El momento en el que Ariadna se sentó, se encendió la pantalla grande del escenario y una pintura de arena y dos manos blancas aparecieron. Una mano hizo un gesto para indicar que todo estaba bien y Ariadna supo que Tamara estaba lista. Cerró los ojos, suspiró profundo y tocó la primera tecla del piano.
Tin. El sonido emitía un encanto profundo y etéreo. En su asiento, un entusiasmado Esteban, aplaudió y exclamó:
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