Por desgracia, Turlén estaba completamente cerrado para los extranjeros. Valentín había contratado a un investigador privado para que lo ayudara, pero fue en vano. Ariadna no tenía ni idea de que la oportunidad de dirigirse allí aparecería justo en ese momento. Se sentía muy contenta y quería aceptar la propuesta, pero su racionalidad se lo impidió; entonces lo miró perpleja.
—¿Turlén? Nunca he oído hablar de ese lugar —contestó.
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