varias bolsas, claramente emocionada por su nueva etapa en la universidad. —¿Todo listo para empezar? —preguntó Amatista con una sonrisa. —¡Sí! Compré todo lo que necesito —respondió Alessandra con entusiasmo—. Ahora sí me siento oficialmente universitaria. —Perfecto —dijo Amatista—. Por cierto, en la oficina de Enzo te dejé el contrato de tus pasantías. Cuando tengas tiempo, léelo y firmalo si estás de acuerdo. —¡Lo haré esta misma noche! —aseguró Alessandra. Amatista le dedicó una última sonrisa antes de despedirse de ambas. Se acercó a uno de los guardias y le indicó que la llevara al club. El club Renaissance tenía un aire elegante y exclusivo. Desde el primer momento en que Amatista entró, pudo sentir la atmósfera vibrante de la celebración. Caminó con confianza entre la multitud, dejando que las luces y la música la envolvieran. Al llegar a la zona reservada, encontró a Ernesto, Santiago, Leticia, los diseñadores y la secretaria de Leticia, todos ya instalados y disfrutando de la velada. —¡Ahí está nuestra diseñadora estrella! —exclamó Santiago, levantando su copa en su dirección. —Llegaste justo a tiempo para el primer brindis —agregó Ernesto con una sonrisa. Amatista sonrió y tomó la copa que le ofrecieron, uniéndose al grupo en la celebración. Miró discretamente a su alrededor, buscando a Enzo, pero no lo encontró. Decidió que primero se divertiría y luego lo buscaría. En otro sector del exclusivo club Renaissance, Enzo estaba rodeado por varios socios nuevos con quienes negociaba la implementación de una nueva industria de animación y entretenimiento. La conversación era fluida, con el sonido de las copas chocando y las risas intercalándose con discusiones sobre estrategias de inversión. Entre los presentes se encontraban Lucas, Adrián, Fernando, Martín y Víctor, todos hombres de negocios que compartían la misma visión ambiciosa. También había varias mujeres, algunas modelos y otras vinculadas a la industria del entretenimiento, como Camila, Sofía, Valeria, Mónica y Giselle. Las copas se llenaban con frecuencia, y el ambiente de la reunión se mantenía cálido, distendido y estratégicamente calculado. Aunque el objetivo principal era hablar de negocios, el coqueteo flotaba en el aire como en cada una de estas reuniones. Algunas de las modelos, con sus vestidos ajustados y miradas sugerentes, bailaban con naturalidad, dejando que la música del club hiciera su trabajo. No solo era un intento por relajar el ambiente, sino también una forma de medir el interés de los hombres en la mesa. Enzo, como siempre, mantenía su postura relajada pero imponente. Estaba acostumbrado a ese tipo de situaciones, donde las mujeres lo buscaban con la intención de captar su atención, pero su expresión fría y su control absoluto sobre la situación dejaban claro que no era fácil de impresionar. —Esto tiene potencial para ser algo grande —comentó Lucas, dejando su copa sobre la mesa. —Si se maneja correctamente, puede ser una de las industrias más rentables en los próximos años —añadió Fernando, con un tono convencido. —Por eso estamos acá —intervino Enzo, con su voz grave y calculadora—. No me interesan proyectos mediocres. Quiero resultados. Mientras él hablaba, Giselle, una de las modelos, se inclinó sutilmente sobre la mesa, jugando con su copa mientras le dirigía una sonrisa provocativa. —Con esa mentalidad, seguro que lo conseguís —murmuró, sin apartar la mirada de él. Enzo ni siquiera giró la cabeza para mirarla. —Siempre lo consigo. El grupo soltó una risa baja ante la respuesta. La partida de poder apenas comenzaba, pero si algo era seguro, era que Enzo Bourth no era un hombre fácil de distraer. Las horas fueron pasando en Renaissance, y