—¡Detén el auto! —gritó Cintia.
Estaba sentada en el asiento de atrás junto a Ariadna, quien se giró a mirarla con confusión. Cintia lucía pálida y era evidente que no se sentía bien. Como Ariadna tenía habilidades para la medicina, podía darse cuenta de que Cintia no fingía. Frunció el ceño y la miró con preocupación.
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