Dos guardaespaldas estaban de pie en la puerta de la habitación de la madre de Hipólito. Al principio, eso apenas le molestó a Cintia, pensó que la anciana había puesto dos guardaespaldas en su puerta porque quería mostrar su distinguida posición social a los demás; sin embargo, luego la escuchó gritar que abrieran la puerta desde dentro de la habitación, pero ellos no se movieron ni un centímetro, supo que Mariela estaba encerrada. Abrió los ojos, conmocionada y, después de asegurarse de que había oído bien, se dirigió hacia los guardaespaldas. Estos respondieron con un movimiento de cabeza:
—Señora Sandoval.
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