aunque la reunión de negocios de Lune había comenzado como una celebración, poco a poco los asistentes fueron retirándose. Finalmente, solo quedaron Amatista y Ernesto, ambos terminando sus copas con calma. —Definitivamente, en Lune no parecen estar acostumbrados a las fiestas largas —comentó Ernesto con una risa baja. Amatista sonrió con diversión antes de tomar un último sorbo de su copa. —Para ser sinceros, no. Pero no está mal de vez en cuando. Ernesto la observó con curiosidad, con su expresión analítica habitual. —Igual no me sorprende que vos aún estés disponible para celebrar. Siendo la esposa de Bourth, sería raro lo contrario. Amatista soltó una carcajada. —En realidad, Enzo está en una reunión ahora mismo en el club. Si querés, ¿por qué no me acompañás a buscarlo? Podemos tomar algo juntos. Ernesto asintió con una sonrisa. —Me parece una excelente idea. Mientras tanto, Enzo continuaba en la mesa con los demás socios y modelos, quienes aún disfrutaban del ambiente. El coqueteo de algunas mujeres persistía, en especial el de Giselle, quien con su mirada insistente y su postura sugerente intentaba llamar su atención. —¿Siempre sos tan serio en las reuniones? —preguntó ella, inclinándose apenas sobre la mesa. Enzo la miró sin mucho interés y respondió con frialdad: —Siempre. Pero antes de que Giselle pudiera replicar, las luces del club parpadearon y la música se apagó de golpe. Un murmullo de confusión se extendió por el lugar hasta que una voz masculina resonó en los altavoces del club. —Atención a todos los presentes. Por razones de seguridad, nadie puede salir del club hasta nuevo aviso. Las conversaciones cesaron, y los empleados del club comenzaron a movilizarse con rapidez. Enzo se levantó de inmediato, su instinto de protección encendiéndose. Uno de los socios, Fernando, lo miró con curiosidad. —¿Sucede algo? —Mi esposa está en el club —respondió Enzo con voz firme, sacando su teléfono para llamarla. Pero justo cuando estaba a punto de marcar, levantó la mirada y vio a Amatista y Ernesto acercándose a la mesa. Un alivio inmediato recorrió su cuerpo, y sin dudarlo, se acercó a ella y la abrazó con firmeza. —Estás bien —murmuró contra su cabello. Amatista, algo sorprendida por la reacción de Enzo, lo abrazó de vuelta y sonrió con ternura. —Claro que estoy bien. ¿Qué pasó? Ernesto observó a su alrededor con el ceño fruncido. —Buena pregunta. La incertidumbre flotaba en el ambiente, pero Enzo no perdió la compostura. Giró hacia los socios y, con su tono acostumbrado, hizo las presentaciones: —Ella es Amatista, mi esposa. Al escuchar la palabra esposa, algunas miradas se endurecieron y otras se llenaron de sorpresa, en especial la de algunas de las modelos que habían intentado coquetear con él. Sin darle mayor importancia, Enzo prosiguió. —Y él es Ernesto, un amigo de la familia Bourth. Con el ambiente aún tenso por el anuncio de que nadie podía salir del club, Amatista notó que Enzo mantenía una expresión seria, su postura rígida y su atención fija en cada movimiento dentro del lugar. Sin decir nada, decidió tomar medidas para relajarlo. Se acomodó con naturalidad en su regazo, deslizando un brazo por sus hombros mientras sus dedos se hundían suavemente en el cabello de Enzo, masajeando con ligeros movimientos su nuca. Él no se inmutó de inmediato, pero la manera en la que su mano se posó sobre la pierna de Amatista, acariciándola con el pulgar, delató que apreciaba el gesto. Mientras tanto, los socios y modelos aprovecharon la pausa para pedir más tragos, manteniendo la conversación sobre los negocios en marcha, aunque de forma más relajada. Enzo, sin apartar la mirada de la entrada, aprovechó para llamar a