Cuando Ariadna sonreía, sus ojos parecían iluminarse con un resplandor y, aunque Adolfo estaba muy preocupado, su sonrisa pareció tranquilizarlo y enseguida recuperó la confianza en ella. «Captó la atención del señor Navarro, así que no debe ser una mujer común y corriente. No debería dudar de ella». Con esa determinación, Adolfo levantó la cabeza y afirmó:
—Señorita Morales, si necesita ayuda, no dudes en contactarme.
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