El examen consistía una serie de pruebas que no tenían un criterio de puntuación en el libro; si uno necesitaba ese criterio, debía comprarlo por separado. Sin embargo, como esas respuestas no eran del autor original, no se garantizaba que fueran las soluciones más precisas a los problemas. Tras la pregunta de Violeta, alguien en el aula levantó la mano con vacilación y dijo:
—Yo tengo las respuestas...
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