un camarero. —Decime qué está pasando exactamente. El empleado del club, con su uniforme impecable y su postura profesional, inclinó levemente la cabeza antes de responder. —Fuera hay un operativo policial. Al parecer, en el edificio de enfrente hay una toma de rehenes, y por razones de seguridad solicitaron que nadie salga del club hasta nuevo aviso. Enzo asintió con calma, aunque su mirada se mantuvo afilada. —Gracias. Traeme una botella de vino y otra de whisky. El camarero hizo una leve reverencia y se retiró rápidamente. Amatista rió suavemente, deslizando su nariz contra la mejilla de Enzo antes de dejarle un beso en la mandíbula. —¿Ya estás más tranquilo, amor? Enzo giró su rostro apenas para mirarla con intensidad. Su mano se deslizó por su cintura, acariciándola con calma. —Por ahora, sí —murmuró, sin apartar la mirada de ella. Con la amenaza descartada y la incertidumbre disipada, el ambiente en la mesa se distendió por completo. Los socios volvieron a conversar, el alcohol fluyó con mayor soltura, y las modelos que antes habían intentado coquetear con Enzo comenzaron a observar con curiosidad la forma en que él se entregaba completamente a su esposa. Porque si algo quedaba claro, era que la actitud de Enzo Bourth no era la misma cuando se trataba de Amatista. La forma en que la miraba, la tocaba, la respondía, dejaba en evidencia que cualquier otra mujer jamás podría compararse con ella. Amatista notó esas miradas, pero no les prestó atención. Ella tenía toda la atención de Enzo y lo sabía. Jugando con su copa, dejó que sus dedos rozaran distraídamente la camisa de Enzo, dibujando círculos sobre la tela, su expresión coqueta pero natural, como si no estuviera completamente consciente del efecto que tenía sobre él. —Gatita… —murmuró Enzo, con su tono bajo, ese que solo usaba con ella. Amatista sonrió con inocencia fingida. —¿Sí, amor? Él estrechó ligeramente su agarre en su cintura, con una mirada que dejaba en claro que no le creía nada. Pero antes de que pudiera decir algo más, Amatista bostezó con ligereza. —Estoy cansada —susurró, acomodándose mejor en su regazo—. Tapame con tu saco, amor. Enzo obedeció sin dudarlo, quitándose el saco y cubriéndola con él. Pero en el momento en que lo hizo, su mirada se oscureció de inmediato, porque se dio cuenta de la verdadera intención de Amatista. Esto no era solo porque estaba cansada. Su mano, oculta bajo la tela, se deslizó con calma, bajando lentamente hasta su entrepierna. Enzo se tensó de inmediato. Amatista sonrió contra su cuello, su respiración cálida en su piel, disfrutando de la reacción de su esposo. Porque si él había pensado que ella realmente solo quería descansar… estaba muy equivocado. Enzo sintió el roce cálido de la mano de Amatista deslizándose lenta y descaradamente bajo la tela de su pantalón, oculta por el saco que él mismo le había colocado. Su mandíbula se tensó, pero no hizo ningún movimiento para detenerla. Ella, con la cabeza apoyada contra su cuello y su respiración cálida en su piel, sonreía con aire inocente, como si no estuviera haciendo absolutamente nada fuera de lo común. —Gatita… —murmuró Enzo, con su tono más bajo y rasposo, el que indicaba advertencia y deseo al mismo tiempo. Amatista no respondió de inmediato. Sus dedos siguieron su recorrido con una calma insoportable, como si estuviera probando hasta dónde podía llegar antes de que él perdiera el control. —Mmm… sí, amor —susurró finalmente, su voz cargada de falsa inocencia. El cuerpo de Enzo se mantenía relajado a simple vista, pero cualquier persona con suficiente percepción notaría la ligera rigidez en sus músculos, la forma en que su mano en la cintura de Amatista se aferraba a