Una vez que se decidió, la llevó gentilmente a la cama y se acostó a su lado. Todavía seguía erecto, Valentín le sacudió el pelo con picardía y se lo enmarañó por completo. «¡Ahora tiene más apariencia de gato!», pensó mientras le pellizcaba la mejilla lo suficientemente fuerte como para despertarla.
—¡Ey! ¿Qué estás haciendo? —Ariadna lo miró enojada con lágrimas en los ojos.
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