En cuanto pinchó su piel suave, el niño lloró de dolor. Al oír sus gritos, Norma pensó que tenía hambre y que no podía esperar más para tomar leche. Por eso se apuró en desinfectar el biberón y preparó la leche maternizada. En el otro extremo, Ariadna acariciaba con suavidad la cabeza del niño mientras lo veía llorar. Con aquellas pocas agujas, había alterado su estado físico para que no pudieran experimentar con él por el momento. Cuando la leche estuvo lista, Norma se acercó rápido y al oír sus pasos, Ariadna quitó rápido las agujas plateadas del cuerpo del niño y las escondió.
—Debe de estar hambriento.
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