ella con más presión. Los socios y modelos en la mesa continuaban conversando, ajenos a la pequeña provocación que ocurría justo frente a ellos. —¿No estabas cansada? —preguntó Enzo, inclinándose apenas para hablarle directamente en el oído. Amatista rió suavemente. —Lo estoy —susurró, deslizando sus dedos con más seguridad sobre la dureza que ya comenzaba a formarse en su entrepierna—. Pero eso no significa que no pueda divertirme un poco… Enzo cerró los ojos por un breve instante, conteniendo un gruñido. Sabía perfectamente lo que ella estaba haciendo. Jugando con su autocontrol. Y lo peor era que lo estaba logrando. —Gatita… —volvió a murmurar, con una advertencia clara en su voz. Pero Amatista solo se acomodó mejor en su regazo, deslizando una pierna sobre la de él, presionándose sutilmente contra su cuerpo. —Shh… —murmuró contra su cuello—. No hagas ruido, amor… no queremos interrumpir la conversación de los demás. Enzo sonrió con peligro. Oh, ella estaba jugando sucio. Pero lo que Amatista parecía olvidar era que él siempre terminaba ganando estos juegos. La sujetó con más firmeza de la cintura y deslizó su boca hasta su oído, rozando apenas con sus labios su piel. —Estás jugando con fuego, Gatita… Amatista tembló ante su tono, pero no se detuvo. Ella sabía exactamente lo que estaba haciendo. Lo que no esperaba era que Enzo decidiera contraatacar. Su mano, la que estaba sobre su cintura, se deslizó lentamente por la curva de su cadera, acariciándola por encima de la tela de su vestido, pero con una intencionalidad clara. Amatista contuvo la respiración. —Si seguís provocándome… —susurró Enzo, con una sonrisa peligrosa contra su oído—. Voy a devolverte el favor. Y en ese momento, Amatista supo que estaba en problemas. Amatista sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Lo conocía demasiado bien. Sabía que Enzo jamás retrocedía en un juego de poder, especialmente cuando ella era quien lo desafiaba. Y ahora, con su mano firme en su cadera, deslizándose lentamente sobre la tela de su vestido, ella entendió que su provocación tenía consecuencias. —¿Sabés cuál es el problema, Gatita? —murmuró Enzo, su voz ronca y baja, apenas audible para ella. Amatista apretó los labios para evitar sonreír. —¿Cuál, amor? Él dejó escapar una risa peligrosa. —Que te encanta jugar conmigo… pero siempre olvidás quién pone las reglas. Sus dedos se deslizaron sutilmente por su muslo, apenas rozando la piel descubierta entre el dobladillo de su vestido y la parte alta de sus medias. Amatista se removió apenas en su regazo, sintiendo el calor creciente de su cuerpo. Pero Enzo notó ese mínimo movimiento. Oh, ella estaba sintiendo el peso de su propia provocación. Y eso lo hacía sonreír con superioridad. —¿Qué pasa, Gatita? —preguntó en su oído, rozándola con su aliento caliente—. ¿Ya te cansaste del juego? Amatista lo fulminó con la mirada, pero no respondió. No iba a darle la satisfacción de admitirlo. Enzo lo sabía. Y eso solo hizo que disfrutara más la situación. Mientras tanto, los socios y modelos en la mesa seguían conversando y bebiendo, completamente ajenos al intercambio silencioso que ocurría entre ellos.
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Índice
