Ariadna podía entender el miedo a tener hijos que tenía Valentín, pero no podía aceptar el hecho de que no dejara de tener miedo porque ella realmente quería tener hijos propios.
Al ver que seguía enojada, trató de abrazarla, pero ella se alejó. «¡No me toques!». Después de todo, todavía estaba furiosa con la situación. Sin embargo, aun así, dejó que la abrazara. Mientras lo hacía, apoyó la cabeza sobre el hombro y sonrió.
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