Si Martín se atrevía a ponerle un dedo encima, ella estaba dispuesta a morir para preservar su santidad.
En cuanto a Martín, era la primera vez que encontraba a una mujer como Ariadna; aunque tenía una edad similar a la de su hija, sintió el impulso de acostarse con ella en cuanto la vio. En los últimos días, fantaseaba con la joven durante su tiempo libre en lugar de con su propia esposa. Sin embargo, su salud seguía siendo su prioridad. «Cuando me cure, la haré mía pese a sus quejas. Ambos tendremos un hijo excepcional que se convertirá en mi heredero».
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