Capítulo 1 Mi objeto más deseado Capítulo 2 La soledad de la ausencia Capítulo 3 Un refugio en medio del caos Capítulo 4 El regreso de enzo Capítulo 5 Un día para nosotros Capítulo 6 El secreto de la gatita Capítulo 7 Entre terrenos y promesas Capítulo 8 El cumpleaños de enzo: la sombra del secreto Capítulo 9 El peso de las sombras Capítulo 10 La traición bajo la sombra Capítulo 11 Bajo el manto de la tempestad Capítulo 12 El sol y las sombras Capítulo 13 Bajo las sábanas del silencio Capítulo 14 Entre sombras y suspiros Capítulo 15 Bajo el silencio de la mansión Capítulo 16 El peso de la culpa Capítulo 17 Promesas que rompen el alma Capítulo 18 El secreto bajo la piel del lobo Capítulo 19 Un amor que enciende la tarde Capítulo 20 El contrato de prometida Capítulo 21 Entre sombras y compromisos Capítulo 22 Un aniversario silencioso Capítulo 23 Verdades a la luz: una noche en el club privado Capítulo 24 El eco de las decisiones Capítulo 25 Sombras y promesas Capítulo 26 Entre el amor y el control Capítulo 27 Entre secretos y verdades Capítulo 28 Marcas de lealtad y rivalidad Capítulo 29 La herida silenciosa Capítulo 30 La lección de enzo Capítulo 31 "El día que conocieron a 'gatita'" Capítulo 32 La noche en la mansión bourth Capítulo 33 Un día en la mansión bourth Capítulo 34 Entre amenazas y confesiones Capítulo 35 Sombras bajo la mansión bourth Capítulo 36 Bajo el sol del campo de golf Capítulo 37 Encuentros y tentaciones Capítulo 38 Miradas y confesiones Capítulo 39 La tentación en el camino a casa Capítulo 40 La llegada de enzo al club Capítulo 41 En la terraza del club Capítulo 42 Certezas bajo el sol Capítulo 43 La elegancia de lo cotidiano Capítulo 44 Bajo el sol del campo Capítulo 45 Bajo la mirada del club Capítulo 46 La fiesta de francesco Capítulo 47 Recuerdos y bromas en la fiesta de francesco Capítulo 48 Una mañana para dos Capítulo 49 Bajo el sol de la tarde Capítulo 50 Una noche de contrastes Capítulo 51 La intensidad de la noche Capítulo 52 Un juego de estrategias Capítulo 53 Compromisos en la mesa Capítulo 54 Compromisos y límites Capítulo 55 Estrategias y planes Capítulo 56 Una mesa de tensiones veladas Capítulo 57 Una dosis de dulzura y confusión Capítulo 58 Ecos de ambición y confianza Capítulo 59 Un amanecer truncado Capítulo 60 El cautiverio de amatista Capítulo 61 El tiempo se detiene Capítulo 62 El código de amatista Capítulo 63 El juego de las sombras Capítulo 64 Entre el miedo y la estrategia Capítulo 65 Entre las sombras y la resistencia Capítulo 66 La negociación con franco calpi Capítulo 67 El rastro de amatista Capítulo 68 La tormenta en calma Capítulo 69 La espera y la comodidad Capítulo 70 Retorno al refugio Capítulo 71 Entre sombras y luz Capítulo 72 La gran inauguración Capítulo 73 Juegos peligrosos Capítulo 74 Una noche solo nuestra Capítulo 75 Una mañana juntos Capítulo 76 Un desafío en el campo Capítulo 77 Un encuentro en la terraza Capítulo 78 Compromisos y nuevos comienzos Capítulo 79 Una tarde en el jardín Capítulo 80 Destino costa azul Capítulo 81 Un encuentro inesperado Capítulo 82 Una mañana de aventuras Capítulo 83 La lluvia y la sorpresa Capítulo 84 La verdad en la oscuridad Capítulo 85 El silencio en la mañana Capítulo 86 Una resaca para recordar Capítulo 87 "Sombras que se acercan" Capítulo 88 Entre regalos y secretos Capítulo 89 La reunión que perdura Capítulo 90 El compromiso silencioso Capítulo 91 La ira de enzo Capítulo 92 La verdad oculta Capítulo 93 El precio de la verdad Capítulo 94 Nervios y distracciones Capítulo 95 Encuentros y confesiones Capítulo 96 "El fantasma del pasado" Capítulo 97 La verdad oculta Capítulo 98 El silencio de la obsesión Capítulo 99 Decisiones y vigilancias Capítulo 100 El encuentro con clara Capítulo 101 Sombras y promesas Capítulo 102 En un lugar para ella Capítulo 103 Un nuevo comienzo Capítulo 104 Sombras entre el pasado y el presente Capítulo 105 El valor del cambio Capítulo 106 Entre sueños y cadenas Capítulo 107 La herida del orgullo Capítulo 108 Un amor en ruinas Capítulo 109 Siempre será su gatita Capítulo 110 Jugando con el poder Capítulo 111 Un acuerdo frío Capítulo 112 Un nuevo comienzo Capítulo 113 