Como si hubiera visto a su salvador, Penélope gritó hacia las escaleras a todo pulmón. Ariadna y Susana dirigieron la mirada hacia allí por instinto y vieron a Valentín, quien acababa de ducharse, bajar las escaleras. Su cabello aún seguía húmedo, llevaba los primeros dos botones de la camisa desabrochados y se le veían las clavículas.
Penélope no pudo evitar tragar saliva al sentirse cautivada por lo bien que se veía. Aquel era un hombre que no solo tenía un físico atractivo, sino que también era bastante adinerado, probablemente era uno en un millón. Ya que esa era una oportunidad única para la joven, no había forma de que fuera a rendirse, por más que tuviera que arriesgarse a terminar en prisión.
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