Aun así, respetaría si ella decidía abortar, aunque lo haría con tristeza y de mala gana. La muchacha pensó un momento antes de asentir y Hernán se sintió aliviado por su respuesta y se alegró por la idea que se le ocurrió para que se quedara. Pensando en ello, estiró la mano, pero ella la apartó. La miró desconcertado y descubrió que tenía las mejillas sonrojadas.
—Puedo ir sola —dijo.
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