Bajo la luz de lune Capítulo 114 Entre sombras y café Capítulo 115 Nuevas direcciones Capítulo 116 Un destello en la multitud Capítulo 117 Sombras en la fiesta Capítulo 118 Secretos y revelaciones Capítulo 119 Una nueva vida en camino Capítulo 120 Protección y frustración Capítulo 121 La verdad a medias Capítulo 122 El límite de la lealtad Capítulo 123 Un paso hacia el cambio Capítulo 124 Protección en la mansión bourth Capítulo 125 Fiebre en la madrugada Capítulo 126 Una tarde de reuniones en la mansión bourth Capítulo 127 Espacios y silencio Capítulo 128 Interrupciones y confesiones Capítulo 129 Desayuno de conflictos Capítulo 130 Cunas y secretos Capítulo 131 Diez minutos más Capítulo 132 Preparativos y sospechas Capítulo 133 Bajo la seda de la noche Capítulo 134 Sombras entre diseños Capítulo 135 Un juego de ventaja Capítulo 136 Refugio en la calma Capítulo 137 La ira de enzo Capítulo 138 Ecos de la desconfianza Capítulo 139 Ecos de la ausencia Capítulo 140 Sombras en el silencio Capítulo 141 Silencios y revelaciones Capítulo 142 La ira del lobo Capítulo 143 La sombra de la sumisión Capítulo 144 Secretos Capítulo 145 Movimientos silenciosos Capítulo 146 Voces en la oscuridad Capítulo 147 Revelaciones entre sombras Capítulo 148 Hilos de orgullo y desprecio Capítulo 149 Encuentro en el ascensor Capítulo 150 La grieta en la oscuridad Capítulo 151 La sombra de la amenaza Capítulo 152 Revelaciones Capítulo 153 Pasado Capítulo 154 Última jugada Capítulo 155 Bajo la sombra del peligro Capítulo 156 Una huida desesperada Capítulo 157 Ecos del pasado Capítulo 158 La calma Capítulo 159 Refugio en la tormenta Capítulo 160 El adiós temporal Capítulo 161 Bajo presión Capítulo 162 Sabores de seducción Capítulo 163 Ecos de la pasión Capítulo 164 La almohada favorita Capítulo 165 Bajo las risas, la tensión Capítulo 166 Un reloj en el tiempo Capítulo 167 El juego de las sombras Capítulo 168 Interrogatorio a amatista Capítulo 169 La doble jugada Capítulo 170 Cazador y presa Capítulo 171 La espera inmóvil Capítulo 172 A un lado Capítulo 173 El peso de la venganza Capítulo 174 Frágil como el cristal Capítulo 175 La jaula dorada Capítulo 176 Un rastro de fuerza Capítulo 177 Entre la indiferencia y el deseo Capítulo 178 Jaque al rey Capítulo 179 Resaca y suplicio Capítulo 180 Despertar entre sus brazos Capítulo 181 Verdades y juegos Capítulo 182 Almuerzo entre risas y miradas Capítulo 183 Caza en marcha Capítulo 184 Entre poderes y sonrisas Capítulo 185 Conversaciones y juegos de poder Capítulo 186 La noche de reposo Capítulo 187 El inicio de la cacería Capítulo 188 Trampa en el camino Capítulo 189 La caída de un traidor Capítulo 190 Sorpresas en la mañana Capítulo 191 Advertencias al amanecer Capítulo 192 Celebrando a su manera Capítulo 193 Madrugada entre secretos y besos Capítulo 194 De vuelta a casa Capítulo 195 La celebración comienza Capítulo 196 Recuerdos en un girasol Capítulo 197 Aniversario inagotable Capítulo 198 Recuerdos del pasado Capítulo 199 Una noche de coincidencias Capítulo 200 Deseo incontrolable Capítulo 201 Al volante del deseo Capítulo 202 Interrupciones inesperadas Capítulo 203 Provocaciones peligrosas Capítulo 204 El contrataque de amatista Capítulo 205 Sin espacio para el pasado Capítulo 206 El precio de la provocación Capítulo 207 Un despertar en familia Capítulo 208 La única señora bourth Capítulo 209 El amanecer de un nuevo día Capítulo 210 Persistencia y tentación Capítulo 211 En sus brazos, siempre Capítulo 212 Juegos peligrosos en la oficina appCapítulo 213 Promesas selladas en la oficina appCapítulo 214 Dos meses de distancia appCapítulo 215 El mejor regalo app
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